A Pesar De Las Espinas ©

By anafa14

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A pesar de las espinas, el deseo sucumbe ante la tentadora rosa, demasiado atrayente y seductora, hasta que s... More

Pura Maldad de las Flores.
Capítulo 1 Dorados versus Verdes
Capitulo 2 Intimo
Capitulo 3 Conociéndonos
Capitulo 4 Entre Gustos
Capítulo 5 Dame una Oportunidad
Capitulo 6 Novios
Capitulo 7 Sé Mía
Capitulo 8 ¿Qué Me Has Hecho?
Capitulo 9 Escollos
Capitulo 10 Príncipe de las Arenas
Capitulo 11 Al Desnudo
Capitulo 12 Cinismo.
Capitulo 13 Armisticio
Capitulo 14 Confianza
Capítulo 15 Dominada
Capítulo 16 Traición Entre Sabanas
Capitulo 17 Desilusión.
Capitulo 18 Arenas Movedizas
Capítulo 19 Decisiones, Decisiones.
Capítulo 20 Pacto
Capitulo 21 La Alfombra Mágica
Capitulo 22 Londres en Pareja
Capítulo 23 Confía
Capítulo 24 Reacción en Cadena.
Capitulo 25 Secretos del Alma
Capítulo 26 Percepción
Capítulo 27 Pillados
Capitulo 28 La Pandilla
Capitulo 29 Decadencia.
Capítulo 30 Juego Perverso
Capítulo 31 Impacto
Capítulo 33 Intrigante Mirada
Capítulo 34 Propósitos Cósmicos
Capítulo 35 Ne me quitte pas (No me dejes)
Entre Espinas
Capítulo 36 Un Paso A La Vez
Capítulo 37 Malo y Bueno.
Capítulo 38 No Queda Nada
Capítulo 39 Un Día Muy Largo
Capítulo 40 Desenmascarado
Capítulo 41 No Llores.
Capítulo 42 Expiación
Capítulo 43 Cuesta Creerlo.
Capítulo 44 Cerrando Ciclos
Capítulo 45 Defendiendo Posiciones
Capítulo 46 De Vuelta Al Hogar
Capítulo 47 Poco A Poco
Capítulo 48 Inseguridades
Capítulo 49 Al Puro Estilo Rock
Capítulo 50 Dramas Fiesteros
Capítulo 51 Cambio de Rumbo
Capítulo 52 Tres corazones
Capítulo 53 Tu Ser en mi Ser.
Capítulo 54 Giros
Capítulo 55 Evadiendo
Capítulo 56 Revelación
Capítulo 57 Temple de Acero
Capítulo 58 Laberinto
Capítulo 59 Catálisis
Capítulo 60 Última línea de defensa
Capítulo 61 Amor sin barreras
Capítulo 62 Apoyo Sin Fisuras
Capítulo 63 Identidad Desvelada
Capítulo 64 Un Hermoso Regalo.
Capítulo 65 Inmenso Amor
Capítulo 66 Lazos De Familia
Capítulo 67 El Tiempo Se Agota.
Capítulo 68 La Vida En Orden.
Capítulo 69 Amar Es Luchar.
Capítulo 70 Nuestro Hogar
Capitulo 71 Al Final Del Día
Pese a las Espinas
Capítulo 72 Un Día Más
Capitulo 73 Tú Lo Pediste.
Capitulo 74 Una Larga Jornada.
Capitulo 75 Inesperado
Capitulo 76 Aquí y Ahora
Capitulo 77 El Arte De La Disuasión.
Capítulo 78 Malas Intenciones
Capítulo 79 Telaraña
Capítulo 80 Némesis
Capítulo 81 ¿Confianza?
Capítulo 82 Ruinas
Capitulo 83 A Riesgo.
Capítulo 84 Preludio.
Capitulo 85 Sombras
Capitulo 86 Señales
Capítulo 87 Otro Más.
Capítulo 88 Careo.
Capitulo 89 En La Misma Medida.
Capítulo 90 En Pedazos El Corazón
Capítulo 91 Escombros Alrededor
Capitulo 92 Impacto
Capitulo 93 Daño Colateral.
Capitulo 94 Eclipse De Luna
Capitulo 95 Salto De Fe
Capitulo 96 Dentro De La Piel.
Capítulo 97 Complot
Capítulo 98 Cuentas Pendientes
Capítulo 99 Se Desvanecen Las Estrellas
Capítulo 100 Eterna Tristeza
Capítulo 101 Héroe A La sombra
Capítulo 102 La Cruda Verdad
Capítulo 103 Mar De Contradicciones
Capítulo 104 En Pie De Lucha
Capítulo 105 Fragmentos
Capítulo 106 Todo o Nada
Capítulo 107 Tan Sólo Un Poco Más
Capítulo 108 Fallo Del Destino
Capítulo 109 Largo Camino A Casa
Capítulo 110 Giros Del Destino
Capitulo 111 Lucha de Poderes
Capítulo 112 Cruzando Puentes
Capítulo 113 Vínculo Eterno.
Capítulo 114 Signos
Capítulo 115 Desbordados
Capítulo 116 Sin Miedo A Nada
Capítulo 117 Antes Que El Diablo Se Entere
Capítulo 118 Rumbos Encontrados
Sin Espinas
Epílogo

Capítulo 32 Villa Biachelli

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By anafa14

Sostengo mí estómago mientras me río sin parar. Gianluca y Nico, no han parado de echarme cuentos de sus andanzas juntos.

— Ríete, vamos, sigue riéndote. Quiero ver qué hubieras hecho tú en mi situación.— Espeta el italiano, sentado cómodamente en su butaca, como Nico y yo, ya dentro del lujoso avión, volando directo a nuestro siguiente destino, Génova. Estoy tan emocionada.

— Por ejemplo, no tocar el perro. Piénsalo para la próxima.— Después de decir sigo riendo.

Es muy gracioso lo que me ha contado, dándosela de valiente quiso acariciar el labrador de un amigo, pero el perro reaccionó mal, ladrando fuertemente, por instinto Gianluca retiró con tal rapidez la mano que se resbaló y terminó cayendo de culo, ganándose además del susto una raja en la costura trasera de su pantalón.

-— Eres muy perspicaz, Raffaella,— alzo la manos sin dejar de reír.— Pero aún con tu persistente burla, debemos cambiar de tema de conversación. Pienso que es conveniente ponerte sobre aviso con respecto a un punto en particular.— Dice esto ultimo de un modo adusto, hasta diría que tétrico. Dejo de reírme instantáneamente, curiosa por la seriedad de su rostro. Por lo visto el asunto a revelar es de suma importancia. Gianluca humedece sus labios antes de abordar el caso,— llegó el momento de contarte la verdad que esconde Villa Biachelli.— prosigue sombrío, demasiado para mi gusto. Paso a mirar a Nico, que luce igual de  circunspecto que el otro italiano.

— Por favor, dime.— Solicito rápidamente. Me urge escuchar lo que tenga que decirme.

— A eso voy. . .— Aclara la garganta.— No sé si sabes que Villa Biachelli é una casona construida en el siglo diecinueve, mio nono la compró después de la segunda guerra mundial, por lo tanto no es de extrañar que dentro de sus paredes hayan incurrido varias tragedias.— Abro los ojos por el asombro. ¡Vaya!— Según mi abuelo, el dueño anterior había perdido a todos sus hijos en la gran guerra que también lo había dejado arruinado. Dicen que estaba de parte de Mussolini y era un simpatizante nazi, así que apostó tutta su fortuna a la causa.

— ¡No!— Digo totalmente turbada.

— Si, así es. Lo cierto es que al parecer llegaron a cometer actos de tortura en los sótanos de la villa.

— Es increíble. ¿Tiene sótanos?— Lo miro fascinada con el relato.

— Sí, pero, esa no es la historia, no te desvíes.— Pide batiendo su mano y Nico afirma con cara de circunstancia.

— Está bien, continúa.— Asiento convencida en cerrar el pico.

— La famiglia que construyó la propiedad, no era precisamente. . . buena, para decirlo de algún modo, pues en varias generaciones se presentaron muertes violentas.

— ¿Y cómo estás enterado de ello?— No puedo evitar preguntar, comienzo a acosarme a la superstición, aunque no me domina del todo. No soy especialmente asustadiza con los temas o historias fantasmagóricas; sin embargo, de que vuelan vuelan. Generalmente en esas casa tan antiguas suelen aparecer espantos. ¿Será qué es ahí donde quiere llegar Gianluca con su relato? Espero con todas mis fuerzas estar equivocada.

— Son leyendas que han quedado en los alrededores, tanto así, que algunos historiadores lo han reseñado en sus crónicas. Debe haber algún libro en mi biblioteca.— Termina con su mano en el mentón, pensativo.

— Sí, sí lo tienes,— interviene Nico, interrumpiendo la búsqueda mental de su jefe.

— ¿Y qué cosas han sucedido?— Mi curiosidad supera mis nervios. Gianluca me observa en silencio, como si estuviese sosteniendo un debate interno, quizás decidiendo si profundizar o no en el tema. Cruza sus dedos entre sí y apoya los codos en los costados de la butaca.

— Una mujer llena de celos por las constantes infidelidades de su esposo, lo mató con su propio fusil de caza. La homicida al ver la locura que había cometido, decidió suicidarse, pero antes. . . asesinó a sus dos pequeños bambinos.— Tapo mi boca impresionada, al escuchar el trágico relato. Sólo imaginar que unos pequeños niños estuvieron involucrados en esa desgracia me deja sin habla.— Lo llamaron «La tragedia de la Azucena». Era el nombre de la desdichada.— Aclara continuando la narración.

— Es monstruoso.— Murmuro horrorizada detrás mis manos.

— Una tragedia que aún hoy relatan en el pueblo.— Comenta Nico con gesto lúgubre.

—¿Hay más?— La pregunta sale de mi boca antes de poder evitarlo. Lo cierto es que no sé sí estoy preparada para escuchar más, pero el morbo que me genera la curiosidad supera la prudencia.

— Lamentablemente sí. ¿Quieres que siga?— Gianluca espera mi consentimiento. Con lentitud asiento. Ya no hay cómo detener a la curiosa dentro de mí.— La joven hija de un propietario se enamoró de un chico del pueblo, pero por la diferencia en estatus social entre ambos, les estaba prohibido unirse en matrimonio, ma los rebeldes enamorados, sin importarles los prejuicios de la época y contraviniendo las órdenes del padre de la doncella, decidieron tomar cartas en el asunto.— Lo miro con la boca abierta, hipnotizada por su singular manera de relatar los hechos.— Organizaron una fuga para casarse en secreto y consumar su amor, sólo que el progenitor de la novia, descubrió los planes de huida y amparado por la oscuridad de la noche, esperó a que el enamorado apareciera y cuando lo hizo. . . apunto directo al corazón, sin esperar que su hija se interpusiera entre la bala asesina y su amado, resultando alcanzada por el contundente proyectil. Mortalmente herida, cayó sobre el jardín de rosas, el que todavía hoy se conserva.

— ¡No me cuentes más, por favor!— Suplico consternada. Esta historia en particular me pone los nervios de punta.

— Como quieras, sólo que te preguntarás, ¿Por qué Gianluca me ha contado tutto esto?— Pregunta frío y calculador. No contesto. Trago para deshacer el nudo en mi garganta, esperando que prosiga.— Es sencillo, en Villa Biachelli. . . salen fantasmas.

 ¡Me lleva, lo sabía!

— Inventas, sólo buscas asustarme.— Recrimino temblorosa, esperando estar en lo cierto.

— En lo absoluto, si te cuento este secreto  celosamente guardado es porque estimo que es mio deber. Non quiero que un fantasma te tome desprevenida. Considero que al saber de su existencia y si tienes la mala suerte en toparte con uno, a lo mejor sabrás cómo manejar la situación.— Abro los brazos por lo absurdo de su lógica.

— ¡Estás loco! No hablamos de presentar un examen de manejo, que si se estudia es posible aprobarlo, estamos hablando de fantasmas, así qué dime: ¡¿Cómo coño aprendes a manejar una mierda de esa?!— Exclamo asustada.

E 'vero, en mi caso apenas me he acostumbrado y eso luego de asistir a mucha terapia.— Lo miro asombrada por la forma tan pragmática como trata el tema. ¿Y pretende que yo lo tomé igual? No sé qué es peor, el escuchar historias de accidentes aéreos mientras se vuela o de espantos. Me preparo a decirle una cuantas verdades, pero la intervención de Nico ataja mis reclamos.

— Un giorno mientras lavare el coche, un joven vestido con uniforme militare de época me abordó para preguntar si sabía dónde estaba suo padre.— Oh, Dios mío, aquí vamos otra vez. Me estremezco, sintiéndome cada vez más aterrada,— é stato petrificado en el sitio, sin poderle respondere. Era tan real, como tú en questo momentos, Ela,— toca mi brazo con la punta de sus dedos y yo los aparto como si quemaran. No quiero que me comparen con un fantasmas ni de broma.— Al ver que non obtenía respuesta de mi parte, il soldato dio media vuelta y siguió su camino al costado della casa. Yo al fin reaccione y correndo fui detrás del sujeto, pero ya no había nadie, había desaparecido como por arte de magia. Estoy seguro que era uno de los filios del nazi.— Asegura sin dejarme de mirar.

— ¿Por qué insisten en asustarme?— Les pregunto a ambos con ganas de llorar, solo que me aguanto apretando el trasero.

— Yo he visto a los niños.— Mi pregunta queda suspendida en el aire, la tétrica intervención de Gianluca me pone los pelo de punta.

— ¿Desean algo de tomar?

— ¡Ayyy!— Grito por la inesperada aparición de la sobrecargado. Respiro intensamente con la mano en el corazón, previniendo que no se me salga del pecho. ¿No hay quién le diga a esta mujer que mientras se estén contando historia de ultratumba no se puede aparecer como si nada?

Los dos hombres se destornillan de la risa en sus butacas. Qué bien, literalmente estuve a punto de estirar la pata por un infarto al miocardio y ellos no paran de reír. Mentalmente les digo hasta del mal que se van a morir.

— ¡Pudranse los dos!— Replico molesta con ellos.

—Una bebida fuerte a la señorita,— Gianluca le pide a la sobrecargo cansado de reír y después que ésta se retira continúa,— Raffaella, no te enojes. Quita esa cara y quédate tranquila, que tu habitación está en el mismo piso que la mía. Cuando escuches algo extraño, simplemente no salgas de ella y listo. Ah, otra cosa, tampoco andes caminando por la casa en la noche.— Recomienda de lo más natural.

— Entonces dormiré contigo.— Resuelvo de inmediato. Como yo lo veo es lo más conveniente y casualmente lo que quería, volver a dormir con él.

— No sé. . . recuerda la resolución que impusiste.— Dice frunciendo el entrecejo, dudoso.

— Queda sin efecto.

— Igual no me parece correcto. . .

— ¡No jodas, Biachelli! Yo fui quien propuso la condición, así que me corresponde levantarla.— Le recuerdo con determinación.

— Si tú insiste. Imagino que como caballero que soy me toca aceptarlo.— Dice  como si no rompiera un plato.

Gianluca encoge los hombros como un inocente niño de pecho, mientras yo lo censuro con la mirada. Nadie me quita de la cabeza que todas esta tramoya que montó con las historias de fantasmas es precisamente para meterme en su cama. Pues bien, yo feliz, ahí también quiero volver. . .

......

El avión aterriza a la hora pautada en el aeropuerto internacional de Génova, Cristoforo Colombo (Cristóbal Colón). Me indica Gianluca mientras el aparato asciende hacia la iluminación que indica la pista auxiliar destinada a vuelos privados. Las ruedas tocan suelo genovés y aplaudo festejando, como suelo hacer cada vez que aterrizamos, y como siempre sucede, Gianluca me llama «perdedora». El chárter es guiado hacia un hangar con unas enorme letras donde se lee perfectamente: «Liguria Services». Estoy emocionada por este parada que no contaba en el itinerario de viaje. Deseo descubrir las bellezas que guarda la ciudad, además es el terruño natal de Gianluca. No veo la hora de pisar la famosa Villa Biachelli, con todo y sus fantasmas incluidos, porque de este hombre lo deseo todo, desde lo terrenal hasta lo espiritual. El paquete completo pues.

Después de los fastidiosos trámites de inmigración, cada uno arrastra su maleta a través de las modernas instalaciones hasta salir del edificio. Afuera, un hombre vestido de traje, espera al lado de un todoterreno de lujo. En cuanto nos ve sonríe y se aproxima. El primero en saludar es a Nico, con sendas palmadas en la espalda lo recibe, como si de viejos amigos se tratara. Con más seriedad y guardando las distancias inclina la cabeza hacia Gianluca. Su jefe le ofrece la mano y ambos hombres la estrechan, luego me sonríe, saludándome en italiano.

Bonanotte,— le respondo el saludo con una de las escasas palabra que he aprendido a pronunciar. Gianluca alza las cejas admirado mi forma de responder, pero luego se dirige al hombre en su idioma natal y ahí pierdo el hilo de la conversación. El hombre asiente, le hace entrega a Nico de las llaves del vehículo y corre a abrir la portezuela de atrás para que Gianluca y yo entremos. Iniciamos el recorrido resguardado dentro de la comodidad del auto conducido por Nico.

Raffaella, te presento a Pietro, es mi otro chófer y será el tuyo mientras estés conmigo,— Prieto sonriendo asiente.— No habla español y recién le expliqué que tú no hablas italiano, pero descuida, será muy poco lo que salgas con él, es para solventar el que quieras ir a algún lugar y yo no esté.— Explica revisando la pantalla de su móvil y en un segundo inicia una conversación.

¿A quién habrá llamado? ¿A la patona?

Pietro me sigue mirando con una gran sonrisa y luego se concentra en hablar con su compañero. Como cada quien está en lo suyo y yo sin nada que hacer, entonces dejo caer la cabeza en el respaldo del asiento de cuero, mirando a través del vidrio polarizado lo poco que la noche me permite. Siento los párpados pesados, así que los cierro un momento para descansar. El efecto jet lag está haciendo estragos y sin darme cuenta me quedo profundamente dormida.

— Bruja, despierta, ya llegamos.— La gruesa voz de Gianluca, junto con su cálida palma sobre mi mejilla cruza las profundidades de mi sueño hasta traerme de vuelta a la conciencia.

Oh, por el cansancio caí en una pesada modorra. Froto mis ojos para terminar de despertarme. Siento que el vehículo sigue en movimiento. Al abrir los globos oculares me percato que efectivamente continuamos la marcha, subiendo por un camino angosto, alumbrado por tenues luces procedente de faroles en bronce que bordean el camino, hasta llegar a un gran portón de hierro negro tan alto como un árbol. Las luces del automóvil alumbra una placa ovalada de porcelana blanca que reposa en el enrejado, en la cual se puede leer en hermosa letras cursivas "Villa Biachelli".  El inmenso enrejado se abre de forma automática, dejándonos pasar hacia los dominios de la propiedad a través de un camino circundado por árboles y mucha vegetación envuelta en bruma. Es como si estuviera entrando a un bosque encantado, de un cuento de hadas y que pronto se revelará ante mi el fantástico palacio real.

— Bienvenida a Villa Biachelli, Raffaella.— Gianluca susurra en mi oído. Sonrío extasiada por todo lo que contemplo.

Y envuelta por una mágica bruma se alza con soberbia Villa Biachelli. ¡Oh! Obviamente no es el típico castillo como el de los cuentos, pero la imponente residencia que aparece ante nosotros, no tiene que envidiarle nada a ningún palacios de los que hasta ahora he visto. Es una mansión de piedra rosácea, de tres plantas, se erige majestuosamente delante del oscuro firmamento. Aún a pesar de la noche, las luces artificiales alumbran su magnificencia al puro estilo mediterráneo. El diseño del jardín completa esta joya arquitectónica que me roba el aliento. Sencillamente fantástica.

— Gianluca, es preciosa,— suelto sin aliento y sin despegar la vista de la ventanilla.

— Gracias.

— ¿Cómo puedes pasar tanto tiempo alejado de ella?— Creo que lo digo más para mí misma.

Sigo sin mirarlo, todavía embrujada por la magia del lugar. Lo escucho reírse, mientras el vehículo bordea un jardín circular adornado con una fuente iluminada, que pareciera darnos la bienvenida, y se detiene a un lado de unas escalinatas de piedra. El italiano abre la puerta del vehículo y sale por ella. Prieto abre mi portezuela para que yo pueda descender también. Una vez parados frente a los escalones de piedras, ascendemos agarrados de la mano. Él mismo abre la pesada puerta doble de madera y hierro. Al ingresar me decepciono un poco por la completa penumbra que nos recibe. Esperaba regodearme con la belleza del lugar, pero por lo visto por ahora me privan de ese placer.

— Son más de las doce y todos deben estar acostados, creo que lo mejor seria que subamos a dormir,— Gianluca me informa susurrando. Me asombro al escuchar la hora. Con razón siento tanto cansancio y sueño, con tanto ir y venir mi reloj corporal está descontrolado.

— Es cierto, tengo mucho sueño,— coincido siguiéndolo por la oscuridad.

— Sí, me di cuenta, roncabas como oso y de tu boca salía un hilo de baba.— Lo escucho burlarse.

— ¡Eso mentira, yo no ronco ni babeo!— Paso a darle un puñetazo en el brazo que para mi suerte no logra esquivar.

—¿Estás segura?— Insiste con el tono burlesco.

— Claro que sí, idiota.

Aunque mis ojos se han acostumbrado un poco a lo lúgubre de mi entorno, tengo que tomar su mano al subir por una escaleras que apenas veo. No entiendo por qué todo se encuentra a oscuras, se supone que si hay fantasma, estas condiciones deben propiciar su aparición. Mis pensamientos me asustan, así que me aferro a su brazo.

— ¿Asustada?— Pregunta llegando al segundo piso y me lleva por algún área de la casa todavía más oscura, resulta espeluznante.

— Tú mismo dijiste que no debía deambular por la casa en penumbras. Por cierto, no podemos prender aunque sea una luz. ¿O suspendieron el servicio eléctrico?— Resuena su risa.

— No quiero que los fantasmas te encuentra, no antes de tu iniciación.

— ¿Qué iniciación? ¡No hablamos de ninguna iniciación!— Exclamo enojada, deteniéndome sin saber adónde coño mirar.

— Es que si te lo decía antes, de seguro no querrías venir.

— ¡Me estoy comenzando a enojar, así que es mejor que me hablas en serio! ¡Y prende una maldita luz!— Exploto mientras la carcajada de Gianluca se aleja y acto seguido se hace la luz.

Es un alivio poder ver a mi alrededor. Y descubro que me encuentro en medio de un corredor cubierto por un hermoso pié de camino persa y al final, colgando en la pared del fondo, se aprecia un impresionante lienzo. Creo que es un paisaje.

— Esa es mi habitación, acompáñame.— Señala la segunda puerta.

Abre y entramos a un inmenso dormitorio dividido en dos. La primera estancia es una antesala con un sofá de tachuela en piel natural de tres puestos y un escritorio con su silla. El sofá domina el espacio, junto con algunas obras de arte que cuelgan sobre paredes tapizadas. Luego viene la habitación propiamente dicha. Es imponente todo cuanto alcanza a ver mis ojos engrandecidos. Sobre la elegante cama vestida hay un cuadro de estilo abstracto. Pesadas cortinas de raso beige, que es el color predominante en la decoración y la ropa de cama, ocultan los ventanales que se abren hacia la terraza de este dormitorio muy masculino.

— Vamos, termina de entrar,— con sutileza invita Gianluca, y me doy cuenta que estaba como tonta parada en el umbral de la puerta. Tímida entro a la habitación sin saber mucho qué hacer.

— Aquí están sus maletas.— Me sorprendo al escuchar a Nico. Entra arrastrando ambos equipaje. Deja las maletas a un lado de la cama y con un guiño de ojos se marcha trayéndose consigo la puerta para cerrarla.

— ¿Quieres ducharte?— Gianluca me pregunta una vez que estamos solos, abriendo una puerta.

Desde donde me encuentro observo un amplio vestidor y por otro lado un moderno cuarto de baño, todo de diseño. La piedra pulida se presenta en paredes y piso. Doy unos pasos hasta llegar a él y lo miro mientras se dirige hacia la puertas de vidrio, las abre y gira la grifería en la pared de mármol. Una vez terminada la operación, procede a desvestirse, en un segundo termina completamente desnudo.

— ¿Qué te pasa, Raffaella? Te habló y no contesta. Estás como piedra.— Me dice entrando a la ducha.

— Lo siento, estoy un poco impresionada con todo el lujo a mi alrededor.— Respondo con sinceridad, parada como poste de luz. Me cuesta digerir que viva rodeado de tanto lujo. Este hombre es más que rico, es un magnate millonario.

— Bueno, ya te acostumbrarás.  Entonces ¿te apuntas o no?— Pregunta señalando la ducha con un movimiento de cabeza.

— Espero que tú termines.

— Como quieras,— no dice más y comienza a ducharse.

A través de la pared de vidrio puedo distinguir su figura bañarse. Por mi parte, para no salir corriendo por todo el derroche de dinero que me rodea, voy hasta mi maleta. Después de perder unos segundos en decidirme donde será correcto dejarla, la llevo a una otomana en medio de dos sillones y de su interior saco una dormilona blanca de seda y tiros cruzados en la espalda, a juego con el salto de cama. Ya Gianluca ha terminado de bañarse y sale desnudo secándose. Su virilidad expuesta me obligan a correr al baño y cerrar la puerta, así apagar las risas del italiano. Estoy segura que sólo busca molestarme.

Diez minutos después salgo duchada y vestida. El hombre ya descansa debajo de las cobijas con los ojos cerrados y sin siquiera abrirlos palmea sobre el colchón para indicarme que me acueste en el lado derecho. Ha apartado las mantas para mí. Antes de acostarme me despojo de mi salto de cama y luego me acomodo a su lado en posición fetal, y como de costumbre, Gianluca retira la cabellera de mi espalda y se acuesta sobre mí. Su incómoda forma de dormir y que poco a poco me he acostumbrado.

— No sé si follarte o dormir,— dice soñoliento.

— El que esté durmiendo junto a ti, no significa que volvamos al acuerdo de antes.

— ¿A quién engañas. . .? Lo deseas tanto como yo.— Afirma arrastrando las palabras.

— Qué presumido.— Me quejo del señor lechuguino.

— Vale, como tú quieras, pero por lo menos quítate el odioso camisón, prefiero sentirte desnuda,— no espera que lo haga, él mismo me despoja de la dormilona sacándola por la cabeza. Ya desnuda, volvemos a la misma posición, acostado sobre mi espalda y además captura unos de mis pechos con la mano.— Extrañé dormir contigo. ¿Qué me haré sin ti?— Admite más dormido que despierto. 

Esto último que ha dicho no sé cómo tomármelo, y a pesar de que también extrañaré dormir junto a él, me gustaría que no dijera esas cosas que tanto me confunden y alteran mi corazón. Sin decir más y aunque parezca difícil que pudiéramos relajarnos con la engorrosa forma de dormir, en un segundo ambos nos sumergidos en la inconsciencia.

Plácidamente y a mis anchas, duermo sobre la mullida y calentita cama, todavía con muchas ganas de seguir debajo de las mantas. La oscuridad reinante invita a entregarse a los sublimes brazos del sueño. . . Se abre la puerta estrepitosamente y encienden la luz, truncando mis intenciones de seguir durmiendo.

¿Gianluca?

Lo siguiente que sucede es que jalan con brusquedad la ropa de cama, dejando al descubierto mi cuerpo desnudo.

— ¡Pero qué coño!— Gruño por la interrupción. Sí es una de las bromas del italiano, es de mal gusto.

Para mí asombro el atrevimiento es cometido por una mujer a la que nunca he visto en mi vida, así que corro a tomar uno de los almohadones y tapar mi desnudez. Mientras tanto la desconocida de gris vocifera palabras en italiano. ¿Y esta demente sin control de dónde salió?

— ¡Lárguese!— Exijo gritándole; pero no consigo que se marche, sólo hace recoger la ropa que por descuido dejamos tirada en el piso. ¿Será una especie de sirvienta? Algo atrevida si me pregunta a mí.

— Vístase, Nico la llevará al bar de donde proviene,— al fin habla en perfecto castellano, para ofender.

— ¡¿Cómo se le ocurre?! ¡No salí de ningún bar!— Reprocho levantándome con la única barrera de protección, el almohadón. 

Con cautela me acerco a mi maleta y tomándola por la asa corro al baño con ella, sin darle la espalda a la degenerada, para evitar un ataque sorpresa por la retaguardia. Me siento aliviada dentro de la privacidad que me proporciona el baño y mucho más al pasar el cerrojo de la puerta. Abro de inmediato mi equipaje del cual sustraer otra dormilona de seda, color fucsia, con su respectivo salto de cama a juego. Ya enfundado con mi ajuar, procedo al ritual de aseo y al estar lista salgo a buscar a Gianluca. Por suerte la desequilibrada mujer no se encuentra por ningún lado, entonces tranquila atravieso la habitación, pero antes de que pueda alcanzar la puerta mi móvil suena. Corro a buscarlo en el interior de mi bolso, y sonrío al descubrir que me llama Lina.

— ¡Hola, Lina!— Respondo alegre mirando su imagen en la pantalla. Cuanto disfruto esta app, que dispone mi genial celular.

— Ela, por fin te escucho y veo.— Dice en el mismo tono de felicidad que yo empleo.— No pude felicitarte ayer por tu cumpleaños.— Ahora muestra un puchero de disculpa.

— No te preocupes, la intención es lo que cuenta.— Digo mientras salgo de la habitación en busca de una cara conocida, salvo la lunática.

— Imagino que la pasaste de lujo con tu italiano.— Continúa indagando.  Amplio la sonrisa al recordar mi lindo y sorpresivo cumpleaños. Las pulseras en mi muñeca son un recordatorio constante.

— Si te cuento, fue maravilloso.— Digo batiendo las pulseras.

Quedo paralizada al pie de una magnífica escalinata de mosaicos multicolores. La belleza que se abre ante mí es sencillamente deslumbrante. En primer plano descubro que el corredor de donde provengo es una especie de ala izquierda. Ambos corredores, el derecho y el izquierdo, están unidos por una galería cubierta por impresionantes obras de artes, colgadas de la pared, a su vez la bordea el pasamanos de relieve. Alucinante.   

— ¿Ya llegaste a Italia?— Su pregunta me hace reaccionar.

— Sí, Lina, si pudieras ver Villa Biachelli. . . es de ensueño, parece un palacio.— Susurro mirando todo cuanto alcanzo a ver desde lo alto de mi posición. A medida que bajo la ancha escalera aprecio los salones que se abren a ambos lados, alumbrados por la luz matutina del sol, que atraviesa los ventanales. Están decorados con un exquisito gusto. Ya entiendo con exactitud lo que me quiso decir en su día Octavio, es un museo, pero con toques modernos. Un encanto antiguo y sofisticado impregnan esta mansión. Es como estar en otro planeta, es otro mundo, el mundo de alguien sumamente rico.

— ¡Ela, responde!— Escucho a Lina llamarme.

— Disculpa. ¿Qué decías?— Miro la pantalla aún sorprendida con el lujo a mi alrededor.

— Que sabes cuando un hombre es rico porque su casa tiene nombre. Te anotaste una buena con el millonete.— Me disgusta la manera tan despectiva que a vece utiliza Lina para referirse a Gianluca, y como siempre se lo hago saber.

— Ya te he dicho que no le digas así.— Tras reprenderla hace un gesto de indiferencia con la mano.— Mejor te muestro lo que estoy viendo.— Propongo para no ahondar en la discusión. De inmediato realizo un simple paneo con mi celular, así mi amiga tiene la oportunidad de ver con sus propios ojos la maravillosa residencia.

— ¡Más lento!— La escucho exigir y cuando creo que ya ha visto suficiente vuelvo a mirar la pantalla.— Ela, te estás comiendo un puto pene real.— Exclama con los ojos abiertos.

— No hables tan alto, te pueden escuchar.— Le recrimino mirando sobre mi móvil y agradezco el estar completamente sola.

— ¡Ja! Deja el fastidio, lo que deberías hacer es inclinarte con una reverencia cada vez que lo saludes,— continúa con su típicas sandeces. Como odio a Lina en algunas ocasiones.— Aunque a decir verdad, a tu manera ya lo haces, cuando te arrodillas para comérselo.-— Su escandalosa risa no para de resonar a través de la línea telefónica.— Ya sé cómo te voy a llamar. . . puticienta.— Prosigue con su burla.

-— ¡Jódete, Lina!— Replico molesta, a punto de cortar tan molesta conversación.

— No te enfades, Ela,— dice rápidamente, intuyendo mis intenciones de sacarle del aire,— ya sabes cómo soy, pero hablando en serio, ¿te vas a quedar ahí con él?— Pregunta sería, cambiando radicalmente su expresión.

— Claro que no. ¿De dónde sacas semejante disparate?— La observo perpleja.

— Es que esperaba que a estas alturas ya estarías de regreso, pero resulta que hora estás en Italia y nada menos que en su casa. Siento que un día de estos me vas a llamar para decirme que no piensas volver.— Entiendo por su tono de voz que se siente temerosa. Y no la puedo culpar, por afuera así parece, de hecho, una parte de mí, la que sueña despierta, le gustaría que fuera verdad, que un milagro ocurriera y escuchar de sus labios que me quiere y desea que permanezca junto a él; pero la otra, la parte la racional, me asegura que eso nunca va a pasar. Tampoco puedo olvidar que mi trabajo me espera, así como mi vida. Me siento en el penúltimo peldaño de las escalera, para hablar seriamente con mi amiga y bajar sus niveles de ansiedad.

— Lina, eso no va a suceder. Desde un principio Gianluca y yo acordamos que sólo estaríamos juntos durante las vacaciones y al terminar, cada quien seguiría su camino. Y ese convenio sigue vigente.

— Es que cada vez que hablamos te escuchas feliz y créeme, me siento contenta por ti. Debes aprovechar mientras la fruta dé zumo, no lo dudes ni por un momento, pero si se enamoran, lo más seguro que sucederá es que ese acuerdo se rompa.— Sostiene con rasgos de preocupación. Sonrío, aunque en el fondo la conversación me ha traído tristeza.

— Estás equivocadas, eso acuerdos están más firmes que nunca.— Reitero para que le quede claro, al igual que a mí. Suelto el aire y continúo.— En fin, Lina, un día de estos te llamo para decirte el momento exacto de mi regreso, pero no debe pasar de una semana en hoy.— Le adelanto, tratando que mi voz no revele el dolor que siento con la eminente partida.

— No lo creeré hasta verte en carne y hueso aquí en la tienda.— Insiste y consigue hacerme reír. Agradezco que ahuyente mi tristeza.

— Por cierto, ¿cómo van las cosa por allá?— Pregunto y afortunadamente nos enfrascamos en una conversación más ligera, que solo termina cuando mis tripas suenan.

Luego de despedirme de mi amiga, no sin antes haber jurado mi próximo regreso, surge otro problema, ¿a dónde voy? Desde que estoy sentada en las escalera ni un alma ha aparecido. Me levanto y recorro el espléndido lugar. Es más grande de lo que originalmente pensé. Hay obras de arte colgadas en la pared, otras en forma de esculturas decorando alguna esquina. Las exquisitas molduras que decorando el techo y paredes, además del pulido mármol del piso, hacen a esta residencia de ensueño. Solo alguien muy rico podría mantener semejante caserón en tan espléndidas condiciones, porque la mayoría del mobiliario, según mi parvo conocimiento, son antigüedades de gran valor, y los actuales, que refrescan la decoración, son imponentes. Es de reconocer que Gianluca ha trasladado sus impecables gusto en el vestir al diseño de su hogar.

Y de repente alguien se ríe. Reconozco esa risa lejana, es de mi adorado tormento, que continúa riendo y me conducen como migas de pan hasta llegar a la cocina, un amplio lugar donde lo consigo frente a la estufa, vestido con pantalón de pijama y una simple camiseta blanca. El que aún esté en ropa de dormir disminuye mi vergüenza por lo que ando usando, por culpa de querer escapar de la chiflada me puse lo primero a la mano.

— ¡Raffaella, buongiorno!— Saluda de manera escandalosa con la paleta que sostiene en la mano en alto.

Oh, está cocinando.

— ¡Buongiorno, Gianluca!— Devuelvo el saludo de igual manera, cumpliendo el refrán «A la tierra que fueres, has lo que vieres».

Donna si svegliò oggi particolarmente bella.

¿Ah? Ya me perdí.

Me preparo a preguntar qué ha dicho, cuando una risa femenina inunda la habitación. La dueña de tan franca carcajada se encuentro sentada en el extremo opuesto de una gran mesa de madera oscura. Oh, no sé cómo no la vi cuanto entré. Es una señora algo pasada de peso, con un pañuelo blanco cubriendo su cabellera, sus facciones son dulces, negros ojos que saltan alegres al mirarme, tapa su boca conteniendo la risa. ¿Será su madre?

— Ella es Nina, la encargada de alimentarme.— Presenta señalando con la paleta a la mujer, mientras sigue concentrado en lo que cocina en la sartén, (por cierto, huele delicioso) Extiendo el brazo sobre la mesa y estrecho la mano de Nina que dice:

Si tratta di un gusto signorina.

Come.— Contesto orgullosa de poder responder.

— Vaya, vaya, por lo visto ya entiendes el italiano.— Se mofa sin siquiera mirarme. Me aproximo a su lado para ver qué cocina.

— No te creas, no tanto, por lo menos lo que tú dijiste no lo entendí.— Repongo mirando los huevos que revuelve, de los cuales se desprende un olor que recuerda a mi estómago que tiene hambre.

— Que hoy estás muy bella. Ese color fuerte de tu camisón te favorece.— Responde vertiendo sobre el plato lo que ha cocinado.

— Gracias.— Con mi mano sobre su hombro me paro en puntillas y deposito un casto beso en su mejilla, bajo la atenta mirada de unos curiosos ojos.

— Ven, mi brujita, siéntate a comer.— Toma el plato y lo deja sobre un individual azul con el servicio dispuesto, luego arrastra la silla donde quiere que me siente. Atendiendo su pedido me siento frente al oloroso plato. Gianluca toma lugar a mi lado, pero únicamente con una taza de café.

— ¿Y tú no piensas comer?— Pregunto tomando los cubiertos, viendo que soy la única con comida servida. Frente a mi plato hay una cesta repleta de apetitosos panes y varios aderezos para untar. ¡Qué rico!

— Ya lo hice más temprano, solo preparaba tu desayuno para luego subírtelo, pero bueno, apareciste.— Explica ofreciéndome la cesta para que tome lo que guste.

— Es que tienes un problema en casa.— Le cuento escogiendo un rollo de canela, muy oloroso.

— ¿El cuál es. . .?— Me mira ceñudo.

— Una loca anda suelta, entró a la habitación y literalmente me sacó a patadas de ella,— tras lo dicho disfruto del primer bocado de huevos.  Cierro los ojos para disfrutar de mi delicioso desayuno.— Están divinos, Gianluca.— Digo embelesada con el sabor. NIna tapa su boca y vuelve a reír. Al parecer consigue gracioso todo cuanto digo.

— Son mi especialidad, huevos con albahaca.— Explica.— No entiendo de lo qué hablas, ¿a qué mujer te refieres?— Pregunta mirándome seriamente. Tomo la servilleta a mi costado y limpio la comisura de la boca y antes de beber de mi taza de café con leche le aclaro:

— Una mujer entró a tu dormitorio y me arrancó las cobijas de encima, me dijo que Nico me llevaría al bar de donde supuso tú me habías sacado,— No me guardo nada y Nina arranca a reír, otra vez, mientras yo sigo con la descripción,— es alta, de pelo oscuro, con un severo moño y vestida muy formal, al estilo señorita Rotenmeyer. ¿Te suena?— Ahora si bebo de mi taza. Gianluca sonríe.

— Por supuesto, es Constanza, el ama de llaves, lo qué no entiendo es su comportamiento, pero bueno, de seguro tendrá una explicación.— Repone con una mueca en la cara, tratando de justificar a su empleada, pero yo no me trago el cuento. Algo me dice que el comportamiento de la mujer no es normal.

— Imagino que tendrá que ser muy buena,— replico con doble sentido, captando el interés del hombre. Me conoce, sabe que hay algo detrás de mi juego de palabras.— Digo, la explicación por el comportamiento de tu ama de llaves.— Aclaro, desviando la vista a mis alimentos, segura que mi mensaje fue recibido.

— Descuida, hablaré con ella.— Añade fríamente y se levanta.— Tengo que ir a la oficina, tú puedes quedarte aquí, haz tour por los alrededores, solo no muevas muebles.— Dice a continuación. Yo dejo de comer.

— ¿ Y yo por qué movería muebles?— Le pregunto, consiguiendo extraño lo último que ha dicho.

— Tonterías mías, no me haga caso. Entonces nos vemos en la tarde.— Se intenta ir, pero antes cojo su mano.

— No quiero estar sola.— Imploro con rapidez.

— Raffaella, no estarás sola, hay varios empleados.— Contesta un poco incomodo, tal vez por la presencia de Nina, que no pierde detalles. Hago caso omiso y continúo.

— A parte de ustedes y la loca, no he visto un alma.— Esgrimo con mi cara contrariada.

— Ya te dije que no es una loca, y si no has visto a nadie es porque están en lo suyo, ya aparecerán.— Explica a punto de perder la paciencia.

— Mejor voy contigo.

— Será aburrido.— Advierte explayando los ojos. Ya está cediendo.

— Por favor.— Digo en modo suplicante. Consigo mi propósito, noto como baja sus hombros.

Va bene, pero debes vestirte rápido, no quiero demorar más de la cuenta.— Sonrío por mi pequeña victoria.

— Tranquilo, termino rápido de comer y me visto con lo primero que encuentre.— Asiente, pero se detiene en seco.

— ¡Cero pantaloncillo!— Me ordena intransigente, en respuesta saco mi lengua y sigo comiendo acompañada de una Nina sonriente.
......

Muy atenta miro por la ventanilla del todoterreno, observando el espectacular paisaje, el mismo que me sorprendiera una vez que puse un pie fuera de la villa y me sorprendiera la belleza que la rodea. Las vista son impresionantes, hay verdor que cubre colinas y flores de todo tipo. No quiero que se me escapa nada de lo que contemplo, es como una pintura al oleo, donde montañas, vegetación silvestre, acantilados y el océano de un azul perfecto, te regalan recuerdos perpetuos. Italia es sin duda alguna preciosa, o por lo menos esta parte del país que tengo el gusto de admirar. Con solo apreciar su geografía me doy por bien servida. Estar enclavada convenientemente entre cadenas montañas que llegan a menudo hasta el mar, la hace particularmente hermosa, lo mejor que ofrece el mundo.

— ¿Puedes ir más lento, Nico?— Pido extasiada, mirando con avidez por el vidrio. Me encanta ver como las olas rompen contra la orilla rocosa y una cortina de espuma se forma, embravecida y rebelde.

Va bene, ragazza.

— ¡Ay no, ya voy tarde! Te demoraste una eternidad en vestirte y mira que te advierte que te vistiera rápido, para colmo tengo que llegar aun más tarde porque la signora quiere ver el paisaje,— el insolente sentado a mi lado se queja con tintes de sarcasmo.

Miro al tirano, que no ha dejado de manipular su móvil mientras replicaba, lista para refutar su antipática actitud, sin importarme lo guapo que luce en camisa y pantalón.

— No seas amargado, Gianluca, ¿No extrañabas estos paisajes?— Pregunto señalando hacia fuera. Él deja a un lado el móvil para mirarme.

— Lee mis labios. . . ¡No!

— Vamos, non peleen, que la ragazza tiene razón.— Salta Nico en mi defensa.

— Tú conduce, gamberro.— Replica Gianluca

— ¡Amargado!— Ataco en auxilio de mi amigo.

— ¡Bruja!

— ¡Basta ya!— Termina Nico con la discusión. Yo encojo los hombros y sigo disfrutando el maravilloso espectáculo natural.

— No me has dicho a dónde vamos.— Pregunto alegre, ya que ni con todo el azufre que posee podrá hacerme enfadar. El maravilloso sol me ha inyectado la suficiente vitamina D para soportarlo.

— Vamos al pueblo que está relativamente cerca, Sastri; ahí se ubica una de mis oficinas.

E 'la mia gente, ragazza,— informa Nico mirándome con una sonrisa a través del retrovisor. Aplaudo sumamente contenta al saber que conocerá el lugar donde vive.

— ¿Tienes otras oficinas?— Pregunto para hacer conversación.

— En realidad sí, a la que vamos es donde manejo mis otros negocios. Como una vez te comenté mi familia produce aceite de oliva.

— Si, recuerdo, es un negocio familiar que inicio tu abuelo y tú lo has mantenido para honrar su memoria.— Termino orgullosa por lo aprendido.

— Veo que memorizaste la tarea.— Gianluca sonríe.

— Ya ves.

— Aunque mi principal negocio es Liguria Services y la sede se encuentran en Génova, tengo otros que manejo desde aquí.— Continúa explicando para mi agrado.

— ¿No deberías unificarlo, es decir, manejarlo todo desde un solo lugar, como tu centro de operaciones? Ya te puedo ver con tu capa y casco negro, desde la Luna de la Muerte aniquilando a todo aquel que no cumpla con tus despiadadas órdenes, mientras odias al universo entero. Me acerco a la realidad, ¿verdad?— Concluyo riéndome con su imagen de Lord Vader en la mente y Nico me acompaña.

— Tengo hemorragia interna de la risa que me provocó tu ocurrente comentario. Debí regalarte el libro de chistes.— Dice sin rastro de humor en sus atractivas facciones.

Per me si fue divertito.— Interviene Nico y subo mi pulgar de forma positiva.

— Porque eres retardado.— Ofende sin demora.— Pero hablando como adultos, si tengo estas oficinas, es porque ese lugar además de funcionar el área administrativas, también sirve de bodega para resguardar los barriles de aceite, embotellar, en fin, todo el proceso, lo que genera fuentes de trabajo para el pueblo.— Explica mientras guarda el móvil en el bolsillo de su pantalón.

— Mira que bien, y yo juzgando en silencio,— sigo con socarronería, pero detrás de mi cachondeo se esconde el hecho que me enorgullece su forma altruista de proceder. Es bueno saber que no todo es dinero para el italiano.

— Pues para que veas, además el edificio tiene un aire de antaño y conociendo tu inclinación por la cursilería de seguro te gustará.— Este si es el hombre que yo conozco, el que no pierde la oportunidad de decir una de las suyas.

— ¿Solo yo soy cursi?— Lo miro retadora.

— Si, tú, lo que me recuerda pedirte que por favor no aplauda por todo, pareces mono de circo.— Dice con desdén.

— Aquí el único que parece un mono eres tú. ¿O se te olvida que tu padre fue King Kong?— El chófer arranca a reír y yo también, sin embargo el italiano no le hace mucha gracia mi ocurrencia y como es habitual en estos casos cuando se enoja, me toma por los brazos para zarandearme, como niño perdiendo el control, con la salvedad que he aprendido a estar preparada, así que salto encima de él, y ser yo quien lo controle. Nico se ve obligado orillar el auto e intervenir.

— Vamos, suéltense, parecen bambinos chiquitos.— Nos regaña tratando de apartarnos. Una vez que cada uno está en su esquina, Gianluca sentencia.

— Raffaella de la Luz , voy a empapelar todo el maldito pueblo con tu horroroso nombre.— Gruñe con ojos fieros.

— ¿Así vostro nombre?— Nico suelta la carcajada, la cual ignoro, porque es mi turno de lanzar mi amenaza.

— Atrévete, y yo me encargaré de divulgar que le tienes fobia a los perros.

— No hablas italiano.— Me recuerda con una media sonrisa de prepotencia.

— No importa, Nico me ayudará.

Mamma mía, pueden per favore controlarse, se comportan como piccoli,— Intercede el otro hombre, emprendiendo la marcha del vehículo.

— Es cierto, questo viaje se ha hecho interminable.— Refuta acomodando su camisa blanca.

— Por tu mal humor.— Agrego sin poder quedarme callada.

No continúo con mis reproches, pues mi interés ha recaído en las hermosas vivienda de piedra y pintoresca que conforma el pueblo de Sastri, al que recién llegamos, con sus calles estrechas y flores por doquier. Es un encanto de la Italia antigua con toques de modernidad, precioso. Un par de calles más de recorrido el automóvil se estaciona frente a un hermoso edificio de tres plantas, vestido de persistentes enredaderas que trepan cubriéndolo en su totalidad. Lo único libre de la madreselva son las fila de ventanas en madera labradas. Y es cierto, la edificación guarda el encanto de otra época.

Salgo del todoterreno admirando la edificación, mientras Nico abre la maleta del vehículo y de ahí extraer la bolsa que contiene los misterioso zapatos. Había olvidado por completo el regalo. Eso quiere decir que hoy por fin conoceré a la patona. Sin perder más el tiempo Gianluca con paquete en mano entra directo al edificio, y más atrás le sigo pisándole los talones. En el interior se percibe un fuerte olor a madera, por paredes enchapadas en caoba oscura. El italiano estrecha manos a manera de saludando a todas aquellas personas que sonriente se detienen. Por supuesto, ha llegado el jefe. Por mi parte saludo a todos alzando la mano como reina en desfile; dando los buenos días en italiano, muy contenta. Subimos por una estrecha escalera hasta el segundo piso y llegamos a una antesala que resalta el mobiliario en cuero y madera. En medio del sobrio decorado espera un joven elegantemente vestido con traje. Mis ojos se explaya como plato cuando Gianluca le entrega el presente sumado a dos beso en la mejilla.

— ¡Benvenuto, Gianluca!— Saluda contento y comienza un alegre conversación.

Empleo el tiempo mientras ellos charlan para observar al sujeto y descubro que detrás de su formal vestimenta está usando ¡tacones de mujer color verde limón! Aunque discordantes con su atuendo, si son elegantes como los de la bolsa. ¡Entonces, esta es la patona! ¡Increíble! Ahora todo encaja en su lugar. Ya entiendo la talla de los botines, era para un hombre, si se puede llamar así, su ademán femenino mientras habla le resta masculinidad, tampoco ayuda el que sus cejas estén sospechosamente perfectas. Sus oscuros cabellos, si bien cortos, meticulosamente armados. Imagino que el propósito de su apariencia es llamar la atención. Claro, no puedo olvidar que estoy en Europa y su forma tan estrafalaria de vestir era una constante en las calles de París y Londres, pero que uno de ellos sea subalterno de Gianluca, no me lo esperaba.

— Raffaella, te presento a Arman mi asistente. Ella es una amiga que me acompañará unos días.— Le explica al sujeto con una sonrisa.

— Bienvenida.— Responde con educación.

— Si. . . igual.— Contesto sin quitarle la mirada de encima con una sonrisa de piedra.

— ¿Cómo que «igual»? Arman no va llegando.— Gianluca me corrige de manera agria.

— Ah. . . sí. . . más bien. . . quise decir. . . gracias.— Balbuceo y vuelvo con la sonrisa de plomo. Tengo que buscar la forma de que mis ojos no se desvíen tanto hacia sus zapatos.

— Como verás es tan tonta que apenas si sabe hablar.— Se dirige al chico y debe dar gracias que me siento cohibida, sino otro gallo cantaría.

— No es cierto, no le hagas caso, hablo fluido el español y le inglés.— Presumo tratando de comportarme normal y que no descubra que su extravagante atuendo me tiene escandalizada.

— Eso es rebatible, pero en fin, para evitar seguir viendo tu sonrisa falsa, te sugiero conocer el pueblo, Nico te acompañará.— Repone el tirano.

— Me parece bien, los dejo, adiós, señor. . . o prefiere señora, bueno, no sé. . . Usted dirá.— Miro horrorizada al italiano, buscando su ayuda. Por el modo en que me mira sé qué la estoy cagando.

— Dile "Arman", que es como se llama.— Sugiere con severidad, mientras envía a través de sus ojos un mensaje telepático para que me modere.

— Arman, hasta pronto. Me voy.— Me despido cuidando cada una de las palabras que he dicho y luego sonrío. Pero sigo parada en el mismo lugar, sin haberme movido ni un milímetro. Y aquí estoy yo. . . haciendo el ridículo.

— Eso esperamos.— Al escuchar el impaciente tono de Gianluca reacciono y termino de irme muy avergonzada.

Bajo corriendo por las misma escaleras, huyendo de tan bochornoso momento y sin mirar a nadie salgo del edificio. En la acera se encuentra Nico, hablando de modo coqueto con una chica. Pido permiso y sin esperar respuesta lo tomo del brazo para apartarlo de la joven. Necesito hablar con él ya, contarle el inverosímil periquete que he pasado. Ella nos mira con la boca abierta por un segundo y luego gira el rostro y con mala cara se marcha.

— Mierda, me comporte como una soberana idiota, es que no esperaba encontrarme alguien como él.— Le termino de contar con la mano en la frente, muy mortificada.

— Tranquila, Arman non le molesta ese tipo de reazione, está acostumbrado, en questo pueblo las persone sono molto conservadoras. Ya sabes come si dice: "pueblo piccolo, mente piccole"— Me explica para hacerme sentir mejor.

— ¿En serio?— Agradezco no ser la única que se comporta como una idiota.

— Si, de hecho, nadie sabe que él y Gianluca un día fueron amantes.

— ¡¡Qué!!— Respondo pasmada.

— Es mentira, solo quería ver la sua cara,— confiesa con una gran sonrisa y yo lo empujo entre enojada y divertida.— Venga, vamos a tomar un delicioso shakerato, aquí mismo en la esquina y luego te llevo donde vive la mi famiglia.— Me ofrece su brazo y yo me cuelgo de él.

— ¿Un qué?

— Ya lo verás

De lo más animados caminamos una cuadra más allá hasta llegar a una atestada cafetería, donde Nico compra un par de café negros fríos. Y resulta que el shakerato es una deliciosa crema dulce, espumosa y delicada. Milagrosamente conseguimos pescar una pequeña mesa desocupada, así que, apretujados, por muchos lugareños parlanchines, tomamos nuestra respectiva infusión, mientras iniciamos una conversación frugal. En ella me explica que en Italia se estila tomar muy concentrado el café, pero en verano, a causa del calor, el café frío es la mejor opción . Una vez terminado, lo espero afuera del local a que él pague.

El sol me recibe con su esplendoroso brillo y tibio consuelo. Prefiero mil veces estar bajo los cálidos rayos del astro rey, disfrutando su energía; que dentro de una cafetería suturada de italianos "muy olorosos". Aspiro llenando totalmente mis pulmones de aire fresco y alzo las manos al firmamento, entretanto lleno mi ser íntegramente de la energía positiva, que cada célula de mi cuerpo se renueva fortaleciéndose con los rayos del sol y el maravilloso aire que respiro. El día es perfecto para aplicar el tratamiento de purificación; una fresca brisa de verano acaricia todo mi cuerpo. El simple vestido que uso deja al descubierto mis brazos y parte de mis piernas, permitiendo su paso entre ellos. Es Dios que en su inmenso amor me dice que me quiere. Y sin determinar en mi alrededor me sumerjo en el momento de catarsis con mi cabeza hacia atrás, sintiendo mi cabellera caer cuan larga sobre la espalda; los ojos cerrados y las mano proyectadas hacia el cielo. De pronto pienso que me comporto como una loca de toga blanca implorando al Dios Sol que la escuche. Abro los ojos, bajo los brazos y detengo mi delirio. Por suerte parece que nadie se ha fijado en mí.

Oh, oh. Distingo un lujoso carro negro estacionado en la acera del frente y desde él, en el asiento posterior, una persona me observa. No alcanzo a descifrar si el espía es hombre o mujer. Eso sí, debe pensar que soy una demente, quizás está muerta de la risa ante el espectáculo que he montado. Encojo simplemente los hombros y le sonrío batiendo mis dedos a manera de saludo, total, ya peor no le puedo parecer.

Un enorme hombre en traje, con el cabello rubio se aproxima al misterioso vehículo y abre la portezuela del chófer donde toma lugar, enciende el motor y arranca. Con preocupación me percato que el automóvil se aproxima a donde me encuentro. Trago grueso sin saber qué hacer. La expectativa crece, pues el lujoso carro se detiene exactamente delante de mí y la persona que escondida se ocultaba en el parte posterior se muestra. Es un hombre de aproximadamente cuarenta años, de una cabellera negra y espesa, que cae en capas, muy lacia. Su tes es bronceada y de nariz aguileña, con cejas poblada enmarcando profundo ojos pardos y mirada intensa. Siento que dice mucho a través de ellos, pero no llegó descifrar qué. Lo que sí sé, es que del desconocido emana una sensualidad salvaje.

E 'un piacere per me vedere una donna così bella,— su profunda voz me gusta, lástima que no entiendo lo que dice.

— Eh. . . lo siento, no hablo italiano.— Respondo sin poder quitar los ojos de encima. Si Arman me impresionó por su estrafalario feminismo, este hombre en cambio me embelesa por su recio aspecto varonil. Está súper bueno.

— ¿Posso llevarle a algún parte?— Su acento es más marcado incluso que el del mismo Nico.

— No. . . gracias, estoy acompañada.— Apunto a la cafetería.

Buona fortuna di un uomo è sfortunato ad un altro,— continúa rápidamente en italiano y sigo sin entender. Cómo me gustaría saber qué ha dicho, así que me inclino hacia él para saciar la curiosidad.

— Disculpe, ¿qué dijo?— No responde, solo le indica a su chófer que continúe.  Miro el lujoso vehículo alejarse, hasta que éste se pierde de vista al cruzar la esquina. Qué extraño fue todo.

— Vamos, ragazza.— Es Nico sonríe a mi lado.

— Ah. . . sí, claro.— Digo recuperando la alegría y colgada nuevamente de su brazo emprendemos el camino para conocer a su familia.

Próximo Capítulo: Una Intrigante Mirada.

Por fin la bella Italia, en todo su esplendor. Ahora, este nuevo personaje, no hay que perderle de vista.

Muchas gracias por sus votos.

Saludos.

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