1

8K 225 17
                                    

Suelto un bufido al llegar a la instalación, el puñetero Carlos Sainz me había chocado a seis vueltas de acabar, iba en cabeza y de repente, bum, me estrello contra el muro de ruedas. El coche estaba echo pedazos, y Horner echaba humo de la rabia.

No era el único. Siempre había tenido problemas con Sainz, competimos como rivales desde pequeños. Y al parecer esa rivalidad nos perseguía a todos lados, teníamos choques en todas las temporadas, y nuestras peleas eran grandes, muy grandes.

Miro con rabia como el chico sube a su podio, le habían penalizado, pero había servido de poco ya que llevaba ventaja sobre el resto. Salgo de allí cabreada, rumbo a mi driver room, allí me encuentro al fisioterapeuta, quién, me indica casi sin verme a los ojos que me tumbe.

Joder, yo solo quería agarrar a Sainz y reclamarle por lo que había hecho. Me acuesto boca abajo tratando de contener mi ira, al menos por unos minutos, y no tardan en empezar con el masaje. Al acabar, me cambio por ropa normal y salgo de mi driver room, en busca de mi coche.

Pero antes de llegar veo a los chicos hablando con Carlos, me acerco con ira al chico empujándole por los hombros, su mirada cambia drásticamente al ver mi enfado.

-¿De qué coño vas, Sainz? -el chico abre la boca para responder, pero la cierra al verme acercarme de nuevo, con intención de golpearle. Unas manos frenaron mi brazo y otras me agarraron de la cintura-. Verstappen, Ricciardo, os juro que si no me soltais dormís en la puta terraza.

-Layla Norris, relájate -me ordena mi hermano, poniéndose delante de su excompañero.

-¿Qué me relaje? Me ha jodido la puta carrera, mi coche está destrozado, y casi pierdo la puta cabeza en el choque -le reclamo a mi hermano, quién suaviza su mirada, indica a los chicos que me suelten y me abraza.

-¿Estás bien? -se separa sujetando mi cara entre sus manos.

-Solo un esguince en la mano -le enseño mi mano vendada y él suspira, agarrando mi mano derecha alejándonos del grupo, quiénes me miraban con cierta preocupación-. No te creas que estamos bien, Sainz, porque estamos muy lejos de eso.

Subimos a mi coche, mi hermano iba a conducir ya que decía que yo no estaba en condiciones con la mano vendada. Pasamos unos minutos en completo silencio, hasta que decide aparcar a un lado del camino y me mira.

-Lo que hizo Carlos estuvo mal -admite-. Podría haberlo hecho de otra manera, todos estamos de acuerdo con eso. Pero...

-No, Lando, no hay peros, has visto el accidente, yo iba bien, estaba en la curva, él apareció, me empujó y me sacó de la pista, hice un puto trombo en el aire y caí boca abajo hasta chocarme con la pared. Podría haber muerto, ¿y solo le sancionan con cinco segundos?

Noto como contiene las lágrimas antes de agarrar con suavidad mi mano vendada.

-Creeme, lo sé, y no sabes lo mal que lo pasé hasta que me dijeron que estabas bien -relajo mi mirada al escucharle-. Pensé que te perdía, Lay, al ver el accidente, la bandera roja, el equipo de seguridad, todo. Hacía mucho que no lo pasaba tan mal como en ese momento.

Me desabrocho el cinturón y me lanzo a abrazar a mi hermano notando todo mi cuerpo temblar, estaba tan nublada por la adrenalina del accidente y la ira, que no había sentido el miedo, podría haber muerto. Y encima lo pagaba con él, que siempre había estado ahí para mí. Mi hermano se queda allí quieto por unos eternos minutos, permitiéndome llorar y temblar en sus brazos mientras acariciaba mi espalda.

Me recompongo y paso mis manos por mi cara antes de volver a poner rumbo a nuestro hotel. Esta era la última carrera antes del parón de verano, el cuál íbamos a pasar en nuestra casa de Mónaco.

FEELINGS || CARLOS SAINZ Where stories live. Discover now