A Pesar De Las Espinas ©

Por anafa14

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A pesar de las espinas, el deseo sucumbe ante la tentadora rosa, demasiado atrayente y seductora, hasta que s... Mais

Pura Maldad de las Flores.
Capítulo 1 Dorados versus Verdes
Capitulo 2 Intimo
Capitulo 3 Conociéndonos
Capitulo 4 Entre Gustos
Capítulo 5 Dame una Oportunidad
Capitulo 6 Novios
Capitulo 7 Sé Mía
Capitulo 8 ¿Qué Me Has Hecho?
Capitulo 9 Escollos
Capitulo 10 Príncipe de las Arenas
Capitulo 11 Al Desnudo
Capitulo 12 Cinismo.
Capitulo 13 Armisticio
Capitulo 14 Confianza
Capítulo 15 Dominada
Capítulo 16 Traición Entre Sabanas
Capitulo 17 Desilusión.
Capitulo 18 Arenas Movedizas
Capítulo 19 Decisiones, Decisiones.
Capítulo 20 Pacto
Capitulo 21 La Alfombra Mágica
Capitulo 22 Londres en Pareja
Capítulo 23 Confía
Capítulo 24 Reacción en Cadena.
Capitulo 25 Secretos del Alma
Capítulo 26 Percepción
Capítulo 27 Pillados
Capitulo 28 La Pandilla
Capitulo 29 Decadencia.
Capítulo 30 Juego Perverso
Capítulo 31 Impacto
Capítulo 32 Villa Biachelli
Capítulo 33 Intrigante Mirada
Capítulo 34 Propósitos Cósmicos
Capítulo 35 Ne me quitte pas (No me dejes)
Entre Espinas
Capítulo 36 Un Paso A La Vez
Capítulo 37 Malo y Bueno.
Capítulo 38 No Queda Nada
Capítulo 39 Un Día Muy Largo
Capítulo 40 Desenmascarado
Capítulo 41 No Llores.
Capítulo 42 Expiación
Capítulo 43 Cuesta Creerlo.
Capítulo 44 Cerrando Ciclos
Capítulo 45 Defendiendo Posiciones
Capítulo 46 De Vuelta Al Hogar
Capítulo 47 Poco A Poco
Capítulo 48 Inseguridades
Capítulo 49 Al Puro Estilo Rock
Capítulo 50 Dramas Fiesteros
Capítulo 51 Cambio de Rumbo
Capítulo 52 Tres corazones
Capítulo 53 Tu Ser en mi Ser.
Capítulo 54 Giros
Capítulo 55 Evadiendo
Capítulo 56 Revelación
Capítulo 57 Temple de Acero
Capítulo 58 Laberinto
Capítulo 59 Catálisis
Capítulo 60 Última línea de defensa
Capítulo 61 Amor sin barreras
Capítulo 62 Apoyo Sin Fisuras
Capítulo 63 Identidad Desvelada
Capítulo 64 Un Hermoso Regalo.
Capítulo 65 Inmenso Amor
Capítulo 66 Lazos De Familia
Capítulo 67 El Tiempo Se Agota.
Capítulo 68 La Vida En Orden.
Capítulo 69 Amar Es Luchar.
Capítulo 70 Nuestro Hogar
Capitulo 71 Al Final Del Día
Pese a las Espinas
Capítulo 72 Un Día Más
Capitulo 73 Tú Lo Pediste.
Capitulo 74 Una Larga Jornada.
Capitulo 76 Aquí y Ahora
Capitulo 77 El Arte De La Disuasión.
Capítulo 78 Malas Intenciones
Capítulo 79 Telaraña
Capítulo 80 Némesis
Capítulo 81 ¿Confianza?
Capítulo 82 Ruinas
Capitulo 83 A Riesgo.
Capítulo 84 Preludio.
Capitulo 85 Sombras
Capitulo 86 Señales
Capítulo 87 Otro Más.
Capítulo 88 Careo.
Capitulo 89 En La Misma Medida.
Capítulo 90 En Pedazos El Corazón
Capítulo 91 Escombros Alrededor
Capitulo 92 Impacto
Capitulo 93 Daño Colateral.
Capitulo 94 Eclipse De Luna
Capitulo 95 Salto De Fe
Capitulo 96 Dentro De La Piel.
Capítulo 97 Complot
Capítulo 98 Cuentas Pendientes
Capítulo 99 Se Desvanecen Las Estrellas
Capítulo 100 Eterna Tristeza
Capítulo 101 Héroe A La sombra
Capítulo 102 La Cruda Verdad
Capítulo 103 Mar De Contradicciones
Capítulo 104 En Pie De Lucha
Capítulo 105 Fragmentos
Capítulo 106 Todo o Nada
Capítulo 107 Tan Sólo Un Poco Más
Capítulo 108 Fallo Del Destino
Capítulo 109 Largo Camino A Casa
Capítulo 110 Giros Del Destino
Capitulo 111 Lucha de Poderes
Capítulo 112 Cruzando Puentes
Capítulo 113 Vínculo Eterno.
Capítulo 114 Signos
Capítulo 115 Desbordados
Capítulo 116 Sin Miedo A Nada
Capítulo 117 Antes Que El Diablo Se Entere
Capítulo 118 Rumbos Encontrados
Sin Espinas
Epílogo

Capitulo 75 Inesperado

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Por anafa14

Giro hacia mi flanco derecho y me consigo con Damian Santori. Han transcurrido más de dos años desde la última vez que nos vimos, en el baile anual del Ayuntamiento, cuando bajo los efectos del alcohol insistió en bailar conmigo, obligando a Gianluca a intervenir. Como de costumbre ambos hombres casi acaban a golpes. El escándalo que se originó fue la comidilla predilecta entre los chismosos de Génova, que me ratifica según ellos, como la zorra extranjera. Se repite una y otra vez la misma historia en este mundo machista, la mujer siempre es la culpable.

Canas se visualizan en su espesa cabellera, que hoy luce menos larga de lo habitual. Pero más allá de ese signo del paso del tiempo, Damian es la viva imagen del hombre distinguido y elegante, con un toque de rockero, a lo clásico. Cazadora de cuero en color natural, camisa blanca y jeans masculinos con corte de última tendencia en moda.

— ¿No piensas saludarme? Ha pasado mucho tiempo. ¿No crees?— Su profunda voz me distrae del escrutinio que minuciosamente le dedicaba a su apariencia.

— ¿Cómo estás, Damian?— Lo saludo tímida, sin tener muy claro cómo actuar, teniendo en cuenta que somos el objeto de interés de seis pares de ojos. ¿Estaría mal si lo beso junto con un abrazo? ¿O simplemente le beso la mejilla, o apenas un abrazo? Mierda, qué lío.

— Permiteme un minuto.— Es lo que responde. Yo arrugo la cara sin entender a qué se refiere. Por lo menos me libró de la disyuntiva de cómo saludarle.

Damian se dirige a los sindicalistas en genovés y aunque no entiendo ni J de lo que dice, percibo un ademán despreciativo en su gesto que motiva al trío a marcar la retirada sin chistar ni refutar algunas de las indescifrables palabras de Damian. Es como cuando las aves huyen en bandada tras oír un disparo, así mismo sucede. Y caigo en cuenta, a los sindicalistas no los espanto mi fuerte temperamento, fue la presencia de Damian.

— ¿Qué les dijiste?— Pregunto mirando como los hombres se alejan con un caminar rápido sin siquiera mira para atrás, hasta llegar a su carro estacionado fuera de mi propiedad. Es innegable el poder de convencimiento del hombre; ha despachado a los molesto tipejos en un chasquido de dedos.

— Simplemente que se fueran.— Contesta llanamente. Yo no le creo, pero no me rebano los sesos buscando una explicación. Según sé, a caballo regalado no se le mira el colmillo.

— Vaya, no es lo qué se diga, es cómo se diga.-— Parafraseo todavía impresionada con la evidente muestra de poder de persuasión.

— Sé lo que hay que hacer para deshacerse de esos cabrones sin necesidad de malgastar tiempo o saliva. Recuerda que prometí protegerte.— Corro los ojos hacia él. Oh, Dios. Presiento que vamos a comenzar todo de nuevo.

— En realidad no hacia falta, tenia controlada la situación. Además yo te recuerdo a ti, que no necesito tu protección, soy una mujer casada.— Levanto la mano derecha, así mostrarle mi dos alianzas. Mi anillo de bodas y de compromisos amalgamadas en mi dedo corazón.

— Señora, la espero en la oficina.— Interviene Adriano, el que había olvidad por completo. Lo miro y el pobre se comporta como si estuviera fuera de lugar.

— Eh . . . sí. . . claro.— Titubeo y él afirma con movimientos nerviosos de cabeza, mirándome, para luego desviar la vista hacia Damian, que no habla, solo se limita a observar fijamente a Adriano, como si lo quisiera pulveriza con la mirada, de ahí que no me sorprende que mi asistente recule intimidado por la imponente presencia del recién llegado, llevándose con él a los de seguridad que también se ganan la misma taladrante mirada. Por lo visto hoy Damian tiene para todo el mundo.

— ¿Y dónde está tu larguirucho? ¿Por qué no está aquí poniendo la cara por ti?— Pregunta con un sutil tono de burla una vez que estamos solos. Sonrío, acaba de ratificar mi aforismo personal.

— Damian, no seas injusto, esos sujetos llegaron sin previo aviso, al igual que lo hiciste tú y para ser franca, fue imprudente de mi parte enfrentarlos cuando los de seguridad perfectamente podían encargarse del asunto.

— Siempre excusando al cobarde.— Replica intransigente. Niego en silencio. Parece que se le olvida la de veces que Gianluca le ha enfrentado.

— Como sea Damian, tú ganas.— Corto el tema. No me voy a enganchar en las mismas tonta discusiones del pasado.

— Concuerdo contigo, olvidemos a ese idiota,— Exhalo agotada,— tengo que felicitarte, Principessa, estoy impresionado con la restauración del viejo edificio del telégrafo. Desde que volví, lo único que escucho son los excelentes comentarios sobre las reformas, que pude comprobar en cuanto lo vi. Lo lograste, debes sentirte orgullosa.-— El giro de conversación así como el de su humor me complace. Es mejor alejarnos de temas escabrosos y concentramos en otros más placenteros.

— Gracias, Damian. Costó, no lo voy a negar, pero ya sabes que una empresa importante requiere tiempo y esfuerzo, además, cada gota de sudor fue recompensada con la materialización de mi sueño, mi fabrica y aquí en Sastri.— Digo con orgullo mirando la edificación que me ha llevado tanto esfuerzo levantar.

— Le ha dado un dinamismo al pueblo. Cogió un segundo aire.— Sonrío mirándole y él está en las mismas. ¿Sé puede sonreír con un encanto especial y ser un villano? En el caso de Damian, parece que sí.

— ¿Sabias que el Ayuntamiento activo una nueva ruta de transporte que llega hasta Génova? Así que sin mayores problema puedes trabajar aquí y vivir en la ciudad.— Le cuento espantando mis imprudentes pensamientos, que están fuera de lugar. Gracias a Dios, Damian no es capaz de leer mi mente.

— Era lo más sensato. Sastri no cuenta con todo el recurso humano necesario.— Continúa con naturalidad.

— Lo más difícil es el calificado.— Afirma de acuerdo conmigo. Me encanta que podamos hablar como simples amigos, sin la presión de alguna de sus indecorosas proposiciones.

— Ahora bien, esperaba tener la fortuna de disfrutar de un tour por el interior del edificio, de modo de comprobar por mí mismo lo que aseguran todos, lo magnifico que resultaron las reformas.— Pide con educación.

Oh. . . cómo negarme si lo pide con tanta cordialidad y en el brillo de sus ojos se puede descifra las ansias que intenta controlar. Pero sé que Gianluca querrá ahorcarme cuando se entere que serví de guía turística de Damian.

— ¿Algún problema?— Interrumpe mis reflexiones.

— No, ninguno. Sígueme.— Me la juego. Total, es frecuente que las personas sientan curiosidad por las reformas, más si son de la localidad, como casualmente es Damian. Mi subconsciente me mira no muy convencido con mi excusa.

Obviando mi conflicto interno caminamos uno al lado del otro, mientras le explico para qué está destinado la zona verde, pero en realidad me atacan los nervios por las repercusiones que esta inesperada visita traerá, solo que por ahora decido obviar las alarmas de alerta y concentrarme en representar el papel de anfitriona educada y mostrarle a mi invitado las recientes restauraciones que transformaron el viejo edificio del telégrafo, a una fabrica de ropa interior femenina.

— ¿En dónde estabas, Damian? Fueron más de dos años de ausencia.— Me aventuro a preguntar, haciendo un cambio en la conversación. Me intriga su desaparición. ¿Qué pudo mantenerlo alejado tanto tiempo de Italia, más cuando la producción, comercialización y distribución de sus vinos está aquí, en Liguria? Se detiene frente a la puerta de seguridad para coger un mechón de mi pelo y lo retuerce entre sus dedos.

— Te cortaste el cabello.— Continúa con su táctica de distracción mirando el mechón entre sus dedos. Hoy por el exiguo tiempo que disponía para mi arreglo personal, opte por dejar que mi corta melena se secara sola, razón por la cual cae prolijamente enmarcado mi rostro.

— No conozco ese lugar. ¿Queda lejos?— Me juego en forma de represalia por evadir mi pregunta. Él corre los ojos y suelta mi pelo.

— No seas tonta. Estuve por ahí, atendiendo negocios.— Dice sin más y mete las manos en los bolsillos de su jeans. Como siempre Damian exacerbando su aura de misterio, minimizando la cantidad de cosas que revela de si mismo, que lamentablemente me hace querer saber más.

— Eres un libro abierto, Damian.— Sigo con la ironía,— mira, si no quieres decirme dónde estabas, está bien, lo entiendo, sé que no es mi problema.— Sigo disimulando, pero esta vez escondiendo la molestia porque siempre evade mis preguntas. Lo siento, soy metiche por naturaleza.

— Primero estuve en China y luego en Europa del este, donde permanecí por más tiempo. Me estoy diversificando, atendiendo otras área de negocios que son también lucrativas y los chinos son proveedores de primer orden y la mano de obra en los países del este es más barata. Una vez que logré entrelazar el binomio que me llevó más tiempo del esperado, fue que decidí regresar. ¿Contenta?— Súbitamente descarga toda la información exigida, eso si, con un matiz de desdén que me tiene sin cuidado. Creo que es primera vez que me da tanto detalle de cualquier cosa de su vida. Estoy simplemente sorprendida.

— Vaya. . . mmm. . . es interesante,— digo aturdida por el bombardeo de información que con dificultad digiero.

— Supongo.— Dice él mirando por encima de mi hombro. Supongo que pendiente de los obreros que aún siguen en su hora de descanso. Creo que alguno de ellos es capaz de soltar en cualquier momento otro halago.

— Vamos mi macho alfa.— Lo tomo del brazo y lo hago entrar a la fabrica, para dar fin a la incisiva amenaza en los ojos de Damian .

— Alguien debería enseñarles a respetar a una mujer que va acompañada.— Murmura enojado, sin poder quedarse callado.

— Vamos hombre, deja el mal humor, ¿Acaso se te olvidó cómo son las cosas en Italia?-— Le digo de camino a las oficinas.

— Es cierto, como olvidarlo.— Dice y tiene la deferencia de sonreír. Sonrisa que se borra en cuanto ponemos un pie en el área administrativa.

Damian no se mueve de su sitio contemplando su alrededor. Yo me quedo a su lado, en silencio, dejando que él asimile todo lo que sus ojos alcanza a ver entre un ir y venir de empleados que no dejan de trabajar. Como se mezcla lo antiguo con lo moderno, la tecnología de punta con lo rudimentario, híbrido que armoniza en perfecta sinergia.

— Los pisos de mosaico.— Susurra mirando ahora hacia abajo, extasiado.

— Aja y la entradas de luz, ahorran energía.— Le hago señas para que me siga y en el centro del vestibulo señalo hacia arriba, hacia el enorme tragaluz de vidriera policromada en flor, que imponente domina el techo.

— Extraordinario.— Deja escapar realmente sorprendido.

— En esta área funcionan la mayor parte de los departamentos. Arriba están mis oficinas y otros espacios como el salón de conferencia y el taller de mis diseñadores. Ven que te los muestro y de paso te invito un café.— Le convido y más que dispuesto me sigue hacia las escaleras de aluminio sin perder detalle de lo que hay a su paso.

— Casi todo es nuevo, pero no choca con lo antiguo que preservaron.— Dice inmerso en su entorno, con una avidez que lo insta a mirarlo todo.

— Así es. Me contenta que también lo aprecies. La verdad es que el edificio estuvo por mucho tiempo abandonado, condición que pasó factura a la edificación, sobre todo en la madera, por ello tuvimos que ser realistas y rescatar aquello que únicamente valiera la pena, sino los costos habrían excedido el presupuesto disponible, declarando al proyecto como inviable.— Le explico mientras recorremos el segundo piso. Entramos de primero en el salón de desfile.

— Entiendo, entonces se inclinaron por resguarda aspectos relevantes de la época, como por ejemplo estos pisos de madera.— Se refiere a la superficie de pinotea del salón. Es inteligente, de eso no hay duda.

— Exacto. A excepción de la fachada, las puertas de vitral, los pisos y el tragaluz, todo en Corsetto es nuevo. Modernizamos el edificio sin privarnos de la sensación de estar en el pasado.— Es el turno del salón de conferencias en ser inspeccionado por el hombre que aplaude la tecnología de vanguardia que abunda en el área.

— Me quito el sombrero ante tu genialidad.— Sonríe y seguimos rumbo hasta mi oficina. 

Suprimo del tour la zona de diseño con premeditación. No me conviene que los diseñadores vean quien nos visita, son demasiado cotillas y lo que menos necesito es que los rumores se extiendan como pólvora y lleguen a oídos de Gianluca, antes que yo pueda contarle. Como quien dice: «Pueblo chico, infierno grande»

— Que va, los que realmente tienen el mérito de cuanto ves, son Alexandra Piras y Gianluca. Ellos pusieron alma y corazón en el proyecto.— Digo a su lado, rumbo a mi oficina

— Alexandra Piras, la arquitecta. Si, la recuerdo. Tengo excelentes referencias de su profesionalismo.— No sé por qué no me extraña que sólo haga mención de mi amiga. Damian jamás le daría crédito a Gianluca en nada.

— Damian, Damian, tú no cambias.— Replico riéndome del astuto hombre. Él se detiene a unos pasos de llegar a mi oficina, obligándome a detenerme también.

— Extrañé esa sonrisa, por la que sería capaz de volver del mismísimo infierno si es posible.— Suelta de pronto, sin quitar sus potente mirada de mi rostro. Yo dejo de reír de un sopetón, agradeciendo lo desierto del pasillo, así nadie alcanzó a escuchar.— ¿Esa es tu despacho?— Señala hacia la habitación y sin darme tiempo a contestar entra en ella. Aunque abrumada y sintiendo como mi corazón golpea mi pecho, apuro mis pasos para darle alcance al veleidoso hombre, mientras me recomiendo no darle muchas vueltas a lo que ha dicho. En el pasado, Damian se ha caracterizado por decir cosas con el único propósito de jugar conmigo y estoy segura que esta vez no es la excepción.

Al entrar a la oficina lo consigo delante de la mesa de Adriano, divirtiéndose a su costa. Sabe que lo amedrenta con su sola presencia, y aprovecha la debilidad de carácter de mi asistente para desplegar su actitud altiva y arrogante. A veces las personas más poderosas son las menos gentiles, por lo menos este es el caso.

— Adriano, estaremos en mi oficina.— Le digo a mi asistente abriendo la puerta y con un movimiento de cabeza le pido al bravucón profesional que mueva los pies.

— ¿No le vas a pedir que nos traiga café?— Pregunta con altanería, sin quitar la vista de encima de Adriano. El pobre no sabe dónde meterse. Qué vaina con Damian.

— Adriano es Doctor en Finanzas, no lo contraté para que me trajera café.— Me doy el gusto de echarle en cara el nivel académico del empleado, con la clara intención de demostrar que comienza a molestarme su prepotencia.

Por ser inteligente Damian capta el mensaje y al fin se mueve, pero antes de entrar me sonríe como un angelito que no rompe un plato, cosa que por supuesto no es verdad. Se sienta en una de las butacas que hay disponible frente a mi escritorio, coloca el tobillo sobre la rodilla de su otra pierna y los brazos en los apoyos de cuero, en actitud relajada y cómodo consigo mismo. Yo me siento en mi sillón, tras mi escritorio y frente a él.

— ¿Por que tienes que ser tan pesado?— Le pregunto cogiendo el auricular del teléfono para pedir nuestros cafés.

— Deberías agradecerme, le estaba dando una lesión. No puede andar por la vida comportándose como si no tuviera cojones.— Expresa sin guardarse su desprecio. Damian como buen megalómano, juzga con severidad a aquellos que no actúan con su misma hinchada autoestima y esa debilidad que jura que condiciona a la otra persona la hace merecedora de su desdén. Pido las bebidas a la cafetería y tras colgar lo reprendo con la mirada.

— Eso es basura, Damian Santori. Solo te diviertes a costillas de él.

— Nunca he entendido tu debilidad por los pusilánimes.— Suelta con desagrado. ¡Ja! Otra vez su artillería está dirigida hacia mi esposo.

— Damian, es mucho el tiempo sin vernos, hablemos de otra cosa ¿Te parece?— Intento la técnica de disuasión, como él mismo lo hiciera unos minutos atrás.

— Estoy de acuerdo. ¿Sabes? He comprado por Internet algunos de tus modelitos.— Otra vez cambia de tema en un tris.

— ¿Y te lucen?— Pregunto con cachondeo. No desaprovecho la oportunidad que me da en bandeja de plata para mofarme de él y seguir pagando con la misma moneda. De buen humor el hombre se ríe.

— ¿Estás de coña? Los de color rosa hace juego con mi tono de piel.— Revela entusiasta, como si le encantara compartir su secreto. Suelto la carcajada, imaginando al hosco hombre modelando uno de mis conjuntos en ese color. Nada más descabellado.— Es mi nuevo fetiche, cargar debajo de mis ropas algo de tu marca. A las mujeres les encanta.— Juntos reímos. Espero que nuestro comportamiento no se malinterprete, porque así como diviso todo desde mi oficina, resulta que también nos pueden ver a nosotros que no paramos de reír.

— Basta, Damian. Me duele la panza.— Le pido con la mano en mi estómago. Se apiada de mí y deja de soltar chascarrillos.

— Hablando en serio. A todo el mundo le cuento que la diseñadora es mi amiga. Porque somos amigos.¿Verdad, Principessa?— Otro giro brusco de actitud. Menos mal que tengo experiencia ganada en hombres volubles, así puedo llevarle el ritmo.

— Toda chica debe tener a un rufián como amigo.— Respondo y le guiño el ojo.

— Bien dicho.— Concede riéndose.

Seguimos jugando entre nosotros un rato más, solo nos vemos interrumpidos por la llegada de un camarero trayendo sobre una bandeja las tazas de café que pedí. Otra vez solos, disfrutando el aromático pasamos a temas más conmovedores, me hace referencia de Compa y Ñero, que ya son unos machos adultos tan grandes que cuando se levantan en sus patas traseras son más altos incluso que él. Me enternezco al saber los fieles amigos que se han convertido, haciendo honor a su nombre, pues lo han acompañado en todos sus viajes. Son obedientes, leales e inteligentes. Como desearía poder verlos aunque sea por un momento, pero sé que es imposible, lo mejor es evitar más acercamiento con Damian. Inflado de orgullo me cuenta sobre la exitosa incursión de su vino a Sudamérica, otra de las paradas que hizo y olvidó mencionarme y, que ya tiene más de dos semanas que volvió a su terruño natal. Sigo sin dar crédito a toda la información que libremente ha suministrado Damian, que por regla general es reservado. Se le ve alegre, optimista, va dejando atrás al hombre huraño que yo conociera. ¿Estará enamorado? No tendría por qué extrañarme. Damian es un excelente partido, rico, atractivo, soltero y sin hijos. Lo raro es que nadie aún le haya echado la soga al cuello. ¿Será que le pregunto? Lo podría tomar a mal. Sigue siendo Damian y que yo recuerde no le gusta que se inmiscuyan en su vida. Prefiere así, soltar a cuenta gotas cada tres años. Madre mía, al paso que vamos la chismosa en mí no se enterará de mucho.

— Me voy,— anuncia de pronto, levantándose. Se esfuma mi oportunidad de indagar sobre su vida amorosa.— No quiero traerte problemas con tu larguirucho. Y no te preocupes, ya satisfecha mi curiosidad por cómo quedó las restauraciones, de aquí en adelante cuando nos veamos, si es que nos vemos, mantendré las distancias y de mí sólo obtendrás un saludo frugal.— Dice de camino hacia la salida.

Yo también me levanto y lo sigo, sintiéndome sorpresivamente triste. Para ser justa he de reconocer que curiosamente desde que llegó no ha intentado tocarme y exceptuando lo de mi cabello y el mencionar mi sonrisa, se ha comportado respetuoso y ha mantenido las distancias. Me duele que así sean las cosas entre nosotros, cuando al parecer nos llevamos mejor, es una lástima. Pero por otro lado es lo más sensato, porque siempre que Damian está cerca, mi relación con Gianluca pasa por un estadio de inconsciencia y locura temporal, y yo no quiero volver a los problemas de antes. Considero que mi matrimonio pasa por un momento delicado, para encima cargarle más tensión y correr el riesgo de resquebrajarlo. Eso ni pensarlo.

— Pero si algún día abres los ojos y descubres el error de estar casada con ese sujeto, no dudes en llamarme. Yo siempre estaré esperando por ti, Principessa y con todo lo que viene contigo.— Ya me parecía extraño que no saliera con una de la suyas. Cojo aire optando por la conciliación y me despido.

— Adiós, Damian. Me dio gusto que vinieras.— Admito con suavidad.

— A mi también, Principessa. Bueno, nos vemos por ahí.— Y sin armar alharaca se marcha. De igual modo como fue su inesperada llegada, asimismo se va, sin siquiera un beso de despedida.

Se detiene un segundo a un costado de la mesa donde Adriano distraído trabaja frente a su computador y con sorpresa le extiende la mano sin ningún dejo de soberbia, más bien con sencillez. Algo extraño, a decir verdad. Adriano, aunque obviamente confundido le toma la mano y tras la inusual despedida Damian se termina de retirar. Desde mi lugar contemplo su donaire al bajar las escaleras y de allí hacia la entrada principal del edificio. Solo se ve interrumpido por algunos empleados que le salen al paso para saludarlo, como si no quisieran perderse la oportunidad de estrecharle la mano a su estrella de cine favorita. Terminado el saludo sigue su camino hasta salir de las instalaciones.

Me vuelvo a mi lugar e intento concentrarme en el trabajo, pero los recuerdos de la intempestiva visita se cuela una y otra vez en mis pensamientos, haciendo cuesta arriba el que consiga atender mis asuntos. ¿Será cierto que solo pasó por aquí atraído por la curiosidad que despertó en él las reformas al edificio? ¿Que de aquí en adelante su comportamiento para conmigo se regirá en distancia y categoría? No sé, es una posibilidad. Y de ser verdad, que ya no le dará motivos a Gianluca en querer matarlo, entonces he de reconocer que nos facilitará la convivencia, pues como nosotros, Damian es una persona importante en la región y no hay que descartar el coincidir con él en algunos eventos sociales, como ha ocurrido en el pasado, en donde la tensión entre los dos hombres era palpable. Exhalo sonoramente. Bueno, el tiempo se encargará de responder esas preguntas.

Un rato después cansada de tratar de trabajar, desisto de hacerlo y resuelvo ocupar mi tiempo llamando a mi tía Nubia, conversación que de seguro conseguirá distraerme del efecto que dejó en mí el huracán Damián. Después que llegue a casa, entre la faena diaria y los niños, será casi imposible el que pueda hablar con ella. Pienso marcándole. En cuanto escucha que soy yo la que la llamo, feliz me echa la bendición y luego de preguntar por los niños y los demás, nos colgamos a hablar. Me cuanta de lo mucho que ha crecido María de los Ángeles, la hija de Ezequiel y su nuevo amor. Claro, en segundo orden después de mis hijos, sus nietos. La pequeña se ha pegado de un modo impresionante con mi tía, quien aprovecha en desahogar todo su amor maternal con ella. Es una monada de cuatro años que hace de las suyas y no se queda quieta. Ella y Lucia han hecho buena miga, juntas son el terror del campo. Mi tía como siempre me suplica que le lleve a los chicos, como lo hiciera la ultima vez, cuando le hizo de canguro mientras acudí al matrimonio de Lina. Pasaron más de tres días bajo su custodia, rodeados por supuesto de las niñeras y un grupo de seguridad. Tanto fue el apego de los nietos con la abuela, que en el momento que tocó llevárselos, fue en medio de llantos y pataleos. Como entiendo a mis hijos. Lo mismo me sucedía a mí, cuando mi madre insistía en que fuera a vivir con ella y yo me rehusaba a irme de la granja. Suspiro y le prometo abrir un huequito en mi apretada agenda y organizar una escapada. Añoro ese lugar, al que también considero mi hogar. Pasamos al obligado informe de las últimas tremenduras de los niños, que ayuda a suprimir el nudo en mi garganta a causa de los recuerdos de mí hogar de infancia y como siempre la alcahueta de Nubia de Ayala disculpa a sus nietos, sin siquiera disimular el orgulloso que siente por lo «despiertos» que son los trillizos, según ella.

— Señora, la vinieron a buscar.— Informa Adriano justo en el momento que finalizo la extensa llamada.

— Mañana seguimos con los otros asuntos. Me urge irme con mis hijos.— Le digo alcanzando mi cartera y bolero del perchero. Tanto hablar de ellos exacerbaron mis deseos de verlos.

— A primera hora acordé nuevamente la reunión con la directora de RRHH.— Me recuerda. Es cierto, en la tarde se suponía era la reunión con Pierina, para lo de las evaluaciones.

— Oh, Adriano, sé me olvidó por completo. La visita de Damian descuadro la agenda.— Me excuso arreglando el enorme cuello del bolero de cachemira, hasta que queda perfecto.

— Tampoco es de vida o muerte, igual mañana le presentaré el reporte de ventas y revisamos lo de Milán.— Tuerzo el gesto. Otro olvido más.

— Que descanses Adriano. No te vayas muy de noche.— Le recomiendo por lo de su gripe, para que no recaiga, sin imaginar qué me haría sin él. Es un sol.

— Son solo un par de calles a mi casa.— sonríe acompañándome hasta las escaleras. Esa fue una de las razones por lo que solicitó el puesto. Con las credenciales que posee, podría trabajar donde quisiera, pero deseaba cambiar de estilo de vida por uno más tranquilo y que mejor que en el pueblo donde nació su mujer.

— Entonces hasta mañana.— Agito la mano bajando los escalones y de camino a la salida me despido de todos.

El portero amablemente me abre las puertas de madera y vitral, dejándome salir. Una vez a fuera me detengo en seco. No es Nico quien me vino a buscar, es Gianluca con una sonrisa y una rosa entre sus manos, apoyando la espalda contra el Bently Bentayga. Sigue tan guapo como esta mañana, lo que me sugiere que de Génova vino directo a buscarme. Oh, qué inesperada y maravillosa sorpresa. Consigo que mis pies se muevan de donde echaron raíces y bajo las escalinata hacia el lugar en que me espera mi guapo consorte y en mi interior la felicidad se despereza y se estira encantada. Al llegar frente a él recibo la rosa roja como un gesto romántico. Cuánto lo amo. La tristeza y la confusión de está mañana se disipan por completo mientras aspiro el aroma de la flor.

— Últimamente me he comportado como un auténtico stronzo y quisiera disculparme diciendo que te quiero,— dice y contengo el aliento, mirándolo con los ojos explayados.— Tú junto a los chicos son los más importante para mí. Lo que soy y lo que hago, es por ustedes. Y no tengo problemas en tener otro hijo contigo, y más si te salen tan bonitos, pero tengo terror de repetir la misma experiencia en la que casi te pierdo. Sabes que no soy tan fuerte como aparento. La fuerte de los dos, eres tú, bruja, la que ha logrado cuanto se ha propuesto, enorgulleciendo a todos, principalmente a tu esposo.— Sonríe con esos hermosos hoyuelos. Esa sonrisa tímida tan especial que creo tiene reservada solo para mí. Yo también sonrío, pero en mi caso como una boba embelesada con la hermosa declaración, que borra con creces todas las mamarrachadas que ha dicho últimamente.— Es que no me creo la suerte que me ha tocado al encontrar tan maravillosa mujer, la mía ragazza degli occhi dorati.— Reduce aún más el espacio entre los dos, sin importarle donde estamos y que cualquiera nos puedan estar mirando. Levanta su mano para acariciar con el dorso mi mejilla, con infinita ternura, viendo directamente a mis ojos. Éstos sinceros destilan amor.

— Yo también te amo, y no necesito nada más en este mundo que a ti y nuestros hijos. Te amaría aunque no tuvieras ni un centavo en el bolsillo.— Susurro.

— Lo sé. . .— Musita sin despegar sus ojos de los míos y su mano de mi rostro.— Sé que me amas a mí, al hombre, sin importar mi fortuna. Y quiero que sepas que antes para mí la vida era hacer dinero y ajustarme a unas tontas creencias. Ahora todo lo que hago, cada paso que doy, es pensando en ustedes, para proteger nuestro futuro. Eso es lo que tienes que entender.— Dice a razón de nuestra última discusión.

— Pero si esos pasos te convierte poco a poco en alguien distinto, entonces dejarás de ser quien eres. Tú eres tú, excepto por las cosas malas. . . Eres casi tú ... quiero al auténtico tú.— Termino en un murmullo, exponiendo el temor de perder al hombre al que amo con locura.

— Y me tienes, me tienes. Ven.— Me rodea con sus brazos y besa mi coronilla.— No te preocupes amore, eso no pasará. Sé dónde marcar la raya.— Lo escucho decir contra mi pelo, esperando con todo mi corazón que cumpla con su palabra. Con mi rostro sobre su pecho, aspiro el conocido aroma que emana de él y que anestesia mis sentidos. Sus abrazos son en si un potente bálsamo. Podría quedarme así por siempre entre ellos. Es justo lo que necesito después de esta larga jornada de trabajo, de discusiones y poner a unos mafiosos en su lugar. . . Lo que me recuerda. . . No, es preferible para después.

— Llévame a casa,— pido adicta a su calor y aroma.

— Será un placer y lo haremos a lo grande.— Anuncia y lo miro intrigada por lo que guarda sus palabras. Lo consigo mirando hacia la parte delantera del todoterreno.

Sigo la dirección que imponen sus ojos y no descubro algo romántico, como un carruaje tirados por caballos, pero si su Ducati Diavel, al mejor estilo de Gianluca Biachelli. No determiné el que la moto de alto cilindraje estaba estacionada, porque como suele suceder cuando mi italiano se encuentra presente, mi atención está absolutamente volcada a él. Soy como los caballos con estribos que no miran a los lados.

— ¿En moto?— Pregunto un poco decepcionada.

— Pero que observadora, es impresionante.— Suelta en tono burlón.

— Vamos, es que ninguno de los dos estamos vestidos para ir en moto.— Refuto señalando hacia la bestia mecánica. 

— No seas aburrida, abuelita, que apenas es un paseo de veinte minutos hasta llegar a la Villa.— A pesar de la mofa acepto el reto.

— Está bien, aunque no sé cómo le voy hacer con el vestido.— Me quejo siguiéndolo hasta la moto.

— Tú ni te preocupes, que nada se va a ver.

— Pero dime, ¿a qué se debe el que me hayas venido a buscar en moto? Jamás lo habías hecho.— Me hace entrega de mi casco, mientras él se enfunda unos guantes negros de cuero.

— Si ves que GianPaul siempre anda con el jaleo que lo lleve al garaje para que lo suba a las motos. De ahí parte mi preocupación, no quiero estimular a mi hijo con la idea que en el futuro él podrá hacer uso de ellas, primero muerto, así que voy a curarme en salud vendiéndolas. Si no las ve, no las codicia.— Abro la boca. Me impresiona su nivel de sobreprotección. Este hombre adora todos sus vehículos de carreras y el que se haya decidido a deshacerse de algunos, es un demostración de amor que me conmueve en lo más profundo de mi ser.

— ¡Biachelli, me has dejado perpleja!— Exclamo en un intento de deshacer el nudo que se ha formado repentinamente en mi garganta.

— Si, si, sé que sueno igual a mi padre, qué se le va a hacer, me estoy pareciendo a él.— Admite de lo más natural, como si le pareciera normal.

— Descuida, todos vamos para allá.— Le doy unas palmadas en el brazo, a modo de consolación.

Él sonríe y me quita la cartera del hombro para dársela a Angelo, que ha salido del vehículo. Éste me saluda formalmente con una inclinación de cabeza y se retirara con la flor que he pedido que me cuide. Gianluca me priva del gusto de ver sus hoyuelos, cuando el casco negro cubre su cabeza. Es el turno de ayudarme con el mio y en cuanto comprueba que lo tengo bien puesto, él sube con agilidad a la moto.

— Ahora sube con cuidado, así no te verá la braga.— Logro escuchar a pesar del casco. Ofrece una mano para ayudarme, mientras que con la otra sujeta bien el volante y sus zapatos descansan firmes en el suelo.

— ¿Quién dice que traigo braga?— Grito coquetona y mi hombre aulla viendo como subo ligeramente el bajo de mi vestido hasta medio muslo con la finalidad de que sea más fácil el subir. Agarrándome con fuerza de su mano consigo sentarme detrás de él sin caerme, lo que seria una total vergüenza.

— ¡Mujer, estás que arde!— Exclama cuando me apretujo a él. Mis muslos separados rodean su cadera.

Es sensual esta forma de viajar. Ya tengo experiencia como paquete y el que estemos lo más juntos posibles sin que nuestros cascos choquen, ayuda a la estabilidad en el recorrido.

— Agárrate.— Me ordena y yo más que dispuesta lo rodeo con mis brazos. Esta es mi parte favorita de los viajes en moto. Angelo y su equipo de seguridad se suben a la SUV.— ¡¿Estás lista?!— Alza la voz.

— ¡Siempre!

— ¡Esa es mi chica!

Gianluca pone fin a la conversación bajando la visera y es hora que haga lo mismo. Una vez aislados del ruido gracias a los casos, presiona el botón de contacto y la moto cobra vida. Lo sujeto fuerte de su cintura y miro hacia la acera contraria, donde un pequeño grupo de curiosos se ha congregado para ver la ruidosa exhibición. No es común vernos por las calles de Sastri en moto. Además, la soberbia máquina es un espectáculo digni de ver.

Con un giro del acelerador, la moto sale disparada hacia el empedrado que conduce a la calle principal del pueblo y de ahí a la salida, para tomar la vía que conduce al valle. Me agarro más fuerte de mi hombre. Me encanta esto. . . Es emocionante. De la forma en que lo sujeto puedo sentir su delgado cuerpo, como los músculos se tensan por el esfuerza que ejerce para controlar la bestia mecánica. Poderosa, veloz. La camioneta nos siguen el paso, cerca. Gianluca los observa por su lateral, acelera y salimos como una bala hacia adelante, ganando una distancia considerable de nuestros custodias. Recorremos la carretera con precisión y control absoluto del asfalto. El viento fresco de la tarde nos golpea. Esto es realmente divertido. No puedo verle la cara a Gianluca, pero sé que lo está pasando genial, libre, sin preocupaciones. Esa es una de las razones por la cual disfruta el ir sobre una de sus motos, la sensación de libertar y poder, que hace que su desprendimiento por amor a sus hijos sea aún más valorado por mí. Gianluca se ha convertido en un extraordinario padre y soy yo la afortunada de tener a mi lado a este hombre, que es solo mío.

Ahora gira el manillar para tomar una curva y mi cuerpo acompaña el suyo en el mismo compás, como una danza erótica. Con el nuevo rumbo se abre ante nuestros ojos el mar. Puedo divisar la costa, sobre ella algunos barcos deportivos. Como telón de fondo me deslumbra el amarillo que se entremezcla con el blanco, el azul del hermoso cielo que nos cobija y alrededor el verde de las irregulares montañas, creando el más hermosos paisajes que roban el aliento. Aún después de cuatros fabulosos años, deleitándome de todo cuanto me rodea, todavía me sorprende lo hermoso que es Liguria. Esta es mi vida, al lado de un formidable hombre. Sé que me ama con el mismo grado de amor que siento por él y que juntos desbordamos hacia nuestros preciosos hijos, frutos de ese amor que es solido, grande y eterno.

Próximo Capítulo: Aquí y Ahora.

Hay momentos buenos y malos. Así es el matrimonio. Siempre vale la pena intentarlo.

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