-Gracias por su compra- La japonesa recibió la bolsa con todo lo que había comprado y empezó a caminar a la salida con su corazón listo para ser recogido con cucharita.

Tzuyu por otro lado, se quedó mirando por unos segundos a la nada antes de girar suavemente la cabeza en la dirección que Sana estaba caminando.

-¡Hey rosadita!- La llamó con la suficiente fuerza para que la escuchará, sonrió suavemente antes de hablar de nuevo -Yo también estoy incluida en los 50 yenes.

Sana se detuvo en seco al escucharla. Su cabeza se fue levantando lentamente mientras una sonrisa aparecía en su rosto, se dio la vuelta y corrió a toda velocidad hasta estrellarse con el cuerpo de Tzuyu quien la esperaba con los brazos abiertos.

-Yo también te amo más que a nadie- Murmuró sobre el oído de la japonesa con todas sus sentimientos saliendo a flote, sus brazos pasaban con algo de fuerza sobre la cintura de Sana, no queriendo mantenerse alejada de la chica por mucho más tiempo.

-Dios, me asustaste- Se quejó, recibiendo como respuesta la suave risa de la más alta en su cuello.

-Lo siento. No quería hacerlo.

-¡Idiota! ¡Te amo tanto!- Soltó una pequeña risa. Por fin podía tener a Tzuyu de nuevo entre sus brazos, la estaba abrazando como siempre quiso que lo hiciera, la estaba sintiendo.

-¿En realidad te quedarás para siempre conmigo?- La pregunta de Tzuyu mientras alejaba un poco el cuerpo de Sana para poder verla a los ojos hizo latir su corazón con fuerza.

-Siempre- Llevó sus manos al rostro de la más alta pues ya no podía contenerse más, se puso ligeramente de punticas para poder juntar sus labios con los de Tzuyu después de un tiempo de no haberlo hecho.

Y se sintió…. Tan diferente.

Finalmente ambas habían abierto su corazón y aceptado sus sentimientos sin nadie que pudiera interponerse entre ellos.

Y ya no había marcha atrás.

Ambas volvieron a sentir como su pecho se hinchaba de felicidad ante la dulce caricia de sus labios. No les importaba si alguien la estaba mirando, si el jefe de Tzuyu llegaba y la regañaba, no les importaba nada, y eso era lo importante, que ambas eran felices sin necesidad de tener que depender de alguien más.

Las manos de Sana apretaban con fuerza el cuello y el rostro de Tzuyu, intentando mantener el contacto todo lo posible. Ella había estado tan necesitada de ello que no se podía imaginar ahora un mundo sin ese sentimiento de nuevo.

Sus labios se movían lentamente, y sin prisa alguna, y es que ya no tenían prisa... Ya no lo hacían como una manera de reclamar que la contraria era de ella. No, lo hacían porque se amaban y eso era todo lo que les importaba.

Muy en el fondo ahora ambas sabían que esa chica entre sus brazos estaría ligada para siempre a su vida.

Ya no había miedo de perderla, no había miedo de quedarse sola.

No, ahora solo estaba el sentimiento de felicidad y amor.

Eso que a veces parecía faltarles tanto lo habían encontrado en la otra.

-Soy feliz- Tzuyu fue la primera en tomar la iniciativa de alejarse a pesar de los intentos de Sana por mantenerla en su lugar, pero es que ella no era de mostrar tanto afecto en público, y no era porque no le gustará, sino porque se avergonzaba -Muy feliz- Sin embargo, esto no quitaba el hecho de que pudiera decir plenamente como se sentía.

Se miraron por unos segundos a los ojos, dejando ver a la otra todo el amor que se podía trasmitir con una simple mirada. Era simplemente un espectáculo ver como sus ojos brillaban y sus sonrisas amplias terminaban de confirmar perfectamente cuanto se amaban.

SOME BETTER •SATZU•Where stories live. Discover now