la respuesta que lo cambiaría todo

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Emma

Habíamos pasado unas semanas de maravilla en Málaga pero volvimos a la realidad de Madrid, dónde Vanesa salía a diario a reuniones de las cuales al volver no me contaba absolutamente nada.
La notaba nerviosa, esquiva e incluso podría asegurar de que cada vez que comíamos ella estaba pendiente de otras cosas.

Hoy, 8 de noviembre, a solo horas de mi cumpleaños lo estaba aún más.

Si bien los días anteriores han sido días agotadores para ambas, yo había decidido llevar algunas cosas de mi casa hasta la casa de Vanesa para poder llegar y tener lo necesario, ambas nos habíamos encargado de llenar la nevera de cosas que a ambas nos gustaran y decidimos que tres días a la semana haríamos comidas que yo decidiera y el resto de la semana podían elegir Vanesa y candela. Comer chocolate después de cenar se había vuelto la rutina de Vane y Cande, pero ellas todavía piensan que yo no he notado los envoltorios de chocolate en la mesita de noche de candela.

Vane había lanzado su nueva canción, lo cual me mantuvo ocupada planeando una cena que aunque hice el intento de que fuera totalmente secreta para ella, candela en una de las noches de juegos soltó la sorpresa.

–veinte minutos– gritó Vane mientras daba vueltas por la sala– voy a por tus regalos–.

Mientras Vane corría por las escaleras buscando los regalos, yo sonreía, porque si bien mi cumpleaños era una fecha que amaba, en algunos momentos no lo pude pasar como a mí me hubiese gustado y hoy lo tenía todo, incluso más de lo que yo esperaba. La tenía a ella, a Candela y la vida pintada de colores.

–jodeer... ¿No te sabes la de "un regalo por persona"?– dije entre risas cuando la ví bajar con muchas cosas.

–¿Un regalo por persona? ¿De dónde has sacao' tu eso?– preguntó mientras acomodaba las bolsas y cajitas en el suelo.

Miré cada una de las bolsas y cajitas intentando adivinar su contenido, aunque habían algunas que eran fáciles de adivinar ya que no había hecho ni el esfuerzo en envolver las cosas y las había dejado en la misma bolsa que daban las tiendas.

–¿Me vas a renovar el armario, cari?– pregunté mientras miraba las bolsas.

–no mires tanto, que aún quedan–miró nuevamente su reloj, el cuál tenía una foto de las tres de fondo– quince minutos, voy a por los últimos– subió nuevamente las escaleras, esta vez un poco más lento, ya que teníamos tiempo de sobra.

Pensé en que estaría haciendo Candela, ya que había pedido ir a casa de mi madre durante el día y cuando la íbamos a ir a buscar nos pidió quedarse allí por la noche, a lo cual con Vanesa no nos podíamos negar.

Vane bajó con las últimas cosas y las dejó junto a los otros regalos, la más ilusionada acá notoriamente era ella, pero yo también lo estaba y muchísimo.
Cuando se desocupó de eso se sentó a mi lado y volvió a mirar su reloj.

–diez– susurró.

Yo simplemente me acerqué a ella y la besé, porque no hay mejor manera de pasar las últimas horas con 25 que con la persona que hizo que volviera la ilusión a mi vida, con la persona que en poco tiempo se volvió la pieza fundamental del puzzle del cual solo encontraba piezas que no encajaban.
Se separó un segundo de mis labios para tomar aire y volvió a mi, atacando con fuerza y pasión, con ganas y con suavidad, porque solo ella sabía mezclar todo eso a la perfección, hasta que el sonido de su móvil nos obligó a separarnos, era una alarma.

–nueve de noviembre– susurró sobre mis labios– feliz cumpleaños, mi amor–.

Mis manos se aferraron a su cabello y la acerqué a mi para besarla, un beso con sabor a vida, a ganas y a ella. Porque era todo lo que necesitaba.

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