𝟏𝟗

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Sobre el sillón de la sala de estar, frente a la televisión, Ricky y Yujin dormían tranquilos mientras que la única fuente de luz que tenían era proveniente de la pantalla encendida, pasando en ella un capítulo de una serie animada que a ambos les gustaba pero que solo era transmitida a las tres de la mañana.

Esa noche cayeron casi inconscientes por el cansancio, perdiéndose lo que tanto habían esperado por un par de horas. Yujin recargaba su cabeza contra el hombro del mayor y Ricky pegaba su mejilla sobre la cabeza del menor, ambos completamente dormidos con tranquilidad.

Ricky abrió los ojos, parpadeando varias veces por la luz blanca que enmendaba el televisor, apartando al pequeño para poder moverse con libertad, dejándolo caer con cuidado para no despertarlo. Suspirando se levantó del sillón, viendo el aparato por un largo rato, hasta que tomó el control remoto y oprimió el botón que la encendía y apagaba. Pero nada ocurrió.

Le dio unos cuantos golpes al control para buscar un buen ángulo, pensando que tal vez aquello era solo un error del sistema, pero la televisión seguía encendida y en blanco. Le dio unos golpes más, y despues abrió la pequeña tapa, sacándole las pilas, observándolas como si eso fuera a solucionar el problema.

No sirve... murmuró lanzando el aparato hacia el sofá para enfocarse en el televisor nuevamente; quizás podría apagarlo con el botón manual.

Estando a centímetros de la pantalla, la examinó durante unos largos segundos preguntándose si es que la pantalla en blanco era algún problema del canal. Pero toda duda fue reemplazada por miedo cuando aquel maldito número que comenzó a odiar se repetía rápidamente en la pantalla ahora roja: 1407.

¿Qué mierda? preguntó con molestia, buscando el cable con rapidez al oír como un sonido similar a un grito incrementaba su volumen.

Trató de ignorar el número que aparecía llenando la pantalla, moviendo sus manos en la parte trasera del televisor hasta encontrar el cable correcto y desconectarlo. Cosa que logró tras unos segundos, suspirando aliviado al notar el pequeño destello al apagarse.

Se apartó, mirando la pantalla ahora negra, algo incómodo por la completa oscuridad, pero aliviado al no ver ese maldito número de nuevo. Viendo al menor a dormido a su lado, suspiró y se dejó caer en el sofá, observando su reflejo por la escasa luz que provenía de la ventana.

Pero de pronto, dejándolo sin aliento, el televisor se volvió a encender, haciendo que el miedo recorriera su espalda. Y aunque aquello le causó temor, sus ojos se abrieron de par en par y dejó de respirar cuando notó que la habitación del sótano estaba en la pantalla del televisor, con una única luz encendida en el centro.

"¿Quieres sonreír conmigo?"

Unas manos tomaron sus mejillas desde atrás, presionando contra su piel de forma agresiva, dolorosa. Sentía como su rostro quemaba, pero no le salía la voz. Sus lágrimas silenciosas caían al sentir aquellos dedos tocando sus labios, estirándolos en una curva, como si de una sonrisa se tratase, hasta que...despertó.

Ricky jadeó al abrir los ojos, incorporándose de golpe en el sofá. Notó al pequeño dormido a su lado, suspirando con calma al ver que estaba cómodo y sin alguna señal de haber sido lastimado. Regresó su vista al frente, y vió la televisión llena de las imágenes brillantes y coloridas de la serie que ambos veían antes de caer dormidos.

Y aunque no había peligro alguno, puesto a que todo fue una simple pesadilla en su mente, no pudo evitar sentirse incómodo al ver el reloj que descansaba a un lado de la puerta del sótano, el cual comenzó a temer, marcando las tres de la tarde.

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Los dedos de Hanbin bailaban con rapidez sobre su celular, disparando al bando enemigo y tratando de mantenerse con vida, tan concentrado en su juego que no se daba cuenta de las personas que pasaban caminando por el pulcro piso del aeropuerto frente a él.

Él yacía sentado, esperando mientras pasaba el rato con su teléfono, hasta que alguien se sentó a su lado con toda normalidad, como si aquella persona hubiera llegado junto a él al lugar.

─ ¿Sabes que hay muchas cosas lindas en el aeropuerto? ─preguntó el intruso con voz calmada.─ He tomado algunas fotos por si deseas verlas.

Hanbin despegó su vista del celular al notar como ganaba la partida, recorriendo el cuerpo contrario desde los pies hasta la cabeza, viéndolo de frente durante unos segundos. Entrecerró los ojos y apretó los labios en una línea recta al momento de notar su rostro, suspirando con preocupación.

Se veía casi enfermo, pálido y con ojeras bajo sus ojos oscuros. Tan débil que tardó unos segundos en hacer la comparación del antiguo chico con el que tenía al frente. Dañado. Hanbin suspiró, preguntándose si él mismo se veía igual de frágil.

Encontrándose cara a cara, un aire de incomodidad se esparció entre ambos chicos, enmarcando el silencio y la timidez en el ambiente lleno de personas. Maldición, Hanbin no sabia ni que decirle.

─ No me tengas miedo, Bin. Sigo siendo el mismo...o al menos, sigo siendo humano.

Sonrió dejando su celular en su bolsillo, extendiendo sus brazos para atrapar el cuerpo a su lado, hundiendo su rostro en su hombro con cariño mientras que era correspondido. El perfume intenso casi perforó en sus fosas nasales, pero se quedó quieto, no abrumándolo, solo trayéndole recuerdos.

─ Te ves terrible. ─murmuró sin percatarse de sus palabras. Su voz salió temblorosa, como si quisiera romper en llanto. La suave risa que resonó entre sus oídos ante su frase le indicó que en efecto, seguía siendo él.

─ ¿Me lo dices a mí? ─preguntó el chico con sarcasmo evidente.─ Creo que tú te ves muy pálido como para ser una persona.

Hanbin se separó, aún manteniendo su sonrisa, reconociendo que quizás su aspecto físico no era el mismo de antes. Tanto estrés por sus hermanos, por la casa, sus amigos...la desgracia de su madre, todo eso lo había dejado con la apariencia de un zombie. Pero admitir eso frente al espejo era nefasto, según pensaba él.

─ Me gustaría no ser una persona, así podría hacer muchas más cosas. ─bromeó poniéndose de pie, tomando la maleta de su amigo entre sus manos.─ Y no me cansaría nunca.

─ ¿Un Hanbin productivo? Creo que sería algo increíble.

─ Tanto como un Jiwoong viajando con solo una maleta. ¿Dónde está toda tu ropa? ¿Seguro que te alcanzará para vestirte diferente por una semana?

Jiwoong sonrió, apartando su propio cabello de su rostro, mostrando su expresión al ver la maleta. Hanbin no pudo evitar sentir ese pequeño dolor en sus mejillas que le indicaba que seguía con los labios curveados.

Lo había extrañado, sin duda alguna seguía siendo el mismo Jiwoong de hace algunos años atrás, con la diferencia de que mantenía una apariencia deplorable, nada propio de él y su conocida vanidad en la universidad.

─ Solo traje lo indicado. ─se limitó a decir el chico, levantando el rostro para encontrarse con la mirada de Hanbin analizándolo.─ No quiero estorbar.

─ No lo harás.

La cálida sensación en su pecho volvió, culpándolo constantemente, recordándole el porqué era un pésimo hermano, enmarcándole la razón del porqué nunca pudo llevarse bien con su propia familia.

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𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐇𝐎𝐌𝐄 𖧵 𝐙𝐁𝟏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora