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Estabas acostada en la cama de tu novio Draco en la mansión, esperando que él tomara un par de tragos de abajo.
Al final apareció con dos cervezas de mantequilla. Sonreíste agradecida mientras tomas uno de su mano.
Hiciste un golpe con el líquido que se estaba calentando. Colocaste la botella en la mesita de noche y te acostaste boca abajo, enterrando tu rostro en una almohada.
Unos minutos más tarde, sintió que unas manos frías subían por su espalda. Sonreíste levemente en la almohada cuando suaves besos atacaron tu espalda baja.
Te volteaste para ver a Draco sonriéndote levemente. Te quitó la sudadera con capucha y luego desabrochó el sujetador.
Tomó tus senos entre sus manos y comenzó a apretarlos y masajearlos, colocando besos en tu cuello de vez en cuando. "¿Te gusta esto, nena?" Susurró contra tu cuello.
Gemiste mientras mordisqueaba tu punto dulce. Se quitó la camiseta, junto con los pantalones y besó tu estómago, antes de quitarte las mallas.
Te quitó la ropa interior y te miró con asombro. "Te amo tanto." Él susurró.
Colocando su pulgar sobre tu clítoris, comenzó a frotar círculos dolorosamente lentos en tu clítoris. Lo miraste con una mirada de frustración.
Se rió un poco antes de acelerar. "¡Draco!" Gemiste cuando te insertó dos dedos.
Se cernió sobre ti y aplastó sus labios contra los tuyos. Lentamente comenzó a quitarse los bóxers. Le devolviste el beso de forma brusca y descuidada.
Sacó los dedos e insertó su polla en su lugar. Jadeaste ante este gesto, cuando comenzó a empujar dentro de ti.
"T/N. Joder, estás tan apretada." Él gimió.
Estas palabras te excitaron al igual que el largo gemido que dejó escapar. Ambos llegaron a su clímax, Draco fue el primero y tú no muy lejos.
Draco se retiró y se quedó allí sin aliento. Después de un rato, pusiste tu cabeza en la de él, mientras él te abrazaba.
"¡Draco! ¡T/N! ¡La cena!" Gritó Narcissa.
Llamó a la puerta antes de entrar y veros a los dos, que ahora estabais dormidos, y debajo de las mantas, cómodos.
Ella retrocedió, cerrando la puerta con una sonrisa en su rostro, porque su hijo finalmente estaba feliz con alguien que podía hacerlo sonreír día y noche.
