37: Peligrosa seducción

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La mañana siguiente fue extremadamente nublada, fría y deprimente, demasiado deprimente para las vísperas de año nuevo. En la casona, después de un almuerzo incómodo como de costumbre, Armando se levantó de la mesa y subió a su habitación para acicalarse, pues era sábado otra vez y quería celebrar el año nuevo con sus chicas del burdel. Enseguida lo siguió David, quien luego de perforar a Joselyn con una silenciosa mirada, recordatorio del favor pedido el día anterior, se retiró de la cocina con una sonrisita bobalicona en sus labios y casi brincando de la emoción.

Una vez que ambas mujeres quedaron solas, Joselyn casi obligó a Isabel a abandonar la cocina y subir también para descansar, pues la veía tan agotada que temía por su salud.

–Pero debo limpiar la cocina –se resistía Isabel, mientras la chica tiraba de ella–. Ya ves que David guisa y después yo debo dejar la cocina limpia...

–Hoy es sábado –atajó Joselyn gentilmente–. Y al parecer otra vez se largarán juntos. Ándale, que tenemos pendiente el siguiente capítulo de "La vuelta al mundo en ochenta días". Luego si quieres te ayudo a limpiar la cocina, o mejor aún nos hacemos otra cenita para año nuevo.

Todavía dudando un poco, Isabel accedió a que Joselyn la condujera a la planta alta.

Mientras tanto, en su habitación, Armando se daría una rápida ducha y luego se afeitaría para verse presentable. Tan pronto terminó, salió del baño envuelto únicamente con una toalla amarrada a sus caderas, y se dirigió al armario para elegir qué atuendo usaría.

Así lo encontró David, cuando éste apareció en el umbral de la puerta con una charola en las manos, la cual ofrecía un par de copas y una botella de cristal verde, sin ninguna etiqueta, que contenía un líquido amarillento. Al ver la musculosa espalda de Armando, el chico no pudo evitar contemplarlo embelesado, cual perrito hambriento a un delicioso manjar.

En eso, Armando se dio la vuelta con una camisa en las manos.

–¿Qué chingados haces ahí fisgoneándome, puto? –reclamó, botando la camisa a la cama.

Un poco turbado, David se repuso de su embeleso.

–No te estoy "fisgoneando". Nomás vengo a ofrecerte una copita para el desempance –explicó dejando la charola en la mesa y luego tomando ambas copas rebosantes de licor–. Más aparte quería preguntarte si me podrías volver a llevar contigo, ya sabes, para celebrar juntos el año nuevo...

–¡Pinche goloso! Quieres que el camote aquel te deje aguado el culo, ¿verdad? –dijo Armando divertido, tomó la copa que le ofrecían y se la empujó de un golpe–. Pero 'ora no voy hasta Fortines, vas a tener que conformarte con un pito corriente de indio como el tuyo.

–Bueno, no importa, seguro encontraré alguno que valga la pena...algo incluso mejor que el negro de Fortines –dijo el chico, acariciando su copa sin bebérsela y con los ojos puestos en Armando, que le devolvía la copa–. Ah, ¿quieres más? ¿Te sirvo otra copita?

Armando le arrebató la otra copa y también se la bebió.

–A mí dame la botella. Estas pinches copitas son para putos –declaró devolviéndole la copa, entonces asintió con aprobación–. Está bueno tu tepache, ¿eh?

David sonrió, satisfecho porque aquel licor que había preparado con mucho esmero le había gustado a Nando. Disimulando apenas su entusiasmo, salió de la habitación mientras decía:

–Bueno, aquí te dejo la botella. Voy a prepararme, ahorita te veo.

Casi corriendo, el chico se metió a su habitación y, sin perder el tiempo, comenzó a alistarse para la ocasión. Teniendo ya el ajuar perfecto sobre su cama, se metió a su baño para acicalarse como nunca antes, a consciencia y sin ninguna prisa, pues sabía que tenía tiempo de sobra para ello.

Pecados de InfanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora