La imagen de Samael de rodillas frente a él, no era una posibilidad ni siquiera en sus mejores sueños. Tampoco una idea que se le hubiese cruzado por la cabeza alguna vez porque algo así era rotundamente —y hay que hacer énfasis en rotundamente— imposible. Tanto así que Lucas estaba convencido de que la escena frente a sus ojos estaba siendo producto de un sueño que ya había durado demasiado, pero el tacto de Samael, el calor de sus dedos rozando los de Lucas, lanzaron pequeñas descargas eléctricas que le hicieron ver que era muy real.

El chico, completamente consternado, abrió la boca para decir algo, pero al darse cuenta de que su mente estaba en blanco, volvió a cerrarla y su cuerpo se tensó de pies a cabeza.

Mierda, ¿qué hago?, pensó, ¿por qué justo ahora perdonarlo luce como una posibilidad en exceso tentadora?

—Deberías irte ya — el mortal carraspeó. Su voz no podía fallar en un momento así.

—Lucas...

—Lo de la marca... lo probaremos otro día — dijo, apartando su mano y rompiendo esa momentánea conexión que lo tenía con el corazón latiendo a una velocidad desenfrenada.

El mortal observó la mesa de centro llena de papeles como si fuese la cosa más interesante del mundo, mientras daba un par de pasos para alejarse de Samael, sin embargo, su mano sostuvo la de Lucas, haciendo que se detuviera en seco.

—Por favor — murmuró, pero Lucas fue incapaz de mirarlo.

—De verdad, Samael, creo que deberías irte.

—Pídeme cualquier cosa, lo que sea, sabes que te lo daré, pero no me pidas que me aleje de ti.

Lucas pasó saliva, pero el nudo en su garganta hizo que una acción tan simple requiriera mucho esfuerzo, y antes de que pudiera darse cuenta, Samael ya estaba de pie frente a él, sin soltar su mano, y usando la que tenía libre para acunar en su palma el rostro de Lucas.

—Mírame — pidió, y cuando los ojos verdes del mortal se encontraron con los suyos, sintió que por fin podía respirar —. La única mentira que te he dicho, fue cuando te dije que nada de esto significaba algo. Joder, Lucas, ¿cómo demonios no iba a significar nada si eres el único al que realmente estoy dispuesto a darle mi alma?

Por mucho que lo intentara, Lucas no podía encontrar el engaño en los ojos y la voz de Samael; todo indicaba que estaba siendo honesto, pero él seguía aferrándose a la idea de que no podía caer tan fácilmente, y al mismo tiempo, se sentía hecho un completo desastre.

Así pues, se apartó de él bruscamente, dando un paso atrás.

—T-todavía tengo mucho trabajo, así que apreciaría que te fueras — dijo Lucas, tomando a Samael del brazo para conducirlo hasta la puerta.

—Pero...

—Hablemos otro día. Ahora no es un buen momento.

¡Por supuesto que no lo es! Siento que mi corazón se va a reventar en cualquier instante, pensó, y aunque no lo puso en palabras, su cara enrojeció.

Cuando sacó casi a rastras a Samael de su casa, cerró la puerta de un portazo que silenció por completo la réplica que el Diablo estaba a punto de darle, pero Lucas tenía que pensar y la presencia de Samael solo hacía que sus emociones se alborotaran como si fuesen un panal de abejas.

Una vez que estuvo completamente solo, se recargó en la puerta y liberó todo el aire que había retenido. Sus defensas se habían caído, destrozado, ¡hecho polvo!

¿Qué demonios acababa de pasar?

Esa fue la primera pregunta que apareció en su cabeza.

Tenía la sensación de que había entrado en un limbo del que le estaba costando salir, pero tenía todo el derecho de estar así de consternado. Además, tenía la seguridad de que lo que sucedido iba a perseguirlo durante mucho tiempo, y no estaba del todo equivocado.

Hidromiel.  ✔Where stories live. Discover now