El Alta

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Narra Vanesa

Tenía miedo de despertar y que todo hubiese sido un sueño, que ella no estuvo conmigo tomando chocolate con galletas y que nuestro beso fuera producto de mi imaginación. Pero cuando desperté allí estaba, dormida en el sofá con su cabello revuelto y con su móvil en la mano.
No quería despertarla, pero sabía que debía irse, su turno finalizaba a las 6 Am, y ya eran las 7:30.
Quise ignorar el momento y hacer como si no hubiese despertado, volver a dormir para que así se quedara más tiempo durmiendo a mi lado y así lo hice.

-Vanesa, Vanesa... - susurraba a centímetros de mi cara.

-mhhh... - me quejaba yo mientras quedaba boca arriba.

-me debo ir, tengo fin de turno... Nos vemos en la noche - susurró.

-sí - susurré yo.

-¿si qué? - preguntó extrañada.

-me haré la infiltración -.

-es la mejor opción, estaré acá a las 3 de la tarde para hacértela y serás libre, podrás volver a tu casa sin ningún dolor alguno, lo prometo - dijo mientras tomaba mi mano.

Nos despedimos con un simple "adiós", si, luego de besarnos en la pared de la habitación y que ella tocara todo mi cuerpo, ya que yo no podía por el inmovilizador de mi brazo, un simple adiós bastó para despedirnos de la noche que habíamos tenido. Pero tampoco debía esperar tanto, tenía 25 años, aún era una niñata que solo estaba experimentado. Aunque no me molestó ser su experimento.

A las horas después mi madre volvió a aparecer en la habitación, está vez sola, se sentó en el sofá, donde minutos antes había estado mi doctora de ojos color miel, y comenzó a sacar una pequeña cajita de una bolsa.

-te he traído una hamburguesa para almorzar - dijo riendo. Sacó mi hamburguesa de la caja y comenzó a dármela a centímetros de la boca para que yo pudiera comer.

-Ana me ha dicho que tus próximos cuatro conciertos se cancelaron, pero ya tienen nueva fecha. Y los médicos de fuera me han dicho que podrás irte a casa hoy- dijo con una sonrisa en los labios.

-¿mamá, tener pena por dejar el hospital, es normal? - pregunté.

Porque sí, pasé de querer irme a toda costa, a querer quedarme y volver a vivir una noche de chocolate y galletas, aunque esto no lleve beso incluido.

-no, no es normal. Pero lo que es normal es que te guste la doctora - dijo riendo.

-¿cómo sabes?-pregunté con un trozo de hamburguesa en la boca.

-yo te tuve nueve meses dentro de mi, te formé y luego cuando naciste te crié, eso es suficiente para saber todo lo que pasa por tu cabeza, y tu eres muy expresiva, tu cara dice muchas cosas, he aprendido a leerla... No quiero que vuelva a pasar lo mismo de siempre, vane, lo de inma esta muy reciente-

Tenía razón, lo de inma estaba reciente, y debía vivir unos meses en tranquilidad para poder dejarla ir y estar preparada para tener una nueva pareja. Pero Emma generaba en mi sensaciones que inma nunca logró.

Mientras yo ahora me dedicaba a comer patatas fritas, llegó Emma con una sonrisa en sus labios y con su largo cabello atado con un lápiz.

Luego de los respectivos saludos y las explicaciones sobre el procedimiento, hizo pasar a la misma enfermera de ayer, patricia, creo. Descubrió mi hombro y comenzó a hacerle un masaje para que la inyeccion no me doliera tanto, ayer me había hecho lo mismo, pero recuerdo que lo hizo con guantes, hoy no. Cuando esto ya estaba listo hizo que quedara sentada y comenzó a inyectar en varios sentidos, tenía mis ojos cerrados, mis manos sudaban y estaba temblando, por debajo de las sábanas encontré la mano de Emma quien me acarició el muslo en señal de que todo iba bien, la miré a los ojos y me dió una sonrisa, con esa sonrisa decidí seguir siendo fuerte a pesar del dolor que tenía. Una vez me tenían completamente inyectada y no quedaba espacio en mi hombro por inyectar, continuó con mi muñeca, el mismo procedimiento, el mismo dolor... Su sonrisa en mis pensamientos.

ESTA VEZ SÍ Where stories live. Discover now