CAPITULO 39

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Maratón 3/3

°Brooklynn°

Más o menos dos horas después estoy en el departamento de mi novio, recién bañada y apenas entrando un poco a la sobriedad.

Sí, mi objetivo de esta noche era embriagarme, pero admito que se me paso un poco la mano, ¿En qué estaba pensando?

—Te traje esto para que te sientas más cómoda. —Dice Demian entrando al baño—.

Deja la ropa sobre el lavabo mientras yo sigo sentada sobre la taza de baño, enredada en una toalla y sin saber que decirle. ¿Lo siento?

—¿Demian? —Lo llamo cuando está a punto de salir—. ¿Sigues molesto?

—Molesto ya no es la palabra, Brooke. —Y sin una palabra más abandona el baño cerrando la puerta—.

Dejo caer mi cabeza sobre mis manos en señal de frustración, odio que este así, sé que sí me pase, pero no es como que esto lo haga todos los días.

Aunque bueno, supongo que sostener mi cabello mientras vomitaba no debió ser nada agradable. El lado bueno es que vomitar me ayudo a estar más cerca de mis cinco sentidos de lo que lo estaría dentro de cinco horas.

Tomo la ropa que me dejo Demian y me coloco la sudadera azul, es raro que tenga una sudadera azul.

Miro extrañada el pantalón de franela, él sabe que nunca me pongo eso para dormir y hoy no será la excepción, así que así solo con la sudadera encima y después de cepillar mis dientes salgo del baño en el cuarto de Demian y si esperaba verlo en la cama me equivoque totalmente.

Abandono la habitación y me lo encuentro en la sala, en el sofá y con la computadora sobre sus piernas, luce muy concentrado y su seriedad combinada con lo bien que se ve con lo que queda de su atuendo formal le dan un toque demasiado atractivo.

Tal vez sea el alcohol que queda en mi sistema.*

—Comete estas galletas, vomitaste todo lo que tenías en el estómago. —Aún sentado me ofrece un paquete de galletas de avena con chocolate. Mis favoritas—.

—Gracias. —Las tomo y me siento a su lado algo alejada—. Aunque no había mucha comida en mi estómago y lo sabes.

—Precisamente por eso. —Me da una mirada de soslayo y regresa su atención a la laptop—.

Cansada y sin nada mejor que hacer abro el paquete de galletas y comienzo a comerlas, pero me está matando la frialdad de Demian, sí, está molesto, lo entiendo, pero no esperará que me divierta menos cuando no está, ¿O sí?

Además no estaba haciendo nada malo, estaba con mis amigas, me estaba divirtiendo sanamente.

Pero una parte de mí sabe que le debo una disculpa. Aunque debe de agradecer que no me encontró bailando sobre una mesa o coqueteándole al barman.

—Lo siento. —Suelto en medio del silencio de la sala—. De verás lo siento, sé que no debí pasarme así con el alcohol.

—No, no debiste. —Sigue sin mirarme—.

—Ya dije que lo siento, Demian, ¿Qué más esperas que haga?

Suelta un corto suspiro y como con resignación cierra la laptop para después ponerla sobre la mesa de centro y ahora sí que dirige toda su atención hacía mí.

—¿No te parece que últimamente vivimos disculpándonos él uno con el otro? —Su seriedad no cambia—.

—Las relaciones son difíciles. —Es lo único que se me ocurre contestar ante esa verdad—.

Cuestión de TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora