Between [XiCheng] [Mo Dao Zu...

By EKurae

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Es de conocimiento común que, tras los trágicos eventos del templo GuanYin, Lan XiChen, líder de Gusu Lan, de... More

Capítulo 1: Mis sueños nunca han sido tan realistas
Capítulo 2: ¿Dónde se desayuna por aquí?
Capítulo 3: Es un poco pronto para beber, ¿no crees?
Capítulo 4: Así que esto es un teléfono
Capítulo 5: Eso ha dolido más de lo que debería
Capítulo 6: Ya me mando yo al sofá
Capítulo 7: ¿Cómo que veintitrés de marzo?
Capítulo 8: No, no ha sido un lapsus freudiano
Capítulo 9: Lo poco que tenemos en común
Capítulo 10: Si suena a locura y parece un disparate...
Capítulo 11: El arte de salir de situaciones incómodas
Capítulo 12: Toda esta calma me huele a tormenta
Capítulo 13: Otra vez no
Capítulo 14: Me miras como si supiera algo del siglo XXI
Capítulo 15: ¿Para que sirve una cinta de correr si sigo en el mismo sitio?
Capítulo 16: Debería cuidar por dónde piso
Capítulo 17: Vamos a ver, tengo un móvil y no sé utilizarlo
Capítulo 18: Solo creo que eres hermoso
Capítulo 19: Podemos encontrarnos a medio camino
Capítulo 20: Y si no estoy loco, ¿qué está pasando aquí?
Capítulo 21: Así que sabes que sé lo que no quiero que sepas
Capítulo 22: Nos adentramos en terreno desconocido
Capítulo 23: Prefiero decir hasta luego
Capítulo 24: Interludio y pausa para la publicidad en La Sonrisa del Emperador
Capítulo 25: Interludio y pausa para la publicidad en el Muelle del Loto
Capítulo 26: Dicen que la segunda parte siempre es la más interesante
Capítulo 27: Si bebes, ni vueles en espada ni conduzcas
Capítulo 28: Este mundo es más complejo de lo que pensaba
Capítulo 29: El don de la oportunidad no es lo nuestro
Capítulo 30: Hay formas mejores de decir las cosas, ¿y qué?
Capítulo 31: Vamos por partes, por favor
Capítulo 32: Mientras nadie muera antes del postre, todo irá bien
Capítulo 33: ¿No me vais a ofrecer una copa?
Capítulo 34: Mejor lo hablamos mañana
Capítulo 35: Al final lo de ir al psiquiatra no suena tan mal
Capítulo 36: Empecemos atendiendo a razones
Capítulo 37: Separemos lo real de lo... ¿real?
Capítulo 38: ¿Podríamos acercarnos solo tres milímetros más?
Capítulo 39: Nos han echado un mal de ojo
Capítulo 40: O de cómo torcer en la dirección equivocada
Capítulo 41: Ni las películas me entrenaron para esto
Capítulo 42: Experimentemos un poco de todo
Capítulo 43: ¡Aguanta!
Capítulo 44: No esperes que no me enfade
Capítulo 45: Todavía no está todo dicho
Capítulo 46: La próxima vez, ¡llama antes de entrar!
Capítulo 47: En toda buena mudanza faltan cajas
Capítulo 48: No sé yo si esto es legal
Capítulo 49: No, sin duda esto no puede ser legal
Capítulo 50: ¿Me dejarás preguntar?
Capítulo 51: Ahí vamos una y otra y otra vez
Capítulo 52: ¿Que tu gata qué?
Capítulo 53: ¿Veterinario? ¿Debería tener miedo?
Capítulo 54: ¿No deberían haberte dado puntos por esto?
Capítulo 55: A todo se le puede dar una oportunidad
Capítulo 56: Yo también te quiero
Capítulo 57: Lo que no pase en la radio...
Capítulo 58: Los hay inoportunos y luego está Wei WuXian
Capítulo 60: Entre hermano y hermano
Capítulo 61: Esto no tiene tan mala pinta
Capítulo 62: La familia política me asusta más que la muerte
Capítulo 63: Por favor, por favor, que a nadie le dé un ataque al corazón
Capítulo 64: No te lo dejes en el tintero
Capítulo 65: ¿Seguro que este cuento se ha acabado?
Epílogo 1: El despertar del siglo XXI
Epílogo 2: El despertar del Muelle del Loto

Capítulo 59: Porque quedarnos como estamos no es una opción

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By EKurae

Volvía del mostrador de la cafetería en la que habían decidido hacer una parada para matar el tiempo entre piso y piso con un batido en cada mano. (Uno de vainilla para él y otro de frambuesa para su novio, porque no necesitaban más café del que ya llevaban en vena y porque en el fondo los dos eran un par de golosos sin remedio, solo que no solían admitirlo en voz alta.) Justo en ese instante, una nueva corriente de pensamiento de lo más intrusiva decidió querer atormentarle. Fue en parte culpa de Jiang Cheng, aunque él no lo supo. El locutor tenía la mirada fija en la pantalla de su teléfono mientras deslizaba por su Instagram con la yema del dedo. En su pulgar relucía un anillo negro y violeta que se había comprado hacía no demasiado. Le quedaba bien y encajaba con la parte más presumida de su estética, al escritor le gustaba mucho. Además le hacía juego con los pendientes de los lóbulos, dos aros de metal negro, muy finos, con un pequeño brillante morado dónde estaba la bolita que marcaba el cierre. La imagen, sin embargo, le transmitió algo un poco distinto al habitual deseo de besarle, aunque ese lo sentía siempre. Al verle así, absorto en sus pensamientos, con el cabello recogido en una coleta corta a la altura de las orejas, le fue imposible no recordar el otro mundo.

Durante dos segundos de reloj, Lan Huan se quedó estático, absorto en la contemplación de la figura sentada sobre el taburete de la cafetería. En vez de a su adorado y arisco novio, vislumbraba túnicas de color violeta. Parpadeó y la ilusión se desvaneció. Con su marcha volvió la necesidad de seguir caminando para no quedar como un idiota. Y para no chocarse con el pobre camarero que estaba recogiendo una mesa por ahí cerca, que no tenía culpa de nada. Aun así no logró sacarse de la cabeza la fuerte impresión que le había golpeado. Le había venido como un fogonazo, una realización que más bien parecía un reproche. La problemática de los intercambios había vuelto a rondar por su cabeza y con ella el hecho de que... no estaba haciendo absolutamente nada para evitarlos.

En la universidad, en un grado además como lo es Periodismo, sus profesores le habían gritado una y otra vez al resto del alumnado: "¡Sed proactivos! ¡Haced currículum! ¡Haced porfolio! ¡Escribid y enviad cosas! ¡Esto tendría que estar hecho para ayer!". Esas debían de ser algunas de las frases estrella del siglo XXI, aunque Lan Huan nunca se había sentido lo que se dice cómodo al escuchar semejante discursito. No le gustaba, de hecho, porque no le gustaba ni presionarse a sí mismo (aunque tuviera que hacerlo cada vez que se acercaba una fecha de entrega y Meng Yao le asediaba con sus diez llamadas diarias) ni a los demás. Le echaba parte de la culpa a su naturaleza contemplativa, que le instaba a tomar la iniciativa en momentos importantes, pero también a dejar fluir los acontecimientos hasta obtener la visión del cuadro entero cuando la ocasión se hacía compleja y difusa. Esa situación en la que llevaba ya casi dos meses viviendo era una de esas complejas y difusas. Porque, además de buscar ayuda en caso de una enfermedad mental que resulta que no tenía... ¿qué podría estar haciendo al respecto?

Ignoraba que, para su desgracia, Lan XiChen y Jiang WanYin tampoco habían avanzado demasiado en lo que es la parte de investigación. De alguna forma, había esperado que ellos se encargasen. Deja que el mundo loco en el que las espadas vuelan resuelva un asunto que sin duda alguna es sobrenatural, a ti y a tú teléfono no os corresponde ese papel. En una exención de la responsabilidad involuntaria, lo había pensado así. Y es que ni siquiera se había interesado en ello hasta el momento, aunque debería.

Con un suspiro un tanto pesado, Lan Huan dejó los batidos sobre la mesa. Su novio se lo agradeció con un asentimiento de cabeza antes de guardar el móvil y atrapar la pajita entre los dientes, de pronto encantado con el sabor dulce de la fruta. Adorable.

-El siguiente piso que nos toca ver, ¿dónde está?

-Como a diez minutos, en dirección al barrio de Qinghe.

-Espero que no quieras que seamos vecinos de MingJue y Meng Yao.

-Sería divertido. -Admitió Lan Huan, mareando un poco el batido sin llegar a probarlo-. Pero no, es unas manzanas antes de llegar al metro. Aunque no sé si te va a gustar.

-Sorpréndeme, ¿qué "pero" tiene?

El escritor sacó su teléfono, porque con el vendedor de ese apartamento había contactado él en vez de Jiang Cheng. Buscó en su galería entre las capturas de pantalla. No tenía demasiadas, porque rara vez usaba el móvil para algo distinto a hablar con alguien, leer o escribir las ideas que le venían a la cabeza. En realidad usaba esa conversación como una estrategia de evasión contra sí mismo, porque no quería pensar en algo distinto al piso que buscaban juntos.

-A ver, en general está muy bien. -Habló, pasándole su teléfono-. Pero...

-¿La cocina es enana o solo me lo parece a mí? -Cuestionó el locutor con el ceño fruncido, intentado entender la perspectiva de las fotos. Eran un tanto horribles. Aunque no parecía un completo tugurio, tampoco le fascinaba-. ¿Y no viene amueblado?

-El que acabamos de ver tampoco.

-Pero al menos traía ciertos básicos. No me apetece volver a pasar por la compra de una lavadora. Y eso me recuerda, tienes terminantemente prohibido acercarte a la lavadora.

-Eso es muy cruel por tu parte, A-Cheng.

-Cruel mi trasero. Recuerda cuando inundaste tu piso abriéndola antes de tiempo.

-Solo pasó una vez, y fue hace años.

-Sí, pero nunca olvidaré cómo me llamaste llorando porque te llegaba el agua por los tobillos en la cocina. -Se burló Jiang Cheng, dándole un golpecillo picajoso en la nariz-. Todavía no sé cómo pudiste forzar la puerta antes de que acabase el programa.

Lan Huan negó con la cabeza antes de intentar morderle un dedo. El presentador de radio lo retiró y le sacó la lengua, todo con el ánimo que conservaban desde hacía un rato largo. Sin embargo no pudo mantenerlo por mucho tiempo, su humor cambiante fruto de toda la situación en general. El sabor de la vainilla impregnó sus papilas gustativas al beber, preguntándose de forma casi inevitable qué tal les estaría yendo en el otro mundo a sus álter ego o qué estarían haciendo. ¿Tendrían entre manos una decisión de gran envergadura, como la que estaban tomando ellos? Por lo sucedido en su último intercambio, sospechaba que sí.

-Oye, A-Cheng -lo llamó. El locutor estaba bebiendo, así que se limitó a mirarle al mover los ojos-, ¿cuándo crees que parará esto?

-¿Los intercambios? -Lan Huan asintió-. Es más probable que lo sepas tú a que lo sepa yo.

-Ya. Es solo que estaba dándole vueltas... ¿Crees que podría hacer algo?

-Además de ir al programa del tipo ese que acosaba a tu hermano en la uni y que ahora investiga fenómenos sobrenaturales, no se me ocurre. Y esa no te la recomiendo, desde luego. ¿Crees tú que hay algo que puedas hacer?

-Lo desearía, por lo menos.

Jiang Cheng se quedó en silencio un par de minutos, tan pensativo como su novio. Aunque había aceptado bien la situación (los dos en realidad) no podían no sentir cierto escepticismo a la hora de pensar en todo aquello, por razones más que obvias. A la cabeza del locutor llegó como en un fogonazo la idea de sugerir medicación, pero tampoco quería adelantarse al psiquiatra de Lan Huan. Ni ponerle presión encima.

-Me encantaría tener una respuesta para ti, A-Huan. -Suspiró-. Pero todo esto me sigue sonando a fantasía.

-Pues anda que a mí. 

Sintiéndose perdido, el escritor miró por la ventana de la cafetería. Estaban sentados en una mesa alta, al lado de uno de los escaparates del establecimiento. Veían a la gente pasar por la acera, a los coches correr por la carretera, tan concentrados en sus vidas diarias y en sus realidades inamovibles. Lan Huan quiso ser como ellos, dejarse arrastrar por sus certezas y olvidar lo que había vivido fuera de su mundo. Convencerse de que las espadas no volaban.

-Desearía seguir creyendo que todo son sueños. -Suspiró.

-Como no sean sueños de resaca volvemos al problema de los lapsos de memoria.

-No bebo desde hace años, A-Cheng.

-Y menos mal. Todos recordamos la última vez.

-Todos menos yo. -Puntualizó-. Pero por lo que me habéis contado, no tengo esa necesidad de recordarlo.

-Hey, al menos no robaste un pollo asado como tu hermano.

-Tampoco necesito que me recuerdes eso.

-Sigo pensando que deberían usar ese pollo como anillo de pedida. Les pega, por idiotas. -Se mofó Jiang Cheng-. Aunque el matrimonio igualitario sigue sin ser legal.

Ay, su última borrachera. Nadie deseaba rememorar esa noche en la que su hermano y él casi murieron. Bueno, en realidad solo él estuvo a puntito de morir. Lan Zhan acabó más cerca de la cárcel que del cementerio.

Al final, volvía a reír. Desde el fondo de su corazón, no pudo más que agradecérselo a Jiang Cheng. Con esas pequeñas bromas, esos detallitos sarcásticos y esos afectos camuflados de pullas siempre le acababa haciendo sonreír de nuevo. Aunque quizá debería concentrarse más en todo el berenjenal en el que estaba metido y menos en distraerse con cualquier tontería.

Al cabo de algunos minutos, la pareja salió de la cafetería. Nada más poner un pie en la calle el locutor se estiró como lo haría un gato, bostezando de rebote. Giró sobre sus talones a la hora de volverse hacia Lan Huan, regalándole una de esas bonitas y escasas sonrisas que solo ponía cuando el cielo era de un brillante azul y se oía el clamar de los truenos en el horizonte, un supuesto tan ilusorio como hermoso dentro de sus posibilidades. El escritor le contempló extasiado un par de segundos, observando cómo Jiang Cheng parecía brillar envuelto en luz violeta. Por un segundo no supo si estaba teniendo alguna clase de alucinación visual o solo captando la mera realidad por primera vez en toda su vida. Una mano se alzó en su dirección, una palma extendida hacia él. Sin dudarlo un solo segundo la tomó para encajar sus dedos entre los huecos de la mano ajena, entre los nudillos, como las piezas de un puzle exquisitamente diseñado.

-Vamos, que se nos hace tarde.

***

Una imagen puede ser capaz de evocar más sentimientos que una novela entera. Los que inundaron a Wei WuXian en el Salón de la Espada del reconstruido Muelle del Loto fueron como una cascada incontenible y que discurría hacia arriba, hacia el cielo. De cauce demencial, su corazón se agitó al llegar y recuperar las formas familiares que le alejaban del verdadero presente. Y de esto no tuvo la culpa la arquitectura o que en su cabeza se superpusieran como imágenes difusas el antiguo Muelle del Loto y el nuevo, casi resaltadas en tinta roja las escasísimas diferencias. Su memoria había enterrado aquellas imágenes, pero ahora que las tenía delante sobresalían en colores imposibles, colores que casi quisieron dejarle sin respiración. Cosas que debería haber olvidado —que había olvidado, de hecho, durante mucho tiempo—. Una bandera colocada un poco más a la izquierda que antes o la falta de mesas donde antes hubo cinco sitios dispuestos para cada miembro de la familia. Quizá por eso parecía más grande, porque dónde antes fueron un clan, ahora solo quedaba un superviviente solitario que se alzaba como un rayo en mitad de la lluvia. Pero aunque percibió todo eso, la remembranza la desató otro hecho —otra imagen más bien— radicalmente distinto.

Digno y severo, Jiang WanYin tomó el asiento que le pertenecía por méritos propios y por derecho de nacimiento. Sentado en el trono de loto de nueve pétalos, parecía un rey, un emperador tan feroz como elegante. La sangre de Meishan Yu corría por sus venas, latía en cada uno de sus movimientos felinos, feliz recuerdo del legado de su madre. Matizaba la Jiang, la dotaba de una nueva fuerza y de una nueva grandeza. A su derecha, justo dónde estaría el segundo maestro de la secta, Lan XiChen era toda una reminiscencia de calma, de nubes de algodón disolviendo con suavidad una tormenta inminente. Lan WangJi también se quedó quieto al verlos posicionarse al frente del salón, aunque por motivos distintos a los de su esposo. Donde el segundo jade estaba adelantándose a los acontecimientos —y acertando en el proceso— Wei WuXian se había visto de pronto arrastrado hacia el pasado por una avalancha de imágenes de sus días como discípulo. Si le hubiesen dicho que ante él tenía a las reencarnaciones de Yu ZiYuan y Jiang FengMian, al principio habría podido hasta aceptarlo. Se arrodillaría y les pediría disculpas como correspondía. Y luego se levantaría de un salto, una vez la ilusión se rompiese. Porque las miradas que su hermano y ZeWu-Jun intercambiaban en nada se parecían a las que se dedicaron los antiguos maestros del Muelle del Loto. Bien podría haber heredado Jiang WanYin el carácter intransigente de su madre y Lan XiChen ser de temple gentil como su suegro, pero no había color entre ambas parejas. Porque las miradas furtivas que los dos líderes de secta se dirigían estaban cargadas de complicidad enamorada, justo como solían estarlas las que él mismo le regalaba a Lan WangJi.

Sin casi pretenderlo, el cultivador demoníaco se encontró sonriendo de oreja a oreja. Poco a poco, la imagen de soledad de aquel enorme Muelle del Loto se convertía en una bruma lejana, alejada de la prometedora claridad del presente. Ante él, su antes tan querido shidi no estaba solo, y tenía la certera sospecha de que ya nunca más lo estaría.

-¿Y bien? -Cuestionó el líder Jiang una vez todos hubieron tomado asiento-. ¿Pensáis decirnos de una vez por qué habéis venido?

-¿Hacer turismo no es una opción válida?

-¡Wei WuXian!

-Wei Ying...

-Joven maestro Wei, por favor, agradeceríamos una contestación seria.

-Qué poco sentido del humor tenéis. -Suspiró Wei WuXian-. Yo en realidad querría haberos hablado de esto en QianQian, pero como pasó lo de la caza nocturna y luego os fuisteis corriendo...

-¡¿Cómo que nos fuimos corriendo?! ¡Si vosotros os marchasteis antes!

-¡Porque pensábamos que volveríais a los Recesos de la Nube, Jiang Cheng! -Exclamó como si el cambio de planes de dirección al Muelle del Loto le ofendiera personalmente-. ¡Nos lo habéis puesto todo mucho más difícil!

-¿A vosotros? No me hagas reír.

-Hablo en serio. Te sería mucho más fácil conseguir la aceptación del tío QiRen si ahora mismo estuvieseis en Gusu Lan como las personas obedientes. -Se mofó con un puchero, aunque en sus burlas había una décima de verdad. Zidian crepitó-. De todas formas, ese no es el tema.

-Me sorprende que te des cuenta tú solo. -Bufó Jiang WanYin, ganándose una mirada casi homicida cortesía del segundo jade. No le dio importancia.

-Qué shidi más cruel tengo. -La queja lastimera esperaba provocar alguna clase de reacción, era una tentativa más que obvia, pero por fortuna solo obtuvo un resoplido y unos ojos en blanco-. El caso, hemos descubierto algunas cosillas que podrían ser de interés. Sobre todo para ti, XiChen-ge.

-¿Es sobre los intercambios?

Lan WangJi asintió. A su lado, el hiperactivo Wei WuXian sintió la imparable necesidad de ponerse en pie. Así lo hizo, explicando como un profesor que se pasea por la clase al hablar. Lan QiRen odiaba las clases que daba en los Recesos de la Nube, pero a los discípulos les encantaba.

-¿Recordáis por qué nos fuimos el día de la caza nocturna de QianQian?

-¿No estuvisteis? -Preguntó Lan XiChen, que desconocía ese dato.

-No, se marcharon la noche antes y volvieron durante la misma. Fueron a una aldea cercana, o al menos eso nos comunicaron SiZhui y A-Ling.

-¡Exacto! Y apuesto a que podéis adivinar por qué.

-Claro que no, imbécil.

-Oh, vamos, échale un poco de imaginación.

-¡Desembucha o lo que voy a echar es a ti del Muelle del Loto!

El cultivador demoníaco dejó escapar un suspiro de hastío más que evidente y muy insultante. Jiang WanYin parecía dispuesto a saltar de su trono para apuñalarlo en cualquier momento, y solo la mano de Lan XiChen sobre la suya propia evitó que Zidian comenzase a brillar en un blanco terrorífico. En cuanto le tocó, el anillo, pese a la evidente molestia de su maestro, ni siquiera chisporroteó.

-Vale, tranquilidad, tranquilidad. -Rio Wei WuXian, aunque en realidad él era el principal asesino de la tranquilidad de aquella secta-. Resulta que hace unas semanas estuve intentando encontrar rumores de cualquier tipo sobre casos parecidos al de XiChen-ge, o episodios de aparente demencia o pérdida de memoria que funcionasen a intervalos exactos de un día. No encontré mucho pero, cuando llegamos a QianQian, algo llegó a mis oídos en una taberna. -Explicó-. Al parecer la antigua costurera de una aldea cercana había empezado a presentar episodios de lo que todos consideraban demencia senil. Hace muy poco, cuestión de días. Lo que nos extrañó a Lan Zhan y a mí es que describía una serie de objetos... como poco innovadores. Carros de metal que no necesitan caballos, cajas que calientan la comida y edificios de piedra que llegan al cielo. ¿Os suena de algo?

Ambos líderes de secta intercambiaron una mirada de alerta, sorprendidos. Lan XiChen fijó la mirada en su cuñado, llenos sus ojos de ansias de saber más.

-Eso parece el mundo de Lan Huan.

-Correcto. Y creo que lo es. O, por lo menos, que se parece. Estuvimos investigando a la mujer y a la aldea en general. -Continuó el cultivador demoníaco-. No era una cultivadora, pero su cuerpo estaba a rebosar de energía espiritual. Casi podía competir con la de Lan Zhan, era inaudito. Y conforme se acercaba la noche, más fuerte se hacía.

Y conforme se acercaba la noche, la de Lan Huan disminuía. Jiang WanYin frunció el ceño, uniendo aquellos puntos en su mente. ¿Podría ser...?

-¿Crees que es lo mismo? -Cuestionó el maestro del Muelle del Loto, serio.

-Es muy posible. Al intensificarse parecía un río, como si fluyese desde un manantial. Cuando la seguimos nos condujo de vuelta a QianQian, hasta vosotros. Os lo habríamos contado ahí, pero... bueno, había asuntos más urgentes.

Lan XiChen se llevó una mano a la barbilla, pensativo. Él había detectado aquella energía naciendo de la misma tierra, del propio aire y del agua que lo envolvían. De la naturaleza. Del planeta. Nunca se le había ocurrido seguir la corriente hacia un destinatario anterior, porque no había percibido ninguno. Era como si estuviese en el origen de un lago, sin nada antes que él. Pero ahora veía que ese lago se abría hacía nuevos ríos, ríos que le llevaban de vuelta a sí mismo. Como si de un fenómeno natural se tratara, él no era más que uno de los muchos orígenes repartidos por el mundo. Y así su corriente se estaba agotando, fluyendo de una persona a otra y luego de vuelta a la tierra, al universo en el que nacía.

-Entiendo. -Asintió el primer jade. Ahora sentía como si las piezas del puzle le encajasen solo un poquito más-. ¿Y la otra razón por la que estáis aquí, WangJi, maestro Wei?

-¿No es obvio? ¡Vosotros!

-¿Nosotros? -Exclamaron casi al unísono, compartiendo a medias una miradilla entre divertida y avergonzada.

-¡Sí, vosotros! ¡El tórrido romance entre ZeWu-Jun y Sandu ShengShou ahora mismo es la comidilla del mundo del cultivo!

-Wei Ying...

-¿Sí, amor?

Para su inexpresividad habitual, se podría decir que Lan WangJi tenía el ceño fruncido. El segundo jade se limitó a negar levemente con la cabeza, desistiendo de cualquier intento de intervención o de contención sobre su indómito marido.

-¡¿Qué tórrido romance ni qué demonios?! -Exclamó un alterado (y rojo, rojísimo, parecía capaz de empezar a echar humo por las orejas) Jiang WanYin. A su lado, Lan XiChen tenía las orejas y el cuello colorados-. ¡Si no hemos hecho nada!

-O, en cualquier caso, no en público. -El primer jade se llevó una mirada asesina de su amante y un par de cejas enarcadas con aire de burla de su cuñado-. Creo que hemos obrado con bastante discreción...

-Media QianQian te vio cogerle en brazos y robarte a mi shidi, XiChen-ge. Saliste volando con Jiang Cheng dando gritos, los rumores han llegado hasta Caiyi. -Rio divertido Wei WuXian, para la tremenda desdicha de la segunda pareja. Ahí el intento de máscara de ZeWu-Jun se deshizo como un castillo de arena bajo la marea alta-. Los Lan entendéis por discreción algo un poco distinto al resto de mortales.

-Y-Yo... so... solo quería... ¡Estaba herido! ¡No podía dejarle volar! -El líder de Gusu Lan casi chilló (¡chilló!) aquella justificación atragantada. Su pareja se había limitado a cubrirse el rostro con las manos y resoplar entre ellas mientras Zidian chisporroteaba en su dedo. Ahora sí que brillaba-. ¡Solo quería evitar que se hiciera más daño!

-Estoy más que seguro, pero la gente habla de secuestro y de que os habéis fugado juntos.

Jiang WanYin no se explicaba cómo una persona podía pasar de rojo a blanco y luego a rojo otra vez en cuestión de dos o tres segundos, pero no le cabía la menor duda de que su querido compañero de cultivo y él estaban virando entre esos dos colores a velocidad de vértigo. Una especie de gemido de dolor abandonó su garganta. Le siguió un grito ahogado de asombro cuando Lan XiChen, con la cara completamente carmesí, hizo toda una declaración de intenciones:

-Volvería a hacerlo si fuese necesario. Me dan igual las consecuencias.

Los ojos de Lan WangJi se abrieron un par de milímetros más de lo habitual. En realidad, entendía a su hermano bastante bien, así que tampoco estaba muy sorprendido. Un pelín escandalizado puede que sí. Cierto cultivador demoníaco silbó y cierto shidi suyo estaba que ya no sabía ni dónde meterse.

-Si los rumores le llegan a tu tío, me puedo dar por muerto. 

-¿Lo lamentas?

Todavía luciendo en la cara una paleta de colores un tanto complicada, Jiang WanYin alzó la barbilla con dignidad. Si es que le quedaba alguna a aquellas alturas de la película, claro.

-Ni un poco. ¿Por quién me tomas?

Lan XiChen sonrió con amor, y su sonrisa se vio correspondida en la misma medida. Un poco más hundidos de lo que deberían en la bruma del primer enamoramiento y de los primeros meses de este, casi se olvidaron de que todavía tenían a sus hermanos delante.

-Jiang Cheng, te pasa algo raro en la cara.

-¿Qué? -Le ladró.

-Es que estás sonriendo. No sabía que podías hacer eso.

Un instante de silencio mortal cayó sobre los cuatro presentes.

-Fuera de mi secta.

-¡No, no, no! Ya me callo, pero no me eches, porfa.

Alguna risilla suave y un par de ojos en blanco parecieron dispuestos a aligerar el ambiente del salón. No duró demasiado. Al primer jade no se le escapó la mirada de su hermano, cómo seguía contemplándolo con esos ojos dorados de búho. Parecía, no por primera vez, querer ser el lector en vez del leído. Cuando se dio cuenta, parpadeó un par de veces y le devolvió a ese escrutinio inquisitivo la sonrisa exclusiva del hermano mayor, la que solo quería calmar las emociones de su hermanito. Al final, Lan WangJi se atrevió a hablar, interrumpiendo así una nueva discusión de los dos Orgullos de Yunmeng.

-¿Qué vas a hacer, hermano?

Sagaces, la atención tanto de Wei WuXian como de Jiang WanYin se clavaron en esa especie de comunicación verbal y no verbal entre hermanos de sangre. La verdad es que ellos también tenían bastante curiosidad al respecto. El líder del Loto sobre todo, porque estaba seguro de que su compañero de cultivo querría proceder de alguna manera, pero todavía ignoraba cómo. Más o menos. Le quedaban dudas, y esas dudas se arremolinaban en torno a su estómago y se lo dejaban del revés.

Y... porque más que nada en el mundo, deseaba que se quedase a su lado. Quería que ese proceder implicase un futuro juntos en el Muelle del Loto.

-En un principio, preferiría que tío se enterase de esto por mi boca y no por los rumores de terceros. -Declaró-. Ha solicitado mi presencia en los Recesos de la Nube. Con tu beneplácito, WanYin, pretendo ir en unos días y explicarle personalmente la situación.

-Está bien.

Jiang WanYin había asentido con la cabeza, pero su tono parecía bastante más seco que antes. Se tensó sin siquiera darse cuenta, los hombros cuadrados y la mandíbula afilada. Bajo el amparo de los brazos cruzados, sus puños se cerraron y sus uñas —las que antes de dignarse a acudir al campo de entrenamiento habían recorrido de arriba a abajo la espalda del honorable ZeWu-Jun— se incrustaron en sus palmas. Aunque en sus palabras se intuía la promesa de volver con él, la propuesta estaba a medias, sin definir en ciertos puntos. A su condenada inseguridad le pesaba como una piedra en el corazón, una roca que lo arrastraba hacia abajo.

¿Y si Lan XiChen también lo abandonaba como alguna vez hizo Wei WuXian? ¿Y si descubría que no valía la pena volver con él? ¿Y si...?

El cultivador demoníaco miró dudoso a su marido, casi como si quisiera decir algo y no se atreviese por primera vez en toda la visita. Lan WangJi negó con la cabeza. Perceptivos e inteligentes, ambos eran capaces de intuir lo que estaba pasando por la desastrosa cabeza del líder de secta Jiang. No era difícil de leer, de todas formas; no al captar cómo se habían oscurecido sus ojos. También lo supo el primer jade que, ni corto ni perezoso cuando se trataba de él, se apresuró a cogerle la mano y obligar a que lo mirase directamente a los ojos. Estaba serio cuando se encontraron, solemne incluso, porque no había nada que quisiese menos que a WanYin malinterpretando sus palabras.

-Una vez le explique todo a mi tío, pienso volver aquí, con su bendición o sin ella.

Y la piedra que hundía sus sentimientos se deshizo en miles de trizas que se llevó el viento. Solo una duda quedó patente en esos ojos azules, pero no tenía nada que ver con Lan XiChen. No, solo consigo mismo.

¿De verdad él, Sandu ShengShou, iba a quedarse esperando?

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