Recién Cazados © (Borrador de...

By R1Aguirre

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Sinopsis
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Flashback
Parte 41
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Epílogo
Librerías
♥IMPORTANTE♥

Parte 42

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By R1Aguirre


Está demás decir que no logré dormir absolutamente nada.

La alarma sonó luego de algunos minutos de haber conciliado el sueño, me remuevo inconforme sobre mis sábanas y siento que la cabeza me da vueltas.

Algo me dice que hoy no estaré de buen humor.

Lo primero que hago luego de abrir los ojos es buscar mi teléfono y encenderlo. Suelto una bocanada de aire al ver que no tengo llamadas perdidas de ningún número, de inmediato llega un mensaje del caga-billetes sobre tener que estar temprano en la empresa porque él irá por Alex al aeropuerto.

Pero olvidó mencionar un detalle.

Al llegar a la empresa, él está ahí.

Su hermano.

Inhalo aire, lo suficiente como para soportar el hecho de tener que verlo ahí, tomando la posición de Oliver cuando él no sabe un carajo lo que está haciendo y me da rabia cuando se presenta en una reunión de socios a corregir al resto cuando ni él mismo sabe de lo que está hablando.

No soy el único que se percata de eso, por la mirada del resto de los presentes me doy cuenta que no solo yo estoy a punto de soltar una carcajada, pero nadie dice nada al respecto porque es el hijo de dueño de este lugar y yo tampoco digo una palabra para evitar problemas, algo que debí haber sabido hace un tiempo y no hubiera comprometido mi beca universitaria. Luego de la reunión intento no cruzarme con él, soy el primero que deja la sala e intento no mediar palabra con nadie que pueda entretenerme, no quiero tener que topármelo en los pasillos o afuera. Por lo tanto, me quedo en mi oficina y no salgo, viendo hacia un punto fijo con mis codos sobre el escritorio y mis dedos entre lazados, descanso mi barbilla en ellos, como por alguna media hora hasta que me doy cuenta que esta no es una posición cómoda.

Escucho la puerta de mi oficina abrirse y casi de inmediato la cabellera pelirroja de Andi es la primera en aparecer en mi campo de visión, casi voy a maldecir en su nombre cuando veo la pila de papeles que trae consigo y me hace fruncir el entrecejo.

—Dice el señor Anderson —detesto que lo llamen "señor" Anderson —que necesita que acomodes estos papeles.

Suelto una carcajada irónica, me pongo de pie y tomo los papeles que trae en manos, paso a la par suya cerrando la puerta de golpe a mis espaldas. Me lo encuentro en el cubículo del escritorio de Crystal, con una taza de café en manos y leyendo unos papeles, de inmediato llamo su atención cuando dejo caer los folios sobre la mesa y me mira enarcando una ceja.

—Ese es tu trabajo por hoy —habla, casi con un tono de ironía, con ese gesto arrogante que me dan ganas de olvidar el lugar donde estoy y qué puesto tengo —no necesitas hacer nada más.

—¿Porqué no lo haces tú? —pregunto, tomando la misma pose suya y con el mismo gesto —este debería ser tu trabajo porque te apuesto que es lo único que sabes hacer.

Hay un silencio en la sala en ese momento, de ese tipo que expone cualquier sonido vergonzoso del organismo humano, siento como la tensión fácilmente podría cortarse con un cuchillo y en ese instante escucho un carraspeo de garganta y él mira hacia un punto por sobre mi hombro, de inmediato me doy cuenta que se trata de Oliver. Él nos mira a ambos soltando un suspiro y yo regreso a mi oficina luego de saludar con un leve asentimiento. Me quedo ahí el resto del día, hasta que mi teléfono me saca de concentración y me percato que es la hora que ya debo ir a casa.

Dudo un par de minutos si debo ver el mensaje o no, y tomando una larga calada de aire saco el teléfono de mi bolsillo y de inmediato lo desbloqueo, siento alivio cuando la luz parpadeante me muestra el número de Natalie, hasta ese momento me percato que hoy no he charlado con ella y ni siquiera la vi al salir de mi casa. Paso el dedo índice por el teléfono y casi de inmediato sus palabras cubren la pantalla del dispositivo.

De: Constanza.

"Estoy con Steve ¿Puedes venir por mí?"

¿Steve?

Oh por Dios.

Leo el texto unas cinco veces y me pongo de pie de un salto dejando mis cosas dentro de mi maletín sin importar el orden, no me doy cuenta del tiempo que me toma salir de la empresa y llegar hasta el establecimiento de Steve. Parqueo mi auto y justo en menos de un par de minutos estoy dentro del lugar visualizando a Natalie, habla y ríe a carcajada limpia con el viejo Steve.

Camino en su dirección y en el momento que ambos me miran esbozan una sonrisa, de ese tipo que son mitad cómplice y mitad macabra, de las que no sé si reír o llorar, quedarme o salir corriendo.

—David, mira esto —exclama Steve, con un entusiasmo que me aterra. Levanta una hoja de papel y la pone frente a su rostro y de inmediato que mis ojos enfocan mejor la figura, me percato que es un dibujo con la cara de Steve con una gran sonrisa —es lo mejor que alguien haya hecho para mí algún día.

Steve admira el dibujo y yo ya me acostumbré a sus trabajos que ni siquiera me fijo en los detalles porque sé que siempre serán espectaculares.

—Sólo que Natalie fue amable, ocultó el lunar peludo en tu barbilla —le suelto al viejo Steve, el anciano me mira con desaprobación, mientras me siento en la banqueta a la par de Natalie quién intenta no soltar una risa.

—Iré a enmarcarla y la colgaré en mi pared —dice, con una alegría que casi desconozco en Steve —muchas gracias, Natalie. Tienes una artista, David, te felicito. Es la primera vez que te veo elegir bien a una chica —me tenso, el viejo Steve se aleja sin esperar mi respuesta y lo observo perderse tras la puerta que da acceso al interior de su establecimiento. No miro a Natalie, siento vergüenza. Sé que Steve hace las cosas a propósito y tengo ganas de lanzarlo por la ventana.

Por suerte, Natalie solo ignora sus palabras. Se vuelve a mí y me extiende una cerveza que, al parecer, acaba de ser abierta.

—¿Aún no tienes tu auto? —pregunto y ella asiente, toma un trago de la otra botella de cerveza a su lado y vuelve su vista al papel que tiene sobre la barra.

—Sigue en el taller —habla, y comienza a garabatear en la hoja blanca y de pronto me invade la curiosidad por saber qué hace.

—Al parecer necesitas uno nuevo —menciono, ella suelta un risa y niega con su cabeza mirando en mi dirección.

—Hay personas que no nos podemos dar esos lujos, David —la escucho decir —tengo un apartamento que pagar, cuentas que costear por mí misma y sabes lo caro que resulta en este sector de la ciudad.

No digo nada al respecto, la observo atentamente mientras sigue concentrada en el papel, ni siquiera menciono el hecho de que puedo ayudarle a pagar parte de eso, porque la conozco lo suficiente como para saber que no va a aceptar mi ayuda.

—¿Aceptarías uno de mi parte?

—Por supuesto que no.

—Lo sabía.

Ella solo me dedica una mirada mientras se encoge de hombros y vuelve a lo que estaba haciendo.

No es mi intención comparar a Natalie con esa persona de mi pasado, pero no puedo evitar pensar lo diferente que es ella, no solo física, sino emocionalmente. Es, de hecho, diferente a cualquier mujer que haya conocido, y por un momento se me cruza la idea sobre qué regalarle para su cumpleaños, pero sé que no va a aceptarlo, no aceptaría nada de mí ni de manera obligatoria.

—Apuesto que puedo beber más cerveza que tú —la escucho hablar, haciéndome volver en sí. Me percato de sus palabras y ni de coña vuelvo a hacer una apuesta con ella.

—¿Qué? No, olvídalo. Ni lo pienses ¿Qué será esta vez? ¿Raparme la cabeza?

Natalie suelta una carcajada y en ese instante Steve se aparece con dos botellas de cerveza más y la pone frente a nosotros.

—¿Qué vamos a celebrar, Steve? —le digo, tomando la botella. Porque ni por salvación de mi espíritu la desperdicio; y pienso, que tal vez Steve quiere emborracharme para luego verme hacer estupideces.

—Me voy a casar —suelta de golpe, escupo el trago que hace un momento había tomado y cae sobre mi pantalón, miro el recorrido que hace la gota sobre King Kong y pienso que debo cambiarme este pantalón de inmediato —en unos meses, así que ve preparando tu traje.

—Steve ¿es en serio? —miro sus ojos, tiene una sonrisa de oreja a oreja y asiente efusivo, yo solo pienso que en la luna de miel precisamente no se va a hornear pastelitos.

—Dijo que sí.

—¿Ah?

—Sí, no lo sé, ni siquiera preparé un discurso, solo le dije lo que se me ocurrió en ese momento. Flor se entusiasmó por completo.

—¿Y qué le dijiste exactamente?

—Que ahogué en un océano llamado mujer. Pero estaba más que encantado—toma un paño y comienza a limpiar la barra que nos separa —se lo dijo a sus hijos de inmediato y se emocionaron todos.

—¿Tiene hijos?

—Y diez nietos, me encanta, perteneceré a una familia grande —Steve tira de la banqueta frente a él y se sienta frente a nosotros —le dije que yo no tengo hijos, pero que tú eras lo más cercano a uno, serás mi padrino.

—Guau gracias, qué honor —hablo enserio, miro que la sonrisa suya se ensancha y casi puedo ver un rastro de lagrimilla en su ojo —Pero Steve, acabas de tener tu cuarta cita.

—Cuando sabes que esa es la mujer correcta, no necesitas más citas, David.

Natalie suelta un suspiro y yo quiero reírme por las cursilerías de Steve. Solo pensar que en algún momento de mi vida me dejé llevar por esas estupideces románticas y me dan ganas de prestarle una cubeta a Steve y comenzar a vomitar.

Dejamos a un ilusionado Steve algunos treinta minutos después y caminamos por el parqueo hasta el auto, en silencio, hasta que a Natalie se le ocurre romperlo y decir:

—A ti no te importaría que salga con alguien más, ¿cierto?—su pregunta me toma por sorpresa, casi me hace congelarme en el lugar, yo... emm... no... ¿Cuál era la pregunta?

—¿Qu... —aclaro mi garganta —¿Qué? Por supuesto que no.

—Okey.

—¿A ti sí? —intento que la pregunta suene burlesca y socarrona, pero en realidad suena desesperada y quiero pegar mi frente contra el pavimento por hacer preguntas estúpidas que no quiero saber la respuesta.

—No —suelta una pequeña risa —¿Por qué debería?

Silencio.

Más silencio hasta que llegamos a mi auto y le ayudo con la puerta del lado del copiloto. Me deslizo de mi lado frente al volante, luego de eso pongo el auto en marcha y ninguno habla más durante el camino. Suena una canción, tres, cuatro, ocho canciones y ninguno de los dos comenta nada, ni siquiera para hablar tonterías o tararear canciones.

El motor se apaga una vez que estamos en la cochera y nos quedamos aquí sentados uno al otro, con la oscuridad de la noche cubriéndonos.

—Me mudo el próximo fin de semana —la escucho decir, siento que un nudo se me forma en la garganta, pero intento sacarlo de mi interior lo más pronto posible.

—Está bien, solo dime para ir contigo, me gustaría acompañarte —hablo en respuesta, la veo asentir cuando mis ojos viajan a su persona, se baja del auto y luego de unos segundos yo hago lo mismo.

Estoy sacando mi celular de mi bolsillo y me asombro que las llamadas pararon el día de ayer, voy a dejarlo de nuevo en su lugar cuando una figura frente a mi casa llama mi atención. Natalie detiene su paso y esa persona de inmediato se pone de pie de la grada que estaba sentada, mira a Nat con cierta impresión. Ambas me miran a mí y yo solo tengo mis ojos puestos en ella.

Oh Dios mío.




Chan chan channnnnn


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