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Emma

–¿Qué más quieres que te diga, Vane? Es lo único que me ha dicho Ana "Emma, alguien ha entrado a la casa, ven ya"– volví a repetirle lo mismo mientras íbamos en el coche.

–¿Pero por qué te dice a ti y no a mi? Ana trabaja para mi, no para ti–.

–vanesa, acaban de entrar a tu puta casa, acaban de reventarle la puerta a tu casa y te estás preocupando de que Ana te trabaja a  ti, no me jodas–

–pero es que me parece una mierda que te diga a ti cuando a mí me lo podía decir también, tu lo has dicho han reventado la puerta de mi puta casa, no de la tuya–.

–¿Sabes? Mejor cállate, la estás cagando cada vez más– dije sin despegar la vista de la carretera.

En tiempo récord llegamos a la casa y ahí estaba Ana y la policía, Vanesa en cuando vió la escena que había fuera de casa comenzó a temblar. Siempre me había explicado que la policía le daba muchísimo miedo por cosas que vivió, por lo mismo Ana no le había dicho esto a ella, ya que estaban haciendo investigaciones en casa.

–¿Qué ha pasado?–pregunté adelantandome a Vanesa y caminando más rápido que ella.

–me hablaron los de seguridad de aquí, que Vanesa no contestaba el móvil y tú tampoco. Dicen que se escuchó un estruendo al cual no le tomaron importancia, después se dieron cuenta de que habían reventado la puerta principal, en casa no falta nada, pero los papeles de la oficina están revueltos, revisaron la casa y no hay nadie, pero están buscando huellas o algún rastro–. Dijo Ana mientras fumaba.

–¿Pero como no va a faltar nada en casa?– pregunté extrañada, suponiendo que si entraban a casa era para robar y más teniendo en cuenta las cosas de valor que habían dentro.

–no falta nada, entré yo a revisar, está todo en su lugar, solo la oficina de Vanesa está revuelta, las carpetas están abiertas–.

Vanesa estaba mirando fijamente al suelo, no hablaba nada, incluso se demoraba en pestañear.

–tengo que subir– dijo mientras se dirigía a la entrada de casa.

–no puede pasar– dijo un policía.

–tengo que subir– insistió.

–no puede subir, estamos haciendo una investigación de el perímetro y también de las cámaras, en su oficina estamos viendo si hay huellas–.

–pero tengo que subir–volvió a insistir.

El policía me quedó mirando y yo le dije que se fuera, que yo me encargaría. La acerqué a mi y la sostuve de la cintura mientras Ana encendía otro cigarrillo.

–dame uno por favor – pidió Vane y Ana le entregó el que acababa de encender.

Los policías entraban y salían de casa, los guardias de seguridad de donde vivíamos también estaban ahí. En la cara de Vanesa podía ver su frustración, pero no podía entender el porque.

–Emma, tengo que subir– me insistió a mi.

–a ver, déjame ir a hablar–. Fui donde estaban los policías y les vendí una historia totalmente creíble para que nos dejaran subir, prometí que yo me aseguraría de que ella no tocara nada y aceptaron.

Juntas subimos y ella entró a nuestra habitación, me pidió que no entrara con ella, me quedé en la puerta esperándola, escuché que movía unos muebles y luego escuché como los cerraba y al salir de la habitación pude ver que estaba más tranquila.

–vamos a mi oficina– dijo tirandome de la mano.

Llegamos a la oficina y ahí habían dos policías.

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