Legado de Pilares [ADN I] |Fi...

By AlysaKai

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🖤 Finalista en los Wattys 2021 bajo el nombre «El Legado de Sadra» que ahora es «Legado de Pilares» _______... More

Frase
Sinopsis más general
Mockups
Moodboard
PROMO
Prólogo
1_Burbuja Rota (Ainhara)
2_Secuestro y Abandono (Anahí)
3_Unidas por el Dolor (Anahí)
4_Partícipe (Amir)
5_Deporte o Suicidio (Ainhara)
6_Inesperado (Ankara)
7_Una sombra (Ankara)
9_Nueva rutina (Amir)
10_Castigo Domiciliario (Ainhara)
11_Partido (Ainhara)
12_Relax (Anahí)
13_Volver (Ainhara)
14_El tiempo junto a ti (Amir)
15_Enigmas (Ankara)
16_El casete (Anahí)
17_Un nuevo salto (Ainhara)
18_Khopalka (Amir)
19_Los Batlelock de Musa (Anahí)
20_En lo alto de una estrella (Anahí)
21_Sadra Miller (Anahí)
22_La noche de las cuatro víctimas (Ankara)
23_De Luto y Una Nota (Ainhara)
24_Mentiras develadas (Ainhara)
25_Fuera del Orfanato (Anahí)
26_Mi Realidad (Amir)
27_Código: SM (Ainhara)
28_Travesía (Ankara)
29_Bienvenidos al NUCLEO (Ainhara)
30_Historias del pasado (Astrid)
31_Alianza Oficial (Anahí)
32_Los primogénitos declaran su apoyo (Astrid)
33_Entrenando a los cinco (Astrid)
34_Una Noche Especial (Ainhara)
35_El Proyecto (Astrid)
36_Una Grieta en el Plan (Astrid)
Epílogo (Ainhara)
Edits

8_Trampa conjunta (Anahí)

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By AlysaKai

Dominaba ola tras ola junto a mi tabla azul prusia. La rutina había comenzado recién y cada una de mis maniobras las había realizado con gran exquisitez. Sin embargo, la calidad en mis gestos comenzó a fluctuar al tiempo que se empañó mi visión.

Era el peor momento para sentirme mareada, ya que estaba a punto de realizar el tan arriesgado Tubo. No obstante, minutos atrás mi estado físico no era el óptimo y aun así decidí entrar al agua. Había tomado una de las bebidas reservadas solo para competidores y después de eso, todo fue cambiando: mi energía se debilitó, cayó una repentina pesadez en mis parpados, disimulé un el leve mareo; todo para no aplazar mi turno.

Ahora esa terquedad pasa factura de mi irresponsabilidad, manifestándose como una especie de efecto bumerán. El malestar atormenta mis sentidos, pierdo la referencia y mis pies abandonan la tabla. Por ende, quedo inerte bajo las olas. Mientras soy aplastada por ellas, alguien tripula una Acuamot (tecnología de Hill), para rescatarme jalándome por la cintura. Veo una luz, o eso creo, antes de desmayarme.

Con todo, era muy parecida a los rayos de sol que atravesaron mi ventana en la mañana. Cuando fantaseaba, con una vida mejor que la que tengo, sonó la alarma hormiguitas y me golpeé la cabeza con el techo de la litera cuando cogí impulso para salir de la cama. Ainhara se rio en mí después de recordarme que odia ese lema nuestro. Como si yo lo olvidase. De modo que así, iniciamos el día. Recogimos los objetos del baño y nos fuimos a hacer fila. Luego, a pesar de no poder disfrutar de una ducha a mis anchas, conseguí relajarme. Cabe destacar que estaba de muy buen ánimo. E incluso, tiempo después peiné con dos trenzas a mi amiga a pesar de sus quejas por los jalones de moños. Tenía el resto del día planeado: 1) asistiría a la Cuarta Ronda de Competencias del Torneo Popular de Surfistas Aficionados con mi mejor amiga 2) tendría una rutina excelente, mejor que Megumi (debo destacar que estaba más segura tras haber comprobado que la chica se encontraría en desventaja) y 3) quedaría seleccionada para la Quinta y última Ronda de Competencias del TPSA.

— ¿Qué tanto piensas?

Se interesó mi compañera.

— Tonterías. Imaginaba como me quedaría en el pecho la medalla de Campeona de los TPSA.

Ofrecí una sonrisa a modo de disculpas y ella replicó:

— Sí, eres muy tonta, pero estoy segura de que esa medalla está echa a tu medida.

— Gracias. Significa mucho que me acompañes. Tú sabes que tienes un lugar de honor en los momentos importantes de mi vida.

— Por supuesto, lo sé y estoy encantada con ello, pero...

— Hablamos sobre ir juntas lo recuerdas, ¿verdad?

— Sí, pero tengo un compromiso antes. Dime cuándo tengo que estar allí y te prometo llegar a tiempo para tu rutina.

— Ainhara, sabes desde la Ronda Cero todos los horarios de las competencias. Has leído los folletos, asistido a las otras Rondas.

— Vale, vale, lo capto.

— ¿Entonces? –discutí– ¿Qué ocurre esta vez? ¿Qué...? Ken –abrevié para mí y no lo negó–. Olvídalo.

Fue mi última palabra antes de alejarme.

— Anahí, ven... para de caminar... oye, ¡escúchame!

Pedía detrás mío hasta coincidir en un punto del pasillo cercano a las escaleras.

— Ken y yo nos reuniremos un rato, tú sabes... cosas nuestras –gesticuló sonriente un ¡Je! Pero no sonreí–. Prometo estar ahí para tu turno, te veré competir.

— De acuerdo, te espero entonces –zanjé como despedida.

Hoy pretendía tener su compañía en todo tiempo, era la antesala de las finales, un momento importante ¿Acaso ella y Ken no se la pasaban siempre inventando locuras? ¿No podía posponerlo por un día? Ahora estaba segura de que llegaría tarde, siempre pasaba cuando estaban juntos tonteando y lanzándose por una cuerda. En fin, cumpliría los dos objetivos restantes en mi lista para este día y nada ni, nadie me quitaría eso.

A punto estaba de comenzar la Cuarta Ronda de Competencias del Torneo Popular de Surfistas Aficionados. El rigor de la no daba pie a que intercambiáramos más de dos palabras amistosas entre competidores, aunque el #22 era diferente. Si bien los contendientes estaban tensos por causa de las cinco eliminaciones de hoy, él parecía relajado. Quiero decir, le importaba quedar entre los seleccionados, pero la posibilidad, creo, de que no fuera así, no le causaba un efecto negativo en su ánimo, ni en la manera de tratar a los demás. Por otro lado, mostraba una gentileza difícil de fingir y cuando sonreía, o felicitaba a sus rivales, parecía genuino. No obstante, quizá es de esas personas que lo toman todo a broma.

Ni Ainhara, ni Ken estaban por el lugar, al contrario de cierta pelirroja posicionada en las primeras filas. Seguro notó la presión de mis ojos sobre ella porque volteó dándome una mirada que no supe ni me preocupé por interpretar. Di media vuelta sintiéndome como un globo al que se le acaba el aire. Poco después, el comunicador afirmó el comienzo de la actividad. Por lo tanto, vítores, aplausos y ruidos de festejos llenaron el ambiente.

Todos estaban listos... todos menos yo.

— Treinta y dos –llamó alguien– ¿Te sucede algo?

— Estoy bien, gracias.

Cuando me giré para agradecer de frente la preocupación, noté que por primera vez me habla a mí. Tenía que ser él. ¿Quién más se preocuparía?, pensé. El chico me ofreció una sonrisa tan perfecta que llamó a mis nervios. De modo que le sonreí como una tonta que no podía esconderle nada.

— Es mentira, no estoy bien.

— Puedes contarme tu problema, si quieres –sugirió.

— ¿Puedes traerme a mi mejor amiga desde donde sea que esté, para que, al menos vea mi rutina y hacer que me sienta menos sola? –lo reté, sin embargo, se escuchó más como una petición desesperada.

— No. Eso escapa de mis límites.

— Lo suponía...

Asentí desviando la mirada hacia la Copa de Calificaciones para vislumbrar como le estaba yendo a la joven que estaba en las olas.

— Aunque #32, nunca estamos a cabalidad solos. Yo nunca me he sentido solo.

— ¡Qué bien por ti! –festejé con aplauso y sonrisa hipócrita– Debes tener una gran familia... perfecta seguramente.

Me detuvo un recuerdo dentro de mí haciendo que me arrepintiera de esas palabras.

— No –volvió a decir; esta vez ahogando una risa–. Vivo solo con mi madre, de mi padre no sé nada, ni siquiera llevo su apellido.

— Lo siento, fui muy bruta, nos suelo ser así.

— Debería ser yo quien lo sintiera y no lo hago –me dice sin vestigios de molestia–. No tengo lástima de mí, o de las circunstancias que he vivido. He aprendido a superarlas y si yo no siento lastima... nadie más debe sentirla por mi ¿no crees?

— Tienes toda la razón #22.

En ese instante anhelé tener la madurez de aquel chico para enfrentarme con ella a mis terrores nocturnos. Pues tengo desde hace años la sospecha de que siguen alimentándose de mí por causa de la lástima con la que me mimo. Sus palabras eran tan opuestas a lo que siento por mi pasado, e incluso por el mi amiga. Tanto ella como yo nos hemos engañado al pensar que logramos sobreponernos a lo que una vez vivimos, cuando no lo hemos hecho en absoluto. Estamos igual que a los siete años, solo que las circunstancias han cambiado; nuestro interior no.

Quizá es que no hemos sanado, y por tal razón seguimos curando nuestro dolor con autocompasión.

— ¿Estás bien? Pareces triste...

— No pasa nada. ¿Entonces? Si tu vida es así ¿por qué dices que nunca estamos solos?

De repente no quería alejarlo como segundos atrás, sino que ansío su compañía.

— Acaso... ¿tienes un amigo imaginario? –bromee y ambos sonreímos.

— Sí; tengo un amigo, pero no imaginario, es real y siempre está conmigo. Incluso aunque quisiera no podría apartarme ni esconderme de él porque está en todos lados.

— ¿Quién es tu amigo? –pregunté con intriga.

— Jesús, es decir, Dios.

— Tú eres... ¿cristiano? Es así como se dice ¿no? –el chico asintió– Pero ¿no debería ser diferentes, que tiene que ver cristianos con Jesús? No se parecen.

— A Jesús se le llama también Cristo entre muchos otros nombres, pero este en particular es porque Cristo significa Mesías, es decir, el Salvador... es algo que llevaría más charla en resumen: cristianos viene de Cristo. Es normal que muchos no conozcan de estos temas ya que tener creencias así en nuestra Era es algo que está en desuso. Creer en Jesús, en su muerte y resurrección para salvar a sus hijos, pero... yo Creo.

— Wow eso es inspirador... supongo. Que defiendas tu fe. Disculpa que lo pregunte, pero... ¿eso no es ilegal?

— Es legal solo que las leyes, o derechos respecto a estos temas se encuentra en un plano inutilizable, por así decirlo. A los Regentes no les gusta lo que nosotros predicamos y con predicamos, me refiero a nuestra fe en Jesús, los valores por los que vivimos, o nuestros ideales, las verdades que defendemos.

— No lo sabía. Supongo que deben ser pocos ustedes.

— Oh, puede ser –calculó moviendo su cabeza–. Sin embargo, durante mucho tiempo nos han comparado con una plaga.

— ¿Y eso no te molesta? Porque, hasta donde sé, una plaga es algo malo... y tú no pareces malo.

— Para nada me molesta, es normal. Los cristianos siempre han enfrentado y lidiado con críticas, apodos o comparaciones como esas, que sí es mala, pero viendo el lado positivo es una gran comparación.

— ¿Cómo así?

— Veras, en nuestros días las religiones de siglos anteriores y el cristianismo han decaído. No sé qué subsistió de estas religiones, pero sí sé que en cualquier Era y lugar, como lo hace una plaga, allí estaremos los cristianos. Siempre lo hemos hecho porque el mundo pasa, pero no la palabra de Dios

— Fueeeeerte al aplauso para la #08 que ha mantenido una muy buena rutina –proclamó el comunicador por los altavoces.

Acto seguido dio paso al siguiente participante que resultó ser el #22. El chico de sonrisa gentil, el cristiano que minimizó mi soledad con su plática; el surfista que en breve se posicionó de primero en la Copa de Calificaciones. Inició la rutina con muy buen pie, notándose la experiencia en el deporte, pues realizaba cada movimiento con fuerza y convicción, tal como defendía su fe. Sonreí sin notarlo, pero al rato fui consciente del daño que significaba para mí su perfecta técnica. Megumi era un problema menor comparado con él y no lo había notado hasta ahora. Cambié de lugar comenzando a estresarme. Volteé hacia el público, pero no vi a Ainhara.

— Tu amiguita no ha llegado ¿verdad? –molestó la burladora de Ankara a mis espaldas.

Mordí el labio inferior sintiendo impotencia y giré para encararla.

— Aún no es mi turno por eso no llega. Deberías ir a darle ánimos a tu amiga en cuanto toqué la primera ola –sugerí fingiendo rostro de pena.

— Descuida, para eso estoy aquí: para apoyarla. No como otras, que parecen haber olvidado el horario...

Esperé a estar sola para resoplar bien alto. Fui al puesto de bebidas para concursantes, ubicado en una de las barras improvisadas al estilo surfista y luego, todo empezó a emborronarse.

Mi visión alterca con la claridad, pero abro los ojos.

— ¡Anahí! Anahí, amiga estás bien, espera...

La voz de Ainhara resuena en el lugar perdiéndose después de cruzar las cortinas. Recién despierto después de la caída en las olas y tengo la sensación de haber estado inconsciente mucho rato. Espero que no demasiado. ¿Me han traído a un hospital?, pienso. ¿No califiqué? Pero que digo, claro que no... espera, esto no es un hospital. No huele como hospital. ¡Estoy en la playa! Huele a mar y la brisa es la de la zona. No obstante, hay mucho silencio, una quietud que no había antes de...

Ainhara regresa en compañía de un paramédico. El cual, después de un chequeo cortísimo me asegura que fui envenenada.

— El veneno utilizado es de rango menor, es decir, no conduce a la muerte instantánea tan solo hace el efecto de calmante, pero más fuerte. Llevaría a la muerte si se usara de forma regular en el mismo sujeto, pero como solo fue esta vez y en una pequeña medida, tan solo la mareó y adormeció a un grado bastante severo.

— ¿Quién hizo tal cosa?

— Ankara y Megumi –apunta Ainhara a mi lado.

Salimos de la tienda de primeros auxilios tras despedirnos y agradecer al señor. Entretanto observo la zona reparando en que todo ha terminado; no están sonando los altavoces, nadie se percibe en las olas, ni siquiera lejos, y los asientos fueron retirados. Asimismo, las carpas fueron levantadas para dar fin a todo el paripé de la competición.

Cumpliría con lo dicho por el medico: iría a casa, donde descansaría. Ya más tarde hablaría con Ainhara.

Desafortunadamente ese era mi plan no el suyo.

— ¿Te sientes bien? –cabeceo de forma casi imperceptible– ¿Nos vamos directo al orfanato?

— Eso es obvio ¿no? –respondo de mala gana.

— Lo es –acepta Ainhara.

Respira profundo (ademán singular cuando desea mantener la calma) y sin previo aviso se detiene.

— Antes debes saber que han esperado por ti, lo que me hace suponer que no te irás así nada más.

— ¿Quién esperó por mí?

Resulta extraño puesto que dentro de la competencia solo conozco a Megumi. Sin embargo, al instante en que veo a la cara a mi compañera, con ídolo interrogativa, alguien más silba detrás de mí.

— Hola treinta y dos. ¿Recuperada?

— Hola... sí.

Trato de imitar la sonrisa del #22. Aunque ello no sería posible, pues tal gesto tiene las proporciones exactas para encajar solo en su rostro.

— ¿Estás aquí aún?

De inmediato deseo borrar mis palabras y reemplazarlas por algo menos obvio, pero tendré que vivir con ello.

— Quise quedarme para verte recuperada, antes pintabas muy mal –rememora–. En fin, me alegra que no haya sido grave.

— Yo también, dime tú... ¿calificaste?

Tal cambio de tema sorprende a ambos acompañantes, pero no dedico reflexión alguna a eso. Necesito la respuesta a mi pregunta.

— Sí califiqué, eh... también los números 08, 14, 05 y 30.

— Bien por ustedes. Gracias por quedarte y por tu preocupación.

— De nada, continúa entrenando eres muy buena surfista.

— Fui campeona el año anterior –recalco como mérito.

Ante esto, él responde un simple: bien. Desencaja su tabla como despedida. Luego de ello, acelero el paso para llegar lo antes posible al dormitorio, sin intercambiar palabra con Ainhara. El enojo entre ambas era palpable, o al menos de mi parte, pero lo que más me molestaba era el fracaso de las olas.

En la noche sin avances más allá de nuestros monosílabos, opté por arreglar mi parte del armario que estaba hecho un desastre. Sentí pena por él pues, con todo el lío de las competiciones, lo abría y cerraba como si de un refrigerador se tratase.

— Anahí ya basta –comenzó a decir cuando acabó el límite de su paciencia–. Sé que... estás molesta, pero lo siento ¿vale?

Ignoro sus palabras; continúo mi labor sentada frente al armario.

— Llegué tarde y soy consciente de ello, pero si me escuchas, verás cómo al final fue bueno en cierto modo. Deja que te cuente como sucedieron las cosas –su tono se relajó al de un susurro cómplice–. ¿No quieres saber cómo descubrí que los mirmecófagos fueron las responsables?

— Te escucho –digo sin girarme.

Ella, a pesar de sentirse inquieta por mi rigidez prosiguió con su relato.

Resulta que Ainhara llegó luego de mi caída. Fue extraño para ella mi ausencia, por tanto, preguntó aquí y allá hasta saber la historia y como no necesitaba pruebas para detectar a los culpables, caminó cual psicópata hasta las gradas tomando la melena de Ankara en un intento de obligarla a declarar. Sin embargo, ella negó todo marchándose con la frente en alto. Entonces, mi amiga decidió primero verme para continuar después con su investigación. Cuando arribó a la cabaña de primeros auxilios, encontró mi cuerpo tendido sobre la cama, tan inmóvil como para erizar su bello corporal. Un joven era mi compañía y me dejó a su cargo para volver a salir.

La explosión interior fue inminente cuando supo todo con mayor lujo de detalles por boca de un paramédico. El mismo la puso al tanto de una reunión que tendría lugar en la carpa con los competidores, la cual Ainhara espió, aunque sin éxito.

— ¡Sabía que habían sido ellas! Y lo comprobaría –especula usando su tono detectivesco– ¿Entonces? ¿Qué hice?

Aguarda alguna palabra por mi parte, cosa que no sucede.

— Las vigilé. Cometerían un error de modo que cuando las vi reunirse, e ir en dirección a la parte trasera de una grada, las seguí con disimulo ¡y allí estaban, hablando de su trampa! Pero les duró poco, ya que traje conmigo a una persona que se hizo cargo del asunto y descalificó a Megumi.

— Bien.

Había un halo de dolor en mi voz que podía confundirse con tiesura.

— ¿Bien? ¿bien qué? ¿Solo eso dirás?

Ainhara desciende de su litera para recostarse al armario. Aparta la ropa de mis manos y la hecha lejos.

— ¿Vas a continuar así por esta tontería? ¡Ya he dicho que lo lamento! Deja de ser tan tozuda por favor.

— ¡No es una tontería, es importante! Significaba mucho para mí que estuvieras allí...

— ¡Para Ken también lo era! –interrumpe con sus razones– Ambos sois mis amigos. ¿Dime qué hago? No puedo dividirme, ni estar en dos sitios a la vez. Lamento todo y más que esas zorras te hallan hecho daño –señala.

— Te entiendo, de veras lo hago, pero no me pidas que estemos bien ahora porque no puedo, aunque eso no quita que esté agradecida por descubrirlas.

Desde que desperté en la cabaña un remolino de sensaciones me traen confundida. Y tales sensaciones no me dejan avanzar. Así que bien puedo aceptar las razones de Ainhara, creerlas pese a no compartirlas, pero no estoy en la disposición de perdonarla por su tardanza.

— ¡No estoy bien ni conmigo misma!

Cuento, no a Ainhara, quizá a la nada. Es una especie de desahogo para ambas; en donde yo me libero y ella entiende algunas cosas que no llegué nunca a relatarle de tal forma.

— ¿Cómo quieres que lo esté contigo? Nada está bien, tenía expectativas para este día y fracasé en cada uno de mis intentos por hacerlas realidad: no logré tener tú compañía en la competición, mi rutina fue una porquería. Me envenenaron. Perdí la oportunidad de quedar seleccionada para las finales y llegar a ser campeona consecutiva.

— Ya veo... pero nada de eso es mi culpa.

— Tengo pocas personas en esta vida, por eso cuando cuento con la presencia de alguien en los momentos importantes, pongo toda mi conformidad y satisfacción en el hecho de saber que cuento con esa persona.

— Puedo entender eso...

— Y esa eres tú, Ainhara –continúo pasándola por alto–. Aun así, no estuviste –recalco–. Yo solo quería tenerte a mi lado para que vieras mi triunfo, pero tu prioridad hoy no fue estar ahí para mí. Entonces fracasé. Porque bebí del veneno al sentirme sola y de haber estado tú ahí, jamás lo habría hecho...

— Resulta que soy la culpable de todo entonces.

— Lo dicho me basta para creer que sí.

— Ya veo... aunque la solución, a todo esto, queda en la actitud que quieras asumir de ahora en adelante. Voy a bañarme.

En algún punto me planteo si estaré equivocada o siendo egoísta, aunque esos pensamientos duran lo mismo que Ainhara dentro del dormitorio. Enfrascada en mi tarea y atrapada en mis pensamientos, continúo hasta dejar todo en orden en la habitación. Luego me voy a las duchas. Mi compañera no vuelve al dormitorio durante horas. No la veo en los pasillos, ni tampoco en los baños. Es como si hubiese desaparecido y no por enojo, sino para darme espacio.

A la hora de cenar, me adentro en la Sala de Alimentación escudriñando las mesas, hasta que diviso una figura en la mesa del fondo. No es normal pedir permiso entre nosotras para ocupar el hexágono, pero en esta ocasión tengo la necesidad de hacerlo.

— También es tu mesa, adelante.

— Lamento estar así contigo... sé que no es tu culpa, pero tenme paciencia ¿vale? –pido después de unos cuántos minutos.

Ninguna ve más allá de su respectiva bandeja, aunque eso es suficiente para decirnos lo necesario.

— ¿Acaso crees que no la estoy teniendo? –refuta– Te he dado espacio, no he insistido más. Yo no sé mucho de paciencia, pero creo que esto se le parece.

Sonrío al escucharla exhausta, como si de veras estuviera realizando un esfuerzo sobrehumano. Tal gesto llama su atención y por tanto, me obliga a decir algo más.

— Tienes razón, sí me estás teniendo paciencia. Por otra parte, yo... he pensado que la mejor actitud a tomar respecto a esto es, aceptar mi fracaso. Estoy en ello. Me cuesta, pero sé que volveremos a estar bien.

Una Cuidadora se acerca dando lugar a que Ainhara omita su intervención. Mi amiga y yo nos tensamos; de inmediato dejamos de comer y reposamos los cubiertos en los bordes de las bandejas. Noto con el rabillo del ojo a otra que arriba también una mesa lejana.

— Se acabó la cena. La Preceptora Dauton os espera en su oficina.

Con media vuelta la patrulla del orfanato impone su orden de seguirla en silencio. Por ende, eso hacemos: abandonamos la Sala y caminamos por los pasillos. Casi llegamos a la oficina cuando la otra Cuidadora se topa con nosotros y certifico que Ankara y Megumi la acompañan. Ambas señoras (encargadas del orden en el orfanato) se detienen sin previo aviso haciéndonos retroceder a trompicones cuando estamos próximas al portón.

Sostienen las manijas para abrir de par en par, las dos mitades de la puerta y entonces, la Preceptora nos invita a pasar.

— Chicas notarán que pronto acabará mi horario laboral por ello esta charla será breve –aclara–. Estoy al tanto de lo ocurrido en las competencias, de modo que les dictaré un castigo como representante suya que soy...

— ¿Nos castigará a todas? Ellas fueron quienes me envenenaron. Deberían ser las únicas sancionadas –protesto con moderación.

— Sí, todas serán castigadas –afirma dándonos un señalamiento rápido–. He visto que no os lleváis bien, entonces, he pensado que limpiar todos los baños despertará cierto espíritu de equipo y unidad entre ustedes, señoritas –hace otro señalamiento como si nos repasara.

A pesar de nuestras quejas la Preceptora no da su brazo a torcer. Al contrario, nos manada a callar.

— De continuar así les irá peor; les aconsejo que lo acepten porque no lo repetiré. Pueden tomarse su tiempo, no es necesario hacerlo todo en un solo día... ah, y después de terminar cada labor las Cuidadoras evaluarán su trabajo para darme el reporte de sus observaciones. Hasta mañana.

Agarra su portafolio del buró, se ajusta su chaqueta y sin más que agregar se retira de la habitación.

En cuanto a nosotras, cada una se observa revelando una carga de indignación similar. El sentimiento de fracaso se torna más férreo como respuesta a la impotencia, de la cual, segura estoy que no escapan las demás. Con todo, sin palabras de por medio nos retiramos también.

De todas formas, no había mucho que pudiéramos hacer: ahora existíamos dentro de una trampa que todas contribuimos a crear y, resignarnos a las consecuencias del odio era nuestra única oportunidad.

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