Ninguno dijo nada cuando el auto salió del estacionamiento y comenzó a moverse por la carretera, pero en el interior se sentía un ambiente diferente, y tener a Lucas tan cerca, con la imagen de su tímido rostro dando vueltas en su cabeza, no estaba ayudando a Samael a sobrellevar el libido que se extendía venenosamente por todo su cuerpo, tampoco el hecho de que estaban muy lejos de casa y el Diablo apenas estaba logrando contener el irrefrenable deseo que sentía por ese mortal.

Siendo así, luego de un par de minutos detuvo el auto en un lugar apartado, incluso parecía estar vacío; no había ruido, tampoco había rastros de movimiento por los alrededores, pero lo realmente importante, fue lo rápido que Samael se abalanzó sobre Lucas; le desabrochó el cinturón de seguridad, y con mucho cuidado tiró de él, animándolo a sentarse en su regazo.

Oh, cuanto le gustaba tenerlo así, con las piernas a sus costados y como si tuviera un poder que solo a él quería darle.

De inmediato volvió a atacar sus labios, cerrando los ojos y saboreando esos labios sonrosados que había estado deseando desde hace tiempo. Por su parte, Lucas —con las manos en los hombros de Samael y haciendo de su camisa un puño— comenzó a soltar ligeros jadeos y gemidos entre los pocos espacios en los que Samael se apartaba; él tampoco había soportado mucho la tentación de tenerlo tan cerca, así que no expresó ninguna queja.

Había ferocidad en la manera en la que era besado, y al mismo tiempo sentía que había tantas emociones contenidas en un beso que no menguaba en su ritmo. Tampoco mostraba intenciones de estar a punto de detenerse, y lo único que logró que se apartaran, fue el sonido que emitió el claxon cuando la espalda de Lucas chocó con el volante.

—Carajo — gruñó de repente, cambiando su expresión de timidez por un ceño fruncido.

Samael soltó una risita.

—Si no quieres que nos descubran intenta no llamar la atención, cachorrito.

— ¿Lo... haremos aquí? — La ingenuidad con la que lo preguntó, se le antojó ligeramente absurda.

— ¿No crees que es emocionante?

Lucas no podía rebatir eso, menos cuando Samael le quitó el sacó y le desabrochó los primeros botones de la camisa.

—Tu auto puede ensuciarse — opinó, sin hacer el mínimo esfuerzo por detenerlo.

—Compraré otro.

—Presumido — rio —. Si alguien nos ve vamos a tener problemas, y no quiero ir a la cárcel.

—No te preocupes por eso — inclinó la cabeza para dejar un beso en su cuello —. Nadie nos verá.

Samael volvió a buscar sus labios. El aire frío que se colaba por la ventana apenas abierta hizo que se le erizara la piel, y solo entonces se dio cuenta de que tenía la camisa colgando de sus brazos.

Esa sensación de adrenalina corriendo por sus venas ante la idea de ser descubiertos se sentía prohibida, peligrosa y emocionante. Y Lucas sabía que, quizás, tener sexo ahí no era la idea más sensata de todas, sin embargo, teniendo los labios de Samael moviéndose con los suyos a un ritmo extraordinario, lo único que comenzó a preocuparle fue la erección que comenzaba a crecer dentro de sus pantalones.

Habían pasado meses desde la última vez que estuvieron en un momento así de íntimo, en el que realmente comenzaron a ver a su ropa como una molesta barrera que les impedía probarse libremente, y Lucas estaba tan sensible al tacto de Samael que sentía las extremidades completamente débiles.

Por su parte, el Diablo también sentía que todo era más nítido; saboreaba los labios de Lucas como si no pudiese quitarse de encima la sed que tenía de ellos. Se había torturado tanto al reprimirse de acariciarlos que ahora simplemente parecía no tener suficiente de un beso que cada vez se sentía más necesitado.

Hidromiel.  ✔Where stories live. Discover now