35: Nochebuena

10 2 0
                                    

Iniciaron las vacaciones de invierno, que transcurrieron con extrema lentitud en la casona Cisneros, y como era de esperarse aquellos días fueron tristísimos, mientras allá afuera el pueblo celebraba a lo grande, cenando en compañía de sus seres queridos. Debido a que aquella nochebuena era sábado, Armando decidió salir a festejar en su burdel favorito, sin siquiera molestarse en ocultárselo a Isabel e incluso teniendo el descaro de ordenarle lavar y planchar sus mejores ropas. Había retomado aquella vieja costumbre luego de echar a la mujer de sus aposentos, pues ahora más que nunca luchaba contra la atracción malsana que sentía por Joselyn, detenida solamente por esa idea clavada en su cabeza de que era su hermana, no su mujer. Por eso mismo, iba religiosamente todos los sábados sin importarle la fecha, siempre eligiendo a prostitutas parecidas a esa mujercita prohibida.

Isabel estaba sentada en la cama de Armando, viendo cómo él se acicalaba para largarse con otras mujeres. Con lágrimas en los ojos, intentaba inútilmente hacerlo desistir:

-Es que me lastimas yendo a esos lugares, mi amor...

-¿Pos pa' qué te pusiste como marrano? Yo necesito coger.

Aquellas hirientes palabras lograron que Isabel se ahogara más en su quedo llanto, abrazando con más fuerza su protuberante vientre.

-Es sólo que estoy embarazada. Es nuestro hijo, por favor, ya no te vayas...al menos por hoy, hoy es nochebuena, por favor...

-¿Y qué quieres, pues? ¿Qué me traiga aquí a las putas pa' que tengamos todos juntos nuestra "nochebuena"? -cuestionó Armando, poniéndosele enfrente-. ¿O quieres que me coja a la Joselyn?

Repentinamente, Isabel dejó de llorar y fulminó a Armando con la mirada. Se sintió ofendida y asqueada por la sola ocurrencia de mencionar para eso a la hermanita. Así que se incorporó e intentó abofetear a su marido, cosa que él evitó deteniéndole la mano al vuelo, para luego estampar su otra mano en el rostro de ella, que girando por la fuerza del golpe quedó de hinojos en el suelo.

-¡Méndiga perra panzona! ¡A mí no me levantas la mano, pendeja! -le tomó los cabellos para alzarla, causándole dolor-. Tú no eres nadie pa' gobernarme, puta marrana. Y ese bastardo que llevas en la barriga, ni sé si sea mío...y aunque lo fuera, te empanzonaste por perra.

Dicho esto, la soltó aventándola contra la cama, se volvió a acomodar la camisa y salió de la habitación, sin importarle dejar a Isabel llorando amargamente su desengaño.

Cuando pasó frente al cuarto de David, éste ya lo esperaba de pie bajo el umbral de su puerta, también acicalado de pies a cabeza y portando sus mejores ropas.

-¿Me llevas? -pidió coqueto.

Armando se detuvo y lo barrió de arriba abajo.

-¿'Ora sí quieres macho? ¡Pinche puto! Hasta te bañaste, cabrón...

-Bueno, hace mucho no me divierto -declaró David-. Y creo que me lo merezco, he trabajado mucho sin chistar por todo el año. Así que, ¿qué tal si me llevas a Fortines?

-¡Ah, cabrón, quieres pito fino! -exclamó su hermano entre risas.

-Ándale, Nando, ¿sí? -suplicó meloso el chico, juntando sus manos bajo la barbilla-. Ándale, hoy es nochebuena y también quiero festejar...

Armando volteó hacia su propia habitación. Sabía que Isabel seguía ahí metida llorando, de modo le contestó a David casi a gritos, asegurándose de que ella lo oyera:

-¡Pos hay que largarnos hasta Fortines! ¡Me gastaré harta lana en putas pa' mí y putos pa' ti! ¡Y cogeremos hasta que nos arda, que chingue a su madre todo!

Pecados de Infanciaजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें