23: Regreso a clases

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Amaneció una vez más en San Bartolo, y tan pronto los rayos matinales se colaron por el cristal de su ventanal, Joselyn abrió sus ojos de miel. Era temprano, justo como ella quería, por lo que sin perder el tiempo se levantó de la cama, se vistió y bajó a la cocina a desayunar. Ese día en especial estaba resuelta a presentarse a la escuela y hablar con la directora, motivada por las palabras de la profesora de danza que conociera durante el bailable de Miguel. Además, como la chica había oído la llegada de Isabel la noche anterior, más que nunca estaba decidida a ya no tenerla más como su maestra.

Sabía que a esa hora ya se había elaborado el pan y todos habían vuelto a sus habitaciones; así que desayunó con toda calma y luego salió rumbo a la escuela. No recordaba bien dónde estaba, pues el pueblo había cambiado mucho desde que ella fuera al preescolar. Sin embargo, sólo le bastó seguir a los risueños niños uniformados y llegó sin problemas al centro escolar.

Era la hora de entrada, por lo que Joselyn pudo adentrarse en las instalaciones sin que nadie le impidiera el paso, mientras los alumnos se dirigían a sus salones de clases. Mientras la muchacha se detenía a contemplar la enormidad de los serios edificios educativos, de entre todos los muchachos que iban llegando estaban Miguel y Chema, montados en sus bicicletas y absortos en su plática.

-Entonces, ¿ya es tu novia la Tere? -preguntó Miguel a su primo, y cuando éste negó con la cabeza, emitió una cruel risotada-. ¡Ja! ¿Ya ves, güey? Te lo advertí.

-Es que no tuve chance de hablarle. No soltó para nada a la pinche Martha, y por más que le hacía señas para que nos dejara solos, se hacía la pendeja... -suspiró contrariado-. Ya luego llegó su familia por Tere y pos ya.

Luego de encadenar sus bicicletas, ambos tomaron sus mochilas y se pusieron en marcha. Entonces Chema se animó a preguntarle a su primo:

-¿Y tú qué? ¿Ya cayó la Joselyn?

La sonrisa de Miguel se enfrió un poco.

-Pos...tampoco hubo chance -contestó, tratando de no darle importancia al asunto.

-Pero si ustedes sí anduvieron solos mucho rato -recordó Chema, con un brillo de malicia en la mirada-. Se me hace que ella sí te bateó.

Al ver que Chema comenzaba a burlarse de él, Miguel se escudó más en su soberbia actitud y se apresuró en aclarar:

-No mames, lo que pasa es que la acabo de conocer. Caminamos, sí, pero luego llegamos al puesto de mi mamá. Yo pensaba hablarle de camino a su casa, pero se apuntó Isabel a acompañarnos y pos ya no se pudo...

-Le tuviste miedo -siguió burlándose Chema-. La chica está demasiado chula hasta para ti.

En el momento en que los muchachos arribaron a la entrada del centro escolar, aún entre tanto alumnado, los brillantes ojos de Miguel no tardaron en divisar la figura de Joselyn. De modo que, sin perder el tiempo, dejó atrás a su primo de la manera más descarada y corrió a su encuentro.

-¡Hola, Joselyn! ¿Ya vas a venir a clases?

Joselyn dejó de admirar el centro escolar y, dirigiéndole esa bella sonrisa de marfil que hacía palpitar el corazón del chico, le respondió:

-Hola, Migue. Pues vengo a ver, ya ves que tu maestra de los bailes...

-La profa Liliana Muñiz.

-Ella. Me dijo que podía venir de oyente, que tú me podrías orientar y, pues, aquí estoy.

El rostro del chico se iluminó aún más, y la tomó de la mano sin ningún recato.

-¡Pero claro que sí! Ven, te llevo con la direc. Es muy buena gente y le caigo rebien -esbozó su mejor sonrisa de conquista-. Y tú le vas a encantar.

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