Capítulo 35

15.8K 1K 680
                                    

Myleen Collins

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Myleen Collins

Me miro al espejo después de darme una breve ducha de agua caliente. Observo que tengo unas visibles marcas en el cuello, como un recordatorio de lo que sucedió anoche. Una toalla blanca —las típicas de hotel—, cubre mi torso desnudo. Recojo mi cabello castaño en un moño mal hecho y me doy media vuelta, viendo que, en la parte superior de mi espalda hay algo escrito. Su nombre. Damon. Lo había intuido cuando sentí que estaba escribiendo algo sobre mi espalda con la punta de su navaja.

Alguien llama a la puerta de la habitación, probablemente sea algún empleado que traerá el desayuno o algo por el estilo. Salgo del cuarto de baño para atender a la persona que está llamando con tanta insistencia. Entreabro la puerta, asomando mi cabeza para ver de quién se trata.

Ah, es la recepcionista del otro día.

La que amenacé por accidente...

—¿La he pillado en la ducha? Lo lamento, señorita Collins —dice con una falsa sonrisa. Está rencorosa por lo que le he dicho el último día que nos vimos.

—¿Qué quieres? —cuestiono, sujetándome la toalla para que no se me caiga en un momento como este.

Ella me tiende un cesto con ropa.

—Me han mandado para que le entregue ropa, espero que sea de su talla.

Recibo el cesto antes de cerrarle la puerta en la cara a la recepcionista. Escucho que murmura algo en el exterior, malhumorada. Ruedo los ojos y busco en el cesto de la ropa algo adecuado para vestirme. Todo parece demasiado pequeño para mi cuerpo, son cosas que le serviría a gente que mide un metro sesenta o menos, no para mí que mido un metro setenta. Las camisetas se me quedarían en tops. Los pantalones creo que ni me subirían por las piernas.

Termino accediendo, vistiendo algo más o menos decente para mi cuerpo. En la tarde iré a buscar algo de ropa a mi casa para pasar unos días aquí, hasta que el asunto de Denver se solucione. Seguiré las recomendaciones de Damon.

Se vuelve a abrir la puerta, pero esta vez sé que se trata de él. Salió temprano esta mañana para solucionar no sé qué cosas. Yo seguí durmiendo hasta hace unos minutos, que me levanté para darme una ducha. Me siento en la cama, viendo cómo me tiende una caja con la pastilla que solucionará este pequeño descuido y una botella de agua para acompañarla.

—Gracias, no pensé que te ocuparías de esto —admito, asombrada.

—Prefiero ocuparme de esto que de un embarazo.

Razón no le falta. Lo último que quiero es traer un bebé al mundo. Nunca me ha gustado esa idea de ser madre, ni siquiera cuando era una niña de siete años y todas mis amigas jugaban a las casitas fingiendo ser madres.

—¿Nunca has planeado... tener un hijo? —le pregunto a Damon—. ¿Y si esta es una señal para ser padres? ¿No sería bonito un hijo nuestro? Saldría guapísimo, o guapísima si fuera niña —comento, con una sonrisa.

La oscuridad de Damon [+21] ✓Where stories live. Discover now