#13 - ESCRIBIENDO...

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—¿Para qué me preguntas que hice de comer si después me ofrecerás comprarme Sushi?

—Mamá, esta platica no tiene sentido, ¡sólo dime qué rollo de sushi te llevo!

—¿Hijo estás bien? —me pregunta con ese tono de "tómame el pelo y no te sentaras en una semana".

—Sí, sí, excelente. —Respondo mientras veo desde la calle a Zoé y su papá sentados en una mesita detrás de los cristales del restaurant. —¡Vas a querer Sushi sí o no mamá!

—Hey, tranquilo "mushasho", no me eleves el tono de voz que vas a llegar a casa y nos veremos las caras. —me dice con tanta soberanía que no sé qué más decirle. —No compres nada, apresúrate que ya vamos a comer Diannela y yo.

—¿Y papá? —le cuestiono antes de que me cuelgue.

—Llegará tarde, porque pasara a la agencia a ver lo de la compra del auto.

Después de colgar, sigo mirando hacia el restaurant desde la banqueta pensando que pretexto usar para acercarme allí y verla de cerca. Bien podría esperar hasta mañana, pero de pronto surge una adicción de querer verle a todas horas, en todo momento y en todo tiempo, este es uno de esos momentos, tiempo, y horas. Los carros han estado avanzando, espero un momento y cruzo la avenida. Me escabullo hasta el carro del papá de Zoé mientras ellos siguen dentro. Me bajo de la bicicleta, me cercioro de que no haya seguridad o cámaras vigilado el lugar, saco un marcador permanente y le escribo en el cristal del copiloto:

:*

Para: Zoé.

A penas termino de cruzar la avenida para escapar y veo que sale riendo con su padre, la observo de lejos. Se queda mirando el cristal. No dice nada. Mira para todos lados pero no me vió. Si mi vista no me engaña, lo que veo de lejos es una sonrisa. Has sonreír a una mujer y tú serás doblemente feliz. Me voy.

—Ya quiero regresarme a Chihuahua mamá, —espeta Diannela durante la comida.

—Diannela, ya hablamos de eso. —Respondió mi madre.

—Es que no conozco a nadie, es... ¡súper aburrido no conocer a nadie!

—Pues a mí me encanta. —Dije sonriente.

Las dos me miraron fijamente, Diannela la latosa con una mirada de "debes morir cucaracha" y mi mamá con un enorme signo de interrogación en los ojos.

—Tú cállate adoptado...

—¡Diannela! No te expreses así cuando estemos comiendo, —la interrumpió mamá.

—Ay mamá, Demian es mi hermano, y entre hermanos nos podemos insultar bonito, ¿verdad? —Estiro su mano para jalarme un cachete como es su costumbre pero la evadí levantando una ceja y mostrándole el tenedor amenazante. Desistió.

—Mira mamá, después no respondo.

—Ya, quietos los dos. —Concluyo mamá.

Hasta el día de hoy, no puedo imaginar lo que sería mi vida sin mi hermana. Es ese pequeño monstruo bajo mi cama o en mi armario, y la tormenta de mis noches. Tenía razón, entre hermanos nos insultamos y agredimos bonito. Pero hay de aquel que osara tocarla no siendo yo. Y viceversa. Nos peleamos por todo, ambos creemos que el otro es adoptado. Ambos buscamos hacer quedar mal al otro con papá o mamá, y hasta nos reímos cuando nos regañan o castigan. Pero en el fondo sabemos que somos hermanos, y al mismo tiempo amigos de toda la vida. Diannela tiene 19 años y conoce todos mis secretos y travesuras, tenerla como enemiga seria mi mayor fracaso. Cuando éramos niños y no teníamos los mismos privilegios que hoy tenemos en casa nos peleábamos hasta por una botella de plástico: "déjale esa botella a tu hermanito Diannela, tú eres más grande" la exhortaba mamá, "y qué tiene yo la vi primero, mugre chamaco", como ninguno de los dos cedía, el resultado era un par de azotes en las nalgas con el cinturón de papá y asunto arreglado. Terminábamos frente al ventilador de nuestro cuarto, (pues compartimos habitación hasta que ella cumplió 15 años), llorando a moco suelto pidiéndonos perdón; "pídanse perdón", decía papá, "perdón", contestábamos en coro moqueando sobre el hombro del otro mientras el aire del ventilador nos refrescaba lo caliente que nos había dejado los cinturonazos que papá nos había dado, que, para nuestra edad los sentíamos poderosos. Y así, y de muchas otras formas, nuestros padres nos enseñaron a respetar al sexo opuesto y sobre todo a protegernos. Pero parece que Diannela necesita otros azotes porque hasta el día de hoy sigue de agresiva.

POEMAS PARA ZOÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora