Capítulo 2

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Myleen Collins

Sigue sin haber una sola noticia de mi hermano Dave. Bueno, está el anónimo que me llegó la tarde de hoy. Pero no entiendo por qué me dijo dónde está mi hermano. Es decir, si lo sabe, ¿por qué no lo entrega a la policía? Aunque sonó un tanto amenazador... ¿Y si esa persona secuestró a mi hermano?

Lo dudo.

Pero, por otra parte, no lo dudo tanto. Mi hermano se esfumó del hospital de un momento a otro. Él estaría aturdido en el caso de haber despertado. Las grabaciones de las cámaras se borraron. Y que yo sepa mi hermano no tiene ni puta idea de borrar grabaciones de seguridad. Aunque, ¿quién querría secuestrar a un preso en estado de coma? No tiene sentido. Probablemente se haya escapado, sin más.

Y ese anónimo, no es ningún anónimo. Tan solo un número que no tengo registrado.

Y que, por casualidad, sabe cuál es mi número.

Tal vez sea algún excompañero de mi hermano.

Bah, poco me importa. Caigo sentada en el sofá del salón, encendiendo la televisión para echarle un vistazo a las noticias. Tan solo las miro para comprobar qué tan jodido está mi hermano. Pero al no ser un preso «peligroso» no le dan la menor importancia. Apenas lo mencionan.

Suelto un gran suspiro, pensando en que ya es hora de irme a trabajar. Sigo sin creer que trabaje en un club nocturno y que mi madre siga sin saberlo. Mejor así, se avergonzaría de su hija, la más o menos normal. Pero debe de intuirlo por las clases de baile que practiqué cuando era una adolescente. No hablo de ballet, ni mucho menos. Hablo del Pole Dance. Llevo varios años practicándolo y si ahora me pagan por ello, bien por mí.

Es algo mucho más que un baile «sexy» que sirve para excitar a la clientela del club. Es una disciplina mucho más... artística. Donde se lleva a cabo la fuerza y flexibilidad. Porque no es una simple tontería de: okey, bailo en una barra vertical, hago movimientos sexys y ya. No, no. Debes tener fuerza para soportar todo tu peso en esa barra y llevar a cabo movimientos y posiciones increíbles para impresionar al público que te está mirando. Puede parecer que esté «presionada», pero no. Me relaja bailar ante los demás, aunque sea en poca ropa, eso me permite más movilidad.

No me preparo para ir al club, puesto que, tenemos vestuarios y ahí nos cambiamos. Voy con la ropa con la que me vestí después de ducharme, un simple jersey de color negro y un pantalón de chándal del mismo color. Con mi cabello suelto, hago una coleta bien alta. Una vez ya preparada, salgo a la calle sin miedo de que me ocurra nada. Tengo un bote de gas pimienta en el bolsillo, quien se me acerque, se lo rocío en los ojos.

Hablando del local donde trabajo, hay dos tipos de baile. Los de la Pole Dance y los bailes privados. Suelo hacer ambos. Depende del día y del tipo de clientes, hago uno u otro. No es algo que me importe. Aunque sí, prefiero bailar en la barra. En el club, llamado «Lady Night» también hay otros servicios, como estriptis —tanto de hombres como de mujeres—, personas de compañía —ya me entendéis—, y poco más.

El local es lo bastante grande para que la gente no se amontone y haya espacio para todos. Hay un apartado para la gente VIP en la planta superior, donde están los espectáculos más picantes de la noche. También hay habitaciones para pasar ahí la noche con alguno de sus empleados. A veces piden reserva, otras no. La mayoría no, porque es algo que surge y no está planeado.

Me detengo al llegar al club, mirando un gran cartel luminoso en el exterior. «Lady Night» Las luces de color rosa parpadean, llamando la atención de quien pase por aquí. Agacho la mirada, viendo al de seguridad parado a un lado en la puerta. Moreno, mide dos metros, viste de traje y, cómo no, tiene gafas de sol. Él se encarga de vigilar quién entra o quién sale. Al verme alza la mano para saludarme, le devuelvo el saludo acompañado con una sonrisa y doy un rodeo al local. Tengo que entrar por la puerta trasera, donde entran los demás empleados.

La oscuridad de Damon [+21] ✓Where stories live. Discover now