Between [XiCheng] [Mo Dao Zu...

By EKurae

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Es de conocimiento común que, tras los trágicos eventos del templo GuanYin, Lan XiChen, líder de Gusu Lan, de... More

Capítulo 1: Mis sueños nunca han sido tan realistas
Capítulo 2: ¿Dónde se desayuna por aquí?
Capítulo 3: Es un poco pronto para beber, ¿no crees?
Capítulo 4: Así que esto es un teléfono
Capítulo 5: Eso ha dolido más de lo que debería
Capítulo 6: Ya me mando yo al sofá
Capítulo 7: ¿Cómo que veintitrés de marzo?
Capítulo 8: No, no ha sido un lapsus freudiano
Capítulo 9: Lo poco que tenemos en común
Capítulo 10: Si suena a locura y parece un disparate...
Capítulo 11: El arte de salir de situaciones incómodas
Capítulo 12: Toda esta calma me huele a tormenta
Capítulo 13: Otra vez no
Capítulo 14: Me miras como si supiera algo del siglo XXI
Capítulo 15: ¿Para que sirve una cinta de correr si sigo en el mismo sitio?
Capítulo 16: Debería cuidar por dónde piso
Capítulo 17: Vamos a ver, tengo un móvil y no sé utilizarlo
Capítulo 18: Solo creo que eres hermoso
Capítulo 19: Podemos encontrarnos a medio camino
Capítulo 20: Y si no estoy loco, ¿qué está pasando aquí?
Capítulo 21: Así que sabes que sé lo que no quiero que sepas
Capítulo 22: Nos adentramos en terreno desconocido
Capítulo 23: Prefiero decir hasta luego
Capítulo 24: Interludio y pausa para la publicidad en La Sonrisa del Emperador
Capítulo 25: Interludio y pausa para la publicidad en el Muelle del Loto
Capítulo 26: Dicen que la segunda parte siempre es la más interesante
Capítulo 27: Si bebes, ni vueles en espada ni conduzcas
Capítulo 28: Este mundo es más complejo de lo que pensaba
Capítulo 29: El don de la oportunidad no es lo nuestro
Capítulo 30: Hay formas mejores de decir las cosas, ¿y qué?
Capítulo 31: Vamos por partes, por favor
Capítulo 32: Mientras nadie muera antes del postre, todo irá bien
Capítulo 33: ¿No me vais a ofrecer una copa?
Capítulo 34: Mejor lo hablamos mañana
Capítulo 35: Al final lo de ir al psiquiatra no suena tan mal
Capítulo 36: Empecemos atendiendo a razones
Capítulo 37: Separemos lo real de lo... ¿real?
Capítulo 38: ¿Podríamos acercarnos solo tres milímetros más?
Capítulo 39: Nos han echado un mal de ojo
Capítulo 40: O de cómo torcer en la dirección equivocada
Capítulo 41: Ni las películas me entrenaron para esto
Capítulo 42: Experimentemos un poco de todo
Capítulo 43: ¡Aguanta!
Capítulo 44: No esperes que no me enfade
Capítulo 45: Todavía no está todo dicho
Capítulo 46: La próxima vez, ¡llama antes de entrar!
Capítulo 47: En toda buena mudanza faltan cajas
Capítulo 48: No sé yo si esto es legal
Capítulo 50: ¿Me dejarás preguntar?
Capítulo 51: Ahí vamos una y otra y otra vez
Capítulo 52: ¿Que tu gata qué?
Capítulo 53: ¿Veterinario? ¿Debería tener miedo?
Capítulo 54: ¿No deberían haberte dado puntos por esto?
Capítulo 55: A todo se le puede dar una oportunidad
Capítulo 56: Yo también te quiero
Capítulo 57: Lo que no pase en la radio...
Capítulo 58: Los hay inoportunos y luego está Wei WuXian
Capítulo 59: Porque quedarnos como estamos no es una opción
Capítulo 60: Entre hermano y hermano
Capítulo 61: Esto no tiene tan mala pinta
Capítulo 62: La familia política me asusta más que la muerte
Capítulo 63: Por favor, por favor, que a nadie le dé un ataque al corazón
Capítulo 64: No te lo dejes en el tintero
Capítulo 65: ¿Seguro que este cuento se ha acabado?
Epílogo 1: El despertar del siglo XXI
Epílogo 2: El despertar del Muelle del Loto

Capítulo 49: No, sin duda esto no puede ser legal

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By EKurae

La mirada de Lan XiChen prácticamente le quemaba.

Con las túnicas todavía puestas, sin molestarse siquiera en pensar en ellas, el primer jade había entrado a la bañera, una pierna a cada lado de las suyas y las manos afianzando todo su peso sobre el borde. La cinta de la frente había caído al baño, pero a ninguno de los dos les importaba lo más mínimo. Después de sumergirse impregnada en agua, pudo sentir el liviano peso de la tela sobre su rodilla. De pronto Jiang WanYin se creía capaz de notar cada roce con una lucidez que raras veces había poseído. Incluso la respiración contraria a pocos centímetros de su rostro le parecía una bofetada, un tierno golpe que le hacía temblar desde la raíz de los cabellos hasta los dedos de los pies. La madera se astillaba en los bordes, como su voluntad, como sus ganas de mantenerse firme. Aun así se las arregló para respirar hondo y sostenerle la mirada, desafiante. Siempre desafiante incluso a pesar del ardor.

Quemaba. Quemaba tanto como su creciente excitación.

Ardía. Y le encantaba.

-Espero que no te arrepientas de esto, WanYin.

La voz de Lan XiChen sonaba ronca, ansiosa. Tanto como la suya propia si se decidía a emplearla para tentarle un poco más. Le hizo sonreír, porque la lujuria incontenible que luchaba por camuflar se derramaba fuera del honorable ZeWu-Jun sin filtro alguno. Ahora, liberado de las ataduras de sus tradiciones, hablaba sin límites.

-Lo consideraré toda una hazaña si logras que me arrepienta, XiChen. 

Ante ese reto susurrado Lan XiChen le contempló  como ya llevaba un buen rato haciendo, como si no existiera nada ni nadie más que él en el mundo. Esta vez sus ojos, pardos y oscuros, recorrieron todo su cuerpo. Solo de la cabeza a las rodillas entreabiertas, porque los pies ya quedaban a sus espaldas. Sin siquiera tocarle logró que quisiera revolverse. Jiang WanYin se sentía como si le estuvieran arrancando la piel a tiras de forma meramente psíquica. Solo que en vez de dolor no sentía sino la más grande de las tentaciones. Un poco por encima de su bajo vientre se condensaba un picor candoroso que identificaba como la necesidad de tocar y ser tocado. La espera le mataba, y ya llevaba demasiado rato esperando.

Decididas, suprimiendo hasta el más mínimo temblor, las manos del líder de Yunmeng Jiang se alzaron en dirección a las solapas de la túnica de Lan XiChen. Bajo su atenta mirada las coló entre la tela. Buscaban a partes iguales tanto desvestirle como empaparle la ropa, aunque de cintura para abajo ya era todo humedad. Al sentir las elegantes y fuertes palmas de Jiang WanYin posarse en su pecho, el primer jade se entregó a sus labios. El agua le alcanzó el abdomen y se desbordó por los límites de la bañera, curiosa metáfora del anhelo que compartían. Con dedos torpes, apresurados, se desató él mismo el cinturón y lo tiró fuera del barreño. La ficha de jade que llevaba al cinto rebotó en alguna parte, quién sabe si en el suelo o en las paredes. Un tintineo sordo. No giró la cabeza para comprobarlo. En actos paralelos, el líder Jiang le bajó las túnicas por los hombros, hasta que cayeron por su propio peso. Ante sus ojos se reveló una extensión de piel de porcelana y definida musculatura que le hizo temblar por culpa de la impaciente anticipación. Era como el jade, como una deidad. Se encontró evaluando su cuerpo con la misma admiración hambrienta que el propio líder de Gusu Lan le profesaba.

Nunca creyó que el primer cuerpo que acariciaría pudiese ser el de otro hombre, que bajo su tacto en vez de suaves senos se encontrase un tenso abdomen. Menos aún que aquel hombre fuese ZeWu-Jun, el cultivador más reputado de su generación y de varias de las generaciones pasadas. Tanta gente le deseaba y, sin embargo, los labios en los que se deshacía eran los suyos... Una de sus manos se deslizó entre sus bien formados pectorales, palpando la firmeza bajo sus dedos, recorriendo la misma zona que él tenía surcada de latigazos. No podía apartar la vista, o no pudo por lo menos hasta que Lan XiChen no sujetó su barbilla con dos dedos y le obligó a alzarla. La directa brusquedad de ese beso le satisfizo casi tanto como le sorprendió. Sus lenguas se encontraron al principio fuera de sus bocas, antes de ser devoradas por dos pares de labios que se encontraban ansiosos por probar más del cuerpo ajeno. Las uñas de Jiang WanYin se incrustaron en el pecho de su amante debido a lo inesperado. Dejó cinco surcos circulares alrededor de su pezón izquierdo, a prudencial radio.

El primer jade se mantenía a horcajadas sobre él, de rodillas sobre la bañera como podía. Al besarle se había impulsado hacia delante, en su dirección, y se había llevado a Jiang WanYin consigo. Se estaba clavando el borde de madera en la espalda, pero le traía sin cuidado. El mundo entero dejó de importar cuando su miembro entró en contacto con el contrario, tan erecto que forzaba la tela de sus pantalones hasta el punto de quiebre. Se paralizó, porque despertó. Porque fue de pronto consciente de todo lo que estaba ocurriendo, de quién le besaba como si no hubiera un mañana y todas las implicaciones que eso conllevaba.

Y por todos los Cielos y dioses habidos y por haber, era maravilloso.

-Ignoraba -comentó con la respiración un tanto entrecortada y un tonillo a la par burlón y jadeante cuando sus labios se separaron- que pudieras ser tan pasional, ZeWu-Jun.

-Ignoras muchas cosas de mí, mi adorado Sandu ShengShou. Por suerte tenemos tiempo más que de sobra para descubrirlas. -Lan XiChen le ofreció una sonrisa. Aunque intentaba ser suave, su rostro oscurecido por la lascivia acababa resultando contradictorio. A pesar de sus palabras, fue él quien cuestionó:-. ¿Cómo hacemos esto?

-¿Me lo preguntas a mí? No tengo un historial precisamente favorable en lo que a relaciones se refiere. Y acabo de descubrir que, de hecho, me has vuelto un manga cortada. Dame un poco de cara.

Con eso le venía a confesar que experiencia lo que se dice experiencia... pues no es que tuviese mucha. O ninguna, en realidad, no más allá de alguna cita concertada que pudiera haber acabado casi bien antes de que todas las casamenteras de Yunmeng lo pusieran en su lista negra. Solo sabía lo que Wei WuXian había llegado a contarle —presumirle de una manera demasiado desvergonzada para sus nervios malheridos— durante los días pasados en QianQian. Menos mal que entre Jin Ling y él se las arreglaron para echarle a patadas antes de que le diera las medidas exactas sobre lo bien dotados que venían los Lan. Ya lo estaba viendo por sus propios medios y tenía razón, sí, pero no necesitaba esa charla, gracias. Aunque el consejo del lubricante sí decidió guardárselo, para su desgracia, de ahí los aceites que descansaban a no demasiada distancia de la pareja en la bañera. De todas formas, el primer jade pudo no reaccionar ante el dato de manera evidente (cosa que su maltrecha dignidad agradecía, y mucho, bastante vergüenza le estaba dando ya todo el asunto) pero su miembro estiró todavía un poco más la tela que lo contenía.

-Si hablamos de experiencias, yo tampoco puedo alardear. -Confesó-. Pero... he leído libros.

-Ya somos dos.

Sí, pero los suyos eran los de Nie HuaiSang en los Recesos de la Nube hacía casi veinte años. Pornografía heterosexual, así que tenía sus dudas sobre si servirían para algo.

-Podríamos... improvisar.

-Bien. -Divertido a la par que impaciente, con el rostro ya libre, Jiang WanYin se alargó para besarle de nuevo. Le mordió el labio inferior con una fiereza tal que parecía querer llevárselo consigo, y su compañero de buen grado se lo habría permitido-. Por lo pronto, creo que para improvisar te sobran los pantalones.

Lan XiChen solo podía darle la razón, aunque maniobrar en aquella bañera resultaba un poco complicado, y eso que era grande. Aun así, se las arregló para terminar de desnudarse ante esos ojos añiles que lo contemplaban con las ganas incontenibles de devorarlo que tan bien conocía. Al fin y al cabo, eran las mismas que amenazaban con explotar en su estómago de un momento a otro.

Estaban empapadas y pondrían el suelo perdido, pero el primer jade no reparó en absolutamente nada de eso a la hora de casi arrancarse las túnicas que le quedaban y lanzarlas fuera del baño. Se incorporó sobre sus rodillas hasta quedar erguido. Todavía entre sus piernas, a la altura de su pecho, Jiang WanYin le bajó los pantalones. Sus ojos sedientos se ensancharon al revelarse por completo el escultural cuerpo del primer jade.

Y por esto es el hombre más deseado del mundo del cultivo.

Excitado, tragó saliva. A no demasiada distancia de su rostro se encontró con el miembro erecto de Lan XiChen, increíblemente bien dotado. Pensar en tocarlo, en masturbarlo y en lamerlo le provocaba sentimientos encontrados, cantidades iguales de ansia y miedo. El primer jade pudo verlo, pudo distinguir cada emoción que se dibujaba en sus ojos, leerlas con asombrosa facilidad. Él mismo también estaba nervioso, porque no sabía ni por dónde empezar. El bello cuerpo de Jiang WanYin llevaba ya un tiempo expuesto ante sus ojos, pero no se atrevía a besarlo. Quería catar cada rincón de principio a fin, tocarlo como se toca a un tesoro. Estaba seguro de que, en el mismo momento en el que empezase, sería incapaz de detenerse. Y era justo eso lo mismo que le mantenía prudente, atado incluso sin cinta.

Un poco tarde, la verdad, porque ya habían empezado a caer a un abismo sin fin ni retorno, pero pasarían algunos minutos más hasta que se diesen cuenta. En cuanto admitieran que se encontraban en mitad de una caída libre, eso sí, nada les detendría de disfrutar cada instante del descenso.

Queriendo borrar ese miedo instintivo de los ojos del líder Jiang, Lan XiChen tomó su rostro con ambas manos y repitió la acción de besarlo. El agua chapoteaba a su alrededor, demasiado evidente al romper entre sus cuerpos. El mero sonido podría lograr que se sonrojasen, aunque sus mejillas ya ardían con furor. Las de ambos. Con determinación renovada, el primer jade le instó a incorporarse también, hasta que le obligó a quedar de rodillas. El agua de la bañera les llegaba por las caderas, humedeciendo ciertas zonas que luego, en no demasiado, necesitarían una lubricación extra. Al levantarse, las puntas de sus miembros se rozaron. Un escalofrío mutuo los recorrió, forzándoles a agarrarse el uno al otro. Gimieron, pero sus voces se perdieron en la boca ajena. Al separarse buscaron sus rostros, sus miradas vidriosas y extasiadas, anticipos de lo que tanto deseaban.

La mano tentativa de Lan XiChen, ahora caliente y sudorosa, descendió desde su mejilla hasta su pecho, acariciando su cuello entre medias. Rozó las cicatrices del látigo de disciplina y, al ver sus labios fruncirse con la incomodidad de algo que creía un juicio de valor, se dirigió presta a uno de sus pezones. Recordó al Jiang Cheng del otro mundo tentarle en un acto similar la primera vez que estuvo allí, así que pellizcó y frotó la pequeña protuberancia rosada entre dos dedos. Si el primer toque tímido le había hecho apretar las piernas, gracias a esos dígitos retorciendo su pezón se vio soltando una exclamación acalorada.

-¡¿A qué estás jugando?!

-A ti.

Jiang WanYin no pudo contestarle nada. No fue capaz, porque la mente se le hizo gelatina y la boca agua en cuestión de segundos. La segunda mano del primer jade se afianzó sobre su cintura expuesta a las corrientes de aire, abandonando al fin su rostro ardiente. Ese no fue el problema. El verdadero problema, lo que le dejó sin respiración, fue lo que hizo con la boca. No pidió permiso y desde luego no pensaba pedirle perdón por tan arriesgada elección, pero en realidad se los habría concedido ambos. Su espalda se curvó al recibir la lengua de Lan XiChen sobre su otro pezón. Se retorció al sentir sus dientes mordisqueando y succionando como si algo pudiera salir de ahí, como si quisiera beber su piel misma. Se arqueó entre los brazos del primer jade, la boca abierta y jadeante, hasta que las puntas de sus cabellos rozaron la superficie del agua. Por mero instinto le tiró del pelo para sostenerse, haciendo que gimiese incluso mientras le mordía. Su otra mano seguía retorciéndole sin piedad. Si estaba probando la elasticidad de su piel, el resultado solo podría ser satisfactorio. Si, por otro lado, lo que testaba era su aguante, ahí podría haber más debate.

-Esto es jugar sucio... XiChen...

No obtuvo respuesta, porque cierto alguien tenía la boca ocupada en otros menesteres. Y ahí se encontró Jiang WanYin, en la situación que nunca esperó vivir: abrazado a ZeWu-Jun como si le fuera la vida en ello, con la cabeza del mismo enterrada en su pecho. Algo tenía que haber hecho bien en una existencia anterior para acabar así. O mal, pero no le importaba.

La diestra de Lan XiChen decidió por fin dejar en paz su enrojecido pezón, pero no por ello obtuvo alivio alguno. Nada más lejos de la realidad pues, contra todo pronóstico, el destino final fue su erección. Las yemas de los dedos del líder Jiang se le clavaron en el cuello cabelludo en cuanto rodeó la base de su miembro con la mano. A medio camino entre el agua y la superficie, escucharon con perfecta claridad el sonido de las salpicaduras según lo masturbaba, los chasquidos que amenazaban con matarle entre la vergüenza y el morbo. Se entremezclaban con los nacientes gemidos que no lograba contener y le hacían en exceso consciente de su estado y del de su amante, de los actos que llevaban a cabo y de los que no.

Y mientras tanto... ¿qué? ¿Se iba a quedar ahí, deshaciéndose entre sus dedos como el barro, dejándose hacer y poseer? ¡Ni hablar! Todavía tenía una reputación que mantener, también aplicable a la cama.

Ansioso, orgulloso y excitado, Jiang WanYin le apartó de su pecho de un fuerte golpe para recuperar la iniciativa. Expectante, Lan XiChen no dijo nada. Temió haberse sobrepasado, pero como nunca llegó a dejarle ir del todo y no recibió queja alguna, supuso que los pensamientos de su amante seguían discurriendo por la corriente erótica compartida. Esperó una o dos palabras, pero recibió acciones. No se equivocó, aunque sí que se vio obligado a contener una exclamación cuando, con la mirada encendida, el implacable líder Jiang le empujó al agua y se le tiró encima, más mordiéndole la boca que besándole. Por la fuerza de la caída, la bañera se rompió, derramando su contenido y a ambos amantes por toda la habitación. Los frasquitos de cristal, allá a no demasiada distancia, crearon al tintinear una curiosa melodía con la que embaucarlos. Jiang WanYin cayó sobre su abdomen, atrapado ahora él en un abrazo que, aunque pudiera parecerlo, de inocente no tenía nada. Sus miembros palpitantes y erectos apretados entre sus vientres, sin ir más lejos, eran la prueba concluyente.

-Esto no era lo que esperaba que pasase... -Admitió en un susurro el líder Jiang, antes de buscar los ojos del primer jade. A pesar de que deberían haber tenido frío, la calidez de la primavera de Yunmeng y de su primavera particular les mantenía a buena temperatura-. ¿Suelo, cama o lago?

-¿Eh?

Lan XiChen contempló el hermoso rostro de su amante como si fuese la primera vez que se lo encontraba ante sí, sus pómulos enrojecidos y su expresión decidida.

-Lo que has oído. No tengo intención de quedarme a medias. 

Oh, así que le estaba dando opciones. Con cuidado —o con todo el que podría tener en aquella situación y que no era mucho, porque la mayoría de su sangre no se concentraba en el cerebro— las sopesó todas y cada una de ellas. La cama era un clásico, ¿no? Si lo de yacer juntos se iba a convertir en costumbre, cosa que parecía no solo posible sino bastante probable, les sobrarían oportunidades para hacerlo allí. El suelo era muy incómodo, o al menos él estaba muy incómodo con tablones de madera quebrados bajo la espalda, pero tenía un algo salvaje que les atraía a los dos. Y el lago... aunque tentador, muy tentador, no sabía si le funcionarían las piernas durante el tiempo suficiente como para llegar al embalse privado al que daban los aposentos del líder de secta. Por suerte o por desgracia, Jiang WanYin no planeaba dejarle mucho tiempo para tomar esa decisión. Se estaba hartando de esperar así que, durante un beso tramposo, comenzó a restregarse sobre el cuerpo de Lan XiChen. Se masturbaban sin manos, solo con la fricción entre sus miembros y entre sus vientres. Ante el roce, ante las sensaciones extendiéndose desde su erección hasta todo el resto de sus nervios y el placer que provocaba el movimiento impaciente de aquellos labios en los suyos, creyó que se perdería.

Le era imposible pensar en nada, así que gimoteó algo no del todo comprensible con lo primero que se le vino a la cabeza.

-Lago.

Una gran sonrisa satisfecha se extendió por el rostro de Jiang WanYin, y el pobre primer jade juraba que era la más bonita que había visto en toda su desgraciada vida. Cortando todo frotamiento de cuajo —y sin sospechar siquiera lo loco que podría volverle ese movimiento— el líder de Yunmeng Jiang se puso en pie. Había amenazado al menos unas diez veces a sus discípulos con ese propósito, despejar todo el área de sus aposentos personales hasta nueva orden. El que se atreviera a poner un solo pie en ella sería la nueva estrella del mundo del cultivo por la demencial rutina de entrenamientos que sufriría como castigo. Eso sí, sin piernas, lo nunca visto. Así que ninguno de sus muchos discípulos, ni siquiera los más traviesos, osó desobedecer. Tenían el lago para ellos solos, y pensaba aprovecharlo. No por nada en particular, solo que alguno de sus sueños húmedos más recientes habían encontrado ese embalse como escenario, y no podía negar que le causaban cierta curiosidad.

Por desgracia, ese no era el día en el que sus fantasías atinarían a cumplirse. Aunque lo harían en algún momento. Otra cosa no, pero pronto descubrirían que tiempo tenían más que de sobra, por algún motivo o por otro.

Lan XiChen de pronto se sentía frío, vacío. Algo faltaba en él, en su cuerpo, y sabía el qué. El peso ajeno y el calor de aroma a lotos de su adorada tormenta. Se le habían quedado besos en el tintero, caricias que dar, y no podía permitirlo. Se puso en pie tan de golpe que la cabeza le pinchó. Lo ignoró, como las vueltas momentáneas que creyó sufrir su visión. Entre los dedos de su querido líder Jiang resplandecía un frasco dorado, fue lo único que necesitó constatar antes de entregarse a su mutuo deseo. La definida silueta de Jiang WanYin avanzaba hacia el lago pero, antes siquiera de cruzar el umbral, unos fuertes brazos lo atraparon. No podía vencerlos, nada podía vencer a los brazos de Gusu Lan, pero en realidad tampoco lo intentó. Emitió una exclamación cuando, con más potencia de la que era capaz de soportar, el primer jade lo estampó de espaldas contra la pared más cercana y comenzó a besarlo como si lo necesitase más incluso que respirar. Como pudo, con los sentimientos en su vientre derramándose descontrolados con el mismo ímpetu que el de su amante, se aferró a ese cultivado cuerpo. Le rodeó el cuello con los brazos y saltó, casi inconsciente de los ornamentos del frasco que se le clavaron en la palma. Sus piernas inmediatamente rodearon las caderas del primer jade, entrecruzados los tobillos en su espalda. Lan XiChen se apoyó con una mano en la pared, mientras con la otra encontraba sus erecciones y las masturbaba juntas, para delicia y martirio de ambos, que ahogaron un gemido ronco en la boca ajena.

Al dejar de besarse, la satisfacción volvió a embriagar a ZeWu-Jun. Justo delante tenía unos labios rojizos, entreabiertos y suplicantes, una mirada añil que de pronto lloriqueaba por el inmenso placer que recorría de arriba a abajo su columna vertebral. Era un desastre jadeante, los dos lo eran. Había anhelado una visión como aquella durante demasiados años... se la había imaginado durante tantas noches a solas en el Hanshi. Y ahora por fin le tenía delante, así, perdido en el placer mutuo y deseando entregarle y reclamarle todo. Precioso, sencillamente precioso. El efecto de ese rostro fue tan devastador como el de sus caricias. Ni siquiera lograron mantenerse así mucho tiempo. Las rodillas de Lan XiChen cedieron, cayendo al suelo de madera con Jiang WanYin aferrándose a él como podía, como si todas sus fuerzas se concentraran en encontrar algo a lo que agarrarse y no soltarlo nunca. Las piernas que lo rodeaban se apretaron cuando, tras una fuerte sacudida que le hizo ver las estrellas, el primer jade apretó sus miembros y detuvo la estimulación.

-Esto... Esto no es el lago, XiChen...

-No me importa... -Musitó con el rostro enterrado en su cuello y la mano quieta, con solo el pulgar frotando malvado las hendiduras de ambos glandes. Besaba y mordía el cuello del líder de Yunmeng Jiang a placer, ignorante de las marcas amoratadas que les delatarían a la mañana siguiente. Cierta parte de sus mentes las lucirían con orgullo. La otra, con una conflictiva pero satisfactoria vergüenza-. No me importa... WanYin... Jiang Cheng... A-Cheng...

Y de verdad que no lo hacía, a ambos les traía sin cuidado. Jiang WanYin creía que se rompería allí mismo, mientras escuchaba todas las formas en las que el primer jade podía mentarlo. Ya fuese usando su nombre o los montes más empalagosos que se le ocurrieran en el momento, todas y cada una de las veces que le llamó por su nombre le hicieron temblar. Con la espalda y la cabeza apoyadas en la pared alzó la barbilla al cielo, deshaciéndose en gemidos. Dejó caer el bote que había recogido al suelo, justo a su lado, no muy lejos de ellos. Rodó hasta chocar con la pared, casi rozando sus piernas entrelazadas. Una de sus manos sustituyó a la de Lan XiChen, procurando masturbarlos con una lentitud que le parecía tan tortuosa como correcta. Quería torturarle de la misma forma en la que era torturado, aunque el lento placer le reventase también a él mismo en el proceso. Sentía los dientes del primer jade enviar pequeños chispazos de frío a su cerebro, mientras que todo el resto de sus cuerpos podría hacer que el agua se evaporase. Cada mordisco era un estímulo que le dejaba la mente en blanco unas décimas de segundo, solo deseando más. Anhelante, retorcía los dedos de los pies como si con eso pudiera acelerar el orgasmo. Sus caderas se movían, buscando una liberación que todavía no querían alcanzar

No debería, pero el primer toque de la mano de Lan XiChen en uno de sus glúteos le pilló desprevenido. Como en algún momento hizo con sus pezones, el primer jade no mostró reparo alguno al pellizcar a modo de saludo, antes de seguir avanzando como un explorador ansioso. La otra magreaba el muslo contrario, hincando los dedos en su carne como su quisiera desgarrarlo allí mismo. Apretó usando las dos y le hizo alzarse con un gemido que debió escucharse incluso en los campos de entrenamiento. Justo después, la llegada del primer éxtasis le sobrecogió. Su miembro quedó a medio camino entre flácido y endurecido, como si todavía tuviera algo que decir en aquel jueguecillo suyo. Sin embargo, ya no era rival para la firme erección de Lan XiChen, brillante y ahora cubierta de su propio semen, una visión tan turbia como fantástica.

Si alguien se hubiera atrevido a decirle que llegaría el día en el que miraría así un miembro viril, deseando engullirlo en su boca y en su cuerpo, lo habría asesinado en el acto sin pensar en las consecuencias. Qué ironía.

En cuanto le escuchó gemir y notó la pegajosa humedad deslizándose por su miembro y su ingle hasta caer al suelo, el primer jade abandonó ese cuello de cisne que había marcado a placer para buscar el rostro de su amante. Hechizado, Jiang WanYin jadeaba, su pecho subiendo y bajando errático tras la venida del primer orgasmo de la tarde. Incapaz de contenerse, llenó sus mejillas de tiernos besos para relajarle. Fue contraproducente, porque una de sus manos seguía masajeando sus nalgas y solo consiguió excitarle de nuevo. Y más que se excitó cuando, con una mirada de curiosidad propia de la inocencia infantil, tan perturbadora en un momento que ni de inocente ni de infantil tenía nada, Lan XiChen recogió el denso simiente derramado sobre ambas longitudes. Se llevó la mano a los labios para probarlo, intrigado.

-¡¿Pero qué demonios haces?!

¿Acaso Jiang WanYin solo recuperaba las fuerzas para hablar con propiedad cuando quería increparle por algo? Sí, eso podría hacerse costumbre.

-Probarte. -Declaró sin vergüenza alguna, en un acto tan bochornoso que lograba endurecer el miembro del líder Jiang en cuestión de segundos. Luego le besó, con la boca llena del regusto salado y amargo del semen mientras buscaba a tientas el frasco aromático que, intuía, necesitarían en breves-. Eres delicioso, WanYin.

-¡Desvergonzado!

Sí, era un desvergonzado sin remedio, pero poco le importaba. Por eso apretó una vez más sus nalgas, clavando las uñas y amasándolas, disfrutando del suave tacto de aquella carne virgen que parecía moldearse como la arcilla húmeda ante su toque cruel.

En aquella bonita tarde primaveral, el honorable ZeWu-Jun parecía decidido a catar cada rincón del cuerpo del temido Sandu ShengShou. Volvió a su barbilla, besando devoto la afilada curva de su mandíbula y mordiendo incluso donde las túnicas no podrían cubrirle. Si se arrepentirían más tarde o no, solo el tiempo lo diría. Y si los rumores sobre ellos se extenderían o no... bueno, solo les quedaba confiar en que nadie merodease demasiado cerca. Para su desgracia, se ni habían reparado en los talismanes silenciadores ni estaban haciendo poco ruido, así que a la mañana siguiente no serían pocos los discípulos Jiang incapaces de mirarles a la cara. No les importó, o no se dieron cuenta. Con una mirada de deliberada ingenuidad Lan XiChen se separó y le buscó, hablando en un susurro, en un ruego.

-¿Hasta dónde quieres llegar, WanYin?

El corazón del líder de secta Jiang —todavía acelerado en esa confusa sensación entre la activación y la bruma, y convulso por el cosquilleo que llenaba sus entrañas y que no quería abandonarle— se estremeció al escuchar sus palabras. Era por eso, justo por eso. Podría encontrar atractivo a Lan XiChen como podría encontrar atractivo a otro medio millón de personas, pero solo Lan XiChen lograba emocionarle así con una frase simple, una pregunta cargada a partes iguales de excitación y amor. Solo Lan XiChen lograría embriagarle así, con un suspiro que ni siquiera el mejor de los licores de Gusu lograría igualar.

-Haz que me arrepienta.

Un reto o una invitación, la verdad es que eran intercambiables. Ninguna de las dos interpretaciones estaba errada del todo. El primer jade se relamió los labios y sonrió ante sus palabras, deseoso de tomar todo lo que significaban. Hambriento y, sin embargo, con su mirada llena de aprecio, de un cariño que dominaba cada toque, una deferencia que cambiaba por completo el significado de sus actos. No necesitaría confesarle sus sentimientos aunque ya lo hubiera hecho, pues sus actos hablaban por sí solos. Pocas cosas hacían que Jiang WanYin se estremeciese tanto como el amor que desbordaba cada mirada y cada beso de los que ZeWu-Jun le dedicaban. Pocas cosas podrían hacer que se sintiese tan vulnerable y, al mismo tiempo, tan completo... Tan a salvo incluso mientras desnudaba para él algo más allá de su cuerpo. 

Lan XiChen alcanzó el frasco de lubricante entre besos desesperados y toques ansiosos. Se las arregló para desenroscar el tapón mientras seguían probándose como si no supieran en qué más ocupar la boca y vertió un generoso chorro en sus dedos. Sin pensar siquiera en moverse del suelo, su mano se adentró entre los torneados glúteos del líder Jiang, empapando su piel con la textura viscosa del aceite. Cuando se estremeció entre sus brazos con un escalofrío, no pudo evitar reír. Aunque se llevó un mordisco molesto como castigo, valió la pena. Por él, siempre valdría la pena. Acarició cada milímetro de piel como un viajero directo desde la columna vertebral, caminando por un sendero nunca antes transitado. Buscaba un lugar concreto, pero recorrió todo el camino hasta hallarlo con una paciencia endemoniada. Un jadeó ahogado llenó sus oídos cuando sus dígitos descubrieron una hendidura rugosa y candente de carne tierna. Trató de meter un dedo como primera aproximación. Al masajearle con la ayuda del lubricante, su amante volvió a temblar. En el mismo momento en el que su falange fue tragada, Jiang WanYin clavó los dientes en su hombro, enviando una estimulante corriente de dolor a lo largo de su espina dorsal. Se estremeció gozoso y apretó la nalga que todavía masajeaba.

Era estrecho, bastante, y parecía arder a su alrededor. Por un momento, Lan XiChen dudó sobre cómo podría salir aquello. Su adorado líder Jiang, sin embargo, no parecía tener tantas dudas. Sus caderas volvieron a moverse, ansiosas, reclamando más atención de la que obtenían. En la zona misma del mordisco comenzó a recibir besos húmedos y lametones largos que le incitaron a seguir mientras subían por la curva de su cuello. Llevó el dedo aún más hondo, masajeando por dentro las angostas paredes. Jiang WanYin lo sintió en todo su ser, como un hormigueo que le llegaba hasta los dedos de los pies. Le clavó las uñas en la espalda mientras se mordía la boca. Los movimientos tentativos, casi cautelosos, del primer jade amenazaban con desquiciarle. Si es que no lo habían hecho ya, claro.

-N-No soy una doncella... XiChen...

-Lo sé. No necesitaría hacer justo esto con una. No exactamente lo mismo al menos.

En venganza, se llevó un mordisco en el cuello y un apretón en el miembro, ambos simultáneos y que le hicieron ver las estrellas. Y en venganza a su venganza, Lan XiChen presionó sus paredes interiores mientras luchaba por introducir un segundo dedo. Necesitarían más lubricante. Ahora iba a contrarreloj, porque Jiang WanYin había vuelto a acariciarlo y solo con su toque y sus besos podría perder la cabeza. En algún momento, la preparación preliminar se convirtió en una batalla campal por ver quién hacía antes correrse a quién. Mientras formaba tijeras con dos dedos, ensanchando su entrada, el primer jade creyó que tenía las de ganar. Se dio cuenta de que quizá iba por mal camino cuando el placer que sentía comenzó a converger en su bajo vientre, solo un poco por encima de la pelvis, haciendo que perdiera la consciencia de todo lo demás y solo pudiera sentir su erección y el calor abrumador que succionaba sus dígitos.

-WanYin... WanYin... -Le llamó, trémulo de pronto, besando el extremo de su rostro escondido, muy cerquita del lóbulo de su oreja-. ¿De verdad quieres que me corra así?

-Me la trae sin cuidado cómo te corras. -Le espetó. Encontraba una gran problemática a la hora de hablar con la firmeza que acostumbraba teniendo un par de dedos en el trasero, pero se sobrepondría-. Solo deja de jugar de una maldita vez...

-¿No lo disfrutas?

El líder Jiang no contestó. Los ahora tres largos dígitos que Lan XiChen mantenía en su interior debieron rozar algún punto clave al curvarse, porque lo que recibió en su lugar fue un gemido tan ahogado como sorprendido por la repentina corriente de placer que le recorría.

Ah, así que era ahí, ¿eh?

El primer jade sacó solo un poco los dedos, hasta dejarlos mitad fuera y mitad dentro. Paciente siguió estirando, dilatando mientras Jiang WanYin le besaba, le tocaba, le arañaba, le mordía y le tentaba de todas las formas posibles. Atacó sus pezones, su miembro, su nuca, su rostro, sus brazos, su espalda, sus glúteos... No se le puede decir que no aprovechó el tiempo, desde luego. Las artes nunca le habían resultado atrayentes, pero en lo que Lan XiChen le dilataba descubrió que, quizá y solo quizá, tenía una vocación oculta de pintor. En el lienzo que era la tersa piel de su amante, se dedicó a pintar un desvergonzado cuadro que hablaba solo del placer compartido, de lo que deseaba hacerle y que le hicieran. En vez de quedarse quietecito, tan impaciente como era se pasó aquel martirio de preparación explorando todo lo que no había explorado antes, mordiendo dónde alcanzaba y arañando dónde no.

A la mañana siguiente serían un auténtico cuadro. No habría discípulo en todo Yunmeng Jiang capaz de mirarlos a los ojos. Ni siquiera Wei WuXian de estar allí podría contemplarlos sin sonrojarse.

En algún momento, Lan XiChen consideró que la entrada de su amante estaba lo suficientemente relajada como para pasar a mayores. Era toda una hazaña que no se hubiese corrido ya, pero solo porque Jiang WanYin se había pasado un buen rato masturbándole, dejándole a la mitad con una sonrisa ladina y riéndose de él cuando gemía a modo de protesta, insatisfecho. Entre medias, se mordían, porque preferían esgrimir los dientes a las palabras. Sus mentes se habían convertido en todo un caos de sentimientos e impulsos donde ya no cabían los pensamientos coherentes, solo el animal deseo de tomarse el uno al otro. El propio ZeWu-Jun se sorprendió cuando escuchó su voz al cabo de unos instantes, ronca y desafinada, como un guqin roto. Más sorprendente le resultó poder poner una petición en palabras con sentido.

-WanYin... levántate para mí, ¿quieres?

Aunque el cultivador de Yunmeng le contempló con una ceja enarcada, la arrogancia habitual de su gesto se perdía por estar demasiado ensimismado en el placer. Lan XiChen le indicó que se acercase más mientras empapaba su miembro en lubricante, incluso cuando ya estaban tan pegados que para cualquier observador externo sería difícil decidir dónde acababa ZeWu-Jun y empezaba Sandu ShengShou. Pese a eso, lo hizo. Se incorporó sobre sus rodillas temblorosas, tanto que parecían gelatina. Audaz, el primer jade inclinó el rostro para lamer y besar la punta de su miembro, de nuevo erecto, obligándole a ahogar un agudo gemido en la palma de su mano. Se mordió hasta sacarse sangre y, quién sabe si a modo de castigo o de consuelo, Lan XiChen volvió a apretar sus maltratadas nalgas. A la mañana siguiente las tendría llenas de pequeños moratones con el tamaño y la forma de los dedos de cierto alguien. Sin embargo, esas manos tenían que estar ahí por una razón, al igual que las suyas propias, que acabaron tomando los hombros ajenos como punto de apoyo. Agarrándole con una delicadeza impía, con una brutalidad amorosa, dirigió su descenso. Sus manos afianzadas mantenían los rojizos glúteos separados. Para la pobre pared sobre la que se apoyaban, eran una estampa de lo más indecente.

Para ambos, el sentirse dentro y el sentirse lleno fue por completo distinto a cualquier cosa que hubieran experimentado antes. Lan XiChen se introdujo a un ritmo lento pero constante, hasta que Jiang WanYin quedó por completo sentado sobre su erección y de esos labios cuarteados escapó un largo y grave gemido. Nunca pensaron que podrían llegar a sentir algo así, porque hasta hacía cosa de un mes por unas razones o por otras la experiencia les resultaba inconcebible. Y, sin embargo, ahí estaban, desgastándose la boca a besos mientras el orgulloso líder de Yunmeng Jiang se acostumbraba a la intrusiva sensación de tener un miembro en su interior. ¿Dolía? Un poco, sí, aunque menos de lo que había pensado gracias a la rigurosa preparación. Se trataba más bien de una molestia extraña, difícil de catalogar, pese a que Lan XiChen era grande y grueso. Creía que en cualquier momento podría partirle en dos. Sin embargo, sabía que su propia erección no tenía mucho que envidiarle. Si sobrevivía, se aseguraría de cobrársela y de hacer que experimentase justo lo mismo que él en aquel momento, lo prometía. Y lo disfrutarían, porque su querido primer jade estaba más que dispuesto a entregarse a él sin reserva alguna de todas las maneras que desease. Que deseasen, ambos. Además, a pesar de lo incómodo y de lo ardiente, había un punto muy importante de placer en todo ese batiburrillo confuso de sensaciones, uno que en breves acabaría desbancando todo el resto de sensaciones entre sus pensamientos y dominando cada acto y cada gemido suplicante que llegase a emitir. También de curiosidad, y de necesidad por sentir algo más, algo distinto. Fue por eso que, sin previo aviso, comenzó a mover las caderas.

El primer jade emitió un gimoteo que mezclaba a partes iguales sorpresa y gozo. La palma de Jiang WanYin se aposentó sobre su pecho y lo empujó —esta vez con suavidad y sin romper nada— hasta el suelo, obligándole a tumbarse. Nunca se despegó de ahí. Y a esa diestra se le unió la zurda, ambas apoyadas sobre sus pectorales mientras, con las piernas bien abiertas y una mirada feroz, comenzaba a cabalgarle. Le guiaban únicamente el instinto y la necesidad de más, de sentirse todavía más lleno, de volver a alcanzar ese punto rozado con los dedos que le convertía en una masa gimiente y satisfecha. Bien lo sabía Lan XiChen, que no perdía la pista ni del más mínimo de sus movimientos. Desde su posición, dejó que su querido líder Jiang comenzase a botar, observando su ritmo y acoplándose a él como un músico acompañante. Cuando detectó un patrón constante, dio comienzo a unas embestidas complementarias, a un movimiento de caderas que le hundió por completo en esas cálidas entrañas. Extasiados, ni Jiang WanYin ni él se preocuparon por acallar sus descoordinados gemidos que hacía ya tiempo habían superado la trémula barrera de las paredes de madera y alcanzado los edificios y los lagos principales. No le habían puesto ningún talismán silenciador a la puerta y yacían muy cerca de las ventanas abiertas de par en par pero... ¿y qué?

Que todo el Muelle del Loto se enterase de lo que estaba ocurriendo. Que todo el mundo del cultivo lo descubriese. En aquel momento, no les importaba. En aquel momento, serían capaces de gritarlo.

Sin llegar a pretenderlo, la energía espiritual comenzó a fluir entre ellos, de núcleo a núcleo, comunicándose a través de la conexión más íntima que habían experimentado hasta entonces. Pudo ser en el momento en el que Lan XiChen optó por devolverle algo de atención a la olvidada erección de su amante, que podría haber eyaculado incluso sin ser tocada y que ya derramaba las primeras gotas de líquido preseminal, antes o después. Lo ignoraban. Solo se dieron cuenta en el momento, cuando tras sus párpados se desató una auténtica explosión azul y violeta que casi les llevó a quedar sin aliento. Se contuvieron gracias a los labios ajenos, a estarse besando como si pretendieran arrancarse la boca. De uno a otro fluyó un río de fuego desbocado, de rayos y truenos. Se derramó desde sus meridianos a sus venas, tan intenso que les dejó sin respiración, mas no detuvo nunca sus movimientos. Jiang WanYin encontró las fuerzas para seguir cabalgándole, subiendo y cayendo con una potencia que le hacía temblar en cada estocada. Todas y cada una de sus terminaciones nerviosas parecían querer disolverse, sentir con tal intensidad que quedarían inutilizadas en cuestión de segundos. Fue por la energía espiritual, por las tres corrientes que inundaban los cuerpos de dos desesperados amantes.

Jiang WanYin pudo haber hecho entonces una predicción, porque Lan XiChen vertió directamente sobre su núcleo dorado dos corrientes de energía que se diferenciaban con espantosa claridad, pero su cerebro estaba hecho papilla y no fue capaz de llegar a meditar el pensamiento.

El segundo orgasmo le sobrevino casi sin previo aviso, sin esperárselo, llenando de semen el vientre de ZeWu-Jun y desplomándole sobre su pecho. El primer jade seguía duro en su interior, pero ese éxtasis absoluto y completo le dejó la cabeza en blanco, inutilizada. Todo a su alrededor era bruma, bruma nívea y deliciosa. Ni siquiera recuperó la lucidez cuando notó la espalda apoyada sobre el frío y húmedo suelo, pues hacía ya algún rato que el agua de la bañera rota había empapado más de la mitad de su habitación. Su simiente goteó desde el abdomen ajeno hasta caer en el suyo propio, alrededor e incluso en su ombligo. Jadeó, gimió y gritó de placer, todo a la vez al sentir las consecuencias del cambio de posiciones. El miembro ajeno salía de él y volvía a entrar, restregándose por su próstata en el proceso y extendiendo su orgasmo tras cada roce malintencionado. Lan XiChen le besó como estrategia de distracción. Sin que se diese cuenta, había pasado una mano debajo de cada una de sus rodillas y las había alzado para seguir atacando su interior, acertando una y otra vez sobre ese punto que le hacía enloquecer. Si llegó a un tercer orgasmo seguido en seco o se lo imaginó, no lo supo a ciencia cierta. Cualquiera podría ser. Lo único que tenía claro era que Lan XiChen seguía dentro, duro, que su aguante no era de este mundo (las consecuencias de tantos años de contención hermética, suponía él) y que en ese mismísimo instante podría gritar sin pudor alguno que le amaba y quedarse tan contento, porque ya no le quedaba preocupación alguna. Volverían más tarde, sí, pero ahora mismo su cabeza y todo lo que yacía en ella era solo de su amante y del placer que compartían.

Fue cuando su mente recuperó el contacto con la realidad, cuando volvió a poseer la capacidad de enfocar la vista y contemplar lo que le rodeaba. Fue cuando parpadeó y ante su mirada se encontró el rostro enrojecido, desastrado y agitado del honorable ZeWu-Jun, tan lejano a esa perfecta imagen de languidez y amabilidad que le daba todo el mundo. Sonrió perdido por completo en el deleite. Ahí, mientras contemplaba una fotografía de pasión desmedida sacada solo para que él pudiese verla, Lan XiChen se vino dentro, lanzando el último ramalazo de energía espiritual a sus entrañas y disolviendo su última chispa de sentido. Sin salir de su angosto y palpitante interior, el primer jade se dejó caer sobre su pecho justo como él mismo había hecho hacía apenas unos minutos antes. O una eternidad atrás, quién sabe.

En algún momento, el semen comenzó a discurrir entre sus piernas, derramándose fuera. Aunque extraña, la sensación le resultaba cálida. Tenía un algo reconfortante que no alcanzaba ni quería alcanzar a entender. Y como hacer un análisis era lo que menos le interesaba en aquel preciso instante, se limitó a dejar escapar una risa satisfecha que hizo eco en la voz del primer jade. Agotados y maltrechos, el uno se encontró con la mirada fija en el techo y el otro a una pared aleatoria, como si fuera lo más interesante del mundo. Lan XiChen suspiró complacido al notar las suaves caricias que Jiang WanYin iba dejando al pasar los dedos por su cabello.

-¿Te arrepientes?

-Ni un poco. Pero la próxima vez te enterarás de lo que es bueno.

-Lo estoy deseando.

Rio. Rieron. Y, como lo estaba deseando tanto —y así se lo demostró entre picajosos besos repartidos por todo su sensible cuello— Lan XiChen descubrió lo que era estar en el otro extremo de la balanza apenas una media hora después, cuando recuperaron las fuerzas.

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