Recién Cazados © (Borrador de...

By R1Aguirre

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Sinopsis
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Flashback
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 58
Epílogo
Librerías
♥IMPORTANTE♥

Parte 57

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By R1Aguirre


David

Nadie debía morir en una tarde de primavera.

Es lo que me repetía una y otra vez cuando conducía hacia la casa del viejo Steve, con las manos aferradas al volante y una serie de sentimientos agolpándose en mi garganta y golpeándome con fuerza el pecho.

Todavía no podía creérmelo.

Seguía en la etapa de negación y las palabras se seguían reproduciendo en mi cabeza tan cual las escuché:

—¿Steve? —dije, al recibir una llamada desde su teléfono muy temprano. Steve nunca me llamaba a esas horas y medio adormilado, solo escuché:

—Soy Flor...

—Flor... ¿Cómo estás? —voy a admitir que su llamada en parte me alarmó, más cuando la escuché sollozar y aclaró su garganta para decirme:

—Steve acaba de fallecer.

Está demás decir que sentí como mi mundo se venía abajo, como todas esas paredes que con esfuerzo había construido para no sufrir se derrumbaban para darle paso de golpe a la nueva noticia que acababa de recibir. De pronto todo se reproducía en mi cabeza, nuestra última conversación, sus llamadas para preguntar si estaba bien, sus mensajes para levantarme el ánimo. Su rostro se comenzó a proyectar en mi mente, todas las escenas de Steve desde que tengo memoria comenzaban a amontonarse en mi cabeza y llenarme de angustia el pecho.

De pronto, todos esos recuerdos se sentían tan frescos, tanto así que cuando llegué a su casa y miré la cantidad de personas ahí, pensé que no podía ser cierto. Hace una semana había llegado a mi casa para conocer a Gracie, ahora no puedo creer que esté aquí cerca de un ataúd que encierra su cuerpo. Diviso el lugar donde tuvimos nuestra última conversación en este lugar, frente a un atardecer como el que se está mostrando ahora...

Steve no, por favor.

Siento un dolor inmenso instalarse en mi pecho, algo abrumador me hace soltar algunas lágrimas y no me atrevo a acercarme al ataúd, no quiero verlo ahí, sin un consejo que me diga cómo debo actuar ahora con su muerte. Solo quiero desplomarme y llorar junto a él.

Steve, dime qué hacer ahora.

Me siento en la esquina, recuerdo todas las veces que Steve cuidaba de mí cuando era un niño, todas las historias que me contaba antes de dormir, todas las dramatizaciones que hacía de todas las películas que mirábamos juntos. Cada uno de esos momentos se instalan en mi pecho y duelen. Steve fue el primer mejor amigo que tuve y ahora se había ido para siempre.

—¿Qué pasó? —le pregunto a Flor, cuando llega al lugar donde estoy. La pobre mujer está bajo efecto de algún medicamento, según lo que me comentó, gracias a ello pudo darme la noticia.

—Su corazón estaba débil...

—¿Tú lo sabías? —eElla asiente, al mismo tiempo que unas lágrimas comienzan a colarse en su rostro y se las enjuaga con un pañuelo que lleva el logo del bar de Steve bordado en una esquina.

—Lo descubrió mucho antes de nuestro matrimonio. Intenté darle los mejores últimos días de su vida, pero... —Flor hace una pausa y su voz se quiebra al decir lo siguiente: —: para estas cosas nunca se está preparado.

—¿Por qué no me lo dijo? —Ttengo una bola en la garganta, apenas puedo mencionar esas palabras sin que mi voz parezca la de un desconocido.

—No quería preocupar a nadie.

No quiero recordar esas cosas, quiero recordar al Steve de siempre, el entusiasta y positivo que solo miraba lo bueno de la vida. Quiero creer que esto no es verdad y miraré a Steve todas las tardes después de salir de edificio de los Anderson con esa sonrisa y me dirá justo lo que quiero escuchar. Llegaré a su bar cada vez que me sienta triste y él tendrá las palabras correctas para levantarme el ánimo. Quisiera devolver el tiempo y haber pasado más ratos con Steve.

Todo lo que sucede para mí es irreal, todo a mi alrededor, el resto de la velada, las personas amontonándose, el camino hacia el cementerio, el momento en que está siendo sepultado. Me siento un expectante de mi propia vida, como si solo estoy sentado en el pasto observándome desde cierta distancia, sintiendo pena por mí mismo, incapaz de sentirme vivo.

Me quedo viendo hacia un punto en específico pero nada en sí, intentando bloquear mis recuerdos. No quiero creer que esto esté pasando, no quiero imaginarme a Steve en esa caja, sin poder decir nada, sin escuchar esa risa que de alguna forma me relajaba. Suspiro intentando controlar el temblor de mis manos y quiero irme de ahí, quiero encerrarme para olvidar lo cruel que ha sido la vida conmigo.

Me tapo el rostro con ambas manos y me limpio las lágrimas que involuntariamente se han salido de mis ojos. Cierro los ojos un momento porque no puedo ver a Steve siendo sepultado, no quiero ver a las personas que están llorando su partida. Quiero creer que esto sigue sin ser real, que Steve está en su bar y que lo veré todos los días de mi vida, porque todavía lo necesito.

No sé qué voy a hacer, tal vez emborracharme hasta perder la conciencia, pegarme contra la pared hasta romperme los huesos, gritar con fuerza hasta quedarme afónico o quedarme quieto, en silencio, como ahora. Como si el espíritu me ha abandonado el cuerpo, dejándome vacío. No sabía muy bien qué haría con mi vida de ahora en adelante, soportando esta agonía a la que me tengo que enfrentar una vez más.

Cuando abro los ojos no puedo evitar que las lágrimas se escapen de mis ojos, que me empapen las mejillas, que se cuelen con la brisa que está comenzando a caer. Cuando todo mundo comienza a retirarse me permito sacar la angustia que llevo por dentro, aun con el temblor de mi cuerpo y ese nudo empeñándose en permanecer en mi garganta mi limpio el rostro y me doy media vuelta.

Natalie está ahí.

Justo a unos escasos metros y a la par de ella está mi hermana. Cuando nuestros ojos se conectan ni siquiera soy capaz de digerir su presencia, pienso que es alguna alucinación de mi aturdido cerebro hasta que sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello y su cuerpo impacta contra al mío, no reacciono tan rápido, pero cuando lo hago, es solamente para soltar lágrimas en el hueco de su cuello, donde puedo aspirar de nuevo ese aroma de su perfume.

No hablamos nada, yo porque no puedo enunciar ni una sola palabra y ella se limita a apretarme con fuerza, no sé ni siquiera cuánto tiempo tardo en darme cuenta que todas las personas se han ido y solo quedamos ella y yo. Pero en realidad nada importa, ni si quiera que comience a llover con fiereza, no me dice que nada, no dice que vayamos a casa, no nos movemos ni un centímetro. Ella está aquí conmigo, a pesar de todo, es en lo único que quiero pensar ahora.

No me merezco a alguien como Natalie. Sé que nunca encontraré una persona que supere la calidad de ser humado que ella es.

—Nat, lo lamento tanto. —Lla siento negar con su cabeza y sus manos bajan por mi espalda aferrándose de mi cintura. Me parece que sea un sueño y no quiero despertar —. eEn serio, lo siento. Por no...

—No, David... —sSe separa un momento de mí y con su pulgar limpia una lágrima que corre por mi mejilla. Toma mi rostro con ambas manos y deposita un beso en mi frente, uno de esos a los que estábamos acostumbrados, que se me hacen tan familiares y me hacen un nudo en el pecho, que se adueñan de mi corazón. —. No pasa nada.

Sé en este momento que Natalie se ha instalado profundamente en mi interior, me ha traspasado la piel, se me ha colado hasta el alma, me ha inundado la sangre, el sistema nervioso, el cerebro, la consciencia. Todo lo que yo soy ahora le pertenece a ella.

Vuelve a envolverme en sus brazos y no puedo evitar que el temor me envuelva entero, que ella mañana tenga que irse y ya no esté conmigo.

Me acompaña esa noche a casa y se queda ahí conmigo, a mi lado, acariciándome el cabello, antes de Natalie no sabía cómo era que el calor de otra persona te envolviera entero, que las caricias traspasen la piel... te toquen el alma y te inunden el corazón. Intento asimilar que ya no puedo ir donde Steve, no puedo correr a contarle que Natalie ha vuelto, no puedo preguntarle qué me sugiere hacer ahora o qué decir. Visualizo a Steve tomando su taza de café el día que tuvimos aquella conversación en su casa hace algunos meses.

El único recuerdo que me queda de él son fotografías y las cosas que me dijo de las que jamás podré olvidarme.

Extrañaré al viejo Steve.

Cuando despierto al día siguiente, un recuerdo mezclado entre Natalie y Steve es lo primero que me asalta la mente; lo único que hago es respirar hondo para detener las lágrimas que me amenazan cuando recuerdo a Steve, en su bar, con su enorme sonrisa y las palabras correctas. Los siguientes días, apenas soy consciente de lo que pasa alrededor, ni siquiera sé cómo sentirme, cómo actuar o qué decir. Pero todo lo estoy viendo como una película, como si soy un espectador de mi propia vida. Quiero decirle muchas cosas a Natalie que ni siquiera sé cómo iniciar. Tantas palabras que se amontonan en mi cabeza que ni siquiera sé cómo acomodar.

Debería estar trabajando, pero aunque lo intento me es imposible. Debería estar hablando con Natalie, pero tampoco puedo, siento que no existo, siento que en realidad las palabras no quieren fluir como deberían. Todos se preocupan por mí, incluso Oliver quién ha insistido en salir a tomar un trago. Creo que no comprenden cuánto me duele esto por dentro, que incluso podría estar arruinando mi oportunidad con Nat.

—Sabes que... tengo que volver. —La escucho decir, estoy mirando fijamente a través de la ventana de la cocina, con una copa en manos. Algo se me encoge por dentro cuando la escucho decir eso, algo inexplicable me revuelve el mundo entero. —Pero te prometo que...

—¿Cuándo? —Le corto. No me dice nada por un momento, yo no me giro, no quiero hacerlo cuando tengo esa noticia rondando en mi cerebro.

—Mañana. —Se me hace un nudo en la boca del estómago. No puedo dejar que se vaya así otra vez.

—¡Dios! Tengo tantas cosas por decirte que... —De nuevo ese intento por ser fuerte me queda mal. Terrible. No puedo decir nada más sin sentir ese nudo molesto en mi garganta. Escucho sus pasos a mis espaldas caminar en mi dirección y después sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura mientras mi vista nada más está clavada en la ventana.

—Shhh... —sisea, aferrándose a mi torso. —No te preocupes, David... Ya habrá tiempo para todo. —Entrelazo mis dedos con los suyos. Nos quedamos ahí un rato más, hasta que comienza a oscurecer y entonces, me doy media vuelta y la envuelvo en mis brazos. Natalie está aquí y no quiero soltarla. 

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