Canto XI.

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Narrador


Al Diablo le encantaban los juegos de palabras, y también era adicto a conseguir lo que sea que se propusiera.

Seducir mortales era, quizás, una de sus mayores cualidades; sabía lo que debía decir en el momento adecuado, y solo se apresuraba cuando era absolutamente necesario. Además, las cosas que salían de su boca solían ser lo suficientemente ambiguas como para tener interpretaciones diferentes, por eso se aseguraba de nunca especificar nada.

Cuando le dijo a Lucas «Me gustas», no estaba mintiendo, pero tampoco estaba diciendo «Me gustas como amante». Era más bien un «Me gustas porque tienes la respuesta que necesito», y para Samael eso era suficiente.

Aunque, por otra parte, el mortal para el que se dirigieron esas palabras era mucho más sensitivo de lo que el Diablo pensaba; Lucas sabía leer rápido a las personas y había sido una habilidad que se vio obligado a adquirir porque muchos se acercaban a él por lo que su apellido representaba.

Le era algo difícil relacionarse con personas que solo veían en él un signo de pesos, por eso prestaba atención a los detalles y eso hizo que se diera cuenta rápidamente de que algo en las palabras de Samael no estaba bien; el hombre frente a sus ojos había dicho algo que lo tomó por sorpresa, no iba a negarlo, pero también lo dijo con la misma importancia con la que una persona dice «Hola». Y eso era decepcionante ya que si le hubiese puesto a su tono un poco más de emoción, probablemente le habría creído. Y es un «probablemente» porque más rápido que tarde habría recordado que tan solo un par de horas antes, escuchó sonidos mientras hablaba con Samael que lo dejaron pensando mucho.

¿Qué podría querer Samael de mí? Se preguntó. Él tiene dinero, igual o más del que tiene mi padre. ¿Por qué dijo eso así tan repentinamente? No le hacía mucho sentido y, para ese momento, Lucas ya tenía por sobreentendido que no iba a dejarse endulzar por las palabras de un hombre que desde el principio le había dejado en claro que no buscaba nada serio.

—Ajá — dijo, todavía algo conmocionado —. Tengo que irme.

—Acabo de decir que...

—Te escuché — lo cortó —. No tienes que repetirlo.

Samael parpadeó con perplejidad, pues sus expectativas sobre la reacción de Lucas habían sido muy altas; pensó que simplemente aceptaría su confesión y eso daría pie a que se frecuentaran más. De esa manera, Samael podría saber qué tenía ese mortal que lo hacía tan importante para Remiel, pero al contrario de las posibilidades que su mente había gestado para ese momento, no obtuvo nada grandioso y sentía que había perdido una batalla sin haberla empezado todavía.

—Parece que mis palabras no merecen tu atención — indicó el Diablo a regañadientes; comenzaba a molestarse porque el rechazo no era algo a lo que estuviera acostumbrado.

Hidromiel.  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora