El día en que Silencioso dejó de ladrar...

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Un nuevo día en la vida de Andrew. Y el pequeño infante ya estaba más que preparado para pasar un buen rato de diversión junto a sus amigos y, como no, su tan querida mascota. Últimamente pensaba mucho en ella... Nunca antes había tenido un animal de compañía, pero desde que adoptó a aquel cachorro abandonado como su mascota, y decidió ponerle el nombre de "Silencioso", sentía que su vida se había vuelto muchísimo mejor. Cada día se levantaba más animado, con más fuerza y energía. Más que una mascota, Silencioso era un amigo más para él, el cariño que le tenía era comparable al que le tenía a Evan o a Cassidy. Definitivamente lo amaba más que cualquier otra cosa...

Una vez acabó su desayuno, salió de su casa y corrió como un coche de carreras hasta el callejón en donde siempre se encontraba con su compañero canino

"¡Silencioso! ¡Mira lo que te traigo! ¡Te traje algo de carne!"

Gritó él mientras movía de un lado a otro el gran trozo de carne que tenía en su mano, esperando impacientemente a que su querida mascota saliera de la oscuridad para jugar con él y comerse el trozo de carne. Pero extrañamente, Silencioso no aparecía por ningún lugar

"¿Silencioso? ¿Estás ahí?"

Preguntó el muchacho comenzando a extrañarse por lo extraña que estaba siendo la situación, era la primera vez que Silencioso no salía de la oscuridad para comer su carnecita diaria y darle sus lamidas en la cara a su amo. Confundido y un tanto preocupado, Andrew comenzó a buscar a su perro por el oscuro callejón sin salida, terminando por encontrárselo atrás de un viejo, desgastado, sucio y maloliente contenedor de basura, tirado en el suelo sin fuerzas ni siquiera para levantarse, pero aún estando consciente y sintiendo un dolor terrible, rodeado de bolsas de basura con moscas sobrevolando encima suyo. Lógicamente, el niño no tardó ni un segundo en reaccionar, y de manera veloz, se acercó a su mascota para atenderla y ver que diantres le pasaba

"Silencioso... ¿Que ocurre? ¿Tienes hambre? ¿Sed? Oh, por Dios... ¿Que demonios te ocurre?"

Preguntó él desesperado tratando de hallar la razón por la cual su cachorro estaba así, pues pensaba que si encontraba el motivo exacto, también encontraría la forma de ayudarlo y curarlo... Sin embargo, Silencioso no tenía ni sed, ni hambre... Nada de eso, lo que tenía era algo mucho, pero MUCHO peor que sed y hambre...

...

"Lo siento, chico, pero... Me parece que traigo malas noticias..."

En primera instancia, aquella noticia golpeó como una bola de demolición en el cuerpo del muchacho... Malas noticias... Él nunca antes había estado en un veterinario, esta era la primera vez que iba a uno solo con el objetivo de que pudieran curar a su cachorrito. Sin embargo, supo inmediatamente desde el principio que si el veterinario le decía esas palabras exactas... Era porque nada bueno podía estar pasando

"Tu cachorro... Está infectado de parvovirus canino... Es una enfermedad muy contagiosa y... También letal. De veras que siento mucho decirte esto, pero... No existe una cura para esa enfermedad, tu perro no puede curarse, ya no podemos hacer nada por él..."

Explicó la veterinaria dándole la cruda y más terrible verdad al peli rubio: Su perro ya no tenía forma de salvarse, ahora lo único que le quedaba era... Bueno, esperar hasta que la muerte se lo lleve...

"Pero él... Él es mi amigo, ¿De verdad que no se puede hacer nada por él?"

Preguntó Andrew negándose a admitir que ya no podía hacer nada por su mascota, a pesar de que la mujer había sido muy clara en sus palabras; "Ya no podemos hacer nada por él"

"Lo siento, chico, de veras que si por mí fuera salvaría a tu cachorro, pero tristemente no existe cura para esa enfermedad que tiene ahora. La única cosa que podemos hacer es... Dormirlo para siempre..."

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