Canto V.

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Castiel estaba sentado en el balcón de la casa con los ojos fijos en el cielo y un gatito echado sobre sus piernas.

Por su mente pasaban una infinidad de pensamientos que giraban en torno a Samael y ese encuentro que mencionó tener con Lucas; no podía dejar de pensar en ello porque le preocupaba que su hermano y el mejor amigo de su novio hubiesen tenido algo que ver. Algo que fuese más allá de un encuentro casual... Y su preocupación era tanta que ya llevaba días pensando sobre eso, incluso Alexander lo había notado algo distante.

—Mira qué te traje — dijo el rizado, sentándose a su lado y extendiéndole una copa cuyo líquido ámbar hizo sonreír a Castiel.

— ¿Preparaste hidromiel? — preguntó con sorpresa.

—Ujum — sonrió con satisfacción —. Dijiste que era tu bebida favorita y estoy seguro que no te referías a este tipo de hidromiel, pero ignoro cómo es que la preparan los ángeles, así que te preparé el único tipo de hidromiel que conozco.

— ¿El que crearon los mortales?

—Sí... justo eso.

Castiel no tardó mucho en llevarse aquella copa a los labios hasta que el líquido comenzó a deslizarse por su boca, pero para su sorpresa, no encontró ninguna clase de sabor en eso; se suponía que el hidromiel debía ser dulce, aunque en ocasiones las que contenían lúpulo ocasionaba que supiera más amargo... Y a Castiel no le supo ni dulce ni amarga. Sabía... a nada, igual que probar un vaso de agua.

Aun así, no quiso que Alexander se sintiera decepcionado de sí mismo por algo como eso, así que el ángel pretendía ser amable al decir:

—Es... deliciosa — dijo, pero Alexander lo conocía demasiado bien.

—No te sabe a nada, ¿verdad?

El ángel frunció los labios y negó con la cabeza, avergonzado.

—Lo lamento...

—No te preocupes — Alex rio —. Debí pensar en eso antes de prepararla.

El demonio recordó abruptamente aquella vez en la que le dio a probar una cerveza y esta no le supo a absolutamente nada, porque Castiel estaba demasiado acostumbrado a bebidas muy fuertes. Bebidas —que él mismo expresó—, derrumbarían a un mortal con un simple trago.

Como fuera, Alex le quitó la copa de las manos y le dio pequeños tragos al resto de hidromiel que quedaba en el fondo; a él sí le sabía bastante dulce, y pese a que no era —ni de lejos— su bebida favorita, tampoco pensaba en desperdiciarla porque había sido todo un lío poder prepararla.

Por otra parte, Castiel regresó la vista al cielo, pensando nuevamente en su hermano.

— ¿Estás bien? — La pregunta, formulada por Alexander, había rondado en su mente durante días, pero no se había animado a hacerla porque no encontraba el momento adecuado.

Hidromiel.  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora