La Legión de los Olvidados [S...

ClaudetteBezarius tarafından

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[EN LIBRERÍAS DE AMÉRICA LATINA Y DE ESPAÑA GRACIAS A NOVA CASA EDITORIAL] La lívida mano de una siniestra cr... Daha Fazla

Sinopsis
El Inicio, Parte I
Nahiara
Los Valaistu
Emil
Déneve
El Inicio, Parte II
Memorias evanescentes
Comienzan las revelaciones
Sherezade
Gemelos
Arrepentimiento
Esbozo del futuro
El Protector Keijukainen
Galatea
Rosas blancas
Obsequiando sufrimiento
Los Doce Páramos de la Destrucción
Tétricos sueños
La Alianza de Callirus
El Páramo de la Ira, Parte I
Los deseos de Kylmä
El Páramo de la Ira, Parte II
Tempestad
En lo profundo
Perturbadoras reminiscencias
El diamante rojo del Ave del Paraíso
Fragmentos
Tierra de plañidos
Nina
Al borde de la locura
Visiones
El beso de la muerte
Silenciado
Distante
Elecciones
Sydän de fuego
Bianca
El secreto de Fenrisulf
Reencuentro
Vía de escape
Preparativos para la batalla
El principio del fin
Vínculo prenatal
Cumplimiento de una profecía
Cadena de atentados
Unidos
Oscuridad
Epílogo
Hija de luz y oscuridad
Marcapáginas descargable
Librerías
Personas que tienen un ejemplar y lugares en donde está presente la novela

Conexión

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ClaudetteBezarius tarafından

Dahlia estaba muy confundida y un tanto asustada tras el incidente en el cual creyó escuchar el distante grito ininteligible de alguien que parecía querer comunicarse con ella. A pesar de que no era capaz de recordar ni un pequeño fragmento de algún encuentro o una conversación en donde estuviese presente la persona que le hablaba, ese dulce timbre de voz le pareció muy conocido. Desde el centro de su pecho, un reconfortante calor comenzó a expandirse con rapidez. La totalidad de su organismo experimentaba una rara sensación de apego hacia quien quiso darle un mensaje que, por desgracia, nunca llegó completo a sus oídos. Cual cálido sol veraniego de potentes rayos que se posan sobre los ligeros cuerpecillos de las alegres aves silvestres, así fue para la joven la imborrable impresión ocasionada por el sonido de la voz que le era desconocida y tan familiar al mismo tiempo. Sentía como si aquella persona hubiese estado siempre a su lado, apoyándola y viéndola crecer. Su corazón le indicaba que había existido un prolongado contacto cercano entre ellos, cuyo recuerdo no podía ser borrado del todo de ninguna manera.

—Oye, Nahiara, pareces distraída. No deberías permitir que tu mente desperdicie su energía en esfuerzos infructuosos. Mejor enfócate en el complejo proceso que tienes frente a ti. Lo único que debe preocuparte ahora es la adecuada selección de los recuerdos —aseveraron al unísono ambos bulbos.

—Pero... ¿qué es lo que acaba de suceder? Estoy segura de que alguien quería hablar conmigo. Incluso escuché un ruido similar al de un vidrio resquebrajándose. Algo muy extraño está ocurriendo —manifestó la rubia, con el ceño fruncido y la mirada inquieta.

—No ha pasado nada fuera de lo que es común. Estás siendo probada de muchas maneras distintas, así que no deberías alarmarte por un simple bullicio lejano que ni siquiera te afectó.

—Me parece que conozco a esa persona... ¿Están seguros de que esto es normal?

—Claro que estamos seguros. Ignora ese asunto de una buena vez y continuemos con tus pruebas, ¿de acuerdo?

—Al parecer, no existen muchas opciones de dónde escoger... Entonces, no me queda más remedio que obedecer sus órdenes.

—Muy bien, ese es justo el comportamiento que esperábamos de ti. Las verdaderas damas saben que deben aprender a guardar silencio y sujetarse a la autoridad. ¡Las mujeres sumisas son las mejores de todas! Nos alegra que hayas comprendido a cabalidad cómo actuar de manera correcta. ¡Síguenos, por favor!

Un abrumador deseo de proferir variados improperios se apoderó de la chica. Aquella prepotente pareja de imitaciones de cebolla la sacó de quicio con ese despectivo comentario hacia el género femenino. "¡¿Cómo se atreven a hablar así?! ¡¿Acaso creen que las mujeres debemos ser tratadas como si fuésemos seres inferiores?!" pensó iracunda para sus adentros. La chiquilla repudiaba la discriminación en cualquiera de sus manifestaciones, pero pocas cosas la incomodaban más que toparse con gente cuyos pensamientos privilegiaban a los hombres por encima de las mujeres o viceversa. No obstante, ella estaba consciente de que no sería nada prudente ni ventajoso confrontar a los bulbos, dado que enojarlos podría significar la pérdida permanente de las preciadas memorias que ellos tenían en su poder. Por lo tanto, inhaló y exhaló de manera profunda en repetidas ocasiones al tiempo que cerraba los ojos, con lo cual logró mantener a raya sus enormes impulsos de desquitarse, los cuales habían estado a punto de aflorar.

Las dos pequeñas masas bulbosas avanzaron hacia adelante, dando saltos cortos pero muy veloces. La muchacha apenas tuvo tiempo de alcanzarlas. Conforme se desplazaban, el ambiente iba perdiendo poco a poco su aire de tenebrosidad. No tardaron en llegar a un sitio de escasa iluminación, pero al menos se podía ver con mucha mayor claridad que en la zona de la cual habían salido. Se trataba de una estrecha estancia abovedada, con ásperos muros pintados de una enfermiza tonalidad grisácea. Dicha habitación estaba desprovista de muebles, ventanas, puertas u ornamentos. Lo único que se alojaba en su interior era un gran hoyo negro giratorio. Este se ubicaba en el suelo, justo en medio del recinto. Dahlia se aproximó a paso lento, puesto que el movimiento oscilatorio de aquel extraño agujero le producía un ligero vértigo.

—Bienvenida seas ante la presencia del "Ojo de la Confusión". Dentro de esta magnificente pupila, encontrarás una amplia gama de recuerdos. Nuestros compañeros están esperando con ansias que tú los elijas. Hay, al menos, unos treinta Bulbos Evocativos allí. Lo que debes hacer es introducir la totalidad de tus brazos en esta abertura y comenzar a sacar tantos bulbos como te sea posible en un lapso de treinta segundos. No será una tarea sencilla, ya que la constante rotación del ojo ocasiona que los bulbos sean escurridizos, al estar cambiando su posición. Una vez que el tiempo reglamentario se agote, tendrás derecho a quedarte con tres de las memorias que hayas conseguido. Podrás escoger cuáles prefieres de forma libre, pero sólo se te permitirá mirar el interior de cada bulbo durante diez segundos. Tendrás que prestar cuidadosa atención a cada escena, con el fin de que tus elecciones sean llevadas a cabo utilizando el máximo de tu capacidad de raciocinio. ¿Lo has comprendido todo?

—Creo que sí. Si no me equivoco, me están diciendo que tendré escoger entre varios de mis valiosos recuerdos basándome sólo en un breve vistazo de cada uno. ¿Es así?

—¡Correcto, Nahiara! Has entendido bien.

—Pues, cuánto más rápido iniciemos, mejor para mí.

—¡Perfecto! Dejemos de perder tiempo en diálogos inútiles. Cuando gustes, puedes proceder...

—¡Eso haré ahora mismo! Gracias por escucharme...

La joven Woodgate presionó sus párpados y tensó la mandíbula. Sin detenerse a pensárselo dos veces, insertó ambas extremidades superiores en el corazón de la renegrida cavidad moviente. Por un fugaz instante, quiso apartarse, ya que un intenso frío envolvió a sus miembros, lo cual entorpecía cualquier maniobra que desease ejecutar. La pesadez y el agarrotamiento en sus músculos y sus huesos harían casi imposible que ella pudiese asir siquiera un bulbo. En esas adversas condiciones, ¿cómo sería posible que sacase más de uno o dos? Sin embargo, rendirse jamás estuvo entre los planes de la muchacha. En un arrebato de furia y determinación, permitió que la adrenalina fluyese a sus anchas por cada célula de su torrente sanguíneo. Esa súbita descarga de energía ocasionó que miles de impulsos eléctricos envolvieran con gran velocidad a sus otrora rígidos miembros y los transformaran en un par de ágiles tenazas. Atrapar los bulbos se convirtió en un simple juego de niños para Dahlia, quien lanzaba una gran cantidad de estos a diestra y siniestra con increíble pericia.

—Tu tiempo se ha acabado. ¡Detente ya mismo! —exclamaron con un elevado grado de fastidio la pareja de mandonas cebollas parlanchinas.

La rubia acató la orden que le fue dada sin rechistar. No era necesario que se quejase o emitiese reclamo alguno, puesto que había logrado sacar hasta el último de los Bulbos Evocativos que se encontraban atrapados en el fluctuante hoyo ovalado. Sonreía de oreja a oreja, muy satisfecha de sus logros. Podía sentirse muy orgullosa de sí misma, dado que no sólo había cumplido a la perfección con su tarea, sino que también había acallado a las soberbias bocas de aquellas molestas masas tuberosas, y todo ello en el transcurso de unos insignificantes treinta segundos.

—No te alegres demasiado, niña. Sin importar cuán prodigioso haya sido tu desempeño, de nada te valdrá si te equivocas en tus decisiones. Los próximos cinco minutos serán cruciales en tu vida. ¿Deseas tener un descanso antes de continuar o quieres proseguir de inmediato?

—Al mal paso hay que darle prisa... ¿Para qué sirven las pausas? Eso solo me retrasa. ¡Quiero seguir ya!

—Esa buena disposición tuya nos ahorra trabajo. ¡Excelente! De ahora en adelante, cada vez que escuches un ruido como el de un pesado martillo que golpea la cabeza de un clavo, sabrás que ya pasaron diez segundos y que tendrás que soltar el bulbo que estés sosteniendo en ese momento. Sin más indicaciones que agregar, ¡adelante, Nahiara!

La chica de dorada cabellera no perdió ni una sola centésima de segundo. Antes de que le dieran el mandato de emprender la segunda etapa de la prueba, ya ella estaba sosteniendo un bulbo en su mano derecha, para así no desperdiciar el corto lapso de que disponía para mirar en el interior de sus desperdigadas memorias...

La primera imagen que le correspondió observar era mostrada a través de los ojos de una jovencita, cuyos largos mechones de níveo cabello largo le cubrían una pequeña parte de su campo de visión. En dicha escena, se podía ver con claridad a un hombre maduro, de unos cuarenta años a lo sumo, gritando a todo pulmón. Su desencajada expresión facial mostraba que el pánico se le había colado hasta el tuétano. El sujeto echó a correr despavorido mientras la dama levantaba ambos brazos frente a sí y extendía sus descoloridas palmas abiertas hacia arriba, como si le implorase a aquel varón que detuviera su huida...

El golpeteo del martillo se hizo escuchar. La muchacha dejó caer el bulbo que acababa de mirar y giró su cabeza en dirección a su mano izquierda, pues mientras ojeaba ese recuerdo inicial, se había agachado muy rápido, con el fin de tomar otro bulbo. Esa acción le proporcionaría mayor eficiencia en el cumplimiento de su cometido, y la repetiría vez tras vez hasta concluir con las treinta masas bulbosas. Por suerte, ella había colocado la totalidad de los bulbos muy cerca unos de otros, para así no tener que desplazarse demasiado cuando necesitara localizarlos e ir levantándolos del suelo uno a uno.

El siguiente escenario retrataba un animado patio de recreo en una escuela primaria, lleno de infantes sonrientes y hablantines. Se distinguía a un niño moreno, de unos siete años, sentado en la gradería. Después de ser tocado por la delicada mano de la pequeña que reposaba junto a él, a través de cuya mirada se estaban visualizando los acontecimientos, el chiquillo de pronto se puso pálido, sudoroso y convulsionante. La niña profirió un chillido de susto y se echó a llorar con gran amargura al instante...

Dahlia sintió una gélida de estocada en su corazón tras mirar aquel desgarrador suceso. El sufrimiento de la niñita le hizo estremecer hasta la última fibra de su alma. Un raro instinto le indicaba que esa memoria solo podía ser suya. Otro golpazo del martillo la hizo abandonar su línea de pensamientos. Procedió a asomarse por el orificio ubicado en la parte superior del siguiente bulbo.

En la tercera reminiscencia, no pasaba desapercibida, ante la libidinosa mirada de la dueña de aquel recuerdo, la imponente presencia de un fornido muchacho de vistoso ropaje azafranado, cuya tersa piel canela contrastaba muy bien con sus verdes ojos, tan cristalinos como el Lago Tahoe. Mediante el par de orbes que pertenecían a la mujer, quien se acercaba al mancebo con paso firme y cadencioso, se notaba a leguas que el hombre había entrado en pánico al darse cuenta de las intenciones de ella. Sin embargo, incluso cuando la fémina le sostuvo las mejillas entre sus manos y le estampó un impulsivo beso en los labios, el joven jamás hizo intentos de apartarla o detenerla...

Presenciar de primera mano la forma en que ese muchacho era besado le revolvió el estómago a la pelirrubia. Ni por un milisegundo le pareció que esa escena tan chocante pudiese ser un recuerdo que le perteneciera. "Esa no puedo ser yo. Jamás he besado a Cedric de esa manera", monologaba ella, dentro de su confundida cabeza. "Un momento... ¿He dicho Cedric? Si se supone que no tengo memorias, ¿cómo es que puedo reconocerlo? ¿Por qué recuerdo su nombre?" En definitiva, algo estaba fuera de lugar. Y desde hacía un buen rato que una ligera presión sostenida sobre su espalda la estaba incomodando pero, dado que ella tenía sus manos ocupadas en sostener los bulbos, no podía revisar qué era lo que se le había acomodado en el lomo.

Allí en Solu, mientras Dahlia continuaba examinando con rapidez fragmento tras fragmento de sus múltiples recuerdos, haciendo un colosal esfuerzo para identificar cuáles, de entre esas cientos de imágenes que contemplaba, eran las más importantes, en la Tierra se estaba dando un acontecimiento muy peculiar...

Bianca cayó de rodillas tras la rauda partida del bólido rojizo que atravesó el cielo. Sus manos crispadas se asían con firmeza del marco de la ventana al tiempo que ella seguía mirando hacia afuera. Una tos descontrolada y una gran dificultad para respirar la atacaron de pronto, dándole a entender que la fuerte impresión que se había llevado le desencadenó uno de sus frecuentes ataques de asma. Con cierta dificultad, se arrastró hasta la mesita de noche de color celeste pastel que estaba al lado de su cama y, casi a tientas, buscó su inhalador. Después de tomar un par de bocanadas a través de este, empezó a calmarse y a sentirse un poco mejor. Decidió recostarse en la cama y reposar.

La muchachita estaba a punto de quedarse dormida cuando una imagen bien definida del semblante del chico de su sueño le sobrevino de pronto. Sintió como si le hubiese caído encima un baldazo de agua helada. La abrumadora presencia de ese rostro entre los intersticios de su cerebro no le dejó espacio para nada más. El joven desconocido se adueñó por completo de sus pensamientos. Todo ello causó que se le acelerase el ritmo cardíaco y respiratorio de nuevo, pero esta vez esas reacciones físicas no eran síntomas de su padecimiento. Su suave piel comenzó a ponerse dura y compacta, cual si fuese una sólida columna de granito. La tonalidad plateada con la que todo su cuerpo resplandecía era casi cegadora. Sin pensarlo, juntó sus palmas ahuecadas a la altura de su pecho, y de este emergió una diminuta gota blanquecina en estado de plasma. Su constitución se asemejaba mucho a la de una molécula de mercurio, pero con una inigualable particularidad, dado que esta gota podía flotar en el aire por sí sola. Bianca mantuvo sus manos rodeándola, como si la estuviese protegiendo de algo o evitando que escapase.

Con sumo cuidado, la muchacha se puso de pie y caminó en dirección a la ventana, la cual aún estaba abierta. Inclinó su cabeza hacia adelante y se quedó mirando a la gota que reposaba entre la pequeña cárcel de sus dedos. De su boca fluyó un leve vientecillo cargado de un fino polvo argénteo que, al entrar en contacto con la gotita, hizo que de esta última naciesen tres pares de minúsculas alas semitransparentes, muy similares a las de un colibrí. El diminuto ente volador empezó a girar sobre su propio eje a una velocidad superior a la del sonido, tras lo cual se desvaneció por completo del planeta Tierra. Tras ello, la chiquilla regresó a la normalidad, mas su organismo le pasó la factura por el gran esfuerzo que acababa de hacer, así que no tardó en desplomarse sobre el piso de su habitación, pues estaba muy debilitada.

La criatura alada se materializó de nuevo, pero estando muy lejos de allí. Terminó reposando sobre la espina dorsal de Dahlia...

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