Between [XiCheng] [Mo Dao Zu...

By EKurae

147K 24K 9.1K

Es de conocimiento común que, tras los trágicos eventos del templo GuanYin, Lan XiChen, líder de Gusu Lan, de... More

Capítulo 1: Mis sueños nunca han sido tan realistas
Capítulo 2: ¿Dónde se desayuna por aquí?
Capítulo 3: Es un poco pronto para beber, ¿no crees?
Capítulo 4: Así que esto es un teléfono
Capítulo 5: Eso ha dolido más de lo que debería
Capítulo 6: Ya me mando yo al sofá
Capítulo 7: ¿Cómo que veintitrés de marzo?
Capítulo 8: No, no ha sido un lapsus freudiano
Capítulo 9: Lo poco que tenemos en común
Capítulo 10: Si suena a locura y parece un disparate...
Capítulo 11: El arte de salir de situaciones incómodas
Capítulo 12: Toda esta calma me huele a tormenta
Capítulo 13: Otra vez no
Capítulo 14: Me miras como si supiera algo del siglo XXI
Capítulo 15: ¿Para que sirve una cinta de correr si sigo en el mismo sitio?
Capítulo 16: Debería cuidar por dónde piso
Capítulo 17: Vamos a ver, tengo un móvil y no sé utilizarlo
Capítulo 18: Solo creo que eres hermoso
Capítulo 19: Podemos encontrarnos a medio camino
Capítulo 20: Y si no estoy loco, ¿qué está pasando aquí?
Capítulo 21: Así que sabes que sé lo que no quiero que sepas
Capítulo 22: Nos adentramos en terreno desconocido
Capítulo 23: Prefiero decir hasta luego
Capítulo 24: Interludio y pausa para la publicidad en La Sonrisa del Emperador
Capítulo 25: Interludio y pausa para la publicidad en el Muelle del Loto
Capítulo 26: Dicen que la segunda parte siempre es la más interesante
Capítulo 27: Si bebes, ni vueles en espada ni conduzcas
Capítulo 28: Este mundo es más complejo de lo que pensaba
Capítulo 29: El don de la oportunidad no es lo nuestro
Capítulo 30: Hay formas mejores de decir las cosas, ¿y qué?
Capítulo 31: Vamos por partes, por favor
Capítulo 32: Mientras nadie muera antes del postre, todo irá bien
Capítulo 33: ¿No me vais a ofrecer una copa?
Capítulo 34: Mejor lo hablamos mañana
Capítulo 35: Al final lo de ir al psiquiatra no suena tan mal
Capítulo 36: Empecemos atendiendo a razones
Capítulo 37: Separemos lo real de lo... ¿real?
Capítulo 38: ¿Podríamos acercarnos solo tres milímetros más?
Capítulo 39: Nos han echado un mal de ojo
Capítulo 40: O de cómo torcer en la dirección equivocada
Capítulo 41: Ni las películas me entrenaron para esto
Capítulo 42: Experimentemos un poco de todo
Capítulo 43: ¡Aguanta!
Capítulo 44: No esperes que no me enfade
Capítulo 45: Todavía no está todo dicho
Capítulo 46: La próxima vez, ¡llama antes de entrar!
Capítulo 47: En toda buena mudanza faltan cajas
Capítulo 48: No sé yo si esto es legal
Capítulo 49: No, sin duda esto no puede ser legal
Capítulo 50: ¿Me dejarás preguntar?
Capítulo 51: Ahí vamos una y otra y otra vez
Capítulo 52: ¿Que tu gata qué?
Capítulo 53: ¿Veterinario? ¿Debería tener miedo?
Capítulo 54: ¿No deberían haberte dado puntos por esto?
Capítulo 56: Yo también te quiero
Capítulo 57: Lo que no pase en la radio...
Capítulo 58: Los hay inoportunos y luego está Wei WuXian
Capítulo 59: Porque quedarnos como estamos no es una opción
Capítulo 60: Entre hermano y hermano
Capítulo 61: Esto no tiene tan mala pinta
Capítulo 62: La familia política me asusta más que la muerte
Capítulo 63: Por favor, por favor, que a nadie le dé un ataque al corazón
Capítulo 64: No te lo dejes en el tintero
Capítulo 65: ¿Seguro que este cuento se ha acabado?
Epílogo 1: El despertar del siglo XXI
Epílogo 2: El despertar del Muelle del Loto

Capítulo 55: A todo se le puede dar una oportunidad

1.3K 240 59
By EKurae

-¿Sí? ¿Papá?

Nada más dejar escapar la última sílaba, los labios de Jiang Cheng se apretaron en una línea fina y tensa, como si no supiera que esperarse. En cualquier caso no auguraba nada bueno; tenía ya ese presentimiento asignado por defecto cuando se trataba de su familia, por mucho que la última cena familiar no hubiese ido mal. Su expresión también parecía escéptica, aunque eso se le notaba más en las cejas, fruncidas hasta el máximo alcanzable. Lan XiChen sostuvo el trasportín de Zidian cerca del pecho, contemplándole preocupado. Entendía que algunas batallas se libran en soledad, pero esta había llegado muy... por sorpresa.

-Hola, A-Cheng.

¿Podía oír la voz de Jiang FengMian cuando la llamada no era para él? Pues sí, pero solo porque el locutor había puesto el altavoz, su muda manera de buscar algo de apoyo moral, aunque el primer jade no tenía ni la más remota idea de qué era eso. Y porque habían tenido suerte y la zona no estaba muy transitada en el momento. De lo contrario con el tráfico no se habría enterado de nada.

-¿Ocurre algo? 

No lo diría, pero tampoco necesitaba hacerlo. Lan XiChen podía leer junto a toda la incomodidad una inevitable inquietud. Quizá porque sabía que su padre no le llamaría así como así sin un motivo de peso, uno muy serio. Con ese modelo predictivo grabado a fuego en el cerebro, ¿cómo no se preocuparía? Lo más suave que se le pasaba por la cabeza era que sus padres hubiesen quedado atrapados en un accidente de tráfico y se estuvieran muriendo (y que por accidente lo hubiera llamado a él en vez de a Wei Ying). Sin embargo, el tono tranquilo de Jiang FengMian y la calma bulliciosa de una oficina al otro lado de la línea parecían capaces de echar por tierra cualquier teoría catastrofista. Por suerte se equivocaba en las películas que ya comenzaba a montarse en su cabeza, porque no necesitaba tener razón esta vez.

-Oh, no, no, tranquilo. Todo va bien. -Le relajó su padre con ese tono que solía usar con los clientes peliagudos... y con su madre-. Solo llamaba para ver qué tal estabas.

-¿Yo?

La incredulidad del pobre Jiang Cheng era casi insultante. Mirándole, Lan XiChen no sabía si reír, llorar, compadecerse de su padre o desear descuartizarle. Vale, la última parecía poco probable, pero solo porque el primer jade era demasiado bueno para este mundo. En realidad, deseaba regañar (mucho) a su suegro no-suegro-en-este-mundo.

-Sí. -El propio Jiang FengMian parecía un tanto incómodo, culpable incluso, ante ese recelo forzoso al que su hijo se había visto obligado. También daba la impresión de que lo entendía-. ¿Te pillo en mal momento?

-Em... No, no.

-Bien... ¿cómo te va?

Ah, qué incómodo.

En sus brazos, Zidian maulló como si juzgase a la estúpida pareja padre-hijo, que llevaban tanto tiempo separados (toda una vida) que ya no sabían comportarse el uno frente al otro. El primer jade contempló compasivo al locutor justo después de suspirar hacia la gata. Hacía de abogado defensor, pero no sabía maullar. Después, se encontró con la mirada desamparada de Jiang Cheng fija en su persona, tan azul que resultaba hipnótica, enmarcada en la montura negra de sus gafas. Le hizo tragar saliva, como si le hubiesen dado un puñetazo. A su manera, silenciosa y orgullosa, parecía pedirle ayuda, pero Lan XiChen no sabía cómo ayudarle. Intentando resultar alentador, le regaló una sonrisa. Al menos un poquito, pareció funcionar.

-Todo bien, gracias. -Contestó el locutor, más formal de lo que quiso. No sabía hablar con ese hombre, nadie le había enseñado, pero ver a Lan XiChen asintiendo frente a él como si le diera ánimos le ayudó a atreverse a continuar, a decir algo más en vez de dejar la conversación ahí-. Acabo de salir del veterinario.

-Oh, ¿veterinario? ¿Tienes perro?

¿Todavía recordaba que adoraba a los perros? Qué sorpresa.

-Gata en realidad. Embarazada. ¿Mamá y tú no querréis un cachorro por algún casual?

El ofrecimiento le salió sin pensar, porque todavía estaba pensando en dónde colocar a las crías para que todas crecieran bien, felices y bien cuidadas. Y sobre todo porque había entrado en pánico, pero eso lo declararía secundario y se centraría en los cachorros. No quería que ninguno tuviera que vivir una situación similar a los primeros meses de Zidian, y no lo harían si él podía evitarlo. Además, sabía de buena tinta que Lan Huan, con su debilidad por los animalillos pequeños y peludos, estaría de acuerdo.

-Se lo comentaré a tu madre. Puede que le guste la idea. -A este lado de la línea, Jiang Cheng asintió. Poco le importaba que su padre no pudiese verle, lo intuiría-. ¿Con Lan Huan todo bien?

La pregunta los tomó por sorpresa a ambos, presentador de radio y cultivador de renombre. Por un segundo de silencio, se miraron de hito en hito. Lan XiChen se quedó de piedra. ¿Acababa de oír lo que creía que acababa de oír?

-Sí... De maravilla.

Muy relativo todo eso. Sí que les iba bien, por supuesto, pero no sabía hasta qué punto era correcto decirlo teniendo delante a Lan XiChen en vez de a Lan Huan.

Puso los ojos en blanco. De todas formas, a su padre tampoco le importaría demasiado. Estaba convencido de que preguntaba solo por cortesía. Aunque en esta ocasión en concreto, no llevaba la razón. No del todo. Pobrecillo, todavía no se podía creer que Jiang FengMian estuviese intentando lo de interesarse por él y... ¿reparar su relación? ¿Había algo que reparar ahí o era solo que el consejero matrimonial (al que sin duda estaba yendo con Yu ZiYuan) le había puesto deberes?

-Me alegro, me alegro. ¿Estáis libres el fin de semana que viene?

Jiang Cheng ya sí que no daba crédito y, por pura inercia, Lan XiChen también se sentía confuso. ¿Acaso su padre se había dado un golpe en la cabeza o es que lo habían abducido los aliens? ¿Habría cambiado de cuerpo como Lan Huan? ¿Se podía eso?

-¿Sí?

-Genial. Tu madre pensó que sería buena idea invitaros a comer y ponernos al día con vosotros. Ya tenemos una reserva para el sábado en el restaurante de A-Li. ¿Vendréis?

¿Invitarlos a comer? ¡Invitarlos a comer! Eso parecía un gran paso hacia delante, al menos según el punto de vista del primer jade. Iba a sonreír, pero se quedó a medias con una mueca un tanto extraña, parecida a la risa nerviosa del que no sabe si reír o llorar. La expresión congestionada del locutor le hizo pensar que, quizá y solo quizá, no era algo tan bueno como sonaba. Sin embargo (contradictorio a todo en tantos sentidos que Lan XiChen ya no sabía si su compañero quería aceptar o declinar la oferta) Jiang Cheng acabó por asentir.

-Está bien. Allí estaremos. Nos vemos.

Tres frases cortas, concisas y frías. Parecían seguras, pero al cultivador no se le escapó que la mano con la que sostenía el teléfono móvil le temblaba.

-Nos vemos, A-Cheng.

La llamada finalizó con un tintineo metálico. Nada más volver a guardar el teléfono en el bolsillo de su pantalón, el presentador de radio pareció desinflarse. A pasos lentos y pesados, reemprendió la marcha en dirección a su piso. Tenían un buen paseo por delante, pero nadie quería que Lan XiChen volviese a querer vomitar incluso su propio estómago, contenido incluido. Visto lo visto, a mayores no era el único bajo la amenaza de las náuseas, aunque lo de Jiang Cheng era de puro nerviosismo.

-¿Qué cojones ha sido eso? -Masculló al cabo de un par de pasos.

-Pues... ¿tu padre invitándoos a comer a Lan Huan y a ti?

-No, sí, ya. De eso me he dado cuenta. -Le gruñó-. ¿Qué demonios?

-¿Ha sido raro?

-¿Viniendo de mi padre? Que lo hubiera poseído un fantasma me habría parecido más normal.

Quizá no debería haberse reído (y menos visto su historial de intercambios/posesiones/viajes sobrenaturales a través de distintos planos astrales), sin embargo, le resultó casi imposible contener un resoplido cómico. Jiang Cheng lo fulminó con la mirada, entre contrariado y confuso. Nunca intentó recuperar el trasportín de Zidian, pero Lan XiChen siguió llevándola de buen grado. El locutor la había cogido a la ida, así que sonaba justo que él hiciese el trayecto de vuelta, aunque su carga no pesase demasiado.

-Parece que está intentando reconectar contigo.

-Da la impresión, y me jode. -El primer jade alzó una ceja y, vistos sus modales de señorito, Jiang Cheng sintió algo así como la necesidad de refrenar la lengua por una vez-. Me molesta mucho. No lo ha hecho en años. ¿Por qué ahora?

-Quizá se arrepienta por no haber estado antes.

-¿Y a mí qué? Su hijo se la lleva sudando toda la vida ¿y ahora de pronto soy una herramienta para aliviar su conciencia? ¡Por supuesto que no voy a estar conforme con eso!

Lan XiChen frunció los labios, más pensativo que contrariado. Buscaba las palabras correctas, porque entendía los sentimientos de las dos partes implicadas. No le cabía duda que, si su padre de pronto y por magia divina hubiese dejado la reclusión para entrometerse en sus vidas, se habría molestado. Habría sido incómodo, torpe, y hasta estado fuera de lugar. No lo habría dejado ver, eso era sin duda lo más probable, pero por dentro se habría puesto a chillar de frustración. La misma pregunta ineludible de "¡¿por qué ahora?!" resonaría en sus pensamientos, de la mano de una réplica que Jiang Cheng tenía grabada a fuego en el cerebro.

¡Te necesitaba antes y no estabas!

Por supuesto, él tampoco querría reconciliarse así como así, haciendo como que no ha pasado nada y dejando caer años de negligencia en el olvido. Sin embargo, él ya no tenía esa opción. Lo había echado de menos toda la vida. Cierto anhelo le hacía desear que, de vuelta en la adolescencia, su padre tomase la misma decisión que Jiang FengMian parecía estar intentando poner ahora en práctica, quién sabe si influenciado o no.

-Al menos lo intenta. -Acabó por hablar con suavidad, meditando cada palabra-. No todos lo hacen.

Jiang Cheng le contempló por el rabillo del ojo, el ceño fruncido con fuerza y la mirada tormentosa, llena del mismo conflicto con el que Lan XiChen empatizaba.

-¿Me vas a decir que debería darle una oportunidad?

-Te voy a decir que puedes hacerlo. Es solo decisión tuya.

-¿Y qué pasa si no quisiera hacerlo? ¿Tengo que sentirme mal por ello acaso?

El primer jade reconocía ese tono alterado, enfadado. Zidian volvió a maullar, pero poco podían hacer sus poderes calmantes de gata cuando nadie iba a acariciarla, al menos no hasta que llegasen a casa. Todo lo que Lan XiChen pretendía evitar por cualquier medio posible era que el presentador comenzase a sentirse acorralado.

-No. Sería una decisión válida y estoy seguro de que Lan Huan la apoyará. Yo mismo la apoyaría. Simplemente digo que tienes la opción ahí, para valorarla.

Jiang Cheng le miró como si estuviese leyendo algo en él. Aunque en un primer momento le dio miedo (porque ese Jiang Cheng siempre parecía ser capaz de leer bastante más de lo que luego comunicaba, al menos de su persona) se dejó observar. Ambos gestos estaban serios, meditabundos, solo que el uno tenía los puños apretados y el otro no.

-Lo peor es que... quiero darle esa oportunidad, pero me cabrea muchísimo. No le entiendo, no entiendo nada. -El locutor acabó por suspirar, casi como si se sintiese derrotado-. ¿Tú qué harías en mi lugar?

-Aceptaría. -Admitió Lan XiChen sin apenas dudar. El ceño fruncido del presentador se hizo solo un poco más profundo, hasta que escuchó la justificación-. Pero jamás tendré esa oportunidad. Solo por eso puedo decir que la tomaría tan a la ligera.

Parpadeando un par de veces, Jiang Cheng buscó su mirada seria. Aunque el primer jade no la rehuyó, quería hacerlo. Era instintivo, siempre quería huir cuando sus pensamientos viraban hacia las partes conflictivas de su vida, por mucho que la mayoría de heridas ya estuviesen casi cicatrizadas.

Curiosamente, esos intercambios le habían ayudado a empezar a curar las que todavía sangraban. Más de lo que pensaba incluso.

-Tu padre...

-Murió. Hace muchos años en realidad.

Una pequeña "o" se dibujó en la boquita del presentador. Lan XiChen le restó importancia al negar con la cabeza.

-Lo siento. No lo sabía.

-No, por favor, no te preocupes. -Se apresuró a detenerle el primer jade. Algo en recibir las condolencias de Jiang Cheng —cuando su Jiang WanYin había perdido tanto y pasado por tanto, cuando se había sobrepuesto a todas las tragedias que lo habían destrozado— le resultaba tremendamente incorrecto-. Ocurrió cuando era joven.

-No lo mejoras. -Le bufó el presentador, causando una risita en el cultivador que sin duda alguna estaba fuera de lugar.

-De verdad, está más que asumido. -Le tranquilizó-. Además... bueno, mi padre siempre estuvo bastante ausente en mi juventud también. No puedo decir que su pérdida fuese lo peor que me ha pasado nunca. De no ser por la guerra, creo que no habría notado demasiado el cambio. Supongo que habría sentido lo mismo que tú si de pronto hubiese querido reaparecer en mi vida así por las buenas pero... habría dicho que sí. Aunque puede que más por WangJi que por mí.

-¿WangJi?

-Mi hermano. Es su nombre de cortesía.

Jiang Cheng asintió. Sentía que siempre se le olvidaba ese dato. Luego pareció seguir meditando el tema de su padre, o al menos lo hizo hasta que llegaron al siguiente semáforo. Cuando se pararon frente al poste rojo brillante, suspiró. Parecía molesto, pero el regusto amargo que le transmitían sus ojos, el toque desolado, se había ido disipando poco a poco. A cada paso que daban lo enterraba más hondo en su corazón, en lo profundo de los pensamientos.

-Lan Huan y tú sois iguales. -Acabó por bufar en el instante en el que la luz roja se volvió verde.

-¿Iguales? WanYin suele decir que somos inconfundibles.

-También. -Concedió-. Pero sois idénticos en lo que importa de verdad.

No supo muy bien qué pudo provocarla, pero una sonrisa se extendió a lo largo de su expresión plagada de cariño.

Al fin y al cabo, podría decir lo mismo.

***

Cuanto más cerca estaba el final del día, más sentía Lan Huan que le pesaban hasta los huesos. Y los párpados, los párpados también.

Recordaba haber sentido un cansancio semejante una vez, solo una, cuando desfalleció algunas horas después de la caza nocturna de QianQian. En su momento, ni le había dado vueltas al motivo. Si lo hubiese pensado, se lo achacaría seguramente a las emociones desmedidas, a la arrasadora preocupación y al miedo que habían invadido su cerebro como una horda demoledora. También le echaría parte de la culpa a la caza nocturna en sí, al ejercicio físico y a correr por el bosque a toda velocidad con un peso (casi) muerto en los brazos. En su cabeza tenía sentido, y no se le venía ninguna razón que fuese achacable a alguna causa sobrenatural.

Primer error. Al fin y al cabo todo el tema de los intercambios era, sin duda alguna, muy sobrenatural. Tanto que debería empezar a plantearse la idea de contratar a un exorcista, aun a riesgo de que su A-Cheng pensase que se le había ido la cabeza del todo.

Poco después de cenar, Jiang WanYin declaró que todavía le quedaba papeleo por hacer, así que podía adelantarse a la habitación que estaba al lado de la suya si quería descansar. Eran los aposentos preparados para Lan XiChen, esos que estaban ahí solo por hacer el paripé. Al líder Jiang le dio la impresión de que a su invitado de otro mundo le vendría bien un sueñecito, porque su agotamiento resultaba evidente. Se llevó una sorpresa, sin embargo, cuando Lan Huan negó con la cabeza y dijo que le esperaría, aunque no pretendiesen dormir en la misma habitación por... bueno, por motivos obvios. Así que allí estaban, en el despacho de Jiang WanYin, el uno corrigiendo informes de cazas nocturnas y el otro cabeceando sin remedio.

En algún momento dado, cuando la luz de la lámpara de aceite comenzó a proyectar las sombras más oscuras sobre los documentos que debía examinar con lupa, el cultivador dejó de leer. Alzó la mirada solo para encontrarse al escritor con la cabeza apoyada en una mano y el codo sobre su escritorio, frente a él. Sus largas pestañas dibujaban hilos contorneados sobre sus mejillas, blancas como el jade recién pulido. Cuando estaba callado era más difícil distinguirlo de su... de XiChen. Y, aunque parecía que acabaría por dormirse de un momento a otro, trataba de mantenerse despierto para hacerle compañía. Jiang WanYin sintió que se le estrujaba el corazón en un anhelo que no se atrevía del todo a revelar. Querría verle así siempre, en su oficina, a su lado, ayudándole con el papeleo o esperando para irse juntos a dormir.

Quería que se quedase con él más que nada en este mundo. Que Lan XiChen escogiese permanecer a su lado, que le escogiese. Y, si Lan Huan no había abandonado al Jiang Cheng que conocía, eso le susurraba, casi como en un sueño, que tenía una posibilidad.

Mientras el líder Jiang se perdía momentáneamente en sus emociones, Lan Huan sintió que se le resbalaba la mejilla del puño, que se le caía la cabeza de encima de los hombros y que el mundo de pronto saltaba al vacío con él. Al notar que estaba a punto de quedarse dormido, se sobresaltó. Con una exclamación levantó la cabeza de golpe, mirando a su alrededor. De rebote consiguió que Jiang WanYin saliera de su ensoñación.

-¿Qué...?

-Estabas a punto de quedarte dormido. -Le contestó el cultivador a esa pregunta que no había terminado de ser formulada.

-Eso parece. -Un bostezo indecoroso le hizo abrir la boca más de lo que cualquier estándar social considera correcto. Jiang WanYin tragó saliva. Si ese no fuese la versión de otro mundo de su pareja de cultivo, ya le estaría besando, acababa de pensarlo de una manera dolorosamente consciente. A la mierda los convencionalismos-. No entiendo por qué estoy tan cansado. Tampoco he hecho demasiado.

-Doy fe.

Lan Huan le frunció el ceño, molesto solo en apariencia. El líder de secta tuvo que camuflar una risilla para nada propia de él detrás de uno de los informes. ¡Malditos sentimientos, le hacían débil!

-Te habría ayudado si me lo hubieses pedido.

-No necesito ayuda para resolver el papeleo, llevo años haciendo esto. -Le bufó-. Da igual. ¿Te sientes mal?

-No, tranquilo. Es solo el cansancio.

Dejando escapar un ruidito meditabundo, Jiang WanYin se llevó una mano a la barbilla. Ante el segundo bostezo del escritor, se levantó de su asiento para arrodillarse a su lado.

-Hace un rato no parecías tan cansado.

-Hace un rato no me sentía tan cansado. 

-Dame la mano. Quiero comprobar una cosa.

Lan Huan no protestó. Con la mansedumbre propia del sueño en exceso, le tendió su diestra al líder Jiang, dejando que la tomase con sus manos de guerrero. Le dio la vuelta, la palma mirando hacia arriba, y apoyó dos dedos sobre el marcado entramado de venas azules, como si le estuviera tomando el pulso. Luego frunció el ceño.

-¿Pasa algo?

-La energía espiritual de XiChen. -Dijo. Cómo si eso le fuese a servir de explicación a un amateur-. Funciona y fluye de manera regular, pero tu cuerpo no la está usando.

Esa explicación ya estaba mejor, pero seguía sin resultarle esclarecedora.

-¿Y eso significa...?

-Que te sientes agotado porque tus caminos espirituales se están vaciando. La energía que os conecta... parece que vuelve.

-Suena a algo malo.

-Lo es, un poco. Por lo que he podido comprobar, cuando estás aquí el cuerpo de XiChen usa una corriente de energía alternativa, externa, en vez de la que le suministra su propio núcleo. Me atrevería a decir que está ligada a tu alma.

Curioso a ese respecto, las cejas de Lan Huan se crisparon un segundo.

-Eso significa que, si desapareciera, no habría más intercambios, ¿no?

-Probablemente, pero parece una fuerza de la naturaleza, de la tierra. -Argumentó el líder Jiang-. No creo que vaya solo a desvanecerse así como así.

Salvo que, si en realidad había llegado así como así, bien podría marcharse de la misma forma y aquí no ha pasado nada.

-Pero mi cuerpo ahora mismo usa esa corriente, ¿no? -Jiang WanYin asintió. Nunca había llegado a soltar su mano-. Entonces no explica por qué estoy tan cansado.

-Te lo he dicho, pero no me escuchas. -Masculló de mala gana el líder del Loto-. Se está... agotando, o algo similar.

-Ah.

El escritor bostezó por tercera vez. Si era consciente o no de sus actos, no pensaba aclarárselo al cultivador. Sabía que, de hacerlo, se arriesgaría a recibir una paliza con Zidian, y ya bastante tenía con la gata y su comportamiento raro. Menuda sorpresa iba a llevarse al volver. Así que sin mediar palabra ni esperar la inminente respuesta, se dejó caer sobre el regazo del líder Jiang, apoyando la cabeza sin vergüenza ninguna sobre sus cómodos muslos.

Si tenía que volver a su mundo por la fuerza y con el miedo a desmayarse de un momento a otro, al menos se pondría cómodo primero.

Sobre él escuchó algo que parecía un grito ahogado y frustrado, una queja en toda regla. Sin embargo, y aunque daba la impresión de querer hacerlo para salvar algo de cara (la misma que se le había puesto tan roja como un tomate), Jiang WanYin ni le empujó ni le atizó ni le sacó a patadas de su secta. Todo lo contrario. Al cabo de unos instantes, vencido por unos impulsos a los que jamás pensó que sucumbiría, comenzó a peinar su cabello con los dedos. Las suaves caricias entre largos mechones amenazaron con adormecerlo más de lo que ya estaba, hasta obligarlo a emitir un ronroneo del gusto.

-La corriente de energía espiritual se está debilitando. -Retomó la conversación el cultivador, sin cesar en ningún momento en sus caricias-. Creemos que lo hace siempre al final de los intercambios. También se intensifica justo antes de que llegues, como si lo anunciara.

Lan Huan simplemente le demostró que lo había escuchado (y entendido más o menos) con un murmullo suave. Al contarle eso, Jiang WanYin se había puesto un poco más rojo de lo que ya estaba. Menos mal que tenía los ojos cerrados y no había visto su reacción al recordar la abrumadora corriente de energía espiritual que Lan XiChen vertió sobre él el día anterior y cómo lo hizo. En el cómo estaba la clave.

Era indudable que, a lo largo de cada intercambio, la energía espiritual que mantenía el alma del escritor atada a un mundo que no era el suyo iba variando, fortaleciéndose y desvaneciéndose según corrientes astrales que escapaban a la comprensión humana. La teoría del fenómeno natural no era errada, para nada, y estaba mucho más acertada que cualquier posible hechizo o maldición que hubieran podido creer que se había lanzado sobre el primer jade. Nadie le había hecho nada, nadie provocaba aquello. Podría estar en sintonía con la presencia de Jiang Cheng en ambos mundos, con su alma replicada y destinada. Quizá sí. Quizá no. Podría venir el "problema" de sus años en reclusión, de cultivar solo y sin guía y llegar a dónde quizá no tenía que llegar o tocar lo que quizá no debería haber tocado. En realidad, él ni siquiera era consciente. Ni Lan XiChen ni Lan Huan sabían por qué. Ignoraban que, en algún momento en aquellos años de meditación aislada, el primer jade encontró y abrió sin querer la puerta a otro mundo, como también ignoraban que probablemente acabase por cerrarse con la misma naturalidad con la que se había abierto.

Ese momento no estaba lejos, porque, en consonancia con las palabras de Jiang WanYin, la corriente de ese río que viajaba entre universos se estaba debilitando. No solo a lo largo de los intercambios. También entre ellos. Y viajaba más allá de lo que entendían.

El líder de secta Jiang no dijo nada más. No tenía nada que decir y Lan Huan estaba demasiado cansado como para preguntar algo. En otro contexto, si se sintiese solo un poco más despierto, podría haberle bombardeado a cuestiones que asaltaban sus adormilados pensamientos. En aquel, no. En aquel preciso instante solo quería dormirse de una vez, acunado por las caricias de Jiang WanYin, que en tanto se parecían a las de su adorado A-Cheng. Lo logró en cuestión de minutos.

Cuando vio que la respiración del escritor se había vuelto constante y lenta, el cultivador se permitió una sonrisa que también denotaba cansancio. En menor medida, pero ahí estaba. Le dedicó un rápido vistazo a su escritorio y decidió que se ocuparía por la mañana del papeleo que le quedaba pendiente, que ahora no era el momento. Siendo lo más cuidadoso posible y tratando de bajo ningún concepto importunar el sueño de Lan Huan —cosa que no habría podido hacer, de todas formas—, se echó al falso primer jade a la espalda y lo llevó de regreso a sus habitaciones. Menos mal, pensó al sorprenderse por el peso del cuerpo que ahora cargaba, que el ala de aposentos privados no estaba muy lejos de su despacho.

La habitación que le había asignado a Lan XiChen se daba un aire a la suya, elegante pero lujosa, decorada con el emblema de Yunmeng Jiang y con una cama solo un poco más pequeña que la propia. Dejó con toda la suavidad que pudo al líder de Gusu sobre el colchón y luego estiró los músculos de la espalda, quejándose en bajito cuando la zona de su costado herido se resintió.

¿Cómo podía pesar tanto ese hombre con el cuerpo de dios que tenía? Si era solo músculo y huesos, vamos a ver.

Con un bufido tan divertido como contenido, Jiang WanYin negó para sí mismo con la cabeza. Luego se hizo con una manta y cubrió al escritor (o quizá ya era el primer jade, quién sabe) con ella. La sonrisa en sus labios estaba enamorada, plagada de amor, de cariño, y era incontenible. Tampoco deseaba contenerla, no cuando estaba a solas con su amante durmiente.

-Descansa, XiChen.

Continue Reading

You'll Also Like

9.8K 943 1
Wei Ying está embarazado. *Mpreg, post-canon, corto.
114K 13.8K 14
Lan WangJi quiere ignorar los sentimientos que tiene por Wei WuXian, fingir que no existen, pero ya no puede ignorar sus sentimientos cuando Wei WuXi...
17.9K 2.9K 11
Una historia de amor, protagonizada por la magia y el misterio. Entre un espíritu zorro prisionero y su salvador. Historia corta BL. WANGXIAN
19.1K 3.4K 14
Jiang Cheng, un famoso e influyente editor de Nueva York, está a punto de ser deportado a China. Para evitarlo, declara que está comprometido con su...