ANDREA.
¿¡Pero cómo me pueden ir las cosas tan mal!?
Miro a mi alrededor. A mi derecha hay un chico, moreno y de ojos café, mientras que a mi izquierda, se encuentra una simple pared forrada de terciopelo oscuro.
Aunque he pagado para ver una película de la que no había oído hablar nunca, me acurruco un poco en la pared esperando encontrar una posición cómoda, ya que nunca había estado en un cine y no sabía que las butacas podían llegar a ser tan incomodas.
—Pss—oigo como alguien me chista.
Me enderezo un poco y miro hacia atrás, pero no había nadie. Noto un leve codazo a mi derecha y entonces le miro a él.
—¿Te aburres?—me susurra.
—No, es solo... que estas butacas son muy incómodas—digo poniendo la típica excusa de los asientos incómodos para no decir lo que de verdad sentía.
—Si quieres te puedes apoyar en mi hombro...—me susurra, pero esta vez al oído, cosa que hizo que se me erizara la piel y un cosquilleo recorriese mi nuca.
—Em... no hace falta, la pared está bien cómoda, gracias—le miro un poco extrañada.
¿Qué había sido eso? ¿Estaba ligando?
Una duda me vino a la mente al ver que en la introducción de la película se veía a una niña vestida de blanco con un oso de peluche bastante viejo que arrastraba por el suelo.
—Oye—le susurro al chico de nuevo—¿qué clase de película es?
—Es una de terror, no me acuerdo del nombre.
—¿¡Qué!?
Esta vez no susurré, más bien sonó a grito. La gente de la sala me chistaron y me regañaron tanto con la mirada como diciéndome que me callase.
—Perdón...—me disculpe con las demás personas que se encontraban sentadas en la sala intentando disfrutar de la película.
—¿Es qué te dan miedo las películas de terror?—me pregunta con una sonrisa ladeada.
—No te importa—contesto decidida.
—Tranquila fiera.
—No soy una fiera, me llamo Andrea.
—Encantado Andrea, yo soy Connor.
Ese nombre me resonaba en la cabeza, aunque no sabía de qué, pero me sonaba mucho de haber escuchado su nombre por ahí.
Una imagen me vino a la mente. Chad junto con el tal Connor comiendo en el comedor del instituto. ¡Iba a mi mismo instituto y ni siquiera me acordaba de ello! Era uno de los mejores amigos de Chad, estaba con él en el equipo de baloncesto y se conocían desde que eran pequeños.
—Ya que ahora no soy un extraño, si quieres puedes cogerme de la mano cuando tengas miedo, no tengo problema con eso—dice Connor mientras se acerca un poco para susurrarme esas palabras sonriendo.
—Ni hablar—me niego rotundamente, a lo que se oye un estruendo proveniente de la película y yo me cojo de su brazo atemorizada.
Oigo como se ríe por lo bajo, pero lo dejé por esa vez, estaba demasiado asustada como para alzar la cabeza y mirarle mal.
Al paso que avanzaba la película, terminé apoyando mi cabeza en el hombro de Connor y agarrándome de su brazo, del que a cada escena de miedo que ocurría en la película, yo apretaba los dedos contra su piel, cosa que él no pareció notar ya que no se quejaba.
Ya terminada la película, salimos de la sala donde la acabábamos de ver. Chad, con intención de presentarme a sus amigos, se pone a mi lado.
—Chicos, ella es Andrea, y Andrea, ellos son Lucas—señala a un chico de pelo moreno claro que me sonríe en forma de saludo—Connor, que creo que ya os habéis conocido—miro a Connor a lo que él me guiña un ojo—y ella es Cassidy, mi novia.
Esas palabras resonaron en mi cabeza como si tuvieran eco.
Su...¿¡novia!?
¿¡De qué iba todo esto!? Se suponía que era una cita, solo para dos, eso incluye que solo estemos Chad y yo, no Chad, los amigos de Chad, la novia de Chad y yo.
Chad me había mentido. No íbamos a tener una cita como tal, era una quedada con sus amigos. Me sentía como un bulto entre todos ellos, alguien que sobraba y lo único en lo que podía pensar en esos instantes era que quería era escapar de allí. Huir lo más rápido posible y olvidar que todo aquello había pasado.
—Encantada de conoceros a todos—digo con un tono triste y decepcionado.
—¿Te pasa algo? Te veo un poco pálida—dice Cassidy preocupada mientras me coloca una mano en el hombro.
Oh, genial, además de guapa y de que vista con estilo, tiene que ser maja y atenta. Comparada conmigo era la princesa de un cuento de hadas mientras que yo solo era un extra en ese cuento.
Sin conocerla ya la detestaba.
—No, todo... bien, me tengo que ir ya.
Me despido de todos con un ligero gesto y me encamino hacia la salida sacando mi móvil y marcando el número de Aiden. No podía evitar que se me cayesen lágrimas de los ojos.
¿En serio universo? Un chico que me invita a algo, ¿y así tiene que salir todo? ¿Es qué acaso me odias?
Inexplicablemente Aiden no cogía el teléfono. Pensándolo bien, quizás que lo tuviese en silencio y no se enterara de la llamada. Intento llamarle otra vez, pero es inútil, le escribo un mensaje en WhatsApp, al que tampoco contesta.
De repente me viene a la mente Lexi. Ella podría salvarme, pero se me olvidó pedirle su número de teléfono antes, así que no tengo ninguna manera de contactar con ella si no es con Aiden de por medio.
¿Es qué la noche no puede ir peor?
Busco la ubicación de mi casa en Google Maps ya que durante el viaje no me había fijado en el camino que seguíamos, si no en lo incómoda que era la situación. Finalmente me encontré guiándome yo sola por las calles de la gran ciudad, en camino a mi casa.
¡Por fin! Después de una media hora andando, he encontrado mi casa.
Guardo el móvil en el bolso que me había prestado Lexi para después sacar mis llaves dispuesta a abrir la cerradura hasta que oigo unas voces provenientes del interior de la casa. Una voz es la de Aiden, pero la otra no la reconozco aunque me es bastante familiar.
Me acerco a la ventana y sin que me puedan ver desde dentro observo lo que estaba sucediendo en el salón de mi casa.
¡Abby!
Esa rata operada.
—Amor, no era mi intención hacerte sentir mal—dice ésta abalanzándose con los brazos abiertos.
—No fue solo esa vez y tienes mucha conciencia de ello. Te importa muy poco mi trabajo y te crees superior a Andrea—contesta apartándola.
—Si me importa tu trabajo, y además, estaba harta de que estuvieses hablando día y noche de esa niñita—se cruza de brazos.
¿Niñita? ¡De qué va! Ganas no me faltaban para entrar a mi casa y arrancarle uno a uno cada cabello de su linda y hueca cabecita, pero decidí ver como se defendía Aiden ante los intentos de Abby de volver con él.
—Lo primero, no es una niña, y lo segundo, ella es más simpática y empatiza más con la gente que tú.
—¿Ves? Ya la estás defendiendo. A veces pienso que te daría igual si me tirase de un puente o me muriese de una sobredosis...
Aiden se muestra un poco asustado por lo que acaba de decir, a lo que yo me sorprendo. ¿Qué más le da si le pasa algo o no? Ella le dejó solo por no prestarle la atención que ella quería y por no ser la protagonista en todo momento.
—Sabes que me importas...—dice Aiden son el tono de su voz suavizado.
¿Qué? ¿Todavía le importaba?
—¿Entonces por qué la defiendes tanto? ¿Es qué sois algo y yo no lo sé?—pregunta la rata e Abby.