Recién Cazados © (Borrador de...

By R1Aguirre

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Sinopsis
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Flashback
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Epílogo
Librerías
♥IMPORTANTE♥

Parte 13

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By R1Aguirre


David.

Sí, Natalie tenía razón, estaba golpeando mal el jodido saco y me di cuenta varias horas después.

Tengo mi muñeca con la pata de un elefante, una compresa de agua tibia alrededor y un envase de analgésicos a mi lado con un vaso de agua por la mitad cuando me bebí la última, nunca más vuelvo a tocar ese maldito saco.

—Te dije que no era la forma que tenías que golpearlo —dice, recostada sobre mis piernas, con la vista hacia el tv, la dejo estar ahí porque masajeaba mi muñeca y la verdad que la hinchazón bajó bastante.

—Me dijiste que le diera más duro.

—Pero bromeaba.

—Igual, es tu culpa —refunfuño, la escucho reír. La observo a Natalie y no me ha dicho una palabra de lo que acordamos hablar y eso me aterra. Tanto silencio en las mujeres no es normal, su vista está puesta en la televisión, no hemos hablado nada, ni siquiera hemos tocado el tema.

La observo de reojo, está meramente concentrada en la película, o es que está tramando la forma de torturarme luego de escuchar lo de Andi. No lo sé, yo tengo una hermana y siempre que pasaba en silencio por un buen rato yo terminaba con un calzón chino.

No sé qué es peor, su silencio o estar viendo la jodida película de Romeo y Julieta, ya no tengo palomitas para atragantarme con cada escena cursi.

—¿Quieres más? —pregunta, luego de ver mi tazón vacío ¿Será que las palomitas tengan algo que me haga tener una disfunción eréctil?. Entrecierro mis ojos y la observo retirarse hacia la cocina luego de arrebatarme el jodido tazón.

Ni siquiera esperó mi respuesta. Sospechoso.

—¿Sabes qué? Estoy bien. Mucha mantequilla me causa gases y créeme, no querrás que eso pase si quieres que me quede a dormir contigo esta noche —mentira, no me da gases. Pero no me inspira confianza.

Ella sólo quita su mirada del tazón y la vuelve a mí con su entrecejo levemente fruncido.

—Qué asco —dice, guardando las palomitas y regresa al sillón conmigo, se acomoda junto a mí, muy junto a mí.

Muy junto... a... mí.

Deja caer su cabeza en mi hombro y yo sigo pensando qué cosa está tramando, se acurruca debajo de mi brazo. Lo peor de todo es que sube sus piernas encima de las mías.

Sus piernas, con un mini short.

Sus piernas perfectamente trabajadas en gimnasio con un mini short están sobre las mías.

—Bien, ya —digo, quitando sus piernas de encima y acomodándome para encararla frente a frente —¿Qué es lo que estás planeando? Porque sé que una noche apasionada no, debido a que tu rápida y furiosa —señalo su entrepierna —está perdida en el mar rojo. Así que ya... dímelo.

Ella se endereza y me mira con intriga, hasta dejó de masticar las jodidas palomitas.

—¿Mi qué? —enarca una ceja, con una mirada curiosa puesta en mí.

—Tu rápida y furiosa, tú misma lo dijiste en un video de esos de tu celular —ella frunce su entrecejo, me agrada saber que no soy el único loco que dijo en público el nombre de su parte íntima.

—¿Revisaste mi celular? —interroga de inmediato.

Mierda.

—No... bue... yo sólo quería saber que más videos habían de King Kong. —otra mentira, pero es a medias, sí quería saber qué videos habían en su teléfono sobre nosotros, quería saber si en algún momento nos habíamos grabado en nuestra luna de miel o algo así, porque no soportaría un video mío en acción circulando por la red.

Recuerdo cuando alguna vez en mi adolescencia, quería ser estrella porno. Sí sí, había iniciado a ver ese tipo de video y era mi sueño ser un actor en esa rama. Después crecí y maduré. Ahora, no me imagino yo siendo conocido especialmente por King Kong.

Natalie está observándome sin ningún tipo de expresión. Se cruza de piernas y lleva su vista hacia algún punto de la sala como intentando creer lo que acabo de decir, ni yo me la creo.

—¿Y yo puedo revisar tu celular? —ahora si pone sus ojos en los míos. Ay por Dios.

—Yo no tengo problemas —digo, sonando convincente. Me relajo en el espaldar del sillón como si en serio me vale una mierda, pero no, mi celular no es algo que dejaría en manos de cualquier persona, mucho peor de Natalie.

—Bien —es todo lo que dice. Su vista se clava en la pantalla y antes de retractarme por lo que acabo de decir, añade: —y quiero aclarar que yo no quiero que te quedes a dormir conmigo.

La miro.

—¿Entonces qué diablos hago aquí?

—Te quedaste porque Oliver te lo pidió.

—No me he quedado por Oliver, yo creí que... Olvídalo. ¿Por qué no me dijiste eso antes? —me pongo de pie de un salto —estuviese conduciendo hacia mi casa justo ahora y durmiendo en mi preciosa cama con sábanas de terciopelo.

Rueda los ojos y deja su vista puesta en el televisor.

—Bien, si quieres irte, hazlo.

—¿Cuándo ya es más de media noche?

—¿Y qué? ¿Tienes miedo que un fantasmita te asuste a mitad de la carretera? —suelta una carcajada, una de esas que hacen que se me revuelva el estómago de ira e intento controlarme, dejo caer mi espalda sobre el sofá y suelto un suspiro.

—Me voy —hablo, refunfuñón. Es una mierda estar casado, es lo peor que puedes hacerte en tu vida cuando eres feliz soltero —lo intento Natalie, sí que lo intento pero tú haces las cosas muy difíciles.

—¿Yo? —se lleva la mano al pecho de manera muy dramática y entiendo la ironía de sus palabras —Por supuesto.

—¿Esto es por lo de Andi?

—Lo de Andi no me importa, la verdad.

—¿Cómo que no te importa? —me cruzo de brazos. Ella se pone de pie y la observo alejarse hasta el refrigerador.

—Que este no es un matrimonio de verdad, David —dice, saca un jugo de la nevera y lo destapa para darle un trago —así que no nos vamos a engañar con eso de ser fiel.

Me quedo pensativo. Ninguna mujer en el mundo opina de esa manera. Ninguna mujer ni poseída por el Espíritu Santo.

—¿Estás segura?

—Si —regresa al sillón y se deja caer en el lugar que estaba. Toma el control y por fin cambia la maldita película. Ya me tenía con ganas de rascarme un huevo —si quieres tener a alguien bien, pero eso sí, si yo quiero tener amigos no te metas.

—Yo no digo nada que tengas am...

—Incluye a Camilo —me interrumpe. Suelto una risa, una risa que refleja mi incomodidad, maldita sea.

Sabía que era demasiado bueno para ser verdad.

—Camilo no sólo quiere ser tu amigo. Camilo es casado.

—Andi también.

Por Dios.

Vuelvo mi vista fulminante a ella.

—¿Entonces te importa una mierda su esposa? —ahora se gira completamente hacia mí, quedamos frente a frente sobre este sofá con esa mirada retadora cada uno. No puedo creer que esté teniendo esta discusión justo ahora, no sé en qué momento sucedió pero estoy arrepentido de haberme quedado aquí, de hecho, estoy arrepentido de haberme ido a Las Vegas con ella.

—¿Y qué hay del esposo de la tal Andi? —carajo, no sé ni para qué discuto si una mujer siempre gana, creo que si algún día llego a necesitar un abogado me buscaría una mujer, no necesitaría ni el título.

—Tú no sabes la historia de Andi con su esposo.

—Tú no sabes la historia de Camilo con su esposa. Y no creo que eso sea lo que te incomoda.

—¿Qué estás insinuando?

—Que estás celoso de Camilo.

—¿Porqué estaría celoso de Camilo?

—Porque tiene un aspecto bastante masculino, con un exótico cabello rubio con rizos, unos ojos celestes brillosos, su cuerpo está bien formado, fue a la escuela militar, sabe karate, boxeo y sé que todas las chicas que llevas a tu casa te han mencionado lo guapo que es.

Me rio sarcásticamente aunque no digo una palabra, estoy molesto. Molesto con ella, molesto con Camilo y molesto con todos y no he llevado chicas a mi casa, voy a decírselo pero ella continúa hablando y sus siguientes palabras definitivamente captan mi atención:

—Pero no entiendo por qué —la escucho hablar, se pone de pie y va en dirección a la cocina —tú eres igual de guapo, también tienes un exótico cabello rubio —trae una caja de galletas, creo que su propósito es hacerme engordar, lo típico de las esposas—, tienes un color de ojos llamativo y bastante inusual, un excelente cuerpo; aunque no practiques boxeo o Karate, tú haces funcionar una empresa, eres un genio y eso te da muchos puntos extras.

¡Ay! ¡Natalie basta! ¡Me sonrojas!

Digo...

Qué bien.

—Gracias —digo, con indiferencia, tomando una galleta sin ver su expresión.

—Te digo desde ya que si quieres tener amantes, yo también —se deja caer a mi lado y yo, me quedo pensativo. No sé cómo tomarme eso, no sé si es algo bueno o malo. No sé si es una trampa y no irá a arrancarme a King Kong mientras duermo.

No, nunca me confiaría de una mujer.

Pero finjo que sí, le resto importancia y me acomodo en el sofá con los pies sobre la mesita que está al frente. Esa noche me duermo aquí, porque en realidad no sé qué esté tramando si dijo que no quería mi presencia en este lugar, una vez que ella se va a su cama y me pregunta si estoy cómodo le digo que sí, pero no, es el sofá más horrible en el que he estado toda mi vida y lo único que hace es darme una sábana y una almohada.

Ni siquiera dormí como debía, es más, creo que eso ni siquiera se puede llamar dormir, antes de las cinco ya estaba vistiéndome para irme a casa y se me ocurrió despertar al caga-billetes para ir a correr porque sentía mi nivel de estrés más arriba de lo considerado normal por un psicólogo. Además, tantas galletas y palomitas de maíz de ayer necesitan salir y no me refiero a salir por el conducto de desechos David Schmitt.

Luego de recorrer unos cuántos kilómetros, casi perdernos, ser perseguidos por un perro y hacer cosas de hombres (como orinar de pie detrás de un árbol, por ejemplo), regreso a casa exhausto, tengo que trabajar y apenas me da tiempo de pasar por algunas cosas en el apartamento de Natalie, cuando llego a mi hogar ella ya está aquí, paso de largo ignorando el vestido que lleva puesto y la forma como sube por sus piernas cada que ella se inclina intentando colgar un cuadro, cuando llego a mi habitación y cierro la puerta detrás de mí, me doy una palmadita mental en la espalda por haber pasado por alto todas esas curvas sin nublar mi raciocinio.

Tengo que ir a trabajar, me desvisto y termino mi terapia anti-estrés con una relajante ducha mientras Constanza ubica sus cuadros por toda mi casa. Tendré que acostumbrarme al "arte", supongo. Aunque no tengo idea de lo que cada una de esas cosas significa, creo que veré algunos videos en YouTube después de eso.

Salgo del baño quedando frente a mi espejo. Me quito la toalla de golpe y la dejo tirada en el alfombrado piso de mi cuarto, admiro mi reflejo y sonrío para mí mismo.

—Ju ju juuuuyyy, pero qué hombre más guapo —me guiño un ojo —King Kong, esa afeitada te hace ver más grande —me pongo de perfil, de frente y de nuevo de perfil —¿Quién es el rey de la selva? ¿Eh? ¡King —tiro mi cadera para adelante —Kong! —vuelvo a tirar para adelante.

—David —Natalie está entrando a mi cuarto en ese momento, giro sobre mis talones de manera brusca chocando contra mi escritorio y la lámpara cae el suelo, me sostengo para no caer yo. Ella me está viendo con intriga y de inmediato lleva su mirada de morbo a King Kong.

Me siento violado.

—Creí que el rey de la selva era el león, no los gorilas... —aplana sus labios para no reírse, de inmediato recojo la toalla para taparme y olvidar lo que me acaba de ver haciendo.

—¿La próxima vez puedes tocar, por favor? —aclaro mi garganta y miro en otra dirección, diviso mi peine y voy hasta él intentando que mi cara no se llene de vergüenza—, además, qué importa si él se quiere sentir el rey de la selva. ¿Ya desempacaste?

—En eso estoy —casi balbucea, aún intenta aguantar una carcajada y yo, bueno, tengo ganas de tirarme por la ventana —¿Puedo arreglar tu habitación?

—Haz lo que quieras —digo, caminando hacia mi armario, sólo quiero que salga de aquí y puedo respirar tranquilo cuando por fin lo hace.


Sólo con ella me tienen que pasar estas cosas.




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