En los tobillos y manos tenía grilletes con cadenas pesadas que hacían ruido ante el más mínimo movimiento; parecía que tenía esos grilletes hundidos en la carne, porque la piel de alrededor dejaba entrever un color rojo intenso. Además, tenía puesto un largo vestido blanco y todo su cuerpo desprendía humo, como si acabara de salir de una hoguera.

—Es extraño — comenzó diciendo ella, levantando la cara para observarme con atención —. Los ángeles no suelen recurrir a mí, y sin embargo aquí estás, Remiel Arcángel.

— ¿Cómo estás, Casandra? — Le pregunté amablemente, aunque en realidad no tenía ningún interés en saberlo.

— ¿Le preguntas a un alma que ha pasado siglos enteros en el Infierno cómo está? — Alegó con ironía —. Estaría fascinada de darte una respuesta reconfortante, Remiel, pero el Infierno no es como escapar de los muros de Troya para sentarse sobre una enorme y hermosa piedra y admirar el paisaje.

La manera tan romántica en la que expresó aquello, me hizo poner los ojos en blanco.

—Troya ya no existe, ¿recuerdas?

—Existiría si mi pueblo me hubiese escuchado.

Bufé.

—No vine a escuchar tus quejas.

—A Beliel le gusta escuchar mis historias sobre Troya... Puede pasar horas escuchándome y parece no aburrirse de mí — Murmuró, pero me dio la sensación de que se lo estaba diciendo a sí misma.

—Tu amor por Beliel tampoco me importa, Casandra.

— ¿Amor? — Repitió, alzando la mirada —. ¿Mi gratitud hacia ese demonio es en realidad amor?

—Se supone que las preguntas debo hacerlas yo, tu único trabajo es responderlas.

—Lo sé — masculló.

— ¿Sabías que vendría?

—Tuve un sueño, bastante parecido a esto — admitió —. Ahí vi a un demonio, de pie frente a mí... Era una bestia con alas y el aura de un ángel...

—Ten cuidado de lo que dices, Casandra — la interrumpí —. O voy a sacarte los ojos.

—Mi Emperador no permite que nadie toque mis ojos — hizo saber —. Ni los demonios, ni siquiera el mismo Rey del Infierno han sido capaces de tocarlos, y los ángeles no deberían interferir en asuntos relacionados con el Plano Infernal.

—Pues no dudaré en quitarte lo único que te hace tan especial si te atreves a insultarme de nuevo.

Casandra no respondió, solo se limitó a bajar la cabeza.

Los mitos que giraban en torno a ella sólo eran eso: mitos, pero algunos apuntaban a cosas realmente interesantes, como que sus dones podían desaparecer si Casandra perdía la vista. Es decir, quedaría ciega no sólo de su presente, sino también del futuro, y eso —sus profecías—, eran lo único por lo que los demonios e incluido mi hermano Luzbel, eran benevolentes con ella.

— ¿Lo entiendes? — Pregunté.

—Entiendo — asintió —. ¿Y qué es lo que necesita un ángel de una profeta?

—Una respuesta.

— ¿A qué pregunta?

—Luzbel Estrella de la Mañana salió del Infierno.

—Una infinidad de veces, de hecho — señaló ella, esbozando una sonrisa torcida.

— ¿Lo encontró?

— ¿A quién?

—Al mortal... El mortal al que llegará el niño en unos años.

— ¿De qué niño estás hablando?

Hidromiel.  ✔Where stories live. Discover now