13: La pequeña mujer

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En Los Héroes, mientras el detective Ledezma seguía los pasos del señor Rodrigo, Armando se daba sus rondines por el lindo vecindario de la familia Martínez García. Caminaba por las calles, fingiendo buscar alguna casa en renta por la zona. Por supuesto, procuraba ser muy cuidadoso para no llamar la atención de nadie, mucho menos de la desagradable señora Esmeralda. Aun así, en ese día no había nada qué temer, ya que era bastante temprano y no se veía ni un alma por la calle.

De pronto, Armando divisó a lo lejos a la tía de Joselyn saliendo de su casa y subiendo a su reluciente auto, yéndose como de costumbre a sus clases matinales de fitness. La mujer contaba con un mini Cooper color cereza, que lucía unas calcomanías de flores en la parte de atrás, lo cual junto con la numeración de la placa lo hacían fácil de identificar. Manteniendo una prudente distancia, Armando observó fijamente a aquella tipa arrojando sus cosas al asiento de junto para luego tomar el volante y dar marcha a su auto.

Una vez que el vehículo desapareció al doblar la esquina, Armando se dispuso a acercarse a fisgonear por las ventanas de la residencia, pero la llegada del cartero lo hizo frenar en seco.

Observó atentamente cómo el repartidor depositaba la correspondencia en el coqueto buzón y luego se alejaba hasta doblar la esquina. Entonces Armando se acercó resuelto, y echando mano de sus habilidades adquiridas en el reformatorio, hurtó todo el contenido con la mayor frescura y sin ser visto por nadie. Se retiró a paso rápido y, al encontrarse a una distancia considerable, tomó asiento en el banco de un parque y se dispuso a enterarse de todo lo habido en aquellos sobres.

Encontró varias facturas, publicidad de tiendas departamentales y de autoservicios, incluso propaganda religiosa. Pero hubo algo que llamó fuertemente su atención: un estado de cuenta de un internado para señoritas, a nombre de Esmeralda García Cortés.

Intrigado, Armando abrió enseguida el sobre, devorando con los ojos lo que ahí se decía.

–Con que aquí la tienes, pinche vieja... –sonreía ampliamente, satisfecho con su hallazgo.

Ni bien terminó de leer el nombre de Joselyn ahí, cuando ya estaba saliendo del parque para pedir un taxi e ir al domicilio de aquella institución, que quedaba bastante retirado de la ciudad.

Pero una vez que descendió del vehículo para admirar de cerca el lugar, no pudo hacer nada más que ver la gigantesca y sobria fachada, en cuya reja se podía leer un letrero con el nombre de la prestigiosa institución: "Internado para señoritas Dra. Julieta Vera". Como la titánica construcción era impenetrable, Armando pensó acertadamente que, si intentaba acceder ahí por su propia cuenta, simplemente no se lo permitirían y sólo pondrían sobre aviso a Esmeralda.

Aquella noche, al llegar al austero departamento que había rentado junto a Ledezma, se dio cuenta que el comandante no había regresado. Entonces Armando tuvo el buen tino de encender la computadora de Ledezma para investigar sobre el internado en el que aquella arpía había encerrado a su hermanita. Se trataba de una institución destinada a jovencitas, cuyas familias eran lo bastante pudientes para pagar tan exorbitantes precios, pues el lugar se las daba de ser muy exclusivo. 

Definitivamente, su hermana Joselyn estaba internada ahí, pensaba Armando. Sin embargo, tenía en cuenta que, si quería hacer las cosas bien, debía ser paciente y esperar el momento en que la misma tía la sacara de ahí y se la entregara para que ambos por fin volvieran a San Bartolo.

Armando no vio a Ledezma hasta la mañana siguiente. Tras ponerlo al tanto de lo ocurrido y enseñarle lo hallado en la correspondencia, el comandante comentó admirado:

–¡Vaya, señor Meléndez! Resultó ser usted un excelente investigador... ¿Sabe? Yo también conseguí algo interesante anoche.

–Hable, comandante —exigía Armando.

Pecados de InfanciaWhere stories live. Discover now