Natalie.
Espero a David mientras reviso todas las alternativas posibles que tengo para apartamentos en esta ciudad, todos exceden mi presupuesto. Suelto un suspiro y dejo caer mi frente sobre el teclado de mi laptop, no sé qué haré hasta que consiga algo con mejor paga. Mi celular suena y lo saco de mi bolso aún sin despegar mi frente del teclado, cuando mis ojos enfocan las letras en el aparato me doy cuenta que es Oscar. Descuelgo la llamada y casi de inmediato su voz inunda mis oídos.
—Natalie, tengo el número que te dije que iba a conseguir —me hace esbozar una sonrisa, aunque... eso no garantiza el hecho que consiga el puesto —¿Tienes donde anotar?
—Dame un momento... —consciente que no camino papel o lápiz en mi bolso, me pongo de pie y comienzo a buscar en las gavetas de un librero de David la pluma que había visto por aquí, al encontrarla busco un papel y al tirar de lo que parece ser una libreta un papel cae de su interior, no me apresuro a recogerlo y comienzo a escribir el número que Oscar me está dictando.
—He hablado con él y le he mostrado algunos de tus trabajos, no creo que diga que no.
—No sé como agradecerte, Oscar —llama mi atención el papel que se ha caído a mis pies, es una fotografía.
—No tienes que agradecerme nada, Natalie. Yo soy el que no sé como agradecer todo lo que has hecho por mí.
—Vamos, que no ha sido nada —esbozo una sonrisa al ver el contenido de la foto, hay un niño que parece ser David. Escucho unas leves risas del otro lado de la línea —igual me siento en deuda con esta oportunidad que me estás dando.
—Seguimos en contacto ¿De acuerdo? Para lo que necesites ya sabes que aquí estoy.
—De acuerdo, muchas gracias de nuevo —dicho esto, la llamada se cuelga y me quedo viendo aquella foto detenidamente. No hay duda que es David, a la par de él está un hombre sosteniendo una niña en brazos y una mujer, quienes intuyo, son sus padres y hermana. Miro el reverso de la foto y tiene una fecha de hace dieciocho años.
Vuelvo mi vista a la fotografía y sonrío al ver a aquel niño con el espacio de un diente faltante. Mi celular vuelve a sonar y esta vez me muestra un mensaje cuyo remitente es Camilo.
De: Camilo.
"Traje lo que me pediste"
Rápidamente voy al exterior luego de dejar la fotografía en su lugar, el otro día le había preguntado sobre un par de guantes que no ocupara para llevárselas al anciano del hotel. Casi toda la noche estuve aprendiendo palabras esenciales en el lenguaje de señas, pero la verdad que no creo haber aprendido algo.
Al llegar al portón ahí está Camilo junto a una caja, frunzo mi entrecejo y alterno mi mirada entre él y la caja a la par suya.
—¿Una caja? ¿Trajiste todo tu guardarropa? —ironizo, él suelta una leve risa y recoge la caja del suelo.
—Les pregunté a todos mis compañeros de trabajo si querían unirse a la causa y todos estuvieron más que encantados. No sólo llevaron guantes.
—Pero, ni siquiera saben su talla —él esboza una sonrisa mientras lleva la caja a su hombro y la otra mano la lleva a su bolsillo, me he dado cuenta que eso es algo que hace todo el tiempo, otra cosa que juzgué mal y me riño interiormente, yo creí que esa era una táctica para ocultar su anillo de matrimonio.
—Tal vez tenga familia que la necesite, me deberías llevar a conocerlo, para saber mejor su talla —tal vez no sea mala idea.
—Cuando tenga mi auto de regreso y obviamente dinero, iré a buscarlo y puedes venir conmigo si gustas —él ladea sus labios en una sonrisa y asiente.
—Me alegra saber que aún quedan mujeres dispuestas a ayudar a los demás, el señor Schmitt debe estar orgulloso porque se ha encontrado la esposa perfecta —esposa perfecta, no sé que es perfección para David pero es obvio que no soy yo.
—La perfección es como la belleza, Camilo. Está en los ojos de quién la mire —Camilo me mira pensativo y finalmente sonríe negando con su cabeza.
—Siempre que hablo contigo me pones a pensar. Los hombres odiamos pensar ¿Sabías? —ironiza, me hace reír porque sé que él no es como todos esos hombres. Tal vez, Andi y David si son el uno para el otro, Camilo necesita algo mejor.
—Y tu mujer... ¿no es la esposa perfecta? —pregunto, extendiendo mis manos para sostener la caja, por un momento Camilo piensa su respuesta y me pregunto si no debí preguntar. No estoy segura si ya sabrá lo de David y solo quiere olvidarlo para conservar su trabajo.
—Lo era —dice, con un gesto serio que de inmediato intenta cambiar —pero no voy a negar que yo también tuve parte de la culpa, por eso es que ahora intento hacerlo funcionar aunque a veces no se me dé muy bien porque... digamos que le gusta pelear por todo —ladea sus labios en una sonrisa, mira mis manos extendidas para tomar la caja y niega con su cabeza —yo te puedo ayudar a llevarla al interior, es bastante pesada.
—Yo puedo —escucho de inmediato una voz detrás de mí. Giro en esa dirección al sentir la mano de David sobre mi cintura para luego separarse de mí y tomar la caja —muchas gracias —le dice, con una media sonrisa y sin esperar respuesta de Camilo camina hacia el interior. Lo observo retirarse y Camilo se despide de mí con un leve asentimiento para volver a su postura de trabajo.
Sigo a David y deja la caja muy cerca de la puerta justo al entrar, no pregunta nada, sólo continúa su camino hacia las escaleras sin siquiera voltear a verme.
—Dame veinte minutos —es lo único que lo escucho decir antes de perderlo de vista al subir el último escalón.
David.
Ya me estoy desesperando, vuelvo a repetirme otra vez porqué las mujeres tardan tanto, miro mi reloj una y otra vez, se suponía que ella estaba arreglada desde antes de irme a entrenar, cuando la observo acercarse lleva pantalones y una chaqueta corta de cuero, frunzo mi entrecejo. Sube al auto esbozando una sonrisa.
—¿Qué ya no estabas lista? —pregunto, ella acomoda su cinturón y luego vuelve su vista a mis ojos.
—No —dice —no me sentía bien con ese vestido.
Nunca voy a comprender a las mujeres, puedo jurar que hasta se ha cambiado la ropa interior, yo puedo usar el mismo calzoncillo dos días seguidos siempre y cuando no huela mal.
¡Puf! Mujeres.
Conduzco a su lugar de trabajo, viendo mi reloj nuevamente, espero no llegar tarde, casualmente el día de hoy el tráfico se vuelve pesado, dejo caer mi cabeza en el espaldar con los ojos cerrados y mis manos al volante mientras espero que el semáforo cambie, suelto un suspiro. Hoy llego tarde.
—David, yo te dije que no había necesidad que me trajeras —Natalie llama mi atención, volteo mi vista a ella ya un poco desesperado con la situación.
—Créeme que hasta yo me estoy arrepintiendo —por fin el semáforo cambia y de inmediato piso el acelerador hasta el fondo.
Ella no dice nada y por un momento me arrepiento de lo que dije, definitivamente en modo desesperación no tengo tacto. Natalie tiene su vista puesta en la ventana y lo que me parece mejor es disculparme.
—Lo siento, no es lo que quise dec...
—No te preocupes —no me deja terminar, me ve por un par de segundos con una sonrisa ladeada en el rostro y vuelve su vista donde estaba.
—Si no te hubieses cambiado tanto de ropa en estos momentos no estuviese en estos apuros —intento excusarme, pero sé que de nada me sirve ya.
—No pensé que el tráfico iba a estar tan pesado hoy —mejor no digo nada porque sé que me voy a molestar más —puedo hablar con Oliver, le diré que llegas tarde por mi culpa —dice, sacando su teléfono celular para luego comenzar a teclear.
—No es por Oliver, Nat. Tengo trabajo pendiente y me gusta terminarlo antes de tener más trabajo —aclaro, pero sigue en su labor con el bendito celular, estiro mi mano para intentar tomarlo y ella lo aleja más de mí. Me detengo por otro jodido semáforo y aprovecho para intentar quitarle el celular.
—Natalie, deja ese bendito celular —ella intenta que no lo tome y me tengo que quitar el jodido cinturón.
—David, déjame —dice entre risas —me estás aplastando.
—Entonces no envíes ese puto mensaje al caga-billetes que se va a imaginar miles de cosas si tú le dices que llego tarde por tu culpa, dámelo —también me causa gracia. Luego soy yo el que soportará todo el doble sentido que pasa por ese cerebro de Ricky Ricón.
—Bueno, lo que sea que se imagine es mejor que decirle que te molesta tener que llevarme al trabajo por compromiso —ahí si me detengo de mi labor de quitarle el teléfono celular y me regreso a mi lugar con los ojos puesto en ella.
—Constanza, sé que no te he dado una buena imagen de mí, pero no digas eso, yo te dije que te traería y no lo hago por compromiso —en ese momento escucho el sostenido sonido del claxon del auto detrás de nosotros y me percato que el semáforo ya ha cambiado.
—No te preocupes, estoy acostumbrada. No es como que siempre haya tenido personas dispuestas a hacer algo por mí —ríe, de esa forma desganada suya que ya conozco, y vuelve su vista a la ventana.
No digo nada, no tengo que decir, ahora me siento miserable. El resto del trayecto es un completo silencio, un silencio que ni la canción de las melodiosas voces de los BeeGee's pueden llenar, si se va a divorciar de mí al menos quiero que tenga otra percepción de lo que soy como persona no lo que he mostrado hasta hoy, yo no soy así.
—Escúchame, Constanza —aparco un vez que llegamos a su lugar de trabajo, la miro desabrochar su cinturón y mirar su reloj de nuevo.
—Llegarás tarde...
—Oye, yo no soy así ¿de acuerdo?, solo no nos conocimos de la mejor forma, no he dado la mejor versión de mí porque todo esto me ha creado un estrés...
—Te comprendo... —me interrumpe, pero no me está viendo a mí, su vista está puesta en el parabrisas analizando desde aquí su lugar de trabajo frente a ella —no es como que quisiera. Gracias por traerme —dice con una sonrisa —lamento causarte tantas molestias.
Y aquí vamos otra vez.
—Natalie, no me causas molestias —se acerca a mí y me da un beso en la mejilla antes de salir del auto.
Me quedo ahí sin hacer nada porque no sé qué hacer, ni qué decir, ni que pensar, porque hasta cagadas pienso últimamente. Me bajo del auto, al menos la acompañaré hasta la entrada. Ella se gira hacia mí al escuchar que cierro la puerta del auto y me mira con el entrecejo fruncido.
—¿Qué haces? Llegarás tarde —dice, acomodando un mechón de su cabello que hoy lleva liso, detrás de su oreja.
No contesto porque en ese preciso momento un señor de avanzada edad se acerca a nosotros, me mira con una amplia sonrisa por debajo de sus bigotes y extiende su mano hacia mí.
—Hasta que por fin lo conozco en persona señor Schmitt, he escuchado hablar mucho de usted últimamente —frunzo mi entrecejo mientras tomo su mano, miro a Natalie y sutilmente niega con su cabeza esbozando una sonrisa incómoda al señor frente a mí.
—El placer es mío, señor Williams —digo, viendo su identificación que muestra que es el director del programa que Natalie conduce. Esbozo una de mis mejores sonrisas y él luego saluda a Natalie con un abrazo.
—Llego tarde —dice, viendo su reloj —espero verlo en la fiesta de aniversario, señor Schmitt. Si lo traerás Naty, ¿Cierto? —Natalie asiente con una sonrisa mientras observa al anciano retirarse.
—No hagas caso, ni siquiera yo estaré en esa fiesta... —sé que sí va a estar, pero no quiere venir conmigo, lo que es totalmente comprensible; antes que pueda terminar la frase, con mi brazo rodeo su cintura y devuelvo su gesto del beso en la mejilla.
—Vengo por ti a tu horario de salida —sin esperar su respuesta, voy hacia mi auto a paso rápido y me retiro sin siquiera volver a verla.
__________________
Grupo en Facebook: Leyendo a Rox
Instagram: r1aguirre