A Pesar De Las Espinas ©

By anafa14

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A pesar de las espinas, el deseo sucumbe ante la tentadora rosa, demasiado atrayente y seductora, hasta que s... More

Pura Maldad de las Flores.
Capítulo 1 Dorados versus Verdes
Capitulo 2 Intimo
Capitulo 3 Conociéndonos
Capitulo 4 Entre Gustos
Capítulo 5 Dame una Oportunidad
Capitulo 6 Novios
Capitulo 7 Sé Mía
Capitulo 8 ¿Qué Me Has Hecho?
Capitulo 9 Escollos
Capitulo 10 Príncipe de las Arenas
Capitulo 11 Al Desnudo
Capitulo 12 Cinismo.
Capitulo 13 Armisticio
Capitulo 14 Confianza
Capítulo 15 Dominada
Capítulo 16 Traición Entre Sabanas
Capitulo 17 Desilusión.
Capitulo 18 Arenas Movedizas
Capítulo 19 Decisiones, Decisiones.
Capítulo 20 Pacto
Capitulo 21 La Alfombra Mágica
Capitulo 22 Londres en Pareja
Capítulo 23 Confía
Capítulo 24 Reacción en Cadena.
Capitulo 25 Secretos del Alma
Capítulo 26 Percepción
Capítulo 27 Pillados
Capitulo 28 La Pandilla
Capitulo 29 Decadencia.
Capítulo 30 Juego Perverso
Capítulo 31 Impacto
Capítulo 32 Villa Biachelli
Capítulo 33 Intrigante Mirada
Capítulo 34 Propósitos Cósmicos
Capítulo 35 Ne me quitte pas (No me dejes)
Entre Espinas
Capítulo 36 Un Paso A La Vez
Capítulo 37 Malo y Bueno.
Capítulo 38 No Queda Nada
Capítulo 39 Un Día Muy Largo
Capítulo 40 Desenmascarado
Capítulo 41 No Llores.
Capítulo 42 Expiación
Capítulo 43 Cuesta Creerlo.
Capítulo 44 Cerrando Ciclos
Capítulo 45 Defendiendo Posiciones
Capítulo 46 De Vuelta Al Hogar
Capítulo 47 Poco A Poco
Capítulo 48 Inseguridades
Capítulo 49 Al Puro Estilo Rock
Capítulo 50 Dramas Fiesteros
Capítulo 51 Cambio de Rumbo
Capítulo 52 Tres corazones
Capítulo 53 Tu Ser en mi Ser.
Capítulo 54 Giros
Capítulo 55 Evadiendo
Capítulo 56 Revelación
Capítulo 57 Temple de Acero
Capítulo 58 Laberinto
Capítulo 59 Catálisis
Capítulo 60 Última línea de defensa
Capítulo 61 Amor sin barreras
Capítulo 62 Apoyo Sin Fisuras
Capítulo 63 Identidad Desvelada
Capítulo 64 Un Hermoso Regalo.
Capítulo 65 Inmenso Amor
Capítulo 66 Lazos De Familia
Capítulo 67 El Tiempo Se Agota.
Capítulo 68 La Vida En Orden.
Capítulo 69 Amar Es Luchar.
Capítulo 70 Nuestro Hogar
Capitulo 71 Al Final Del Día
Pese a las Espinas
Capítulo 72 Un Día Más
Capitulo 73 Tú Lo Pediste.
Capitulo 74 Una Larga Jornada.
Capitulo 75 Inesperado
Capitulo 76 Aquí y Ahora
Capitulo 77 El Arte De La Disuasión.
Capítulo 78 Malas Intenciones
Capítulo 79 Telaraña
Capítulo 80 Némesis
Capítulo 81 ¿Confianza?
Capítulo 82 Ruinas
Capitulo 83 A Riesgo.
Capítulo 84 Preludio.
Capitulo 85 Sombras
Capitulo 86 Señales
Capítulo 87 Otro Más.
Capítulo 88 Careo.
Capitulo 89 En La Misma Medida.
Capítulo 90 En Pedazos El Corazón
Capítulo 91 Escombros Alrededor
Capitulo 92 Impacto
Capitulo 93 Daño Colateral.
Capitulo 94 Eclipse De Luna
Capitulo 95 Salto De Fe
Capitulo 96 Dentro De La Piel.
Capítulo 97 Complot
Capítulo 98 Cuentas Pendientes
Capítulo 99 Se Desvanecen Las Estrellas
Capítulo 100 Eterna Tristeza
Capítulo 101 Héroe A La sombra
Capítulo 102 La Cruda Verdad
Capítulo 104 En Pie De Lucha
Capítulo 105 Fragmentos
Capítulo 106 Todo o Nada
Capítulo 107 Tan Sólo Un Poco Más
Capítulo 108 Fallo Del Destino
Capítulo 109 Largo Camino A Casa
Capítulo 110 Giros Del Destino
Capitulo 111 Lucha de Poderes
Capítulo 112 Cruzando Puentes
Capítulo 113 Vínculo Eterno.
Capítulo 114 Signos
Capítulo 115 Desbordados
Capítulo 116 Sin Miedo A Nada
Capítulo 117 Antes Que El Diablo Se Entere
Capítulo 118 Rumbos Encontrados
Sin Espinas
Epílogo

Capítulo 103 Mar De Contradicciones

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By anafa14

Entro a la que se supone es mi habitación, tan ajena como este momento de mi vida. Miro a todas partes sin saber qué busco, tal vez una vía de escape, un agujero en el tiempo el cual cruzar y me traslade a otra dimensión, lejos de esta. Lo único que tengo claro es que quisiera gritar con todas las fuerzas de mi ser. Me decido a ello y en dos zancadas llego al costado de la cama, tomo la almohada y ahogo un grito contra el mullido cojín. Una y otra vez repito la operación de desahogo aspirando que el dolor, la frustración y la ira, mengüen de algún modo la desesperación que me atormenta en carne viva. Cansada de gritar y a punto de que mis cuerdas vocales acaben lesionadas, retiro la almohada de mi cara sintiéndome tan mal como cuando empecé. Eso de drenar el dolor a fuerza de gritos es una patraña, lo único que conseguí fue irritar mi garganta.

De hombros caídos me dejo caer en la cama a mirar la vista por el ventanal de la habitación, aunque en realidad no estoy viendo nada, solo me torturo con preguntas. ¿Qué estarán haciendo mis hijos? ¿Quién los estará cuidando? ¿Me extrañan? Porque yo los extraño a morir. Son los recurrentes cuestionamientos que no ceso de hacerme todas las noches hasta quedarme dormida. Debe necesitarme. Están tan pequeños. Y como siempre sucede cuando mis tiranos pensamientos toman el control, termino llorando con el rostro escondido entre mis manos.

— Cariño, no seas tan dura contigo misma.— Dice mi tía con dulzura, sentándose a mi lado. Estaba tan concentrada en mí misma que no sentí cuando entró a la habitación.— Te estás castigando sin razón aparente. Sé que piensas que no tienes derecho a un poco de alegría, porque sería como traicionar a los niños, pero te equivocas, necesitas mantenerte fuerte, no solo para enfrentar los cargos que pesan sobre ti, también para recuperarlos y llorando y desgastándote con rabietas, no llegarás muy lejos.— Oh, cuánto me conoce. Sabe exactamente lo que siento. Ha desaparecido esa rabia que me impulsaba a plantarle la cara con soberbia y altanería, solo queda el dolor, así que dejo caer mi cabeza sobre su regazo, requiriendo su consuelo. Ella y yo podemos discutir, enfrentarnos a muerte por culpa de nuestras diferencias y abismo generacional, pero al final, necesito sus palabras y ánimo. Así somos mi tía y yo, una sinergia perfecta, entre caos y sabiduría.

— Extraño tanto a mis hijos que me cuesta respirar.— Digo con voz ronca, entre sollozos, mientras su cariñosa mano acaricia mis cabellos.

— Lo sé ,pequeña, los sé. Pero tú eres una mujer fuerte, valerosa, que ha sorteado cada una de las dificultades que se han presentado en tu vida y ésta por más dura que parezca, no va a ser la excepción.— Su dulce voz me alienta, de un modo que nadie más consigue. Yo sigo inerte, apoyando la cabeza sobre sus muslos, mirando hacia el espacio abierto y escuchando su cariñosa voz inyectarme aliento. Sus dedos peinan con delicadeza mis cabellos, en un ritual que poco a poco adormece mi cuerpo fatigado, salvo la pena que ha hecho morada en mi pecho, que no desaparece.

— Tía, su ausencia está en todas partes, como agujeros que atraviesan mi pecho.

— Ese dolor es una prueba que ellos existen, que son parte de ti.

— No quiero estar embarazada. No quiero a este bebé.— Sollozo. Sé que odia lo que confieso, ella que siempre ha sido defensora de la vida, pero no la quiero engañar, a ella menos que nadie.

— Es comprensible. Pero te acuerdas que lo mismo te ocurrió con los trillizos y ahora son la razón de tu existencia.

— Pero eran los hijos del hombre que amaba y este no es el caso. Te imaginas la clase de niño que puede llegar a ser con semejante monstruo como progenitor. Es que siento que de alguna loca manera sigue abusando de mí, que este bebé es una imposición como lo fue su abuso.— Digo entre dientes, llorando de la rabia y la repulsión, porque una parte del hombre que arruinó lo más sagrado que tenía en mi vida, crezca en mi interior.

— Ela, tienes un don maravilloso, puedes dar vida, y es lo que tu vientre resguarda. Es verdad que una parte de él está dentro de ti, pero también es verdad que la otra parte es tuya, y esa es la que debe prevalecer. No conviertas a este ser que es puro, en otra víctima de ese desalmado.— Cierro los ojos. Ella sigue arrullándome. No puedo negarme a la verdad, que también este bebé es mío y mi deber es amarlo. . . Oh, pero lo siento como un intruso que impone su presencia.— Mira mi ejemplo, yo me casé con el mejor hombre del mundo, mi único amor. Atento, considerado, nunca me faltó nada a su lado y tuvimos dos hermosos hijos, a los cuales criamos con amor y dedicación, ¿pero puedo decir que ellos han retribuido en algo mis cuidados. . .? Lamentablemente no. Después de que se marcharon a hacer sus vida, no los he vuelto a ver y poco me llaman. Tengo nietos que no conozco y creo que no merezco esa indiferencia de su parte, cuando fui una buena madre.— En su voz hay implícito el sufrimiento de una mujer, cuya frialdad de sus hijos anhela entender.

— Fuiste la mejor con ellos y conmigo. Nancy y Raúl, son los egoístas.— Intervengo sintiendo la misma rabia cada vez que recuerdo a esos ingratos. Mira que olvidarse de una madre tan maravillosa como lo es tía Nubia.

— Nosotros los padres no controlamos cómo pueden salir los hijos. Nuestro deber radica en aceptarlos tal como son y criarlos con amor, rogando que ellos puedan alcanzar ser, la mejor persona posible.

— Imagino que necesito tiempo.

— El tiempo. . . El tiempo es el elemento clave.— Dice como para si misma.

Apoyo mi mano en el colchón y me empujo para quedar sentada, más tranquila después de la conversación que si duda me ayudó, a diferencia de los gritos.

— Siento mucha vergüenza con todos. Pensarán que soy loca que sufre de ataques histéricos.— Digo limpiando debajo de mis ojos. Mi tía sonríe y procede a arreglar mi cabellos.

— Extrañamente te comprenden.

— Pero deben estar a punto de mandarme al diablo.

— A uno le pagas por estar aquí, la otra está tan loca como tú, ahora Damian. . . — Guarda silencio y me mira de un modo particular, meneando la cabeza de un lado al otro, gesto que conozco bien. Damian no la convence.

— Pensé que te agradaba.— Me siento derecha en la cama, asombrada con el descubrimiento.

— Así es hija, es un hombre educado, caballero como pocos, además, estoy profundamente agradecida con él. Desde que apareció tu suerte dio un revés, sin embargo, llama mi atención su excesivo deseo de ayudar.— Encojo los hombros, sin ver dónde está el problema. 

— Es un buen amigo.

— Cuando un hombre le da un cigarrillo a una mujer, siempre viene por la ceniza.— Pongo los ojos en blanco. Ella y sus refranes.

— Dios, tía, qué cosas dices.

— Sé que sientes que todo está en tu contra, que lo que acontece te agobia, así que te adhiere a cualquier tabla de salvación que te brinde seguridad, un poco de respiro, pero créeme, lo malo pasa, todo queda atrás y lograrás tranquilidad, calma en tu vida y es posible que pienses distinto.— La miro sin comprender a dónde quiere llegar.— Solo te aconsejo que no hagas promesas en tu mayor hora de desesperación, porque esas promesas, pueden llegar a ser una carga muy pesada en el futuro.— Comienzo a entender. Teme que me precipite con Damian, considerando mi historial.

— ¿Crees que deba hablar con él para que no se haga ilusiones?— Le consulto. A lo mejor eso le preocupa.

— Lo que yo creo es que tú debes estar clara con respecto a que esperar de todo esto.— Dice ella.

— En estos momentos lo necesito, así como a ti, o a Lina. Ustedes son mi punto de apoyo, pero comprendo que no puedo ser egoísta y pensar sólo en mí. . . Así que hablaré con Damian, aclarar lo que sea que tengamos que aclarar.— Digo consciente de lo que tengo que hacer.

— Me parece bien. Ahora, ¿salimos de esta habitación y comes un poco?— Propone para animarme.

— Si, tía.

Sonríe y de su mano me dejo llevar hasta el salón. Ya ahí nos conseguimos con la agradable sorpresa que Damian se encuentra frente al piano, interpretando una magistral pieza, rodeado de un público cautivo. Lina y Aristigueta no le quitan los ojos de encima, mientras el intérprete desliza con una habilidad sorprendente los dedos sobre el teclado. Es verdad que el hombre recibió una educación completa y costosa.

— Qué bien toca.— Dice mi tía, cayendo en el mismo embrujo que los otros, disfrutando el virtuosismo de Damian.

— No tenía idea.— Susurro mirando al pianista, interpreta Adagio, si no me equivoco. La tapa que recubre las cuerdas y la caja de resonancia está levantada, de manera que la sentida música se proyecta sin contención por todo el salón.

— ¿No sabías que tu amigo tocaba el piano?— Me pregunta despegando la vista de Damian por un segundo.

— Lo que sucede es que Damian no es mi amigo como tal.— Frunce el ceño.

— ¿A qué te refieres?— Me arrepiento de haberlo dicho, aunque pensándolo mejor, creo que es mejor que ella esté enterada de cómo es mi relación con este italiano.

— Es complicado y largo de explicar, tía, así que voy a tratar de contarte lo más relevante de la historia esperando que entiendas.— Ella afirma en silencio y yo vuelvo la vista a Damian, quien trazan los tristes acordes como fondo para mi relato.— Gianluca sostuvo un romance con una chica, su nombre era Alesia. Ambos eran muy jóvenes en ese entonces e hicieron promesa que luego no cumplieron, en especial Gianluca. Alesia atravesaba la pérdida de ambos padre cuando descubrió que él la engañaba con otra mujer, y la decepción mezclada con el dolor de ambos eventos, la llevó por el camino del suicidio.

— ¡Hija!— Mi tía cubre su boca, impactada del mismo modo que me sucedió cuando escuché la trágica historia de los labios del propio Gianluca, hace años atrás. Me preocupa lo que pueda pensar del italiano, que también lo juzgue como culpable, pero ya no tiene caso que lo defienda. Ya él no es mi problema, ni tengo por qué defenderlo, así que me concentro en terminar la historia. 

— Alesia era la hermana menor de Damian y él jamás ha podido perdonar a Gianluca por la muerte de ésta. Lo acusa de ser el responsable de su suicidio, acusación que los ha convertido en enemigos acérrimo. Cuándo Damian y yo nos conocimos, ambos no sabíamos quiénes éramos, ni lo que nos separaba, solo sentimos una mutua conexión, que nos ha mantenido unidos a pesar de que se supone deberíamos odiarnos. En algún momento he pensado que si fueran otras las circunstancias, yo me habría enamorado locamente de él, pero esa posibilidad desapareció en cuanto conocí a Gianluca.— Esa es la triste realidad.

— Nunca me contaste esa historia.— Susurra. Salgo del sopor que me mantenía clavada a la figura de Damian al piano y la miro.

— Gianluca se enfurecía con todo lo referente a Damian y aseguraba que él solo se acercaba a mí con el propósito de hacerme daño para vengarse por la muerte de Alesia. Ya sabes, un ojo por ojo. Lo que me obligó a guardar las distancias con Damian, por respeto a Gianluca.

— Pero ya tú no estás casada con ese hombre, él no forma parte de tu vida, además Damian no te ha hecho ningún daño, por el contrario, se ha solidarizado contigo en todos los aspectos.— Apunta sabiamente.

 Regreso la vista a la figura del incomprendido hombre que sigue interpretando la pieza clásica. Esa siempre ha sido la razón principal que alegaba cuando me enfrentaba a Damian, que únicamente se me acercaba para molestar al quien fuera mi esposo, y resulta que no era cierto, Damian no lo motivó saldar dudas del pasado, lo hacía porque lo movía un real sentimiento hacia mí, lo que explica la constancia de su amistad a lo largo de todos estos años.

Oh Dios, qué ciega he sido.

— No me cabe duda que él está enamorado de ti, hija.— Añade tía Nubia.

— Estoy en una relación estable con la depresión, el estrés y la ansiedad. Soy un verdadero desastre existencial, no tengo cabida para nada más.— Suelto con amargura, echando por tierra mi intento de ser graciosa.

— No quiero que hables así, que pienses de modo tan pesimista.— Me reprocha.

— Disculpa, tía, pero si te digo, mis prioridades son otras y no incluyen volverme a enamorar.— Aseguro mirándola.

— Entonces es urgente que hables con él, no merece salir lastimado, más si ya ha sufrido bastante.— Tiene toda la razón. Sería imperdonable de mi parte lastimar a Damian.

¡Principessa!— Exclama el susodicho al dejar de tocar. Al regresar mis ojos lo consigo que sonríe de oreja a oreja, alegre por mi presencia.

— ¡Bravo, es usted fabuloso!— Elogia el abogado aplaudiendo.

— Qué hermosa piezas tocabas, Damian.— Manifiesto siguiendo a mi tía.

— Sí, muy bonita, pero triste, como cajita de música. La que traía la bailarina dando vueltas hasta mariarte. ¿No tienes algo más alegre que tocar? ¡Ah, ya sé! Una guarachita para animar la velada.— Propone Lina, esperando que el italiano acceda.

— ¿No hay otra exigencia de mal gusto que quieras imponer sobre mi buen arte?— Pregunta Damian, con el tono más ácido que puede emplear.

— Solo eso,— Ella responde de lo más natural, sin sentirse aludida. Mi tía se echa a reír. Es que en este mundo no hay nadie más opuesto a Damian que Lina. Mi amiga es luz, alegría y bueno. . . Damian es Damian, alguien un poco gótico.

— Oigan todos.— Llamo la atención de los presentes y así sucede, dirigen los ojos hacia mí. En su mayoría me miran como el que carga una gran zozobra y no es para menos.— Quiero disculparme con ustedes, mi comportamiento fue injustificado y desmedido, fuera de lugar. Totalmente desatinado el interrumpir la cena que mi tía con tanto esfuerzo realizó.— Estiro el brazo para coger su mano. Ella la presiona brevemente, sonriéndome.— Lo siento y prometo que de aquí en adelante controlar mi temperamento. Ninguno se merece el soportar mi mal carácter.— Les digo terriblemente avergonzada.

— Usted está atravesando por una gran presión y es normal que en algún momento pierda los estribos.— Interviene Aristigueta, con una comprensión genuina.

— Gracias por entender, aún así, nada me excusa.— Aseguro con un mohín.

— ¿Qué les parece si dejamos el incidente atrás?— Propone tía Nubia a los demás.

— Por mí está olvidado. Lo importante en estos momentos es que tú te encuentres mejor.— Asegura Lina.

— Es prematuro para decirlo, pero creo que desde este momento estaré mejor, lo decidí por mis hijos, por ustedes y por mí.— Digo tocando mi estómago. Si quiero algún día querer a este bebé, lo más lógico es que empiece a aceptar que crece dentro de mí; después de  todo sólo depende de uno volver a estar bien.

— ¡Hija!— Mi tía en un acto espontáneo guiada por la felicidad, rodea mis hombros y Lina aplaude complacida con mi cambio de postura. Pero no me engaño, si doblego es sencillamente para darle gusto a ellas, es mi forma de agradecer su lealtad; además, a veces la mosca se para donde no podemos espantarla y este es el caso, estoy embarazada y aunque desearía no estarlo, no tengo la manera de interrumpirlo. Damian me mira en silencio, fijamente y siento que puede ver a través de mí, percibir lo que en realidad pienso.

— Tengo que retirarme,— anuncia de pronto Aristigueta e inmediatamente extiende el brazo para estrechar la mano de Damian, como despedida. Afirmo y me ofrezco para acompañarlo a la puerta.— Mañana vendré para que hablemos del avance de su caso. Estará conmigo un detective al que suelo contratar. Él va por el margen de la hoja, interrogando y buscando lo que se le escapa a la policía.— Explica a mi lado, de camino al vestíbulo. Nos ha seguido Lina y tía Nubia.

— Lo estaré esperando y otra vez disculpe.— Reitero ya frente a la puerta principal. Él sonríe.

— No sé preocupe, Ela, ya le aseguré que entiendo su situación.

— Yo también aprovecho para despedirme.— Dice Lina. Me giro para verla.

— Soy la peor amiga de este mundo, debería estar cuidándote y no dándote malos ratos.— La abrazo sintiéndome culpable.

— No estoy enferma, estoy embarazada, corrijo, estamos embarazada.— Se separa para obsequiarme una de sus lindas sonrisas.— Y mañana comenzaremos a trabajar, tenemos una videoconferencia pautada con Erina desde Génova.— Me sorprende con la noticia.

— Sí, eso sería magnífico.— Digo entusiasmada con la idea. Es estupendo volver a ver a la platinada y Adriano. Lo más probable es que alguno de ellos tengan noticias de mis hijos.

— Señora Nubia, fue un placer degustar los magníficos platillos que preparó. Tiene manos de ángel. Y me gustaría poder retribuir su invitación llevándola a cenar a un lindo lugar.— Es la sorpresiva despedida del abogado, pero la cosa no acaba ahí, besa la mano de mi tía, tardándose más de la cuenta. Lina y yo nos miramos. Ella aguanta la risa al ser testigo como yo, del abierto coqueteo del abogado. Mi tía algo incomoda retira la mano con cierta brusquedad.

— No se preocupe, Licenciado, no hay necesidad.— Dice con frialdad, marcando distancias. Oh vamos, tía, no seas tan pedante.

— Solo digo que sería un placer y un honor salir con una hermosa mujer.—  Él no se da por desentendido e insiste. Ahora entiendo su excesiva adulación en la cena.

— No es el momento ni el lugar.— La cortejada zanja de modo agrio el galanteo. Leandro con una sonrisa que ilumina su rostro se despide, sin importarle el desplante recibido. Algo me dice que Aristigueta no se dará por vencido tan fácilmente.

Mi amiga y yo nos despedimos con un nuevo abrazo, y luego ella junto con el abogado entran al ascensor y ahí Lina da rienda suelta a sus deseos y rompe a reír. Su risa resuena incluso cuando las compuertas se cierran.

— Con que esas tenemos, Nubia, enamorado nuevo.— La miro con los brazos cruzados, ironizado lo ocurrido. Ella emana desaprobación por todos los poros de su cuerpo.

— Respeta, niña. Mejor ve con tu «amigo» mientras te caliento un poco de comida.— Me toma del brazo para obligarme a mover, así deje de burlarme de ella.

Me regreso al salón principal pensando en las vueltas que da la vida. Tía Nubia siendo cortejada. ¿Quién lo diría? Ahí Damian se encuentra con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Ya no está frente al piano, sino mirando la nocturna vista.

— Muy bonito.— Digo a su lado, haciendo lo mismo que él.

— Bonito y relajante.— Agrega por su parte.

— Quiero agradecerte lo que has hecho por mí.— Susurro mirando su perfil. Él sigue impasible, deleitándose con el panorama.

— Ya lo hiciste, te aseguro que no necesito más agradecimientos.— Lo tomo del brazo para que me mire.

— Lo sé, pero aún así es importante que lo haga. Además, no me parece justo que gastes tanto dinero en mí y están tus negocios. Me preocupa que termines perjudicado por querer ayudarme.

— Tal vez trato de lavar mis pecados, aunque sea una batalla perdida.— Dice tratando de salirse por la tangente. Como si eso fuera tan fácil.

— ¿Qué haces, Damian?— Tras mi insistencia presiona la mandíbula. No le gusta que lo presione.

 —¿Te conformaría si te digo que necesito estar junto a ti hasta que superes este revés del destino y recuperes a tus hijos?— Lo que ha dicho me genera otras dudas.

— ¿Pero por qué?

— ¿Acaso no es obvio. . .? Yo te quiero.— Eso es la clave de todo, la raíz del problema, y el que lo haya dicho con tanta naturalidad, no hace menos incomodo el momento. Lo ultimo que necesito escuchar de los labios de un hombre son palabras de amor; sin embargo, tengo ante mi la oportunidad de aclara lo que venia hablando con tía Nubia.

— Pero esto va más allá. Estoy embarazada y no sé quién es el padre. Enfrento una posible pena legal por asesinato y a pesar que estoy aferrada a la esperanza, honestamente no tengo idea de cómo resultará. Los medios me difama, soy un desastre de proporciones gigantescas y para colmo exploto como un volcán que no para de erupcionar. Yo como tú correría lo más lejos posible. No tienes por qué pasar por este infierno con una mujer dañada, que no sabe si un día podrá ser la misma que alguna vez fue.— Damian coge mis dos manos y quedamos viéndonos cara a cara.

— Yo tengo la plena seguridad que lograrás salir absuelta. Llámalo presentimiento o como quieras, y con respecto al qué dirán, ya sabes lo que pienso de las personas que juzgan la vida de otros: que se vayan a la mierda. He vivido mi vida bajo mi propio código y a fin de cuenta, si tú estás dañada, yo lo estoy aún más. Somos dos los dañados y que mejor para entendernos. Sólo te pido que me dejes estar a tu lado, no espero otra cosa de ti y tampoco lo exigiré. Sólo quiero estar cuando esa linda sonrisa que tanto añoro, vuelva a emerger.

— No sé si volveré a sonreír.— Susurro casi sin aliento, abrumada con su apoyo incondicional. Él lleva su mano a mi rostro y acuna mi mejilla. Dejo caer mi cara en su palma y me relajo cerrando los ojos. No deseo seguir hablando del asunto, prefiero dejar que el calor que emana de su mano siga haciendo magia.

— Sí lo harás, cuando menos te lo esperes volverás a sonreír.— Promete con una voz sedosa que acaricia mis sentidos. Al abrir los ojos, lo consigo muy guapo con la luz nocturna reflejándose en su brilloso cabello.

— Nunca conocí a nadie que se quedara cuando las cosas se ponen mal.— Susurro mirándolo.

— No iré a ninguna parte.— Asegura él.

Hago una mueca en un intento de sonreír. Pero no tiene caso, aún no me sale. Quizás es como dice Damian, que en algún momento lo haré, cuando algo merezca la pena.

— ¿Podrías tocar algo para mí?— Pregunto suavemente. Sus ojos centellan.

— Será un placer.— Me dedica una media sonrisa.

Me toma de la mano y junto vamos hasta el piano. Se sienta en el banco, dejando el espacio para que tome lugar a su lado. Así hago y él coloca los dedos sobre las teclas, debajo del nombre de los fabricantes de marca, Steinway and Son. Pero no inicia como pensé, gira su rostro para mirarme.

— Tengo algo que confesar.— Dice y una sombra de culpa oscurece su expresión. Me toma por sorpresa. Juraba que me iba a preguntar qué pieza deseaba que tocara, no el anuncio de una confesión y por lo tenso que parece, supongo que es importante.

— ¿Qué?— Pregunto directamente. Acabemos con esto ya.

— Salieron unas fotos de nosotros dos.— Confiesa  con  voz profunda. Reacciono negando, sin entender qué fotos pueden ser esas.— En la terraza del bar en Máxime, cuando estuvimos en Milán. Desde el ángulo en el que fueron tomadas son bastante comprometedoras. Parece que nos estuviéramos besando, así que la revista que las publicó asegura que es la prueba de que somos amantes. Ya demande por «Daños a la moral», así obligarlos a retractarse. Me siento culpable porque fue mi idea subir al bar, pero juro que jamás estuvo entre mis planes perjudicarte.— Está última parte la agrega sumamente mortificado.

Asombrada desvío mis ojos con la noticia. Si Gianluca me odiaba por lo que creé que sucedió con Octavio, ahora con esas pruebas, no tendrá la menor duda y por supuesto su desprecio estará según él más que justificado. Con angustia recuerdo la suerte que corrió Vincenza y como las injustas acusaciones la separaron de su hijo. Dios, no permitas que lo mismo me ocurra a mí. Por un lado suplico y por otro lado me molesta mi mala suerte. Maldita la hora en que vinieron a sacar esas fotos, haciendo leña del árbol caído. Cobardes. Típico de la prensa amarillista, hacer de un inocente encuentro un medio para vender más ejemplares, sin importar a quién se llevan por delante. Pero bueno, mi situación no pueden empeorar, Gianluca ya ha alejado a mis hijos de mi vida, mejor es ocuparme de los verdaderos problemas, que una vez solventados me dejarán el camino libre para llegar hasta ellos antes que su padre los envenene en mi contra.

Miro a Damian y él espera con el alma en vilo, tal vez resignado a una de mis explosiones. Me veo volviendo al momento que prometí controlar mi temperamento. Damian no tiene la culpa, solo es otra víctima que se ha visto involucrado en mi tortuosa realidad.

— Ya no hay nada qué hacer. Lo hecho hecho está. Igual Gianluca no se divorció por esas fotos.— Le explico modulando mi tono, para no revelar la frustración que me aqueja por las continuas injusticias que no cesan en golpearme.

— Lo siento, Principessa.— Su cara se tensa por el dolor. Oh, no. Niego con la cabeza y antes que me dé cuenta me está abrazando, apretándome contra él.

— Tú no arruinaste mi vida, Damian, fueron otros.— Consigo decir. Él se mueve y ahora apoya su frente contra la mía.

— Muy pronto todo será un mal recuerdo. Tu vida volverá a ser la misma.— Su voz es apenas un susurro, plagado de dolor.

Eso lo veo tan difícil. No creo que mi vida pueda llegar a parecerse a lo que un día fue, pero me conformo con volver a tener a mis hijos conmigo, solo eso.

— Ojalá así sea, Damian, ojalá así sea.— Repito en un murmullo que se va apagando.

— Eso te lo juro.— Ahora inyecta seguridad en su voz y me gustaría como él tener la misma certeza, pero todo es tan confuso y lo imposible se ha convertido en realidad, así que guardo escepticismo.
...

— Ya tenemos fecha para el desahogo de pruebas ante el Tribunal de Arraigo, donde posteriormente se leerán los cargos y se establecerá la fecha para dar inicio al juicio. Eso es un avance.— Cuenta Aristigueta sentado en la mesa del salón principal, lugar convertido en sala de reunión. También está tía Nubia, que presiona mi brazo con lo que considera una buena noticia, del mismo modo que lo siento yo. Damian me mira con una tímida sonrisa, sentado en la silla del frente y al lado del detective que contrató Aristigueta. Su nombre es Orlando Mejías. Es un hombre alrededor de los sesenta años, de cabellos totalmente encanecidos que guarda silencio mientras mira a los presentes. Imagino que es un comportamiento típico de los detectives, analizar todo lo que los rodea.

— ¿Cuándo piensa usted que será el juicio y sabremos la decisión del juez?— No puedo evitar preguntar. Me urge tener una idea del tiempo que me falta para poder ir a buscar a mis hijos.

— Nadie sabe eso.— Dice cauto, planchando su horripilante corbata marrón. Se niega a precisar. Precisión que yo requiero, así que le doy un empujoncito.

— Pero según su experiencia, ¿de cuánto tiempo estamos hablando?— Lo ánimo a puntualizar. Él explaya los ojos, sintiéndose presionado.

— Sería difícil decirlo. . . Pero podemos estar hablando de entre un año, a año y medio.

— ¡Tanto!— Exclamó horrorizada. No puedo perder más de un año de mi vida. En ese tiempo mis hijos podrán olvidarme y hasta me odien, pensando que los abandoné.

— Hija,— mi tía me mira pelando sus ojos, pidiéndome que me calme. Damian preocupado se frota el mentón con la mano.

— Es que es demasiado tiempo separada de mis hijos.— Le digo. Ella estira el brazo y alcanza mis manos entrelazadas sobre la mesa.

— Es un promedio, puede ser menos incluso, así son los juicios,— Intenta mediar Aristigueta.— pero su caso tiene la ventaja de ser mediático, variante que ejerce presión sobre la fiscalía para que lo resuelva con prontitud. Además, conseguí coerción en el trato de los efectivos hacia usted. Se llama conducta policial indebida. La demora en el examen procesal ayudará también. Fuiste guiada de forma poco conveniente por los policías. Todas esas anomalías pesan a tu favor.— Continúa Leandro exponiendo con soltura mi caso, lo que no ayuda en absoluto a aplacar mi inquietud. Es el tiempo lo que me preocupa, mi enemigo más letal.

— Pero es mucho el tiempo. ¿No hay manera de adelantar?— Insisto. Mi abogado niega.

— El proceso tiene sus lapsos. La fiscal atiende varios casos aparte del suyo.— Me levanto y comienzo a caminar para lidiar con la ansiedad, que de momento me supera y no quiero terminar explotando. El abogado me sigue con la mirada.— Tenemos muchos atenuantes, Ela; como por ejemplo, la sustancia que el examen detectó en su sistema sanguíneo. También contamos con la declaración de la antigua secretaria del occiso.— Detengo mi afanoso caminar para que me aclare a quién se refiere.

— ¿De qué secretaria habla?

— La señorita Krisbel Corso.— Por unos segundos no tengo idea de quién demonios habla, hasta que de pronto. . .  Claro, es Krisbel, la secretaria amante de Octavio, la que me odiaba. Tenía tantos años sin oír ese nombre que lo olvidé por completo. Pero un momento, ¿qué puede decir ella que ayude a mi caso?

— No soy santo de devoción de esa chica, podría decirse que hasta me odiaba, así que no entiendo qué puede aportar a mi favor.— Le cuento a mi abogado.

— Directamente nada, pero ella también fue víctima del señor Laponte. La violó, hasta hay una denuncia previa que la señorita Corso levantó contra él.— Lo miro atónita. ¿Octavio violó a Krisbel?

— Imposible, fueron amantes.— Digo con voz casi imperceptible.

— ¿Acaso no sucedió igual con usted?— Trago grueso. Ante esa verdad guardo silencio.— La denuncia no trascendió porque la señorita Corso no se presentó a la audiencia. Ahora tiene el valor de revelar la razón de por qué faltó a la cita, según su declaración, recibió amenazas de muerte si se presentaba ante el Tribunal.

— ¡Es horroroso!— Añade mi tía escandalizada. La miro sintiendo igual. No es que vaya a convertir a Kisbel en mi nueva mejor amiga, pero siento lo que le ocurrió, y ojalá hubiera tenido el coraje de continuar con la denuncia, de ser así, quizás yo no me hubiera convertido en otra víctima de Octavio, como lo fue ella.

— Lamentablemente hay hombres como el señor Laponte, que piensan que por tener dinero y poder, son libre de pasar por encima de cualquiera, incluso de la ley,— Aristigueta hace una pausa y luego prosigue en voz baja.— Pero ahí no llega la perversidad del occiso.— Explayo los ojos. ¿Hay más?— La señorita Elena, su administradora, mantuvo una relación con el difunto y según su declaración, hemos llegado a la conclusión que el verdadero motivo del acercamiento, era poder sacarle información sobre usted. ¿Cuando vendría? ¿Con quién? En fin.— La contundente bomba que suelta mi abogado me obliga a tomar asiento nuevamente. ¿Elena y Octavio juntos? Unas repentinas nauseas me asaltan acompañadas de un temblor en mis piernas que no consiguen sostenerme. 

— Esto es una locura.— Musito perdida en mis pensamientos. Sabia que Octavio estaba loco, pero esto supera en toda medida esa tesis. Eso significa que todo este tiempo estuvo obsesionado conmigo y esclarece quién era la Elena, de la que él se despidió antes de morir. Frunzo el ceño. Dios, ¿Cuántas locuras más tendré que escuchar?

— ¿Estás bien, hija?— Mi tía se acerca, se escucha preocupada.

 — Voy por agua,—  anuncia Damian saliendo del salón.   

  — Disculpe si no tuve tacto al contarle lo que hemos descubierto, pero usted debía saberlo.—Miro a mi abogado, pero estoy demasiado aturdida para contestar.

— Señora Moreno, ¿por qué regresó al país?— Pregunta el detective Mejías, el que no había abierto la boca hasta ahora.

Con el codo apoyado en la mesa, cubro mi boca con la mano, ordenando mis ideas. Mi mente se ha convertido en un completo caos. No recuerdo ni por qué decidí venir en primer lugar. . . Ah, si. Antes de contestar a la pregunta del investigador paso la lengua por mis labios secos.

— Recibí una invitación de la Universidad en la que me gradué. Me nombraron madrina de la promoción que recién egresó, asimismo recibí un reconocimiento por mis logros profesionales.— Aunque me encuentro aturdida consigo no equivocarme con las palabras y así continúo.— Mi esposo me ánimo a aceptar la distinción. Acabábamos de pasar un momento difícil y nos pareció buena idea combinar el compromiso con vacaciones, así pasar la página. Teníamos mucho tiempo sin venir al país.— Tras mi intervención ambos hombres se miran. El abogado y el detective mantienen una conversación visual, que al parecer es más efectiva que si hablarán.

Ay, no. No puede ser lo que imagino.

— Un momento, ¿no estarán pesando que Gianluca tuvo algo que ver en el asunto?— Aunque ni sé para qué pregunto. Como están las cosas, nada me tendría que extrañar. No, es imposible. Eso sería el colmo y me obligaría a abandonar toda relación con la raza humana, para irme a vivir con los perros. Damian regresa y con una linda sonrisa me entrega el vaso con agua. Creo que me casé con el hombre equivocado. Pienso con el vaso en la mano, mientras lo veo tomar otra vez su lugar. Es tan irónico, si conocí a Damian fue precisamente porque me enamoré de Gianluca y me lancé a seguirlo por medio mundo. Oh, definitivamente mi vida es un profundo mar de contradicciones.

— Orlando, investiga si Laponte mantenía relación con las autoridades universitarias y cómo es el proceso para la elección de los homenajeados. Insinúa que estamos considerando llamarlos como testigo. Eso sabelotodos presuntuosos, detestan verse involucrado en un escándalo, eso podría motivar a que suelten la lengua.— Le ordena Leandro al detective, que no deja de afirmar mientras anota las instrucciones en una libreta.

— Correcto.— Dice finalizando sus anotaciones y luego pasa a verme.— Ahora, señora, cuénteme cómo ocurrieron los hechos.— Pide con la seriedad que lo caracteriza.

Aspiro hondo y tomo un poco de agua. Tengo la boca y la garganta seca y estoy algo nerviosa. Lo que sucede me supera, más que nada porque estoy harta de narrar el mismo relato, pero todo sea por salir de esta pesadilla.

Inicio a partir de la llamada de Carmina, así continúo hasta el punto que Octavio me trasladó a cuesta a la  habitación de la suite, y como un rayo de luz que ilumina mi memoria, un recuerdo aparece.

— Carmina entró a la habitación y le recordó a Octavio que Aldo quería una copia del vídeo.— Le digo al detective, tan claro como este momento. Es curioso como recuerdas cosas que has olvidado.

— ¿Quién es Aldo? Su nombre completo.— Me exige Aristigueta, ganándole la partida al detective. El sujeto queda con las ganas de preguntar.

— Aldo Bourdie,— deletreo el apellido de la alimaña, para que el detective lo escriba bien en su libreta. Listo eso, vuelvo con mi abogado.— Un antiguo socio de Gianluca, pero ellos terminaron su amistad por diferencias laborales.

— Debemos investigar si el tal Aldo vino al país.— Aristigueta continúa girando instrucciones al detective, luego me mira.— ¿Está segura que se habló de un vídeo?

— Ya en ese punto la droga estaba haciendo su efecto y creo que por eso lo olvidé, pero sí, estoy segura.— Confirmo, con las imágenes claras en mi mente, ahora que las recordé.

— A lo mejor de ese modo pensaban extorsionar a la señora, amenazando con exponer el vídeo en las redes sociales.— El detective se dirige a Aristigueta.

— O probar ante el señor Biachelli el supuesto amorío.— Agrega el litigante, iniciando una conversación exclusiva con su empleado.

— O ambas. Nadie planea por tantos meses un golpe, cubriendo sus huellas, para no sacar algo lucrativo.

— Lo que sea lo descubriremos.— En este punto Aristigueta me mira levantándose junto al detective.— Nos retiramos para trabajar en este nuevo hallazgo. Cualquier novedad la estaré informando.— Parece que tienen urgencia por irse.

— Se los agradezco.— También me levanto con la intención de acompañarlos.

— Deja, hija, yo voy con ellos.— Se ofrece mi tía y a decir verdad lo prefiero, carezco de fuerzas. Lo que hoy se ha dicho en este salón, mino mi resistencia y me ha dejado un ligero dolor de cabeza.

Ellos se retiran y Damian aprovecha para venir hasta donde estoy. Rodea la mesa y yo extiendo el brazo para que me agarre la mano.

— Estás muy pálida.— Dice con la voz llena de preocupación, sentándose a mi lado.— ¿Quieres que te traiga otra cosa más?— Pregunta. Es un sol.

— Solo quiero que te quedes a mi lado.

— Fácil complacerte.— Besa mis manos entrelazadas con la suyas, pero no consigue ocultar la preocupación en sus ojos.— No me gusta tu semblante.

— Estoy bien, es normal en esta parte del embarazo lucir un poco desencajada. Y para ser honesta, no ayuda enterarme que he estado rodeada de traidores.— Damian baja los ojos tras mi amargo comentario.— Odio como algunas personas engañan y mienten. Es asqueroso.

— ¡Hola! Traje pastelillos de Filipo.— Vocifera Lina entrando al salón. Carga con una caja de cartón celeste rotulada con el nombre de la famosa pastelería. Hablando de traidores.

— ¿Sabías lo de Elena?— Le pregunto directamente, con el semblante serio y deshago mi unión con Damian, así levantarme. Siento  una oleada de furia inesperada que nace en mi vientre. Al diablo mi promesa. Lina queda fría con mi recibimiento, clavada en el piso. Mi tía también entra al salón y nos mira a ambas, ajena a lo que sucede entre nosotras.

— Recién me enteré por ella misma. Yo fui la que le recomendé hablar con el abogado. Pensaba contártelo ayer, pero en vista de tu mal humor, no creí prudente incomodarte con otra mala noticia.— Dice al fin, con los ojos llenos de arrepentimiento.

— Habría preferido saberlo por ti, Lina.— Le recrimino con rencor.

— Lo siento, Ela y descuida, Elena puso la renuncia.— Se le quiebra la voz.

— Es lo menos que podía hacer.— Exclamo enojada.

— No quiero justificarla, pero está muy arrepentida. Él la engañó todo el tiempo.— Dice defendiendo a la traidora de Elena y esto es el colmo.

— Entonces no lo hagas, Lina, no la justifiques. Quién sabe qué le habrá dicho de mí, que ayudó a ese degenerado a destruir mi vida. ¿Si entiendes, Lina? ¡Me quitaron a mis hijos, mi matrimonio se fue a la mierda y puede que termine en la cárcel! ¡Entonces perdóname si no puedo justificar a Elena!— Le digo con vehemencia, cerrando mis manos hasta formar puños a mi costados.

Oh, cuánta rabia siento. Todos mienten, traicionan o engañan.

— Rafaela de la Luz.— Mi tía me nombra con más severidad de lo usual.

— ¡¿Qué?!— La encaro con una mirada hostil, ya harta de su interferencia.

— ¿En qué quedamos?— Me recuerda mi promesa intensificando el tono de voz, sin dejarse amedrentar por mi temperamento. Suelto el aire frustrada y al mirar a Lina me sorprende que esté llorando, aún sosteniendo con sus dos manos la caja de la pastelería. Se me parte el corazón. ¿Qué haces, Rafaela? ¿Lastimando aquellos que han sido incondicional contigo? Esto tiene que parar.

— No deberían estar aquí, ni tampoco soportarme. Es obvio que no puedo mantener mi promesa, así que nadie los culparía si deciden marcharse y dejarme sola.— Damian, tía Nubia y hasta Lina, les sorprende mi intervención plagada de amargura. Esto es mi vida, una amargura constante.

— Ninguno antes habíamos enfrentado esta clase de situacioón, por lo tanto no es de extrañar que estemos nerviosos y se nos escapen las cosas de las manos o no sepamos cómo afrontarlas, pero eso no significa que nos demos por vencidos.— Intercede Damian, con una voz suave y persuasiva, esperando que recapacite.

— Sabías palabras, hijo.— Agrega mi tía por su parte.

— ¿Sí yo estuviera en una situación similar, me abandonarías? ¿Me dejaría a mi surte?— La pregunta de Lina frena mi arrebato. La miro y sé la respuesta con certeza.

— Ni por un segundo.— Respondo conteniendo las ganas de llorar.

— Entonces no me pidas algo que tú no harías.— Afirma sin despegar sus ojos llorosos de los míos, con una voz llena de compasión y un toque de irritación.

Dejo caer los hombros abrumada por las muestras de amistad que no cesa de demostrar Lina. ¿Algún día tendré la oportunidad de regresar a mi querida loca, el mismo grado de solidaridad que ella conmigo? Difícil saberlo. Lo que sí estoy segura, es que todo en mi vida sería más cuesta arriba sin su alegre presencia.

Voy donde está y tomo su rostro con mis manos.

— Perdóname por vigésima vez.— Suplico. Ella por su parte ha dejado de llorar.

— Perdonada por vigésima vez.— Concede ella. Gracias a Dios.

— ¿Qué traes ahí?— Pregunto en mejor tono mirando la  caja.

— Los pastelito que solíamos comer. ¿Te acuerdas?— Aspira por la nariz y procede a abrir la caja, mostrando una variedad de pastelillos.

— Cómo olvidarlo, fueron tiempos maravilloso. Dime que trajiste de albaricoque y crema.— Le digo para terminar de dejar el tenso momento atrás y ella colabora mostrando su mejor sonrisa. Como Lina ninguna.

— Claro, necia, son tus preferidos.— Precisamente extrae una de las suculentas masas crocantes, rebosada de crema y fruta en lonjas y me la entrega.

Una vez que mi vista se recrea con el provocativo manjar y a mis fosas nasales llega su dulce olor, sin resistir le hinco el primer mordisco. Cierro los ojos para tomarme un momento, así disfrutar como se deshace el sublime y delicado postre dentro de mi boca, desplegando todos los maravilloso sabores que me traen hermosos recuerdos de tiempos mejores.

— ¿Está bueno?— Pregunta la embarazada. Abro los ojos y afirmo sin querer hablar, escogiendo seguir masticando el manjar de dioses.— ¿Ustedes quieren?— Convida a los demás, acercándoles la caja, yo mientras continúo comiendo del mío.

— Por favor, antes que le arrebate a Ela el suyo.— Amenaza Damian, escogiendo su pastelito. Se decide por uno de fresa.

— Damian Santori, ni se te ocurra hacer algo como eso. Yo jamás comparto mis postres. ¿Estamos claros?— Le advierto recuperando el habla. Esto hay que dejarlo claro.

— Qué barbaridad, esta niña no cambia, los postres son su debilidad desde pequeña. En nuestra casa podía faltar cualquier cosa, pero algo dulce jamás, sino formaba tal pataletas que ni les cuento.— Clásico de Nubia de Ayala, contar momentos vergonzosos de mi niñez. Lina la gratifica con un ponque relleno de ciruela.

— Eso me recuerda algo. . . ¿Rafaela de la Luz?— Pregunta Damian claramente horrorizado por mi nombre. Ahora recuerdo, es primera vez que él escucha mi nombre completo.

Miro a mi tía y a Lina, pensando lo mismo que ellas, que Damian tiene absolutamente la razón, mi nombre además de feo es totalmente desatinado. Y como él lo predijo, de un modo espontáneo e inesperado sucede, me echo a reír, con ganas. Me río con una franqueza que me sale del alma. Mi amiga y mi tía me miran asombradas por un momento, pero rápidamente me acompañan, riendo tan alto como yo. Ignoro si se contagiaron por mi carcajadas o por felicidad al verme por fin reír, lo cierto es que lo hacen y más atrás se une el italiano, así los cuatro, riendo de verdad, olvidamos lo sucedido.

Qué maravilloso y catártico resulta el reír, mientras compartimos un delicioso postre, mitiga un poco el dolor, no del todo, pues éste regresará tan fuerte como siempre, pero por lo menos por un breve instante pienso que las cosas pueden que mejoren. Algunos pensarán que mi inesperado positivismo es a causa del azúcar, yo me inclino a creer que es por la compañía sincera. No me cansaré de repetir lo afortunada que soy al contar con ellos, aunque esté rodeada de un mar de contradicciones.

Próximo Capítulo: Concesión.

Hay mucho dolor y rabia que gestionar. Ela lo intenta, pero no siempre es fácil. Solo el apoyo incondicional, ese que solo obtienes de aquellos que te quieren de verdad, la podrán ayudar a superar el terrible momento que atraviesa.

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Saludos y besos.

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