Legado de Pilares [ADN I] |Fi...

By AlysaKai

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🖤 Finalista en los Wattys 2021 bajo el nombre «El Legado de Sadra» que ahora es «Legado de Pilares» _______... More

Frase
Sinopsis más general
Mockups
Moodboard
PROMO
Prólogo
1_Burbuja Rota (Ainhara)
2_Secuestro y Abandono (Anahí)
3_Unidas por el Dolor (Anahí)
4_Partícipe (Amir)
5_Deporte o Suicidio (Ainhara)
7_Una sombra (Ankara)
8_Trampa conjunta (Anahí)
9_Nueva rutina (Amir)
10_Castigo Domiciliario (Ainhara)
11_Partido (Ainhara)
12_Relax (Anahí)
13_Volver (Ainhara)
14_El tiempo junto a ti (Amir)
15_Enigmas (Ankara)
16_El casete (Anahí)
17_Un nuevo salto (Ainhara)
18_Khopalka (Amir)
19_Los Batlelock de Musa (Anahí)
20_En lo alto de una estrella (Anahí)
21_Sadra Miller (Anahí)
22_La noche de las cuatro víctimas (Ankara)
23_De Luto y Una Nota (Ainhara)
24_Mentiras develadas (Ainhara)
25_Fuera del Orfanato (Anahí)
26_Mi Realidad (Amir)
27_Código: SM (Ainhara)
28_Travesía (Ankara)
29_Bienvenidos al NUCLEO (Ainhara)
30_Historias del pasado (Astrid)
31_Alianza Oficial (Anahí)
32_Los primogénitos declaran su apoyo (Astrid)
33_Entrenando a los cinco (Astrid)
34_Una Noche Especial (Ainhara)
35_El Proyecto (Astrid)
36_Una Grieta en el Plan (Astrid)
Epílogo (Ainhara)
Edits

6_Inesperado (Ankara)

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By AlysaKai

La semana trascurrió demasiado rápido dejando atrás el incidente del mirador y haciendo cumplir las reglas. En verdad no me importan los miedos o experiencias tristes de mis vecinas; solo me place molestarlas. La Barbie Gritona y la Impulsiva Desequilibrada, así les puse desde cuarto de primaria y desde antes, ya las molestaba y les gastaba bromas pesadas solo por placer. Razón por la cual ambas me apodaron mirmecófago mayor. Algo que no me molesta, sino todo lo contrario: me gusta causar ese efecto en los demás, sin importar por qué.

Hoy como casi todos los fines de semana me despierto tarde. Veo desde mi cama que faltan quince minutos cierre la Sala de Alimentación y de inmediato me lanzo en carrera hacia el baño. En medio del alebresto recuerdo a Megumi, entonces me enojo porque se despertó y me dejó dormir por más tiempo. ¡Eso no lo hace una amiga! ¿O sí?

Cuando me quejo de ello Meg solo da la misma excusa: sí que te despierto, pero eres como una momia ¡ni siquiera te mueves!

Y ella tiene razón. ¿Cómo lo sé? Bueno, una vez para probar que decía la verdad se filmó con mi celular mientras emprendía la difícil tarea de despertarme. Debo decir que tener un teléfono propio aquí adentro es una ventaja, pues tengo una especie de negocio de pago por uso según el tiempo o la frecuencia. Esto me genera ingresos superiores con relación al resto de las chicas, no obstante, en ocasiones esa ventaja puede volverse en mi contra.

— ¡Vaya! Cinco minutos antes –dramatiza mi amiga viendo un reloj invisible en su muñeca–. Creo que esta vez te dará tiempo a beber agua después de acabar ¿Qué ha pasado para que estés despierta tan temprano?

Perdería el tira y afloja que formaríamos si contesto. Por lo cual, de forma inteligente, cambio el rumbo de la charla.

— ¿Queda comida?

— Sí... apresúrate –sus palmadas remarcan la idea– Espera, Anki...

— ¿Qué?

— Llevas la bragueta abierta amiga.

Puntea a mi pantalón azul teñido mientras sonríe. Por consiguiente, le agradezco y lo arreglo para irme directo a la Sala de Alimentación. En donde quedaron para mí poco más que migajas del desayuno, aunque sí pude beber agua después de terminar.

De regreso al dormitorio despego una nota de la barandilla de la litera:

«Me fui a surfear. Llegaré tarde, TQM, NOMEX»

El NOMEX lo inventó ella hace años como una forma para decirnos no me extrañes, es así: NO (no) M (me) EX (extrañes).

Luego de leerla, hago un bulto el papelillo dentro de mi mano y lo boto en el cesto de basura. El instinto después de esto es salir del orfanato. Por ende, me mantengo caminando por largo rato pues no me apresura ningún plan pendiente. Puedo tomarme el tiempo de pasear por la calle en tanto despejo la vista. Amo esa sensación. Podría decirse que es mi actividad favorita: caminar.

A propósito de la sucesión de mis pasos doy con un barrio por el que no había pasado antes. Su aspecto no es peligroso, sino bastante cosmopolita; como uno no está acostumbrado a ver en Porto Villal. De modo que supongo este barrio pertenezca a las rentas que el Estado ofrece a los turistas. En consecuencia, avanzo a paso lento para así observar todo a mí alrededor. Las casas se presumen altas, doble plantas. Son enormes muros rectangulares que, por la unión entre sí, parece que se abrazaran. Palmas, arbustos, o pequeños jardines visten la entrada de varias viviendas. Mientras que, en callejones ocultos, autos aparcados esperan por sus dueños.

En resumidas cuentas, este condominio acaba transmitiéndome una tranquilidad que en el orfanato es imposible de encontrar. Por lo tanto, resuelvo volver algún día, aunque de momento me dirijo un tanto lejos de aquí: hacia la playa. Diviso que estoy sola en todo el horizonte que capta mi visión y entonces, saco mi camiseta y pantalón. Se me da bien la natación, así como también lo disfruto, por lo cual, he sido campeona consecutiva de natación en las competencias del colegio y merecedora de varios premios a lo largo de mi vida estudiantil. Meg y yo tenemos en la habitación el llamado «Rincón de los Trofeos» donde los conservamos todos.

Después de pasar un agradable rato sumergida en mi mundo, flotando, dando brazadas y relajándome, tengo que regresar al orfanato para mi sesión con Jimena. Son todos los sábados y a veces intento huir de ellas, pero hoy, muy en el fondo, tengo ganas de asistir. Sin embargo, ¿por qué alguien tan cuerda como yo va a terapias todos los sábados?

Pues, la semana pasada mencioné mi mayor miedo que resulta ser no recordar mi pasado. Para dejarlo claro: no soy una rara como mis vecinas, pero sí debo recordar. Llegué al orfanato con cuatro años sin ningún registro mental de lo que fue mi vida antes de ese día. Jimena dice que debo haber pasado por un trauma que bloqueó mis recuerdos, por eso tengo citas con ella, solo por cumplir pues considero que no me ayudan en nada. Tan solo hemos descubierto que le temo al fuego, pero no hay una razón concreta que justifique eso. He visto la ropa que vestía el día que me encontraron cerca del orfanato y también mi acta de nacimiento incompleta; aun así, no logro recordar nada, ni un sueño u olor: nada.

Soy como un libro al que le faltan las primeras páginas.

Jimena, la Preceptora y Meg son las únicas que saben de mis sesiones. Prefiero que sea así porque se trata de mi mayor secreto el que me haría débil ante los demás, y a mí no me gusta esa sensación.

— Hola Ankara ¿Qué tal el día? –saluda Jimena con voz amistosa sin mencionar que llego diez minutos tarde.

— Tranquilo –cruzo mis piernas con gesto indiferente reclinándome en el diván.

— Ya veo. ¿Qué tal si comenzamos con los ejercicios? ¿O prefieres hablar?

— Comencemos. Dime: ¿qué vamos a hacer hoy?

— Retomaremos la regresión de edad, ya sabes lo que es, ¿cierto? lo hemos hecho otras veces.

Jimena es una mujer joven. No entiendo por qué lleva tantos años desperdiciando su juventud tratando de remendar a muñecas rotas. Ella se toma en serio su trabajo, lo cual acepto es algo digno de respetar, e incluso hasta de admirar. Aunque, en mi caso no agradezco mucho sus esfuerzos por mi causa.

— Sí lo sé. Hagámoslo.

La tarde se fue rápida tras acabar la sesión sin ninguna pista nueva. No obstante, la idea de recuperar mis recuerdos ha ocupado mi mente casi por completo en toda la tarde. Ahora que estudio para las evaluaciones sorpresas del colegio, es imposible que me concentre. Aunque aun así lo intento, pero le doy fin cuando alguien llama a la puerta del dormitorio. Capto un leve toque y voy a abrir, ya que Meg se encuentra en el baño.

— ¿Qué quieres? –interrogo a la niña con cara de pocos amigos.

— Eres Ankara ¿cierto?

— Sí.

— Hay un muchacho afuera que quiere verte.

— ¿Quién?

— Creo que se llama Ken

De repente cierro la puerta sin dar gracias de nada. Lo tomo en cuenta después mientras peino mi cabello y me digo que no fue algo muy amable de mi parte. Aunque en mi defensa debo admitir que la noticia, más allá de causarme una felicidad evidente, me ha puesto nerviosa al punto de tomar unas cuentas respiraciones antes de abandonar la habitación.

Ken comenzó a gustarme tres años atrás y a pesar de ser alumnos del mismo colegio, compañeros del mismo salón, o estar en varios momentos unidos por intereses comunes, nunca fuimos cercanos. Su persona favorita en este mundo es la desequilibrada de Ainhara, lo cual es como una patada el hígado porque puedo jurar que se ven como dos hermanos y nada más. En mi opinión preferiría tenerla de rival amorosa. Anahí por otro lado, también es su amiga; ella es el punto medio que divide las relaciones de Ken en su escala «KENARA» y los colegas terciaros con los que conversa de cualquier estupidez en esos minutos extras antes de que empiecen las clases, o cuando los maestros se retrasan de llegar al salón.

Por consiguiente, me propuse entrar en la escala de socialización de Ken y creo que lo estoy logrando.

— Hola Ken. ¿Qué tal estás?

— Bien, espero que tú también –cabeceo– porque necesito un favor ¿podrás?

La sonrisa entusiasta que siempre delinean sus labios aparece de forma reservada para mí.

— Lo intentaré.

— ¿Podrías ir con Meg mañana en la noche a la Coztah? De forma exacta a la parte frontal del carrusel grande. ¿Sabes dónde es?

— ¿Van tus amiguitas también? Porque...

— No ellas no van –se apresuró a aclarar– es algo más personal; ellas no saben.

Ken luce ansioso de mi respuesta. Mientras que por dentro grito un clarísimo sí al imaginarme que ha preparado algo especial para nosotros. A Meg la mandaré lejos pronto para tener la oportunidad de ser solo él y yo.

— Cuenta con eso.

— ¡Perfecto! Muchas gracias.

Su euforia lo precipita en un beso hacia mi cachete. Junto al cual sonríe cuando separa su tacto de mi piel. Lo despido después agitando una mano a la espera de que cruce la puerta principal del orfanato. Para entonces, doy la media vuelta y corro hacia mi habitación con el deseo ferviente de que llegue mañana en la noche.

— ¡No te lo vas a creer! –tiro la puerta para subir como una tigresa a la litera de mi amiga– Deja el teléfono.

Se lo arrebato de las manos para cerrarle su juego.

— ¿Qué pasó? Me preocupas Anki, nunca estas así de alegre y que yo sepa no ha pasado nada fuera de lo común...

— ¡Acaba de pasar!

Relato lo sucedido mientras Meg como buena oyente no interrumpe lo que digo. Sin embargo, a medida que lo reproduzco en voz alta, deja de parecerme tan extraordinario o relevante como lo fuera en un inicio.

— ¿Anki, te has planteado que esa invitación puede ser para cualquier cosa? No debes hacerte tantas expectativas, eso no es bueno, nunca.

— Justo ahora estoy considerándolo, pero... ¿qué me dices del beso en la mejilla? ¿eh?

— Puro agradecimiento o despedida... hay personas que suelen besar de esa manera a todos. Aunque ya, como sea, olvida eso ahora. Hagamos algo, aún es temprano.

Después de un tira y afloja de opciones, decidimos irnos a la Sala de Tecnología. De manera que como ocurre siempre que nos conectamos a internet, las horas pasan con una rapidez pasmosa. Acaba siendo culpa mía que Meg se vaya a la cama tan tarde cuando tiene que madrugar, pero me limito a oírle sus quejas mientras se peina el cabello y se aplica su crema. Luego conecto mis audífonos al Bluetooth y escucho mi lista de reproducción hasta quedarme dormida esperando un nuevo amanecer.

***

El Torneo Popular de Surfistas Aficionados es una de las competencias más asestarles de Porto Villal. Se trata del orgullo surfista; la cúspide del deporte según las leyes de nuestro humilde estado. Por lo cual se realiza cada año, en la Coztah, siendo una actividad fomentada y organizada por los surfistas aficionados de la zona con patrocinio de los Clubes Profesionales que residen en Musa. Aunque su origen se debió a una inactiva solo de aficionados, de ahí que lleve su nombre. Su duración es de cuatro semanas más o menos en donde se incluyen fiestas, presentación de ganadores y más fiestas que involucra comidas, parranda y desvelos a todo lo largo y ancho de la Coztah.

Cada año más competidores se inscriben, no solo de Musa, sino también de Hill y Eglossa, pues las bases del concurso son abiertas a todo surfista aficionado. Meg ganó los dos años anteriores al pasado, en el cual fue Anahí la Campeona. De modo que ambas van tras el premio este año con mucha más fuerza que antes, como es lógico.

Hoy asistimos al colegio en la sesión de la mañana. En la tarde, nos dirigimos a la Coztah por motivo de la Segunda Ronda y nada más llegamos, Meg como parte de las reglas se va a revisar su inscripción. Por mi parte inspecciono el lugar yendo en busca de algún asiento en las gradas.

— ¿Por qué te sientas aquí? Creo ver muchos más asientos libres ¿sabes? Quería disfrutar de la competencia...

Habla la desequilibrada vecina, sin ni siquiera dar tiempo a que me recline al espaldar.

— Ya sabes, no puedo perder mi oportunidad... ¿tú amigo vendrá? –expreso con dejadez.

— Me complace decirte que hoy no vas a ridiculizar a nadie, porque Anahí será de las primeras en clasificar para la Tercera Ronda, ya verás. Te aclaro además que no te importa si Ken viene o no, aunque no lo creo.

De modo que Ken está preparando algo especial para mí. Por ello no vendrá a las competencias.

Tener esa certeza me incita a aplaudir con más fuerza cuando dan comienzo a la actividad. Incluso canto a la par de los parlantes la música ambiental en tanto los competidores van recreando sus dinámicas en las olas. La tensión se acumula al ver los puntajes demasiado buenos que alguno jueces dan. También por el hecho de notar que entre la muchedumbre de participantes quedan unos muy sobresalientes, como #22 que es genial, el #14 y #05. Aunque Meg (el #16) está destacando, tanto como la Barbie gritona (el #32).

Estoy bastante segura de que no fue real un momento cuando Ainhara y yo entrelazamos nuestras manos más cercanas, mientras nombraban a los veinte seleccionados para continuar hacia la Tercera Ronda. En realidad, sí lo fue, pues oír la mención de nuestras amigas, nos hizo botar además un grito de euforia que casi termina en abrazo. Por supuesto, ambas retrocedimos ante el impulso.

Meg y yo nos fuimos a festejar a uno de los Restaurante–Bar cerca de la Coztah, nos fotografiamos para después subir a la Red este momento especial. Tuve que apurar a mi amiga para llegar con tiempo al orfanato y arreglarnos para el encuentro con Kenneth.

Cabe destacar que fuimos de las primeras en la fila del baño y para la cena.

— Estoy tan emocionada, Meg. ¿Te parece bien este vestuario?

— Te ves muy linda Anki. Espera, te voy a prestar algo.

De una bolsa extrae un cintillo elástico que coloca con cuidado en mi cabeza. De modo que el cabello me queda alisado hacia atrás, uniforme y regio. Por lo cual resulta ser un peinado sencillo pero acorde a mis jeans azules y camiseta ancha. Después Meg me apoya con el maquillaje y terminamos calzándonos cada cual con un juego de tenis blanco. Son idénticos, aunque con diferentes garabatos que nosotras mismas le hicimos en el pasado usando plumones para disimular lo antiguos que son.

Por instinto aliso mi cabello al estar próxima a llegar. Distingo a Ken utilizando coleta, aunque vestido como de costumbre y su colonia corporal desprendiendo un aroma varonil. No veo la guitarra que sostiene hasta tenerlo en frente. Ahí es cuando su mano libre se extiende y dejo ir mi agarre al brazo de Meg.

— Ankara... ¿puedes venir? –pide.

Acepto la invitación a esta cercanía que el impone para los dos, mientras le doy una mordida casi imperceptible a mi labio inferior para reprimir una sonrisa. Nos alejamos un poco y sintiéndose cómodo con la distancia tomada, Ken me habla de nuevo.

— ¿Podrías irte? Necesito estar a solas con Meg. No sabía si ella vendría por su cuenta, por eso te pedí que me ayudaras y la trajeras. ¡Y te lo agradezco! No creas que no –aclara.

De repente ni siquiera escucho sus palabras cuando soy presa de esta confusión y desconcierto sorpresivos. No tiene derecho a decir que todo esto es para ella cuando se supone que me pertenece a mí; porque he sido yo la que por tres años ha esperado que le cante, en el sitio que fuera, pero solo a mí.

— Siento si esto te suena a encerrona, la verdad lo es, pero...

— ¡Basta!

Levanto mi mano derecha indicando que no diga más. Aún si él no tiene idea de nada siento una vergüenza terrible por tomar lo ocurrido como una humillación denigrante.

Ken observa mi rostro lívido con fijeza y tomo ese instante para mantenerle la mirada, de esta forma, por primera vez. Quizá muy en el fondo deseo que entienda lo que está pasando, pero no lo hace. No hay manera para él de imaginar que le gusta a Ankara Salemah.

Tras unos segundos de ver a sus ojos marrones en la oscuridad, agrego:

— Entiendo. No necesito que me expliques.

Una lágrima es más fuerte que yo al instante de marcharme y por eso rueda mejilla abajo. Camino para alejarme, no obstante, voy hacia la retaguardia, colocándome a escondidas detrás de uno de los tubos del carrusel. En otras palabras: espío ese momento en donde Ken empieza a cantarle con su guitarra, a mi amiga.

Entonces, sí doy en verdad la media vuelta que me alejara de allí.

Avancé con mis puños tensionados, pues sentía que, si los abría, cederían mis lágrimas como el agua cuando abren una llave. En efecto el rumbo de los acontecimientos fue algo que no esperaba. De modo que tampoco quería torturarme más.

Debía sanar este dolor lo más rápido posible y por mi propia cuenta, como siempre hacía.

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