Legado de Pilares [ADN I] |Fi...

By AlysaKai

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🖤 Finalista en los Wattys 2021 bajo el nombre «El Legado de Sadra» que ahora es «Legado de Pilares» _______... More

Frase
Sinopsis más general
Mockups
Moodboard
PROMO
Prólogo
1_Burbuja Rota (Ainhara)
2_Secuestro y Abandono (Anahí)
3_Unidas por el Dolor (Anahí)
4_Partícipe (Amir)
5_Deporte o Suicidio (Ainhara)
6_Inesperado (Ankara)
7_Una sombra (Ankara)
8_Trampa conjunta (Anahí)
9_Nueva rutina (Amir)
10_Castigo Domiciliario (Ainhara)
11_Partido (Ainhara)
12_Relax (Anahí)
13_Volver (Ainhara)
15_Enigmas (Ankara)
16_El casete (Anahí)
17_Un nuevo salto (Ainhara)
18_Khopalka (Amir)
19_Los Batlelock de Musa (Anahí)
20_En lo alto de una estrella (Anahí)
21_Sadra Miller (Anahí)
22_La noche de las cuatro víctimas (Ankara)
23_De Luto y Una Nota (Ainhara)
24_Mentiras develadas (Ainhara)
25_Fuera del Orfanato (Anahí)
26_Mi Realidad (Amir)
27_Código: SM (Ainhara)
28_Travesía (Ankara)
29_Bienvenidos al NUCLEO (Ainhara)
30_Historias del pasado (Astrid)
31_Alianza Oficial (Anahí)
32_Los primogénitos declaran su apoyo (Astrid)
33_Entrenando a los cinco (Astrid)
34_Una Noche Especial (Ainhara)
35_El Proyecto (Astrid)
36_Una Grieta en el Plan (Astrid)
Epílogo (Ainhara)
Edits

14_El tiempo junto a ti (Amir)

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By AlysaKai

Ella entró en mi vida de la forma más absurda. Luego del dulce incidente con la chica del Club Acuario, si soy honesto, no pensé volver a sentir algo parecido, ni de cerca. Estaba equivocado; Ainhara me gustó desde que aterrizó encima de mí. Fue imposible olvidar su expresión en los próximos días. Deseaba volver a verla y a consecuencia, resolví contarle a Damián los planes que tenía en mente. De manera que él me ayudó a encontrarla con ese entusiasmo que lo caracteriza. Después se negó a que la llevase a la galería, pero me mantuve tozudo y bueno digamos que el resultado habría sido un poco mejor de haberle hecho caso.

Mi negativa a contarle que la cita fue un desastre es tan clara como que me llamo Amir, sin embargo, sé que pedirá explicación por este humor de porquería que traigo. De modo que lo conduzco al patio trasero del apartamento, con idea de contarle sobre lo ocurrido con los ADN.

Cabe destacar que ambos conocemos de su existencia, pues nuestras familias tuvieron a bien no poseer secretos, sino contarnos sobre posibles disturbios que supondrían obstáculos en el transcurso por retomar nuestro legado político.

— Esto será un camino difícil –concluyo el relato–, por lo mismo tenemos que apoyar a los nuestros. Sé que no te entusiasma la idea, pero también sé que lo harás.

Quedo a la espera de su intervención. Sí, es cierto que no se las lleva bien con sus padres, no obstante, él los ama. Por lo mismo sé que su reacción será a nuestro favor. Damián asimila lo escuchado en tanto se pasea de aquí para allá y viceversa. Seña de que está enojado. De imprevisto hace reventar una maseta contra el suelo. No alega nada más. Con paso rápido lo veo retirarse hacia las escaleras y yo como siempre quedo en ascuas.

Quisiera regresar a Hill. Sin embargo, nadie ha solicitado que lo haga y eso significa que mis padres prefieren que permanezca en Musa. Además, ellos son suficientes para manejar la situación. Aunque, a pesar de ello no pego ojo en toda la noche. Divago entre Ainhara y los besos que nos dimos, así como también me pregunto qué haremos en la próxima cita.

Cavilo después en lo molesto que me resultan esos difamadores. Mi madre ha de estar furiosa (seguro despidió ya a algunos anexos o empelados), porque esa es la forma en que suele reaccionar: con fiereza, cabeza fría y un buen plan. Al ser su hijo puedo ver más allá de los títulos con los que tienen por costumbre etiquetarla en la prensa o las revistas: «Experta del Año», «Cabeza de la Tecnología en Hill» o «La Frívola Mujer de River City» bla, bla, bla. Sin embargo, sé que para ella ser parte del legado de las Penínsulas es su sueño; aquello para lo que se ha preparado desde que tengo uso de razón.

Por otro lado, ocuparse en los negocios, la Élite y lo demás, sirvió para ayudarla a sobrellevar la desaparición de mi hermana y enfrentarse a la vida. Nadie puede culparme o señalarme mal por admirarla, de manera que no consiento que nadie venga a difamarla.

No sin antes conocer lo que le ha tocado vivir.

***

— Veo que escogiste un perfecto atuendo para la ocasión.

Por instinto rodeo su cintura al tenerla cerca. A la verdad traigo puesta ropa de Damián, la más antigua y deportiva que tenía en casa. Además, estaba sucia, así que por ello amanecí en una lavandería luego de que en la noche Ainhara se las arreglase para contactarme y poner fecha con lugar a la cita de hoy.

Mencionó que vinera sin mucho remilgo, por tanto, cumplí.

— ¿Nos vamos ya? –consulta– Es tarde y si nos demoramos mucho se hará de noche...

— ¿Qué? ¿No puedes llegar tarde? Pensé que serías de esas chicas rebeldes que entran en casa a hurtadillas a altas horas de la noche para que los padres no la descubran –bromeo con ella fingiendo decepción.

Sin más emprendemos nuestro camino hasta una heladería. Según ella para "calentar motores" antes del destino que me tiene preparado.

— ¿Cuál deseas? –me intenso.

— Banana Split.

— Yo quiero una copa de Sorbetto de frambuesa –pido al camarero–. Además, si es tan amable de traerme una bebida aparte, de café frío que contenga cubitos de hielo, se lo agradecería.

— Por supuesto, señor, ¿le interesa que se lo cubramos con crema?

— Sería una maravilla.

Ainhara voltea a verme cuando el camarero se ha ido.

— ¿Qué harás? ¿Juntarlo todo?

— En efecto.

Al segundo de mi afirmación, me inclino hacia ella para señalar:

— Escucha mujercita: sorbetto con café frappé es una grandiosa combinación.

— ¿Y tú y yo, ¿qué somos?

— No lo sé, supongo que estamos descubriéndolo.

— Eso suena interesante.

— Lo es, ahora cuéntame: ¿Por qué estamos aquí? ¿Hay algún deseo oculto detrás de esta parada?

— No sé a qué te refieres.

— Intento saber si estamos aquí para calentar motores ¿o es por cumplir una de esas fantasías de las chicas sobre ir a tomar helado en su primera cita?

— ¡Ja!

Los clientes del local nos dan algunas miradas reprobatorias por causa de su carcajada.

— Creo que las impresiones que te has hecho sobre mí son todas erróneas. No soy una de esas que tienen una lista de deseos a la espera del príncipe que venga a cumplirla.

— Tampoco veo problema si así fuera.

— Te quedaría grande –supone–. Digo, no eres alguien dispuesto a hacer muchas locuras, eres más... asentado.

— Ya. Tú ganas –hago ademán de redición con mis manos para que lo entienda– terminémonos esto y salgamos, quiero ver que tienes en mente chica sin lista.

Me gano un pellizco y su bella sonrisa indicándome que está de acuerdo. Nos traen los pedidos y ambos degustamos una parte de las porciones, pues, cuando nos queda la mitad de estos, intercambiamos.

— Es grandioso –acepta con su boca llena mientras degusta el sorbetto con café frappé.

De modo que sonrío triunfante.

— ¿Ves? Te lo dije.

No recuerdo haber caminado tanto antes. En mi vida la rutina me ha acostumbrado a subir por elevadores y bajar directo al interior de un auto, del cual siempre alguien sostiene la puerta abierta. Sin embargo, este día me valgo solo de mis pies mientras sigo a Ainhara por las calles de Porto Villal. Ella también había dicho eso: no debía traer mi auto, según sus palabras literales, no había necesidad. Por tanto, al colgar su llamada quedé con una curiosidad palpitante en mi pecho, cuestionándome a qué se debían todas aquellas indicaciones.

Aún no tengo idea, solo noto que llegamos a un punto de embarque y nos colocamos en la parte trasera de este.

— ¿Esperamos el bus, o...?

— Debes estar al tanto –advierte.

Me agacho a su lado para susurrarle mis dudas:

— ¿Qué se supone que vamos a hacer? ¿Acaso vamos a robarle a un pobre civil que esté esperando el bus?

— ¡No!

Se muestra ofendida, no obstante, cambia de posición y retoma su aire aventurero nada más divisar el transporte a lo lejos. Por mi parte me preocupa en todo esto el hecho de que soy Amir Balezcose: no puedo estar en una Península extranjera cometiendo actos vandálicos.

¡Sería un escándalo!

— Vamos a tomar el bus, solo que... lo abordaremos de una manera no tan tradicional.

— ¿Con tradicional te refieres...?

— A subir por la escalerilla.

— Vale.

— Sé que me conoces de nada, pero confía en mí, soy un tanto alocada pero no soy una ratera, o ninguna delincuente en busca de adrenalina.

— De acuerdo, confío, confío.

El transporte se detiene en su parada correspondiente, por tanto el gentío comienza a subir. Entonces mi acompañante aprovecha la dispersión para rodear el bus. Desprende una fluidez en sus movimientos que deja entrever que no se trata de una principiante, esto lo ha hecho antes; sí señor.

Quedo viéndola trepar por la escalera de atrás hasta situarse en el techo de la guagua. Ya sabía que venir aquí no era bueno para mí, sin embargo, reacciono; troto en la misma dirección y comienzo a trepar.

¿Qué me quedaría grande? ¡Por supuesto que no!

— ¿Por qué algo me dice que no es la primera vez que llevas a cabo este plan?

— ¿Por qué tienes buena intuición? –tantea.

Sufro un sobresalto cuando el bus arranca sin dar tiempo a que respire o logre sentarme. Llevo una mano a mí pecho profesando que tendré un ataque al corazón. Contraria a mí, Ainhara descansa como si estuviera acostada en el prado y no encima de un transporte público, en marcha por la vía y sin destino concreto para nosotros.

— También me asusté mucho la primera vez, pero ya no siento más que un hormigueo de emoción.

— ¿Ah sí? –me coloco junto a ella– ¿Quién te enseñó esto? ¿Cuándo fue... la primera vez que lo hiciste?

— Teníamos quince, Ken y yo.

Cierra sus ojos como lo hacía antaño; más no me quedaré con esa vaga explicación.

— ¿Novio?

— Mejor amigo.

— Alma gemela... –susurro para mí.

Acabo de recordar a Martina y lo cierto es que, al hacerlo, se me escapa una leve sonrisa. Al tiempo de ello Ainhara me ve.

— ¿Qué dijiste?

— Olvídalo, recordé algo, no es nada.

— Respira –aconseja–. Siente como tu cuerpo te grita que estás vivo. Deja que el viento nos despeine y así se haga presente. Tenemos todo esto para disfrutarlo; un mundo hermoso que no ha perdido su color, aunque esté quebrado y casi al borde de la destrucción... dime que no es una sensación genial.

— Lo es. Es genial. –bajo la guardia al tomar su consejo.

Ella sonríe y me imita:

— ¿Ves? Te lo dije.

Ambos disfrutamos de este viaje gratis más todo lo que nos rodea, ceñidos y felices, incluso dormimos en algún momento. Increíble, lo sé, pero el tiempo junto a ella me sienta de maravilla. Nada me preocupa ni tengo responsabilidades o tareas por cumplir, mucho menos debo pretender la perfección para agradarla y esto por una razón: no soy Amir Balezcose Urbide. Ainhara ve a un chico tímido y culturalmente soso, extranjero que vive con un colega en Musa. No esperaba conocerme y ahora desea compartir su tiempo conmigo, a su manera, lo que me encanta y desconcierta a la vez.

Por consiguiente, lo mejor es corresponderle sin ser yo; sin preocupaciones ni difamadores de por medio. Decido entonces que ocultaré mi identidad. Muchas son las personas que se llaman Amir en esta época, además no creo que ella sea del tipo de chicas que se ponen a ver las noticias con palomillas en sus asiento para divertirse criticando a los políticos. Ainhara no estará al corriente de mi origen porque si lo hace... temo perder la relación que estamos construyendo.

— ¡Esta es mi parte favorita!

El trayecto hasta el momento ha sido tranquilo, sin embargo, de repente ella luce eufórica. Tanto que se aleja de mi pecho para tomar asiento y a propósito de eso distingo cerca un puente capaz de arrasar con nosotros. El bus acelera y sin miramientos tiro de Ainhara para atraerla a mi pecho. Mientras que en un visto y no visto me roba un beso al segundo que nuestras vidas penden de un hilo. La dejo entrar y yo entro en su boca también, en tanto nos aferramos el uno al otro.

Después de separarnos, siento que estoy sobre el prado y no encima de un transporte público, en marcha por la vía y sin destino concreto. Está junto a mí la chica que me gusta: ceñida a mi abdomen, mientras rodeo su cintura. Por tanto, siento que vivir cada momento de mi vida junto a ella es la rutina que quiero marque todos mis días.

Sin embargo, dicho querencia me deja un amargo sabor en el corazón, porque sé a consciencia cuán lejos está de la realidad este deseo.

***

Las próximas semanas suceden tranquilas. En consecuencia, cada día resulta más largo que el anterior. Aprovecho las mañanas en el gimnasio pues, suele ser una actividad capaz de nublar mis emociones o pensamientos para centrarme solo en las tandas de ejercicios. Por esto, mi cuerpo luce ahora muy tonificado y más definido que antaño.

Damián no ha vuelto a dormir en casa desde que su período de exámenes comenzó. Al parecer verse rodeado de estudiosos en la facultad ínsita su lado intelectual y mengua el de casanova. Ainhara también comenzó los exámenes al cabo de unos días posteriores a nuestra aventura sobre el transporte público. Luego de eso nos vimos un par de veces rotándonos los turnos para elegir a dónde ir –y de forma inconsciente poner al otro al tanto de nuestros gustos personales–. Cuando pienso en el tiempo que pasamos juntos, algo vibra en mí y me inquieta no encontrar razón para que ella se pasee de manera tan reiterada por mí cabeza.

Pensar tanto en ella no puede ser normal. Nunca me había sucedido algo así: cocino y deseo que Ainhara deguste el planto conmigo, quiero saber su opinión con respecto al sabor, el toque picante o si debe permanecer algún tiempo más en el fuego. Lo mismo ocurre si conecto la tele o escucho canciones, incluso cuando me informo sobre los ataques de los ADN en las otras Penínsulas me pregunto cómo sería tratar el tema en cuestión con ella, si me apoyaría y a mi familia.

¿Cómo seríamos si lo supiera todo de mí?

Recuerdo la última cita donde la convidé al cine; ella insistió en que fuéramos por nuestra cuenta y así lo hicimos. Valió la pena llegar antes porque ese corto instante, cuando la observé mientras cruzaba la entrada, me reveló algo gigantesco.

Vi a una Ainhara diferente: su calzado nada tenía en común con sus toscas botas pues no eran más que unas sencillas sandalias de cuero, a juego con el cinto que ceñía su cintura sobre el vestidito naranja pálido de pequeños floridos entre carmelitas y amarillos. Los hombros le quedaban al descubierto. Llevaba los risos sueltos, amontonados en el lado donde siempre lleva su práctica coleta. Cuando estuvo más cerca percibí un maquillaje ligero y natural. Lucía hermosa. Mi cuerpo se tensó, apreté la mandíbula porque no conseguía apartar la mirada de ella, y entonces caí en cuenta de que me gustaba toda: rebelde y desarreglada o mansa y ataviada, no era su apariencia lo más importante, ni su cuerpo, y por lo poco que hemos tratado, no puedo decir que sea su corazón lo que me atrae. ¿Entonces, que es? ¿Destino? Me sentí afortunado e imbécil.

— ¿De dónde sacaste ese atuendo? –comenté en son de burla.

Hice un gesto para abarcarla completa. Decir algo estúpido fue la mejor forma de hacerle para que no supiera como me estaba sintiendo. Ainhara respondió a su manera: lanzándome un empujón directo al pecho. Retrocedí entre risillas; ella se alejó. Buscaría la sala correspondiente, pese a no tener ni idea de cuál era. Con todo, el enfado se le esfumó haciendo fila para las palomitas. Tardamos un buen rato y a punto estuve de pedir preferencia, sin embargo, recordé que junto a Ainhara yo era un civil común.

A consecuencia, hice fila por primera vez en mi vida.

Entramos algo atrasados a la sala, cuando la mayoría ya ocupaba los asientos delanteros y sus alrededores. Luego de un dar un rodeo nos decantamos por dos lugares al final del segundo piso (lo que resultó toda una sorpresa pues la vista era espectacular desde allí). Durante la película no hubo trucos de mano tonta, ni roce alguno, porque teníamos nuestras porciones individuales de palomitas.

Además, estábamos concentrados en la cinta, dándole descanso a las hormonas alborotadas y los nervios del momento.

— Mucho mejor –recuerdo que susurré al verla de reojo quitándose el labial con una mano.

— No estoy acostumbrada –argumentó con cierta vergüenza.

Eso llamó mi atención, por ende, giré para verla mejor.

— Lo sé y me gusta.

En aquel momento sentí el impulso de aclarar mi postura, tenía la oportunidad y no la malgasté. Todo porque no deseaba escuchar ese tono en ella nunca más.

— Espero que nadie te haga pensar lo contrario. Ainhara, me gustas de tal forma que es un misterio para mí. Antes, cuando te he visto llegar vestida así no me has gustado ni más ni menos ¿sabes por qué? Porque me gustas tú, más allá de lo que lleves puesto. Cuando volvamos a vernos espero que no te importe tanto los vestidos, la calidad de la tela, o el maquillaje. Pues, te aseguro que lo sea que te pongas a mí me encantará.

No hemos vuelto a quedar. Tampoco hablamos más a causa de una señora incómoda por los susurros, que nos mandó a callar. Así pues, aquí estoy, de camino al auto mientras salgo del gimnasio otra mañana más cuando siento vibrar el celular en mi bolsillo.

Damián: Ya estoy en casa. Mart se viene a vivir con nosotros... Dónde estas?

¿Mart? Oh, Martina. ¿Ella y Damián...? No; imposible, son amigos –me digo mientras quito el seguro de auto– Sí y yo nunca había traicionado el futuro que me espera junto a Astrid.

Parqueo frente a su colegio aun cuando este no era mi destino inicial. No sé qué decir, ni cómo excusar mi presencia aquí; solo sé que deseo verla salir por la puerta y cuando lo hace, me cuesta discernir quien está más sorprendido. No es porque sea la primera situación de este calibre (antes ya he estado por aquí para acordar las salidas, pues ella no tiene móvil y hasta el momento ninguno conoce nuestras respectivas casas). Lo novedoso del panorama según yo reside en ese algo que está creciendo entre nosotros.

— Hola –saluda cuando termino de bajar la ventanilla.

— Hola ¿Qué tal los exámenes?

— Creo que he sobrevivido. ¿Qué haces por aquí? –pregunta en tono cauteloso.

— Quería verte... yo

Se honesto, se honesto, di algo más, me ordeno.

— Estaba pensando si querías ir algún sitio, es tú turno si quieres, pero de estar ocupada no pasa nada todo bien no quiero hacerte improvisar –balbuceo a toda velocidad.

— Este sábado puedo, como aprobé no tengo que estudiar hasta que acaben los extras. Aunque tengo una condición.

— Dime cuál.

— ¡Por favor dime tu nombre! –pide con voz divertida.

— ¿No le he dicho? –tomo en cuenta recién.

Noup...

— Es Amir.

— ¿Solo Amir? –indaga.

— Sí; solo Amir.

— Bueno, en tal caso yo soy solo Ainhara.

— Eso ya lo sabía –evidencio.

— Sí es cierto. ¿Puedes el sábado entonces?

— Sí –confirmo– ¿Dónde queda tú casa? Podemos vernos allí.

Sugiero con cierto desinterés. Por supuesto es fingido porque me interesa conocer esa parte de ella, pero Ainhara no parece dispuesta a ceder.

— No. Mejor en la tuya.

Su negatividad me descoloca: ¿Por qué no desea que conozca su hogar? ¿Acaso es que no desea mayor compromiso igual que Damián?

— Es lo mejor –vocifero la respuesta a mis interrogantes mentales.

Ella lo toma para sí.

— Muy bien pues. Adiós.

— Nos vemos.

No arranco el auto de inmediato, sino que la observo caminar hacia una rubia que la espera en la distancia. Entonces, tal cual lo preví, ella vuelve. Cuando lo hace, ya tengo en mi mano la nota con la dirección escrita. De otra forma no sabría dónde queda el apartamento de Damián.

Buscarla, acercarme demasiado e intentar poseer algún tipo de relación con esta chica es una pésima idea y lo sé. Imaginarla como novia, es un sueño utópico que agrieta mi razón. Puede que el dictamen de Damián con respecto al noviazgo y lo que significa ese título siempre lo haya compartido, pero claro, hasta entonces no había conocido a «solo Ainhara».

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