Canto XXIII.

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ADVERTENCIA: Este capítulo tiene contenido explícito

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Narrador

La confesión de Lucas no había sido del todo una confesión, pero el simple hecho de verlo incapaz de negar que se había enamorado, hizo que Samael... sintiera algo.

Por primera vez en mucho tiempo, fue consciente de un corazón palpitando dentro de su pecho a un ritmo más rápido de lo que se suponía que era normal —especialmente para alguien como él—, y la única respuesta que logró darle a Lucas fue un beso, porque aquel mortal le había quitado todas las palabras de la boca.

El Rey del Infierno —que siempre tenía algo para decir y solía tener la última palabra— se quedó en completo silencio y solo actuó, pero a diferencia de otras veces, no lograba descifrar por completo qué era eso que estaba sintiendo y que se manifestaba a través de un pulso acelerado.

¿Estaba molesto por conocer los sentimientos de Lucas? En lo absoluto. Sin embargo, era cierto que no se lo esperaba.

Presenciar aquello fue lo último que se le ocurrió mientras atravesaba la ciudad en su impecable camaro negro para ir a una cena que le parecía más grotesca que el Infierno, aunque quizás las señales siempre estuvieron ahí: lo fácil que ahora era lograr que Lucas se sonrojara, su dolorosa mirada de decepción que le atravesaba el pecho cuando evitaba besarlo, lo rígido que se ponía su cuerpo cada vez que lo tocaba, y esas oraciones tan vacilantes como si sobrepensara mucho en sus palabras... Eran detalles que, en su momento, le parecieron demasiado pequeños, y a los que no les otorgó la atención suficiente porque estaba más preocupado por el tema de haberlo marcado, pero ahora todos esos pequeños detalles eran muy claros, y no se sentía capaz de ignorarlos.

Sus manos —todavía puestas en el rostro de Lucas — percibieron un calor que se propagó por todo su cuerpo. Sus labios permanecieron juntos durante unos segundos, y cuando Samael se apartó, Lucas lo estaba mirando como si estuviera a punto de echarse a llorar, pero el Diablo sabía que no lo haría porque era demasiado orgulloso como para permitir que todos los presentes lo vieran así.

—Vámonos — Samael fue quien habló primero, sin soltarle la cara. Sorpresivamente, el tono que utilizó no sonó como una orden.

— ¿Qué? ¿A dónde? — Lucas apenas estaba reaccionando.

Sentía que habían pasado muchas cosas en tan solo segundos y le costaba captar que: Samael ya sabía lo que sentía por él, y que la respuesta que recibió a cambio, fue ese beso que había estado esperando desde hace tiempo, y al parecer, no iba a ser el único, pues aunque él no lo sabía, el Diablo estaba haciendo el mayor esfuerzo para que el color rubí de sus ojos no lo delataran ahí mismo.

Samael nunca había lidiado tanto con su autocontrol, y ahora se le estaba escapando de las manos, pero se negaba a que esos dulces ojos verdes que tanto le gustaban demostraran tanto temor por la naturaleza que se ganó cuando fue desterrado del Paraíso.

Hidromiel.  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora