-Gracias- La taiwanesa le dio un último beso en los labios antes de poner una distancia prudente entre sus cuerpos.

-No quiero alejarme de ti- Ahora lo que menos quería era dejar que Tzuyu se quedará trabajando y ella tuviera que ir a casa a esperar en vela hasta que amaneciera y pudiera volver a estar con ella en la universidad. Hizo un tierno puchero con sus labios mientras la miraba con ojos de cachorrito, esperando que de alguna manera Tzuyu la dejará quedarse a su lado.

-Pero tengo que trabajar.

-¿Y si te esperó?- Miró la hora rápidamente, faltaban un par de horas hasta que la más alta pudiera marcharse a casa, pero estaba dispuesta a esperarla el tiempo que fuera necesario.

-¿Y si pido permiso?- La pregunta de Tzuyu la tomó por sorpresa, sus ojos se abrieron ligeramente mientras la miraba -Tal vez me den un permiso si les digo que me siento mal.

-¿Desde cuándo eres tan mentirosa?

-Solo lo hago para estar a tu lado, pero si no quieres…

-¡No!- Sana apretó con fuerza su agarre sobre el brazo de la taiwanesa para que no fuera a marcharse -Digo… Me parece perfecto tu plan.

-Espera aquí- Le pidió antes de soltarse de su agarre -No tardaré- Le dijo antes de darse la vuelta y caminar hasta donde seguramente su jefe estaba haciendo cuentas.

Unos 5 minutos después volvió a salir de aquella oficina, y caminó hasta Sana quien miraba distraídamente una revista que se habían encontrado.

-¿Vamos?- Preguntó mientras se hacía a un lado de la chica, quién rápidamente dejó la revista de lado y le sonrió a la más alta.

-Claro- Asintió repetidas veces mientras se colgaba del brazo de Tzuyu para que empezarán a caminar juntas a la casa de la taiwanesa -¿Qué le has dicho?

-Que me sentía mal- Se encogió de hombros mientras se soltaba del agarre de Sana, haciendo que esta frunciera el ceño.

-¿Te molesta?- Preguntó confundida, pensando que estaba teniendo demasiado contacto con alguien con quién sabía perfectamente que no le gustaba.

-Tienes que salir con ropa más adecuada al clima- Gracias a que llevaba un abrigo enorme, alcanzó a cubrir a Sana con parte de él, quedando ambas bastante juntas, pero calentitas.

-Gracias- Murmuró, cayendo en cuenta de que solo se había alejado para poder abrigarla a ella.

-No es nada- Negó suavemente mientras continuaba caminando a un pasó tranquilo hasta su casa.

-Entonces… ¿Estamos bien verdad?- Después de un rato, la curiosidad le pudo más, así que terminó por soltar aquella pregunta que martillaba con insistencia en su cabeza.

-¿Nos hemos besado frente a todos y me preguntas eso?

-Bueno, no lo sé.

Tzuyu soltó una pequeña risa antes de detenerse y poner sus manos sobre el rostro de la mayor.

-Te amo- Volvió a repetir antes de dejar un rápido beso en los abultados labios de la japonesa.

-Mucho mejor- Sonrió en grande antes de volver a colgarse de un brazo de la más alta, caminando con una enorme emoción hasta la casa de está.

(…)

Ambas se detuvieron de golpe frente a la puerta principal de la casa de Tzuyu.

Había una caja bastante grande en toda la entrada.

-¿Qué es esto?- La taiwanesa con curiosidad se acercó a verla, notando que no tenía nada escrito por ningún lado.

-No lo sé- Sana que estaba tras de ella, se encogió de hombros mientras miraba la caja de igual manera.

-¿Una bomba?- Se burló Tzuyu.

-A lo mejor.

La taiwanesa miró a Sana por sobre su hombro durante unos segundos antes de llevar sus manos a la pequeña abertura de la caja, abriéndola con cuidado en caso de que realmente algo malo hubiera dentro.

Pero grande fue su sorpresa al ver lo que había en el interior.

-¿Qué demonios?- Se llevó una mano a la boca al ver el pequeño cachorrito que asomaba la cabeza, mirando a todos lados con emoción -Unnie~- Miró por sobre su hombro como Sana seguía haciéndose la inocente mientras miraba a otro lado.

Tzuyu volvió a mirar al pequeño animal que buscaba la manera de salirse de la caja pero no lo conseguía por si solo al ser tan pequeño, por lo que decidió ayudarlo, lo tomó por los costados y lo alzó. Era un Husky siberiano por lo que no le sorprendió encontrarse de frente con aquellos hermosos ojos azules.

Pero lo que más llamó su atención fue una pequeña nota amarrada al collar del cachorro.

Con curiosidad lo giró, leyendo las dos únicas palabras escritas.

“¿Me perdonas?”

Sus ojos inevitablemente se llenaron de lágrimas al leer el mensaje, sollozó mientras escondía su rostro entre el pelaje del perro.

-No llores- Le pidió Sana al mismo tiempo que la hacía dar la vuelta para poder abrazarla y darle un suave beso en la frente -Es un regalo, no tienes que llorar.

-Lo siento- El cachorrito completamente ajeno a la situación se encargaba de lamer constantemente la mejilla de Tzuyu, haciéndola reír -Gracias- Murmuró mientras miraba directamente a los ojos de la japonesa.

-Entonces, ¿Me perdonas?- La más alta soltó una pequeña risa mientras negaba.

-No tengo nada que perdonarte unnie.

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