Between [XiCheng] [Mo Dao Zu...

By EKurae

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Es de conocimiento común que, tras los trágicos eventos del templo GuanYin, Lan XiChen, líder de Gusu Lan, de... More

Capítulo 1: Mis sueños nunca han sido tan realistas
Capítulo 2: ¿Dónde se desayuna por aquí?
Capítulo 3: Es un poco pronto para beber, ¿no crees?
Capítulo 4: Así que esto es un teléfono
Capítulo 5: Eso ha dolido más de lo que debería
Capítulo 6: Ya me mando yo al sofá
Capítulo 7: ¿Cómo que veintitrés de marzo?
Capítulo 8: No, no ha sido un lapsus freudiano
Capítulo 9: Lo poco que tenemos en común
Capítulo 10: Si suena a locura y parece un disparate...
Capítulo 11: El arte de salir de situaciones incómodas
Capítulo 12: Toda esta calma me huele a tormenta
Capítulo 13: Otra vez no
Capítulo 14: Me miras como si supiera algo del siglo XXI
Capítulo 15: ¿Para que sirve una cinta de correr si sigo en el mismo sitio?
Capítulo 16: Debería cuidar por dónde piso
Capítulo 17: Vamos a ver, tengo un móvil y no sé utilizarlo
Capítulo 18: Solo creo que eres hermoso
Capítulo 19: Podemos encontrarnos a medio camino
Capítulo 20: Y si no estoy loco, ¿qué está pasando aquí?
Capítulo 21: Así que sabes que sé lo que no quiero que sepas
Capítulo 22: Nos adentramos en terreno desconocido
Capítulo 23: Prefiero decir hasta luego
Capítulo 25: Interludio y pausa para la publicidad en el Muelle del Loto
Capítulo 26: Dicen que la segunda parte siempre es la más interesante
Capítulo 27: Si bebes, ni vueles en espada ni conduzcas
Capítulo 28: Este mundo es más complejo de lo que pensaba
Capítulo 29: El don de la oportunidad no es lo nuestro
Capítulo 30: Hay formas mejores de decir las cosas, ¿y qué?
Capítulo 31: Vamos por partes, por favor
Capítulo 32: Mientras nadie muera antes del postre, todo irá bien
Capítulo 33: ¿No me vais a ofrecer una copa?
Capítulo 34: Mejor lo hablamos mañana
Capítulo 35: Al final lo de ir al psiquiatra no suena tan mal
Capítulo 36: Empecemos atendiendo a razones
Capítulo 37: Separemos lo real de lo... ¿real?
Capítulo 38: ¿Podríamos acercarnos solo tres milímetros más?
Capítulo 39: Nos han echado un mal de ojo
Capítulo 40: O de cómo torcer en la dirección equivocada
Capítulo 41: Ni las películas me entrenaron para esto
Capítulo 42: Experimentemos un poco de todo
Capítulo 43: ¡Aguanta!
Capítulo 44: No esperes que no me enfade
Capítulo 45: Todavía no está todo dicho
Capítulo 46: La próxima vez, ¡llama antes de entrar!
Capítulo 47: En toda buena mudanza faltan cajas
Capítulo 48: No sé yo si esto es legal
Capítulo 49: No, sin duda esto no puede ser legal
Capítulo 50: ¿Me dejarás preguntar?
Capítulo 51: Ahí vamos una y otra y otra vez
Capítulo 52: ¿Que tu gata qué?
Capítulo 53: ¿Veterinario? ¿Debería tener miedo?
Capítulo 54: ¿No deberían haberte dado puntos por esto?
Capítulo 55: A todo se le puede dar una oportunidad
Capítulo 56: Yo también te quiero
Capítulo 57: Lo que no pase en la radio...
Capítulo 58: Los hay inoportunos y luego está Wei WuXian
Capítulo 59: Porque quedarnos como estamos no es una opción
Capítulo 60: Entre hermano y hermano
Capítulo 61: Esto no tiene tan mala pinta
Capítulo 62: La familia política me asusta más que la muerte
Capítulo 63: Por favor, por favor, que a nadie le dé un ataque al corazón
Capítulo 64: No te lo dejes en el tintero
Capítulo 65: ¿Seguro que este cuento se ha acabado?
Epílogo 1: El despertar del siglo XXI
Epílogo 2: El despertar del Muelle del Loto

Capítulo 24: Interludio y pausa para la publicidad en La Sonrisa del Emperador

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By EKurae

Aunque las dos semanas siguientes parecieron recuperar a la perfección la normalidad —esa sensación tan necesaria que solo se valora de verdad cuando se echa en falta— Jiang Cheng no podía evitar sentir una cierta inquietud extraña. Tenía la sensación de que algo no iba cómo debería, pero ni sabía el qué en concreto ni por qué pensaba así. En términos generales se podría decir que todo marchaba bien: La Sonrisa del Emperador iba viento en popa, su número de oyentes semanales aumentaba de forma continuada y su relación con Lan Huan seguía tan estable como siempre. Todo en orden, como si nunca hubiera pasado nada raro, sobre todo para alivio del escritor. Los episodios de actuar extraño y soñar con mundos de fantasía wuxia no habían vuelto a repetirse desde el segundo y último, así que eso les tranquilizaba a los dos. Sí, todo continuaba incluso mejor que bien... así que, ¿por qué no podía sacarse esa sensación extraña de la cabeza?

A eso de media mañana, ahí estaba él, pasando las páginas de su guion en el descanso entre programa y programa. Era incapaz de concentrarse en memorizar las pocas líneas que no estaban sujetas a la improvisación. Sentía una desagradable pero conocida sensación de nerviosismo malsano acumulándose en su estómago y no solo porque le tocara hacer hoy la publicidad de sus patrocinadores. Suponía que tendría que ver con que el momento de la reunión familiar cada vez se acercaba más y más, demasiado rápido para su gusto. Estaban a jueves y se celebraría el viernes por la tarde/noche. No por nada apenas había dormido ese día. Tampoco las tenía todas consigo sobre si lograría o no dormir esa noche.

-¿Café? Lo traigo tan oscuro como tu alma.

Wei Ying se le acercó sonriente. Llevaba en cada mano un vaso de plástico de la máquina de café de la sala de descanso del estudio. Era casi un milagro que hubiese podido conseguir dos, ese cacharro se estropeaba día sí y día también. Los días en los que no tenía puesto un cartelito de "AVERIADA" podía tirarle su pedido a la cara a la gente. Jiang Cheng ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que había bebido el café del estudio. Prefería ahorrarse disgustos y comprar sus bebidas en un puesto que había en la esquina de la misma calle. Siempre fue de los que se curaban en salud.

Al verle —u oírle— llegar puso los ojos en blanco. Dejó el guion a un lado y le hizo un sitio en el sofá que ocupaba. Se encontraban solos, así que podrían charlar con relativa tranquilidad. Aceptó el vaso cuando se lo ofreció, bufando y esbozando una sonrisa entre burlona y molesta al ver su contenido.

Todavía no había matado a Wei Ying, pero juraba que algún día lo haría.

-¿En serio? ¿Café con leche?

-Te lo he dicho, tan oscuro como tu alma. -Volvió a bromear el presentador principal, pasándole un brazo por los hombros con toda la confianza del mundo. Jiang Cheng le gruñó algo entre dientes, pero no rechazó esa especie de abrazo raro. En el fondo lo necesitaba-. ¿Y HuaiSang?

-En el baño, creo. Está ensayando su sección.

-Algún día entenderé por qué le da por ensayar en el baño.

-No creo que yo alcance ese nivel de iluminación nunca. -Se mofó con una media sonrisa-. Solo sé que ha dicho que hoy va a recitar poesía, y me da miedo.

-¿Crees que nos podrían meter en la cárcel por algo que vaya a decir?

-Puede. Me consuelo con que al menos no va a rapear.

-Bueno, por una vez no será culpa mía. -Rio el mayor de los dos hermanos, recibiendo una ceja alzada en respuesta-. ¡Qué! No me mires así, A-Cheng. Lo creas o no, es un alivio. Siempre soy yo el que se mete en los peores líos. ¡Ya me echan la culpa de todo! Hasta de la pantalla que se estropeó en directo la semana pasada.

-Si te preocupa que nos pongan alguna denuncia por lo que dices en el programa, contrólate y punto.

-No es tan fácil cuando la capacidad que tenemos para ofender a todo el mundo es uno de nuestros principales atractivos. -Se quejó Wei Ying-. A ti también te gusta y lo sabes.

-No hablaré si no es en presencia de mi abogado.

-No tienes abogado.

-Pues ahí va mi respuesta.

-Aburrido. -Murmuró por lo bajo. Justo después decidió mirarle con un poco más de seriedad y una sonrisa más amable que vivaz. Cuando lo hacía, se parecía a su hermana. Era inevitable que ese gesto no le tranquilizase al menos un poquito y ambos eran conscientes-. ¿Qué tal estás?

-¿A qué demonios viene eso ahora? -Masculló Jiang Cheng, escondiéndose tras el gesto de beber de su café.

-A que te conozco.

-Pues no preguntes lo que ya sabes. -Bufó-. Estoy bien. Todo va bien, así que no me jodas.

-Vale, vale. Qué carácter. -Wei Ying sonrió mientras alzaba las manos en un gesto de aparente rendición cuando la verdad más pura y dura era que no pensaba rendirse en ningún momento. Nunca lo hacía y eso era algo que Jiang Cheng no sabía si admiraba u odiaba de él. Puede que las dos al mismo tiempo en menor o mayor medida según el momento-. Como te veía tan incómodo estos días solo quería saber si tengo que volver a amenazar a mi querido cuñado con cortarle los...

-Aléjate de mi novio, hazme el favor. Él no es el problema. Lo sabes más que de sobra.

-Ya. -La sonrisa indeleble del otro locutor pareció tensarse durante unos segundos antes de que decidiese confesar. Solía ser una de las mejores maneras de hacer ceder a su irritable hermanito-. La verdad es que yo también estoy nervioso por lo de mañana. Es más, ¡hasta Lan Zhan está nervioso! ¿Te lo puedes creer?

-¿La estatua de hielo? ¿Ese Lan Zhan? -Masculló con una media sonrisa burlona-. Pensaba que los robots no tenían sentimientos.

-¡Perdona que te diga que mi Lan Zhan no es ningún robot! ¡Y tiene muchos sentimientos y muy ardientes!

-No necesito esos detalles. De hecho, no necesito detalles de ningún tipo, muchas gracias.

-Oh, vamos, ni que te fuera a contar cómo es en la cama.

-Es que eso ya lo has hecho.

-¿En serio?

-Sí, hace años, por teléfono. Fue cuando estaba haciendo el máster en Francia. Estabas borracho y fuiste muy, y recalco el muy, explícito. Jamás olvidaré el trauma que me dejó esa llamada.

-Pues no lo recuerdo. -Admitió Wei Ying con una expresión perpleja. Cuando le ponía la carita inocente a Jiang Cheng le daban ganas de soltarle un puñetazo.

-¡Yo sí! Y no necesito volver a pasar por ahí.

-¿Por qué no? Creo que deberíamos tener una de esas charlas en las que alardeamos de las habilidades sexuales de nuestros novios. ¡Puede ser el clímax de nuestra juventud antes de que me convierta oficialmente en padre!

-Punto número uno, A-Yuan lleva una semana con vosotros, ya eres oficialmente su padre. -Declaró Jiang Cheng sin admitir réplicas, haciendo que la sonrisa de su hermano se llenase tanto de nerviosismo como de emoción. El locutor se preguntó solo durante un momento qué se sentiría al vivir algo así. Luego recordó que tenía gata y sobrinos. Con eso le bastaba y le sobraba-. Punto número dos, estoy muy cómodo siendo el único de la familia que conoce las habilidades sexuales de Lan Huan.

-Así que me reconoces que tiene habilidades, ¿eh, pillín?

-¡Wei Ying!

-Vale, vale, ya paro. -Cedió-. Al menos te he hecho reír, me doy por satisfecho.

Al darse cuenta de que —incluso en su vergüenza— estaba sonriendo, Jiang Cheng frunció el ceño y retiró la mirada. Siguió bebiendo café y no dijo nada durante algunos segundos, consintiendo que Wei Ying zarandease un poco el brazo con el que rodeaba sus hombros. Luego quiso empezar a hacerle cosquillas, cosa que no prometía nada bueno. Al cabo de un rato se hartó y le clavó el guion enrollado en las costillas, logrando zafarse por fin de su agarre. Mientras su hermano se quejaba por el golpe decidió hablar por voluntad propia. Intentaba llevar la conversación por un camino que no acabase conduciendo a sus padres, porque nada le apetecía menos que tener que hablar de sus padres en la víspera de verlos después de al menos seis años.

-¿Qué tal se está adaptando A-Yuan?

-Bueno, de momento la cosa parece que avanza bien. -Meditó Wei Ying-. Los primeros días cuando le visitábamos en el hospital no paraba de llorar cada vez que veía a Lan Zhan, pero se ha ido calmando con el tiempo. Ahora se ha acostumbrado a nosotros y nos conoce, así que traerlo al piso en realidad ha sido sencillo. El primer día en casa estaba bastante asustado, eso sí, pero ya va cogiendo confianza.

-Me alegro.

-Sí, la verdad es que tenía miedo de que le costase más. -Confesó el presentador, removiendo lo que le quedaba café con una varilla de plástico y terminándose el contenido de su vaso de un trago-. ¡Pero no! Es una ricura, te lo aseguro. ¡Deberías ver como lo mira todo con los ojos súper abiertos! Es muy, muy curioso, se pasa el día señalando cosas y preguntando qué es esto o qué es aquello. Me lo como a besos cada vez que puedo. ¡Le encantarás! La prueba de fuego es que se abrace a tu pierna. Se abraza a las piernas de todo el que le cae bien. A Lan Zhan ya no lo suelta.

Jiang Cheng se permitió uno de sus clásicos bufidos que en realidad eran risas camufladas. Wei Ying le había enseñado fotos del pequeño. La verdad es que imaginarse a ese chiquitín regordete con su carita vivaracha abrazado a una de las piernas de su cuñado —el hombre que podría hacer que el Ártico se helase de frío con una de sus miradas asesinas— era hilarante como poco.

-Ni una semana y ya alardeas de él como A-Jie cuando nació A-Ling. -Se mofó con una sonrisa burlona que su hermano supo interpretar como sincera. No tan en el fondo de su corazón, los dos sabían que se alegraba por la feliz familia y su nuevo pequeño integrante-. ¿Qué os dará a los padres con los hijos?

-No sé explicarlo, la verdad, pero cuando seas padre lo descubrirás.

-No, gracias. -Rechazó Jiang Cheng de forma casi inmediata. En su mente, a pesar de las incógnitas que de vez en cuando le alteraban las ideas, la mera mención de la paternidad le causaba el mismo efecto que la de vivir en pareja. Saltaba una gran alarma roja intermitente en forma de triángulo gritando un "NO" rotundísimo. Sin embargo, con los años, empezaban a parpadear como si una quisiese fundirse y la otra no-. No sería un buen padre, así que no. Esa vida no es para mí.

-No lo has intentado, no lo sabes. -Protestó Wei Ying con un mohín molesto-. Antes de que Lan Zhan lo comentase de pasada, yo ni siquiera lo había pensado. Y antes del accidente de los padres de A-Yuan tampoco me lo había planteado del todo en serio, era más una broma interna nuestra que cualquier otra cosa.

-Planteárselo es una cosa, tenerlo muy claro otra distinta. Además, tú no eres como mi madre, yo sí. Y paso de amargarle la vida y pasarle mi ansiedad a un crío.

-A-Cheng...

-Ni A-Cheng ni nada. -Gruñó, adelantándose a la compasión y buscando desesperado un cambio de tema. Le valía hasta hablar del tiempo. Como eso el otro presentador no se lo tragaría, intentó conseguir algo un poco más convincente-. A todo esto, ¿al final cómo se va a apellidar?

Wei Ying miró a su hermano pequeño con el ceño fruncido durante un par de segundos, antes de ceder y contestar a su pregunta. Lo conocía mejor que nadie después de todo. Jiang Cheng era terco y esquivo; cuando tomaba la decisión de no hablar de algo o no afrontar un tema no había quién pudiera hacerle cambiar de idea. Ni siquiera su cuñado con sus mejores artimañas podría lograrlo. El presentador principal de La Sonrisa del Emperador, por supuesto, tampoco tenía forma de hacerle ir de frente en cuanto al tema de sus padres. No le interesaba entablar una discusión fuerte a cinco minutos de ponerse a grabar el segundo programa del día, así que prefirió dejarse vencer en esta ocasión.

-Aunque Wei Yuan quede maravillosamente bien -comenzó con un mohín algo contrariado-, hemos decidido que al final se llamará Lan Yuan.

-Si querías que usase tu apellido, ¿por qué no se lo dijiste a Lan Zhan? Cualquier cosa que pides te la concede.

-Porque me parecía injusto llegar e imponer mis deseos en algo que es una decisión de ambos.

-¿Entonces?

-Lo escogió el azar. Tiramos una moneda al aire. -Declaró con una sonrisa que casi parecía orgullosa. Jiang Cheng frunció el ceño. Su cara era un auténtico poema.

-Y luego tienes los cojones de quejarte de mi forma de poner nombres... 

Wei Ying se rio a carcajada limpia durante casi un minuto. Le encantaba escandalizar y molestar a su hermanito, y esa expresión que le estaba poniendo era demasiado buena como para contenerse. Nie HuaiSang salió del baño en el momento justo, cuando uno de los dos presentadores tuvo que salir huyendo mientras el otro le perseguía para atizarle con su guion enrollado. Y, como la escena no le era ni extraña ni ajena y le gustaba estar en el bando del ganador, se dedicó a animar a Jiang Cheng a grito pelado mientras Wei Ying lloriqueaba y le llamaba traidor. Desde el interior del estudio de realización, los cámaras y técnicos se miraron entre sí y suspiraron.

Trabajaban con unos críos de cinco años.

***

Algunas horas más tarde (después de comer con Nie HuaiSang en un restaurante barato y no muy saludable al que les gustaba ir desde que estaban en la universidad) Jiang Cheng se encontró a sí mismo mirándose al espejo de un probador de una tienda de ropa del centro comercial Lanling. Buscó con la vista la pantalla de su móvil durante unos segundos, totalmente en negro y sin ningún mensaje nuevo. Luego bufó y volvió a prestarle atención a su reflejo.

-Parezco idiota.

Junto a él en el probador había unas cuatro o cinco camisas distintas formando una montañita en un taburete. Después de hablarlo con su amigo y copresentador durante la comida, Jiang Cheng había llegado a la conclusión de que no sabía qué ponerse para la reunión familiar del día siguiente, un asunto más importante de lo que se pueda llegar a creer en un primer momento. De ir demasiado arreglado, parecería estúpido y fuera de lugar. Sin embargo, si se presentaba allí con una de sus típicas sudaderas una talla más grandes —costumbre que había adoptado hacía unos años, cuando Lan Huan le dijo que le quedaban de maravilla—, parecería desaliñado y daría la impresión de no estarse tomando en serio el evento. Y sí, vale, a Wei Ying no le importaría y lo que Lan Zhan pensase o no de él le daba igual, pero sus suegros (Lan QiRen incluido) y sus padres eran otro cantar. Como su apariencia fuese descuidada ya veía a su madre riéndose de él y a su padre comentando a medio gas que parecía querer sabotear a su hermano. No, no, no, por ahí sí que no pensaba pasar. Así que ahí estaba, en su tienda de ropa favorita intentando elegir algo que le pegase con los pantalones y que no acusase demasiado las manchas de sangre cuando se pegase un tiro entre ceja y ceja. O para cuando se clavase un tenedor en la tráquea.

Giró la cintura delante del espejo y se examinó de arriba a abajo, evaluando la quinta prenda que se probaba en lo que iba de hora. Llevaba puesta una bonita camisa de color violeta oscuro casi negro. Las mangas le llegaban por el codo sin remangar y se entallaba en torno a su torso. Era considerablemente más favorecedora que la última que se puso y que le quedaba como un saco. Los botones negros apenas se distinguían sobre la tela. Aunque elegante, si la combinaba con sus vaqueros favoritos y con unas botas podría darle un toque casual. Incluso pegaba con sus gafas (porque, una vez más, se había olvidado de ir a la óptica durante semanas enteras). Sin embargo, tenía un no sé qué que le hacía estar inseguro de si elegirla o no. En lo personal, él era más de jerséis y camisetas, pero las camisetas estaban descartadas por no querer que su madre lo mirase de soslayo y para los jerséis empezaba a hacer demasiado calor. La camisa era la única bala que le quedaba en la recámara porque, en comparación, no hay cosa más sosa que la moda masculina para el día a día. ¿Por qué estaría mal visto que fuese y llevase un vestido? Encima sabía que a su novio le encantaba verlo con falda. Decía que le quedaba de escándalo y, por una vez y sin que sirva de precedentes, estaba de acuerdo con él.

Como lo vio todo por el reflejo del espejo, los brazos que de pronto le envolvieron por la espalda no le sorprendieron lo más mínimo. Esbozó una media sonrisa. La de Lan Huan estaba entera al besarle la nuca al descubierto. Cuando giró la cabeza, sus labios se encontraron en un beso lento y cómplice.

-De todas las fotos que me has mandado, esta es la que mejor te queda sin duda. -Comentó el escritor a modo de saludo, las palabras susurradas contra sus labios nada más separarse.

-¿Tú crees?

-Completamente. Estás precioso, A-Cheng.

Algo más convencido (y avergonzado) Jiang Cheng volvió a mirar sus reflejos. Debía admitir que le quedaba bien. Y con su novio abrazándole y jugueteando con uno de los botones inferiores le iba incluso mejor. Al final, tuvo que darse por vencido con eso y decidirse a comprarla.

-Supongo que me la tendré que llevar. -Cedió. Lan Huan se separó de su abrazo tras depositar un cariñoso beso en su mejilla, amparados sus gestos tras la cortina del probador. El presentador de radio comenzó a quitarse la camisa sin vergüenza ninguna-. No pensé que vendrías hasta aquí a buscarme.

-Es que me apetecía verte. 

-¿Así de fácil? ¿No vas ni a poner una excusa?

-¿Debería?

-No, en realidad no. -Concedió divertido el locutor-. Admítelo, te apetecía verme sufriendo de compras.

-Eso también. Pero me he ido a lo esencial de verte solo por el placer de hacerlo.

-Ya, ya. -Se burló. Poco tardó en quitarse por fin la camisa, dejarla a un lado y buscar su propia ropa entre todo el desastre que había montado en el probador. Le costó más encontrar su camiseta y su chaqueta que ponérselas-. Anda, vamos. No quiero repetir el episodio de aquella tienda.

Por "el episodio de aquella tienda" se refería a cierta ocasión en la que, comprando ropa juntos antes de "romper" hacía años, les dio por aprovechar la cuestionable privacidad del probador. Eran jóvenes, inexpertos y no muy listos, y una de las dependientas les pilló manos en la masa, justo antes de bajarse los pantalones. No dijo nada, pero la vergüenza de ese incidente hizo que Jiang Cheng nunca más quisiese dar una sola muestra de cariño en un lugar público, salvo por contadísimas excepciones y el baño de algún restaurante.

-Tienes que admitir que fue divertido. -Bromeó Lan Huan en tono suave mientras le ayudaba a cargar la ropa que no iba a comprar y le seguía fuera del probador.

-Divertidísimo. -Gruñó sardónico-. ¿Sabes la frase de mierda esta de "algún día nos acordaremos de esto y nos reiremos"? Bueno, pues yo todavía no me río.

-Al menos ya no me guardas rencor.

-Debatible.

-¡A-Cheng!

Ante la queja del escritor y su triste expresión de perrito apaleado, Jiang Cheng no pudo hacer más que reír. Ah, entre el bobo de su hermano y el idiota de su novio parecían decididos a arreglar su humor de mierda, cómo los odiaba. Decía odiarlos casi tanto como de verdad los quería.

En un abrir y cerrar de ojos, después de hacer una cola corta y dejar extasiada a la dependienta que los atendió, locutor y escritor estaban fuera de la tienda. Sin un rumbo fijo en la cabeza, caminaban por las pasarelas metálicas del centro comercial. Jiang Cheng llevaba una bolsa en la mano mientras dejaba que la otra se rozase de cuando en cuando con la de su novio, que no paraba de sonreírle. Después de esas dos semanas de paz sin incidentes raros, Lan Huan por fin había podido relajarse correctamente y volver a ser él mismo. Aunque no pensase decirlo en voz alta, eso le hacía un poco feliz.

Solo un poco, ¿eh? Tampoco nos vayamos a creer que tenía sentimientos ni nada por el estilo.

-¿Quieres que hagamos algo, A-Cheng? -Cuestionó el escritor mientras (por fin) tomaba su mano después de unos cuantos encuentros despistados-. Salí a ver si te encontraba sin nada en mente, así que no sé si tienes algún plan ahora.

-Mi idea inicial era comprar esto, pizza de microondas para la cena y volverme a mi casa. -Contestó encogiéndose de hombros-. No tenía ningún plan loco pensado para hoy. Tirarme por un puente al volver como mucho.

-A-Cheng. -Le regañó-. ¿Y qué te parece si en vez de pizza de microondas compramos los ingredientes, masa precocinada y preparamos una casera?

-¿No tienes cosas que hacer?

No preguntaba porque no quisiese, sino porque estos últimos días cada vez que querían pasar algo de tiempo juntos los de la editorial le llamaban. Sin embargo, Lan Huan negó con la cabeza, su expresión como siempre, tan brillante como el sol de primavera.

-Me he pasado la mañana con A-Yao concertando varias reuniones con los de la editorial y con los publicistas, así que estoy libre ahora.

-¿Sí?

-Sí. Esta noche soy todo tuyo.

-¿Y cuándo no? -Se mofó Jiang Cheng. Esta vez su media sonrisa estaba entera-. Vale, hagamos pizza casera. Es un buen plan.

Viendo que su novio se había convencido y que parecía estar de mejor humor, Lan Huan no puso ninguna pega a la hora de caminar hacia la boca de metro, rumbo a su apartamento. En su mente sin preocupaciones, nada podría ir mal. ¿Y qué si tenía una nota en el móvil con unas instrucciones básicas del funcionamiento de la vida moderna lista y preparada para que su yo de otro mundo las leyese? Si no había pasado nada en ese tiempo, nada ocurriría en los días siguientes, estaba convencido por ninguna razón en particular. Decidido. A la mañana siguiente la borraría.

Total, nadie más que él iba a leerla, ¿no?

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