XXIV

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 Mis pensamientos son un torbellino en medio de la tormenta. No sé si quiero recordar lo de mis otros compañeros. Desearía nunca haberlo escuchado.

—Gracias —murmura Kit despertándome del trance.

¿Por qué me agradece? ¿Por encargarme del Klin?

—Es mi deber, soy el ángel de la destrucción —digo con un tono ligeramente arrogante.

Él me mira confundido y de repente se ríe, pero no de una forma convencional como estaba acostumbrado. De verdad se está riendo con los ojos cerrados y la boca abierta dejando ver su sonrisa.

Me quedo parado viéndolo reír sin hacer o decir nada. No porque lo desapruebe o no quiera reírme con él, es solo que no puedo hacer nada más. De hecho, cuando intento parpadear un recuerdo llega a mi mente. Un bosque verde está justo enfrente de mí, detrás de este hay unos edificios rectangulares muy extraños. Estoy totalmente empapado por la lluvia al igual que ahora.

"Ahí estás" dice alguien detrás de mí antes de saltar sobre mis hombros.

Le digo algo, pero no lo alcanzo a entender.

Ruedo hacia la lluvia haciendo que caiga sobre el césped. Entonces ahí está una sonrisa amplia justo al igual que la de Kit. ¿Quién es esa persona? Mi vista se ajusta y puedo identificar sus...

—Lo siento, fue muy grosero de mi parte —me trae de regreso Kit. En estos momentos deseo matarlo con todas mis fuerzas, pero está encogido de hombros con la cabeza agachada— solo que no me refería a eso.

Le doy una mirada confundida que él malinterpreta por su expresión de sorpresa y sonrojo.

—Quiero decir, agradezco que te hayas encargado del monstruo para que La soberana...—intenta decir, pero al ver mi expresión fulminante se aclara la garganta— Eris nos pudiera sacar de ahí. Nos salvaste.

De nuevo esa expresión tonta. Miró hacia el techo, pero esa distracción es suficiente para que el Nu vuelva a saltar sobre Kit. Eris menciono que ellos no eran amigables, pero este parece ser la excepción. Kit lo levanta de nuevo y está vez lo carga.

—¿No es dulce? —me pregunta sin dejar de sonreír.

—Umm —digo volviendo a mirar al techo.

—¿Eso es un sí? —inquiere.

Que molestia, no quiero tener esta conversación.

—¡No! —sentencio con tanta fuerza que el Nu hace un aullido. Lo que faltaba, un cómplice. La expresión de Kit cambia drásticamente. Irremediable.

—Sí lo es —mascullo tratándome mi orgullo.

¿Por qué rayos tenemos esta conversación ahora mismo?

—¿Le has dado un nombre? —me pregunta.

Aunque me ha seguido hasta aquí, realmente no había pensado que fuera una mascota. Es una criatura salvaje. Ni siquiera sé si puedo regresar al cuartel con esa cosa.

—No —respondo inclinándome de hombros. No quiero quitarle la ilusión.

—¿Puedo dárselo yo? —inquiere emocionado.

—Sí —contesto.

—¿Puedo llamarla Daisy? —deja salir. Eso me hace parpadear. ¿Escuche bien?

—¿Daisy? —pregunto confundido.

—Sí, ¿no te gusta? —responde.

—No, no es eso —digo en voz baja. No creo que él la conozca, de ser así ya habría dicho al respecto, sin embargo, no puedo sacarme la idea de la cabeza— ¿por qué ese nombre?

Su mirada hacia el Nu.

—Cuando se me acercó tuve una especie de imagen en mi cabeza ¿Cómo un recuerdo? Pero más vivido, porque no lo recordaba antes, sé que es confuso —empieza a decir.

Me pongo de cuclillas al lado de la camilla para estar a la altura de sus ojos.

—Lo entiendo Kit —dejo salir con voz firme. Nuestras miradas se encuentran antes de que sonríe con los labios. Aunque su expresión triste continúa, pero toma aire y lo suelta.

—La imagen era muy borrosa, sé que suena contraproducente con lo que acabe de decir, pero... —intenta explicar.

—Lo entiendo Kit, de verdad —digo intentando sonar lo más empático que puedo. Él asiente.

—No sé de qué momento sea el recuerdo, pero estaba en una habitación solo a oscuras y había un Nu conmigo. Lo llamaba así —murmura.

Pongo mi mano sobre la suya casi que por impulso. No sé qué decir, por lo que. Es la única forma que tengo de demostrar mi apoyo.

El Nu empieza a dar saltitos sobre nuestras manos lo que hace que Kit sonría de nuevo.

—Creo que está encariñado contigo, ¿quieres quedártelo? —le pregunto y él se emociona tanto que me hace salir una sonrisa.

—Prometo cuidarlo bien —comienza a decir, pero lo ignoro para volver mi atención al Nu hasta que se aclara la garganta. Me doy cuenta que todavía tengo mi mano sobre la suya por lo que la aparto con rapidez.

—Con respecto a antes, sólo quería agradecerte por hablarme y permitir que estuviera aquí, sé que es una tontería porque he puesto mi vida en riesgo, pero... —deja salir, pero en algún punto se calla y me mira— ¿Qué le pasó a tu cabello?

—Está creciendo —respondo ignorando lo demás porque es mejor así. No lo soporto. Hablando de no soportar, me muero de hambre.

—Tengo hambre —digo sin más.

—En tu mochila hay comida —me dice Kit— pero bueno, es algo que debes saber.

No, Kit. Realmente no lo sé, te sorprenderías de la cantidad de cosas que crees que sé, pero no lo sé en absoluto.

Me pregunto si debo buscar entre las cápsulas la comida o con el comando de armadura. Me inclino por la primera por lo que me quitó la mochila y la pongo en el suelo para abrirla.

—Han cambiado las cápsulas ¿sabes cual es? —le pregunto a Kit.

—¿De verdad? ¿Tenían colores diferentes antes? —inquiere, pero no respondo— es la que tiene un símbolo verde. Hay un espacio de cuatro cápsulas sin ocupar, por lo que se hace más fácil encontrar la que tiene una hoja cayendo.

Cuando saco la cápsula ésta se convierte en una jeringa en mi mano. ¿Está de broma? Aunque es Kit, no creo que se atreva a eso, aun así, como se supone que me alimente con esto.

Desde luego, no es una jeringa vacía, de hecho un líquido rosa en su interior. No tengo más opciones y de hecho tengo mucha hambre, por lo que tomo una parte de mi músculo superior del brazo para inyectar directamente ahí.

—¡Espera, tienes que estar sentando! —intenta advertirme Kit, pero me siento tan mareado que caigo al suelo de espaldas.

Él se acerca a mí y me levanta. Su cara pasa de preocupación a alivio cuando retira la jeringa vacía. El Nu está sobre mí ahora dando saltos.

La sensación de hambre desaparece antes de sentir el chorro de adrenalina recorre de forma violenta mi cuerpo

—Estas demente —deja salir Kit intentando contener la riaa— te has introducido todo el líquido de golpe.

—¿Te agradan los chicos dementes? —le pregunto de la nada. No sólo mi cuerpo se vio afectado, hasta mi cerebro se siente drogado.

Sus mejillas se tornan rojas.

—Te sugiero cambiar de ropa —responde ignorando mi pregunta.

—Cállate Kit —le ordeno. Mi cabeza va a tope, no quiero lidiar con nada más, por lo que cierro mis ojos. Dejo que mi mente me lleve devuelta a ese recuerdo donde los árboles son verdes y los cielos azules. No puedo confiar en mi memoria, es genial, ahora alucino con lugares que no existen. 

FORSAKENWhere stories live. Discover now