cinco minutos y diferencias

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Vanesa

–¿Ya no estás trabajando?– pregunté al ver a Emma entrar a mi habitación con un carrito de metal del que colgaba una bolsa de suero.

–han insistido, me dijeron que estaba saturada y que era mejor ponerme medicamentos– respondió mientras entraba y movía el carrito junto a ella.

–¿Quién te lo dijo? ¿Tu amiguito el cardiólogo?– y no terminé de decir la frase cuando el doctor perfecto entró a la habitación centrándole toda su atención a Emma.

–¿Estás bien?– le preguntó mientras miraba la bolsa de suero– ya ha bajado casi la mitad, es mejor que después de esto duermas un poco, te he dejado listo el sofa cama de tu oficina por si quieres ir a dormir, has tenido mucho por hoy–.

Mientras este le hablaba a Emma, ella estaba mirando la aguja que tenía en su brazo mientras asentía, y como yo la conocía tanto sabía que no lo estaba escuchando.

–eh... Si, si... Claro– respondió la pelirroja mientras se estiraba en el sofá que había pegado a la pared.

Él le seguía conversando, Emma seguía ignorando todo y yo intentaba que el tío este se fuera lo más pronto posible, pero estaba siendo difícil. No podía levantarme para ir a darle un beso a Emma y eso era lo que más rabia me daba, miraba mi pierna que estaba con un inmovilizador y recordé que Emma me había dicho que no tenía daño permanente, podría caminar en unos días o en unas semanas, pero por ahora solo quedaba esperar. Mientras tanto podía trasladarme en silla de ruedas o con muletas. Claramente Emma quería arruinar mi reputación.

Emma

Christian estaba frente a mi hablándome del  caso de una mujer que esta noche entraría a cirugía, habían partes que escuchaba y otras que no, ya que mi cabeza daba mil vueltas en el momento donde sonaron los disparos. Vane estaba en su camilla mientras miraba su móvil y de vez en cuando aclaraba su garganta en el intento de que notaramos que estaba allí, lo que me hacía reír.

–entonces quería saber si puedes entrar conmigo a quirófano hoy– preguntó.

Vanesa comenzó a toser fuertemente mientras llevaba su mano a su pecho.

–creo que deberías revisar sus pulmones y sus amígdalas– dijo Christian mientras tomaba su estetoscopio y se acercaba a Vanesa para escuchar sus pulmones.

Cuando este estaba atrás de Vane, ella me sonreía triunfante y luego volvía a toser.

–no escucho nada fuera de lo normal, voy a revisar tus amígdalas– dijo mientras sacaba un bajalengua de la caja que había en una esquina de la habitación.

–si yo creo que deberías revisarme las amígdalas, me duelen muchísimo– dijo Vane muy seria.

El volvió con el bajalengua y yo quedé mirando a Vanesa.

–es mi paciente, yo lo hago– dije intentando quitarle el palito.

Vanesa abrió mucho los ojos al escuchar que dije que era mi paciente.

–no, tranquila, lo hago yo, no me molesta– dijo sin entregarme el palito.

–Christian, de verdad...– pedí volviendo a intentar quitarle el bajalengua– es mi paciente y mi novia y además le quitaron las amígdalas a los cinco años, te está jodiendo– dije intentando no reír.

El quedó mirando seriamente a Vanesa y luego empezó a reír obligadamente.

–ah... Claro... La grandísima Vanesa Martín– dijo estirando su mano para saludarla.

–mis amigos me dicen Vane, pero tú dime Vanesa Martín. Un gusto– dijo mientras estrechaba su mano.

Yo solamente estaba ahí intentando no reírme y también intentando que ninguno de los dos intente matar al otro.
Aunque lo segundo me parecía un poco difícil.

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