Recién Cazados © (Borrador de...

By R1Aguirre

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Sinopsis
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Flashback
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Epílogo
Librerías
♥IMPORTANTE♥

Parte 32

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By R1Aguirre


Busco un lugar donde aparcar mientras observo de manera rápida el lugar frente a mí, no tardo ni dos minutos en reconocer que se trata de un boliche, no es un lugar ostentoso, pero tampoco es tan sencillo como Natalie mencionó. No debí ponerme esta camiseta de pokemon.

—Natalie, me dijiste que era un lugar sencillo, traje una puta camiseta de pokemon. —ella se ríe, toma su bolso y se gira levemente en mi dirección.

—Estás bien, David. Además, no todos los hombres se miran así con una camiseta de pokemon.

—¿Así como?

—Guapo. No sabía que pikachu podía verse tan bien —me guiña un ojo, me hace reír, ella también se ríe —oye, muchas van a querer que las electrocutes, me voy a poner celosa.

—¿Qué diablos...? —me río más fuerte, apago mi auto para salir y mi espalda choca con el respaldar del asiento mientras espero que Natalie se ponga su brillo labial aún en risas.

—¿Has jugado boliche alguna vez? —Le doy un vistazo y me encojo de hombros, ella se está viendo en un pequeño espejo que guarda de inmediato en su bolso.

—La última vez que jugué fue hace unos cuatro años, luego de eso no he tenido citas y esto es muy... romántico —ella arruga el espacio en su entre-ceja y luego sus labios se curvan en una sonrisa —bueno, cuando vienes solo con esa persona.

—¿Desde cuándo no tienes una cita? —me deshago de mi cinturón y la observo a ella, me está viendo con algo de intriga en su rostro. Lo que quiero decirle es que dio esa palabra «cita».

—Depende a qué llames... —hago una cautelosa pausa —cita.

—A lo mismo que tú, salir con una persona en plan... romántico —también se deshace de su cinturón, pero se queda ahí, con su espalda en el asiento viéndome fijamente, esperando mi respuesta, una respuesta que no quiero contestar.

—No lo sé, desde mi última novia tal vez —salgo del auto. Lo rodeo para abrirle la puerta pero antes de que lo haga ella ya ha salido —maldición Natalie ¿Por qué me haces ver tantas películas románticas si no me dejas practicar lo que aprendo?

Ella se ríe, pero no me ve, busca algo dentro del coche y se inclina para sacar algo del asiento trasero, recuesto mis caderas en el auto y miro especialmente como su prominente curva se resalta mucho más en esa posición.

Siento que me palpita algo, y no es precisamente el corazón.

—¿Y por qué no has tenido otra novia desde entonces? —ella se endereza y gira en mi dirección, miro hacia otro lugar y en el parqueo hay un auto casi idéntico al mío.

Esto es igual a cuando una mujer va a una fiesta y se encuentra una mujer luciendo el mismo vestido. Natalie ve en la dirección que yo estoy viendo y bufa mientras acomoda las correas de su bolso en su hombro.

—Creí que no lo invitarían.

—¿A quién?

—A Sean, el idiota que tiene un auto como el tuyo.

Intento hacer memoria sobre si alguna vez hemos hablado de algún Sean con un auto como el mío y la verdad que no lo recuerdo. Sí, cuando le ponía cero atención a sus palabras.

—¿Qué hay con el tal Sean?

—Es un idiota.

Miro la caja envuelta que carga entre sus manos, con un enorme moño rojo en el centro. Extiendo mis brazos para ayudar a cargarla, me la da sin problemas mientras esboza una sonrisa.

—Vaya explicación —se ríe, entrelaza su brazo con el mío mientras saca su teléfono celular.

—Voy a preguntarles dónde están —dice, con su vista en el aparato, asiento aunque no me esté viendo, camino junto a ella a paso lento mientras vamos hacia el interior del lugar.

Está apenas iluminado, Natalie detiene su paso para mirar alrededor pero dudo que encuentre a alguien cuando todos se ven con las caras de todos colores. Me da tiempo de analizar el lugar, luce igual que una sala de juegos de boliche, a excepción de la gran esfera de colores que cuelga del techo y una redondeada pista de baile, sólo me falta ver a John Travolta bailando en una esquina.

—¿Quieres algo de comer? —me pregunta, llevo la vista en su dirección, y veo que observa hacia un puesto de hot dogs, de inmediato sus ojos se posan en los míos esperando mi respuesta. La verdad, con Natalie me siento atendido y eso es malo.

Se supone que yo soy el que tengo que atenderla a ella.

—Tal vez más tarde —en ese momento, su celular suena alertando un mensaje de texto, sus ojos van a la pantalla y de inmediato mira a su costado, sonríe y hace una seña con su mano.

—Por allá están —dice, tomándome de la muñeca, y literalmente, arrastrándome hacia aquel lugar no importando cuantas personas nos encontremos en el camino.

Nos acercamos a una mesa donde supongo están sus compañeros de trabajo, todos sonríen en nuestra dirección y miro a un tipo con un traje que está llevando una botella de cerveza a su boca y le da un lento y largo trago mientras nos mira... a ambos

—¿Por qué me hiciste cambiarme si ahí hay un tipo con un traje? —murmuro en su oído, ella clava su mirada en el sujeto y rueda sus ojos.

—Porque tú no eres como el engreído de Sean —ahora sé quién es Sean y por la forma en que me está viendo sé que no nos vamos a llevar bien. Da un trago nuevamente a su cerveza y la deja sobre la mesa echando un vistazo rápido a mi camiseta.

Natalie los saluda a todos de manera efusiva, excepto a Sean, pero a Sean parece nadie prestarle atención. Dirijo mi vista a las otras personas en la mesa y hay tres mujeres; aparte de Sean, hay un hombre joven de cabello oscuro.

—Chicos, él es... —Natalie hace una pausa, me mira por unos instantes y se debate entre qué decir.

—Su esposo —digo sin vacilar, extiendo mi mano a la mujer que está frente a mí, ella sonríe ampliamente y sacude mi mano... demasiado.

—Ya lo sabíamos —dice—. Soy Carmen —Natalie le sonríe y de inmediato, para aligerar la tensión, toma el regalo y se lo entrega, hasta ahora me percato que Carmen es la cumpleañera.

Saludo a todos, hasta llegar a Sean, quién sin ningún tipo de expresión extiende su mano hacia mí en un intento de sacudida, yo hago lo mismo mientras busco un lugar, y desgraciadamente el único disponible es cerca del tal Sean.

Tomo el lugar y entrelazo mis dedos sobre la mesa mientras espero que Natalie deje de hablar con la mujer del cumpleaños, el supuesto Sean extiende una cerveza hacia mí, la miro de reojo y lo miro a él, si no es porque provenía de manos del otro tipo presente, no la tomaría.

—Gracias —digo, él asiente. Saca su teléfono celular y desliza su dedo pulgar por la pantalla. Acto seguido, lo lleva a su oreja.

Bien, estaré ahí en unos minutos —cuelga sin más, manipula su teléfono celular y se pone de pie —. Mi esposa me está esperando, iré por ella.

Todos asienten, excepto yo porque a mí me vale una mierda. La morena pequeña toma lugar a mi lado, pero luego hace espacio para que Natalie sea la que se siente junto a mí.

—Así que David Schmitt, es un placer conocerte en persona —habla una mujer pelirroja —Natalie habla mucho de ti.

Sonrío, miro el rostro de Natalie quién me hace una sutil seña de que no es así. Me hace reír, llevo la cerveza a mi boca y le doy un trago. En ese momento se acercan un grupo de más personas, y cuando creí que sólo seríamos diez, el salón comenzó a llenarse de los compañeros de trabajo y lo peor de todo, es que Carmen me presentó a todos como el esposo de Natalie y como veo que todos la aman, presiento que me van a odiar una vez que me divorcie de ella.

Lo que me hace recordar que ya tengo los papeles.

Y tarde o temprano tengo que hablarlo con ella.

—¿Bailas? —Constanza me saca de mis pensamientos, estoy sirviéndome bocadillos de un contenedor que han puesto frente a nosotros. Llevo mi vista en su dirección y tiene una sonrisa en su rostro.

—No estoy lo suficientemente borracho como para bailar, mucho peor música ochentera —se ríe. Observo que Carmen está abriendo sus regalos y en ese momento está viendo el de Natalie.

—No sé porqué me imaginé que esa sería tu respuesta —responde, relajándose en el respaldar del sillón. Carmen suelta un grito, pero es ahogado por la música del lugar y corre en dirección a Natalie sosteniendo un cuadro, debí suponer que sería una pintura y no una caja de pizza.

—Me encanta, Natalie, me encanta —la pequeña mujer da saltos. Natalie se pone levemente de pie para darle un abrazo. Las observo a las dos mientras miro el dibujo que ella sostiene en manos, sonrío, Natalie es una artista.

Vuelvo mi vista a los bocadillos y un par de minutos después Natalie se deja caer a mi lado nuevamente, toma uno de los bocadillos frente a nosotros y lo lleva a su boca.

—¿Por qué un hombre? —le pregunto, ella traga el bocadillo que acaba de comer para contestarme.

—Es su padre, siempre quiso un retrato de él en pintura, murió cuando ella era una bebé y sólo conservan una foto. Me lo comentó un día pero en ese entonces ella no sabía que yo podía pintar.

—¿Porqué pintas a todos menos a mí? —finjo indignación, ella sonríe mientras limpia suavemente los bordes de sus labios con una servilleta.

—¿Quieres que te pinte?

—¿Con o sin ropa? —se ríe. Doy un trago a una cerveza con la mirada puesta en sus ojos.

—Como tú quieras —se encoge de hombros sin deshacer una sonrisa que curvan sus labios.

—Considerando que mi cuerpo está bien trabajado, te diría que desnudo —vuelve a reír —pero dado que esta puede llegar a ser una pintura famosa y por mi trabajo, nadie puede conocer a King Kong en una galería de arte.

Suelta una carcajada, una carcajada que me hace reír y casi ahogarme con la cerveza.

—Además no quisiera estar desnudo por varias horas esperando a que me pintes —continúo, esboza una sonrisa y me quita la botella de cerveza que sostengo en mis manos.

—No tengo necesidad de estarte viendo si te pintara —niega con su cabeza tomando un sorbo —y lo haré, pero no desnudo, sería extraño —me hace reír —tienes que tener un recuerdo mío para cuando me vaya.

Me quedo pensando en esas palabras, ninguno de los dos dice nada más, ella solo deja la botella de cerveza sobre la mesa frente a nosotros y vuelve a recostarse en el respaldar del sillón de cuero.

—¿Quieres jugar boliche? —pregunta, cruzando una de sus piernas sobre la otra —créelo o no, yo nunca he jugado.

La miro con una pizca de incredulidad, entrecerrando mis ojos —no te creo.

—Nunca lo he hecho —dice a la defensiva —nadie nunca me ha llevado a ningún lugar divertido —estoy observándola, ella juega con una pulsera que lleva en muñeca izquierda —¿Sabes? Para ser mi esposo falso, eres el hombre con la que mejor me la he pasado en toda mi vida.

Me río, al menos eso me hace sentir bien. Ella toma la gorra que llevo en mi cabeza y la acomoda en la suya, me gusta cómo se ve, especialmente cuando tira de ella hacia atrás.

—¿Quieres ir a jugar boliche? —puedo ver un destello en sus ojos mientras esboza una sonrisa y asiente. Se pone de pie de un salto y me toma de la muñeca, siempre cuando algo le emociona comienza a decir miles de palabras por minutos, eso me divierte.

Nos calzamos los zapatos de bowling y me inclino a ayudarle con los suyos, ella solo me observa mientras los acomodo en sus pies, agradece una vez que terminamos y extiendo mi mano hacia ella mientras la ayudo a ponerse de pie, sin despegar nuestras manos caminamos hacia las pistas y una del extremo derecho está vacía.

—Ya lo sabes... —le digo —hay que derribar aquellos bolos —señalo los diez objetos y ella asiente. Tomo una bola para ella y le enseño la forma de poner los dedos. Lo hace como le digo, le muestro el lugar y como deberá lanzarla.

—¿Es todo? —pregunta y muevo mi cabeza en una afirmación. Está concentrada en la pista vacilando sobre si lanzar la bola o no.

—¿Te ayudo? —ella me mira y luego de gesticular una pequeña sonrisa asiente.

Tomo su cintura y su mano para mostrarle como lanzar la pelota, le explico cómo debe posicionarse y todos los pasos a continuación. Por mi concentración no me percato de la cercanía de nuestros rostros, hasta que vemos que la bola derriba tres bolos y ella con emoción se voltea hacia mí y nuestras narices alcanzan a rozarse, no me muevo y ella tampoco. Ella sólo sonríe, mientras da un pequeño paso hacia atrás.

—Gracias —me dice, las comisuras de mis labios se elevan.

—No hay de qué.

Aún lleva mi gorra pero ni siquiera me dan ganas de quitársela porque se ve tan adorable con ella. Su sonrisa se amplía y toma de nuevo mi muñeca para ir por otra bola. Tomo una y regreso a la pista para recordar viejos tiempos, pero mi seguridad se va a la mierda cuando la jodida bola se va hacia un lado derribando solo un bolo.

Natalie suelta una carcajada, yo no le veo la puta gracia.

—Es la falta de práctica —aclaro mi garganta. Mejor no voy por otra bola —¿Te parece si vamos a comer? Muero de hambre.


Ella asiente, toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos mientras se deja ir en dirección al puesto de Hot Dogs.







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