-Resiste, espera.
Me levanto corriendo y tomó las dos Death Notes falsas y la copia, junto con las pistolas que había usado (T/N). Sin pensarlo, guardo las libretas en mi saco y las armas las pongo cerca del cuerpo de Mikami, antes de darme cuenta que tienen las huellas de (T/N). Giro a ver a todos lados, y decido tomar entonces la pistola de Matsuda, para dejarla en la mano de Teru. Las otras dos, las de (T/N) las guardo en mi pantalón.
-Por favor, no mueras.
Levanto a (T/N) del suelo, ella grita de dolor, y la subo en el coche en que el equipo había llegado, en el asiento de copiloto. El pánico no me deja recordar cuál es el hospital más cercano, pero trato de ubicarlo mientras enciendo el motor y acelero a lo largo de la carretera.
-Escúchame, Light...- (T/N) pone una mano en mi pierna.
-No, cállate, necesito que te mantengas despierta lo más que puedas. Guarda energía- estoy desesperado, recuerdo que el hospital más cercano está a quince minutos. ¡No voy a llegar!
-Light, escucha... Sé que tienes miedo. Pero tener miedo está bien, me demuestra que aún hay humanidad en ti... Y debes prometerme que recordaras este sentimiento, el miedo. Porque si eres muy sabio y fuerte, como sé que lo eres... el miedo no tendría porque hacerte más cruel y malvado... El miedo te puede hacer benevolente y piadoso.
-No, (T/N), ¡cállate! NO QUIERO OIRTE, SOLO CIERRA LA BOCA- no puedo ver bien por las lágrimas.
-Light...
-¡No pienso tener misericordia ante nadie! Si mueres nada importa... ¡Mataré a todos! ¡A todo aquel que trate de detenerme!
-¡No!- Rokujo jadea y aprieta más fuerte la herida en su vientre-. ¡Escúchame! Estarás furioso y creerás que morirás sin mi... ¡Pero escúchame! No dejes que esto sea en vano... Cambia... Vuelve a lo que eras antes.
-Pero...
-No, no importa lo que ocurra conmigo... Déjame ser la última. Ya haz sacrificado demasiado, Light: Elle, tu padre, tu hermana... Tus amigos, ayudantes... Misa... y Yo. Promételo... Que seré la última... No, no me lo prometas... Te lo estoy ordenando.
-(T/N)...- la volteo a ver unos segundos, notando que un hilo de sangre ha comenzado a gotear desde sus labios. Está muy pálida, demasiado.
-Esto es lo más valiente y honorable que puedo hacer, Light, para salvar tu alma. Por favor...- su voz se va apagando, piso más fuerte el acelerador sin importarme que el pavimento este mojado-. Por favor...
Ya no habla, así que me giro a verla aterrorizado. Sigue respirando, veo su pecho subir y bajar con debilidad, pero se esfuerza por mantenerse despierta. Ya casi no puede mantener los ojos abiertos y su agarre a mi pierna se va soltando.
-Estas bien. Respira. Solo respira- sus parpados ceden y se desmaya-. Abre los ojos, vuelve... Esta bien.
La agito un poco, desesperado, tratando de despertarla, pero no reacciona. Visualizo el estacionamiento del hospital a unos metros, nunca había sentido tanta frustración y desconsuelo en mi vida.
-Ya acabo, lo prometo. Estas bien, yo también... ¡Despierta! ¡Por favor despierta! No me hagas esto... ¡No me hagas esto!... TE AMO... Siempre lo he hecho... ¡Regresa!
Detengo el coche frente a la puerta de emergencias, casi pateando la puerta para salir.
-¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!
Saco a (T/N) del auto casi arrastrándola, mi mano herida no siendo de mucha ayuda, y de inmediato algunos médicos se acercan a mi.
-¿Qué ocurrió?
-No sé... No sé... ¡Le dispararon! ¿Qué no ve? ¡Solo ayúdenla!
Un hombre y una mujer, vestidos en batas, la suben a una camilla y la meten al hospital. Voy a lado de ella, sin soltar su mano, mientras le checan el pulso.
-¡Quirófano 2!- grita alguien.
-Tiene el pulso muy lento, apúrense.
La guían por un pasillo largo, dejando un rastro de sangre tras de ellos, y antes de entrar a lo que supongo es el quirófano, un doctor me detiene.
-Hasta aquí puede llegar. Espere en la sala.
Suelto su mano y veo como la introducen a la habitación.
No, por favor, no se la lleven.
No me la quiten.
Caigo al suelo de rodillas, cubriendo mi cara con mis manos, y comienzo a llorar como un infante, el corazón hecho añicos en el pecho.
Minutos, que me parecen horas, pasan mientras me hundo cada vez más en la desesperación. Espero sentado en el suelo de la sala de espera, lo más cerca de los quirófanos que puedo. Una enfermera que va cargando algunas muestras en tubos de líquido transparente se detiene frente a mí, consternada.
-Disculpe, joven... ¿Está esperando a que lo atiendan?
-No, ¿por?
-Me parece que está desangrándose- señala mi mano. No me acordaba de eso.
-Ah... Lo... Lo había olvidado.
-Venga de este lado.
Me encamina a una esquina de la habitación, yo con la vista aún pegada a la puerta de los quirófanos y comienza a desinfectar la zona. No sé si es porque he perdido mucha sangre o el trauma, pero no tengo sensibilidad en la mano.
- ¿Eso es una bala? - la enfermera señala a mi palma, pero antes de que conteste, un doctor aparece en la sala.
- ¿Familiares de (T/N) Rokujo?
Me levanto corriendo de la camilla, sin prestar atención a las protestas de la enfermera, y me acerco al médico sosteniendo mi mano al pecho.
-Soy su prometido- traía un anillo cuando la traje, no podía sospechar de mi-. ¿Cómo está?
El médico me ve con frustración, movimiento algo ansioso las manos.
-Lo lamento, perdimos a la señorita hace unos minutos, nos fue impo...
Lo dejo de escuchar, como si de repente alguien me hubiera quitado el sentido del oído. Sigo viendo sus labios moverse, quizá explicando lo que había pasado, pero no oigo nada, no me interesa.
Mi respiración se acelera, por un momento se me olvida quien soy, que hago aquí, es como si me volviera nada más que un montón de células acumuladas.
-Lo siento- el doctor se escucha lejano al decir eso, y veo que se aleja lentamente.
No sé que decir, que pensar, solo puedo verla a ella y su hermosa sonrisa. La enfermera que me había atendido la mano trata de jalarme de nuevo hacía el área de camillas para quitarme la bala, pero me es imposible reaccionar.
-¿Joven?- parece como si estuviéramos bajo el agua-. ¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo? ¿Joven?
Mi organismo recuerda como respirar e inhalo desperado al mismo tiempo que me derrumbo. Comienzo a sollozar y me recargo sobre la pared más cercada a mí, ambas manos apretadas sobre el pecho.
Yo sabía que los sentimiento se originaban químicos en el cerebro, entonces ¿por qué me dolía tanto el lado izquierdo del pecho? ¿Por qué siento como si el corazón me fuera a explotar de agonía?
Me deslizo sobre la pared hacía el piso, donde quedo sentado con la cabeza entre las rodillas, llorando como nunca en mi vida.
-No, no, no...- es lo único que puedo repetir antes de gritar.
-¡Ayuda!- oigo a la enfermera y segundos después un médico sé acerca preocupado.
-¿Qué ocurre?- el doctor tratar de revisarme mientras yo me muevo con brusquedad, sin dejar de gritar, para evitar que me toquen.
-Creo que está teniendo un ataque de pánico.
-Ve por una dosis de morfina, ¡ya!
La enfermera corre fuera de mi vista mientras el doctor trata de tranquilizarme.
-¡Déjenme en paz!- alejo al médico y me levanto corriendo para salir del hospital.
-¡Joven! ¡Joven, vuelva!
No presto atención y salgo del hospital, buscando el coche desesperado. Al visualizarlo, corro a subirme en el y prendo el motor para acelerar en dirección a mi apartamento.
Algunas personas tratan de detenerme, pero les es imposible.
Conduzco sin importarme la velocidad, la lluvia o los demás automóviles. Al llegar a mi destino, dejo donde sea el coche y subo a mi hogar con las miradas de todos sobre mi, debido a la sangre en mi ropa y mi estado.
Corro a Misa del lugar, casi aventando de la escaleras para que se fuera y me apresuro a deshacerme de mis prendas para meterme en la bañera.
El agua está fría, congelada casi, pero me es indiferente. Me hundo en la tina, sumergido por completo y tallándome la cara y las manos para quitar su sangre de mi piel.
¿Y ahora qué se supone que haga?
*Meses después*
No me gustaba venir al cementerio, era demasiado frío y lúgubre, pero tampoco soportaba no tráeles las flores semanales a Rokujo.
Camino con pereza hasta su tumba, donde reposan unos girasoles marchitos. Los recojo y pongo en su lugar unas rosas.
Observo la piedra unos minutos antes de hablar.
-Me pregunto que tan malo es el lugar donde estas, a donde te condené. Lo que daría para protegerte de todo eso. ¿Sabes? Aún puedo escuchar tu voz en mis sueño- río, más para evitar llorar que porque la situación me resulte graciosa-, pero no sé si eres verdaderamente tú. Te perdí mucho antes de que esa bala te obligará a dejar de respirar, pero por alguna razón aún te siento.
He tratado de distraerme con el trabajo, mi familia, con la Death Note... Inclusive tomando hasta caer privado de mis sentidos en el pavimento... Pero sigues ahí, siempre estás ahí.
Es como si el dulce aroma de tu fragancia me siguiera dónde voy, y me es difícil ignorarlo porque me envuelve y me corta la respiración a todo momento.
Me arrodillo ante la piedra de mármol que tiene su nombre escrito en letras doradas, pasando mis manos por el rostro completamente abrumado.
-Anoche soñé con la primera vez que te besé, aquel instante de vida en que el tiempo se detuvo y no podía oír ni sentir nada que no fueras tú. No tenía la menor idea de lo que podría pasar después de eso, solo estaba feliz de que por fin, ese cachito de luz que tanto había anhelado por años, me permitiera tocar sus labios. Desperté cubierto en sudor frío, tu memoria pegada a mi piel.
Sin poder evitar mas, comienzo a llorar al recordar la luz de la luna sobre las facciones de Rokujo aquella noche de verano. Sus ojos brillantes, los labios rosados, las mejillas sonrojadas y el cabello alborotado.
-A veces mis sueños, en las pocas noches que logro dormir, comienzan con escenas tan vívidas que siento me perderé en el pasado, pero si no revivo esos momentos en mi mente por lo menos, temo que los pocos recuerdos buenos que tengo de los dos se desvanezcan y te conviertas en tan solo un fantasma.
Pero del todo el tiempo que pasamos juntos, es el principio de lo que me acuerdo más. Como la primera vez que te hice sonreír, hace tantos años, cuando aun éramos párvulos, sentí que el calor del sol se había empezado a acumular desde lo más profundo de mi pecho.
Nunca me había sentido así, este sentimiento es tan insoportable que traté de ahogarme junto con el en la bañera la noche que te fuiste.
Y ahora no puedo comer, no puedo dormir y por veces hasta respirar resulta un acto exhaustivo. Pensé que lo peor que podría pasarme, es que te enamorarás de alguien más... Pero si eso fuera el caso, de menos tendría la certeza de que eres feliz, que vivirías muchos años para cumplir todos tus deseos.
Todos me dicen que tengo que seguir adelante, que la situación mejora con el tiempo, pero ellos no saben, no comprenden... Que fui yo quien te arruinó la vida por años y te orilló a tan trágico deceso.
Este es mi castigo, no hay nada que puedan hacerme a donde quiera que vaya cuando muera que sea peor que vivir sin ti. A veces pienso en olvidarlo todo, en renunciar a esa maldita libreta y olvidar mi culpabilidad... Pero no, eso no es justo. Tengo que cargar con eso el resto de mis días.
Me levanto del suelo, la cara cubierta de lágrimas y las piernas débiles. Veo una ultima vez la tumba antes de suspirar y darme la vuelta. A unos pasos, me detengo y veo al cielo, algunas gotas de lluvia cayendo sobre mi cara.
-Una cosa más, (T/N)- no había pronunciado su nombre desde la última vez que la vi viva, su nombre me quema la garganta-, te amo. Te amo, como ninguna otra cosa en mi vida, como jamás amé y nunca volveré a amar.
Porfavor, vuelve.