XLVIII

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De nuevo estoy en ese lugar tan familiar y al mismo tiempo tan irreal. Las luces del sol de mis sueños tan brillantes y llenas de vida en contraste con nuestro sol opaco y de tonos rojos.

Esas estructuras rectangulares que alcanzan los cielos tan perfectamente diseñadas sin alucinantes.

—Oye devuélveme la pelota —me quejo parado frente a la silueta brillante.

—Sí lo hago, te irás y no volverás —murmura aferrándose a la pelota.

—Ya te dije que vendré mañana a la misma hora, y lo haré todos los días, aunque llueva —sentencio sintiéndome molesto.

—¿Y si te castigan o enfermas? —protesta con tono dudoso.

¿Qué quiere decir con castigar? Los niños sólo deben entrenar bajo supervisión de un soldado entrenado, no hay reglas que puedan romper.

—Incluso si pierdo mis piernas, vendré arrastrándome —exclamó llevándome la mano al pecho.

—¿Lo dices en serio? — protesta en voz baja.

—Por supuesto que sí, lo he dicho en serio cada día desde que te conocí, y ya ha pasado un mes, ahora dame la pelota —digo intentando mantener la calma.

Sonríe. Esa sonrisa es tan deslumbrante por encima del brillo que le rodea que me deja hipnótico. Mi corazón late con fuerza esa sonrisa es tan buena para mi, tan correcta.

¿Daisy?

Intento mover mi cuerpo hacia la silueta. Quiero tomarla con mis manos.

—¡Ned! —me llama una voz detrás de mí. Son mis padres.

El recuerdo se distorsiona como si fuera un trapo retorciéndose que me despierta como si viviera una pesadilla.

¿Padres? La palabra suena como una alarma sobre mi cabeza. ¿Qué es eso? ¿Qué significa esa palabra?

Una fuerte luz me hace evitar mis pensamientos. No puedo abrir los ojos. Estoy sentado sobre una silla de metal.

—Ya has despertado —murmura Sett.

¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Recuerdo estar en la habitación de Kit. Un momento ¿Cómo está Kit?

Mis ojos se comienzan a acostumbrar a la claridad, pero me doy cuenta que mis brazos están fijados a una mesa con sujetadores metálicos. Mis piernas también están pegadas a la silla.

—¿En qué estabas pensando? —presiona Sett frente de mi. Me intento liberar, pero es inutil.

Tengo una idea del porqué estoy aquí, pero él no tarda en decirlo.

—Veamos, amenazaste a tu superior, le obligaste a romper reglas de confiabilidad de la información de uno de sus pacientes y además, pusiste en peligro la vida de otro soldado, concretamente la del soldado Kit —menciona Sett de forma pausada mientras yo aprieto las manos y vuelvo a forzar el metal sobre mis brazos. No puedo controlar la sangre en este momento, aunque no me siento débil como para no poder usar mis poderes.

—¿No tienes nada que decir en tu defensa? —presiona, nunca había visto a Sett tan serio.

—¿Cómo está él? —pregunto. Lo que lo hace suspirar.

—¿Estás escuchando lo que te digo? —inquiere levantándose del asiento para darme la espalda.

—¡¿Cómo está KIT?! —mi voz suena tensa y fuerte, lo que lo obliga a mirarme. Su mirada es despectiva.

—¿Crees que estás en posición de exigir algo? —deja salir Sett acortando la distancia mientras yo subo el mentón hacia él.

—Responde mi pregunta —digo.

—Muy bien, si así quieres jugar —dice antes de clavar una navaja en mi mano abierta. Intento controlar la sangre que ha salido de mi mano sin poder conseguirlo mientras aprieto la mandíbula para no expresar ningún dolor. Él retira la navaja haciendo que la sangre salga sin control. Muy bien, mi herida no tardará en sanar.

—Ahora explícame, ¿por qué has hecho eso? —presiona de nuevo, pero vuelvo a levantar el mentón.

—Responde mi pregunta —repito lo que lo hace suspirar y clavarme la navaja en la otra mano, pero esta vez no pudo contener mi gruñido de dolor. Mi respiración se vuelve forzada cuando lo retuerce haciendo que un dolor desgarrador quiera que me deshaga de mi mano.

Intento nuevamente probar suerte con mi sangre, pero no reacciona.

Él retira el cuchillo y lo limpia de un manotazo que hace que mi rostro se cubra de mi sangre. Si cree que con herirme va a lograr algo, está equivocado, no pienso ceder, pero tampoco puedo perder el tiempo aquí.

—¿Quieres seguir? —pregunta poniéndose de cuclillas a un costado para tener acceso a mis piernas.

—Responde mi pregunta —esta vez me cuesta mas decirlo.

—Muy bien —dice clavando la navaja en el lateral de mi pantorrilla. Aprieto mis dientes por el dolor inmenso cuando baja hasta mi tobillo y retira el cuchillo.

Intento tomar aire, pero veo que las heridas en mis manos no han sanado. Lo que me produce un escalofrío. ¿Qué le pasó a mis poderes? Ya deberían haber sanado. ¿Qué me hizo?

El general Sett se levanta de nuevo y me mantiene la mirada antes de ir hacia el otro lado donde está mi pierna izquierda.

—Alto —digo al ver sus intenciones.

—Ha tardado más de lo que esperaba —se burla un poco, pero rápidamente me mira seriamente— ¿Por qué rompiste todas esas reglas?

Miro mis manos ensangrentadas intentando pensar en una respuesta, pero ninguna me convence, puesto que él no lo entendería, incluso a mi me cuesta hacerlo.

—No me dejas otra opción amigo —deja salir.

—Necesitaba saber que estaba bien —murmuro a la fuerza. Me gustaría apretar mis manos, pero no me responden y el dolor creo que empeoraría.

—Él es un soldado, tú eres un primera generación ¿lo olvidaste? —suelta con desprecio lo que me hace enojar.

—¡Él es mi compañero! —respondo dándole una mirada fija. Lo que lo hace reír con fuerza sacándome del momento.

—¿Es enserio lo que me dices? —dice intentando controlar la risa. No le veo lo gracioso a esto, pero él es así, se ríe de cosas estúpidas. No le respondo, pero mi mirada lo hace.

—Es verdad... —deja salir— aceptaste una pena de muerte, solo por saber como se encontraba un soldado cualquiera.

No recuerdo haber aceptado eso, pero supongo que romper todas esas reglas es como haberlo hecho.

—Sí —respondo intentando sonar seguro de mi mismo. Él se queda incrédulo.

—¿Quién es él? —suelta confundido.

—Mi compañero —digo.

—No te pases de listo —deja salir con la navaja sobre mi mejilla.

—Es mi amigo —murmuro recordando la carrera en el bosque del pesar, nuestras risas bajo la lluvia y sus brazos a mi alrededor cuando me volvió a ver.

—Nunca has usado esa palabra antes, así que, no sé qué responderte —dice apartando el cuchillo y dándome la espalda de nuevo.

—¿Me puedes decir como esta? —pregunto.

—¿Para qué quieres saberlo? —responde con una pregunta.

No tengo una respuesta a eso, por lo que me quedo callado enojado conmigo mismo por no ser capaz de contestar esa pregunta.

—Él se encuentra bien —sus palabras me hacen mirarlo con sorpresa— despertó esta mañana.

Me siento tan aliviado, que me hace olvidar la situación en la que me encuentro al borde del colapso por perder tanta sangre por las heridas en mi cuerpo.

Él me observa fijamente intentando descifrar algo en mí antes de suspirar. Siento una adrenalina recorrer mi cuerpo de golpe que hace que mis heridas ardan antes de que se empiecen a sanar. 

FORSAKENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora