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Finalmente era el día que todo terminaría. Aquel chico que les había estado haciendo la vida imposible se iría del país y las dejaría en paz para siempre.

-Eunwoo. Es hora de irnos- La madre del chico entró a la habitación con algunas prendas para que se cambiará y fueran lo más rápido posible al aeropuerto, pues nadie quería que perdieran el vuelo.

Aunque como Eunwoo había dicho, la felicidad no duraba en esa familia. Nunca lo había hecho, y esta no sería la primera vez.

Todas las prendas que traía la mujer en las manos cayeron al suelo cuando vio un enorme charco de sangre en el suelo.

-¡Eunwoo!

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-¿Amor?- Sana dio un pequeño toquecito con su dedo en la mejilla de la chica que jugaba distraídamente en su celular.

-Ummm…- Dijo simplemente sin siquiera despegar por un segundo la mirada del aparato, lo cual ya llevaba un rato molestando a la japonesa.

-¿Está todo bien?- Preguntó con cuidado pues desde esa mañana en la que habían despertado juntas, Tzuyu parecía estar de un pésimo humor con ella o con el mundo, no lo sabía concretamente, pero sí que estaba distante y completamente indiferente.

-Sí- Respondió con simpleza, tal y como había estado haciendo con las últimas preguntas que Sana le había hecho.

La japonesa frunció suavemente el ceño mientras la veía con atención. Podía ser los efectos secundarios de la medicina que Tzuyu estaba tomando, pero tenía un poco de miedo de preguntar y que está se molestará más, por lo que simplemente se limitó a asentir y continuar mirando la televisión.

-No he hecho nada malo, ¿Verdad?- Y aunque quiso concentrarse en lo que estaban pasando, ella no podía hacerlo al sentir la actitud tan distante de la taiwanesa, la estaba empezando a asustar e inconscientemente pensaba que tal vez había hecho algo que la molestó y no sabía -Piensa- La noche pasada se la habían pasado haciendo cosas indecorosas así que no había manera en que pudiera haber hecho algo mal.

Y para cuando despertó ya estaba esa fría Tzuyu a su lado jugando en su celular. Así que no, no se le ocurría nada.

-Agh- Se llevó las manos a la cabeza, se estaba matando de más con algo que seguramente podría ser solo el estrés de la taiwanesa por sus medicamentos.

Varios minutos pasaron en completo silencio hasta que el timbre de la casa resonó por todo el lugar.

Sana estaba por decir que ella iría a abrir, pero antes de que si quiera pudiera intentar levantarse, Tzuyu ya estaba caminando a la salida a pasó rápido.

-¿Qué le pasa?- Sana frunció el ceño al ver la actitud cambiante de la taiwanesa, hace unos momentos se movía como un caracol y ahora parecía Usain Bolt.

Trató de escuchar que era lo que pasaba en el primer piso, pero estaba lejos, y Tzuyu no hablaba muy fuerte que digamos como para que la escuchará, por lo que desistió de su idea y mejor se centró en esperar a que regresará.

-Unnie- Y grande fue su sorpresa cuando Tzuyu volvió a ingresar a la habitación minutos después con un bandeja en las manos -Desayuno- Dijo con una enorme sonrisa antes de acercarse y colocar la bandeja con comida sobre las piernas de la japonesa.

-¿Qué es esto?- Sana miró con curiosidad lo que tenía en frente.

-Lo he pedido antes de que despertarás-  Respondió con aquella sonrisa que Sana podía describir como perfecta.

Y ahora parecía otra persona, estaba radiante y muy sonriente, lo cual no hacía más que confundir aún más a la japonesa.

-¿Te gusta? Es comida japonesa- Comentó como si Sana ya no lo supiera, pero es que ahora estaba nerviosa y no sabía qué hacer porque la japonesa la estaba mirando con demasiada atención.

SOME BETTER •SATZU•Where stories live. Discover now