III

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Podríamos pensar que en ocasiones nos sentimos atrapados en una cárcel sin paredes o incluso rejas, cargando con cadenas invisibles que no te tienen atado a ningún lugar, pero sirven como un recordatorio constante del peso invisible que arrastras.

Intento mantener mi mente tranquila. El ejercicio ayuda y el chico con cara de bebé ayuda realmente en el sentido que se ha mantenido callado desde que el comandante se fue. Eso ayuda a que mi cabeza intente estar ocupada sin éxito como una puerta entre cerrada. Con cada paso que doy en la máquina inclinada intento consumir el miedo que empieza a hacerse camino en mi sangre. No miedo de este lugar o de su gente que parece conocerme mejor que yo mismo, sino precisamente a ese sujeto al que mi memoria y las palabras del coronel hacen referencia.

—Tienes buena resistencia para tu contextura —el comentario me hace perder la concentración y tengo que ajustar la velocidad de la máquina para poder volver a seguir el ritmo.

No había dicho ni una sola palabra en las horas que llevamos aquí encerrados en la sala, y ahora está parada a un lado secándose el sudor con una toalla mientras me mira hacer ejercicio. No le respondo. No sé qué responderle de igual forma. Quizás en el fondo no puedes cambiar quién eres, aunque pierdas los recuerdos de quien solías ser.

A pesar de eso, sería algo subjetivo, solo me basaría en la opinión de una persona, a la cual literalmente no conozco o no recuerdo si quiero ser más preciso, y en cualquier forma, muchas veces no mostramos quienes somos a todo el mundo. Podríamos tener múltiples personalidades dependiendo de quien se trate.

Al ver que no respondo puedo observar una expresión incómoda que me hace querer decir algo.

—No quería ser grosero, yo... solo lo decía porque llevas casi una hora en esa máquina sin descansar —intenta decir mirando hacia diferentes direcciones antes de mirarme directamente.

Lo observo, pero sus palabras hacen una especie de eco en mi mente. Dejo de correr y detengo la máquina, lo que dice es verdad, llevo mucho tiempo en la máquina sin darme cuenta. Lentamente voy reduciendo el ritmo hasta que estoy caminando naturalmente y luego me bajo.

Siento que olvidé algo, pero no puedo recordar qué cosa, así que me dirijo a una de las mesas flotantes donde antes de entrar a la máquina había dejado un frasco con agua.

Todavía se encuentra fresco debido al recipiente por lo que bebo con muchas ganas y de repente empiezo a sudar más de lo que ya estaba. Tomo la toalla que había dejado a un lado y comienzo a pasarla por mi rostro.

El cansancio de sé hace presente de golpe y tengo que sujetarme de la mesa, pero no logro mantener el equilibrio y caigo al suelo de rodillas.

— ¿Estás bien? —es el chico de cara de niño.

Intento incorporarme, pero me siento demasiado débil.

No respondo. Mi respiración es agitada lo que me obliga a tomar más aire del que debería.

—Estás muy pálido —su voz otra vez— No te muevas, voy por ayuda.

Escucho sus pasos alejarse. ¿Por qué sigo haciendo lo que me dicen que haga? Desde qué desperté solo sigo órdenes sin ningún tipo de explicación, desde luego, tampoco es que tenga muchas opciones. No puedo simplemente irme como si nada, desde que salí de la habitación solo he podido confirmar que este lugar es enorme, y no solo eso, además es una prisión en sí misma. Hay zonas bloqueadas donde sólo pueden acceder personal autorizado como este lugar de entrenamiento.

Al menos sé que si sigo haciendo lo que me dicen aprenderé más de quien solía ser, o al menos ayudarme a unir las piezas con pequeños fragmentos. Una parte desea no unir ese rompecabezas y resolver el misterio, pero otra parte de mí necesita esas respuestas. Me pierdo tanto en mis pensamientos que ni siquiera me doy cuenta de que me están hablando. Es el general de nuevo, al lado se encuentra Kit quien tiene una mirada extraña.

FORSAKENWhere stories live. Discover now