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Renjun apartó una vez más el cabello de la frente del pequeño antes de suspirar y mirar al más alto. No importaba que acabara de pasar sus últimos meses como interno y próximamente residente en uno de los mejores y más exigentes hospitales de todo Corea del Sur, no importaba si había aguantado gritos y humillaciones como nunca antes, no importaba que lo mandaran al área de emergencia más de tres veces por semana solo por haber dejado caer un bisturí. El, Huang Renjun, aguantó todo eso como un guerrero y con la frente en alto, pero justo ahora no podía aguantar ver a su bebé de solo dos años llorar desconsolado mientras se aferraba a su cuello.

-Jeno...-se quejó mirando a su novio, el lo conocía, por lo que sabía que no estaba mejor que él en ese momento pero al menos si lo aparentaba.

Juno tenía solo dos añitos y este sería su primer día en la guardería pues ninguna de sus madres ya podrían cuidarlo y ellos realmente habían acordado mandarlo a esa edad así que había caído como anillo al dedo, solo que, su pequeño estaba tan rojo y desconsolado que lo veía más imposible a cada segundo.

-Me lo llevaré al hospital.-concluyó.

-No.-dijo Jeno quitándoselo, el menor acepto pero esta vez se aferró a su cuello.-Junnie, ya hablamos de esto.

El más bajo contuvo el puchero que quiso formarse en sus labios.

-Pero está llorando mucho, está muy rojo y está sudando...

-Y lo seguirá haciendo hasta que se acostumbre.-susurro con calma acercándose al mayor.

Estaban frente al colorido portón de la guardería, flores dibujadas al frente, en el lindo jardín de la entrada se podía ver como el césped brillaba, el césped donde su hijo correría y probablemente rodaría. Soltó un suspiro acariciando la espalda del menor. Era difícil, ellos habían tenido a Juno considerablemente jóvenes y con algunas dificultades de por medio, Renjun aún era interno y Jeno aún seguía en su servicio militar cuando pasó—por suerte solo le faltaban 2 meses para salir cuando Renjun tenía cuatro meses—y todo se hizo un poco más complicado, sin embargo, su hijo era lo más preciado que tenían, era el amor de sus vidas, lo más hermoso que habían hecho juntos y nunca se arrepentirían, eran ellos tres contra el mundo por eso era tan difícil simplemente decirle adiós.

Y si. Jeno sigue como pasante en una empresa que se dedica a la arquitectura y Renjun apenas va a iniciar como residente, y con sus horarios no podían pasar mucho tiempo con su hijo pero al menos tenían la constancia de que estaba con sus madres, las podían llamar, pedir fotos cada vez que quisieran, recibir quejas reales, simplemente era algo realmente preocupante.

Por suerte, mala o buena, una chica pelirroja con un gran camisón rosa se acercó a ellos con una gran sonrisa. No podían recordarla bien, eran varias chicas trabajando en el lugar pero su nombre estaba bordado en el bolsillo de su camisón "Yizhuo."

-Hola, bienvenidos, ¿Quieren pasar?

Ambos se miraron como si hablaran telepáticamente, sin una sola palabra Jeno entendió todo y negó de inmediato.

-Pero quiero entrar.

-Será peor.

-Pero...

-Temo decirle que su pareja tiene razón.-interrumpió la chica sin dejar de sonreír.-Es mejor que se despidan aquí así podemos comenzar a crear una rutina y el pequeño se va acostumbrando.

Renjun se cruzó de brazos viendo cómo Jeno asentía y le pasaba la pequeña mochila a la chica, tenía más cosas en su propio casillero.

-Espera.-dijo acercándose de nuevo y tomó la mochila.-Quiero revisar de nuevo.

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⏰ Última actualización: Sep 09, 2021 ⏰

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