Destinados #D1 (Completa)

Par DeniseAyleen

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Destinados es la historia de dos mejores amigos de infancia, Brisa y Gastón, quienes en su adolescencia se al... Plus

Destinados #1
Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Epílogo
Siempre serás tú
Nuevo título
¡Próximamente en librerías!
¡A LA VENTA EL 20 DE ENERO DE 2022!
LIBRO EN FÍSICO: dónde conseguirlo

Capítulo treinta y dos

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Par DeniseAyleen

Brisa

La puerta principal se abre después de un largo tiempo de espera y el corazón se me dispara. No estoy preparada para una discusión, y por más que esto pueda ser solo un malentendido, presiento una pelea. Me levanto del sofá con el entrecejo fruncido y espero a que Liam se dé la vuelta para verme a la cara. Cuando lo hace, siento cómo se tensa. Sabe que ha pasado algo, no hace falta que le diga nada porque conoce mi cara cuando estoy molesta.

Ahora que lo tengo frente a mí, quiero tener un momento más a solas. Hace minutos atrás quería que llegara para sacarme las dudas que mi mente ha estado repitiendo constantemente, pero ahora... siento miedo de lo que pueda enterarme. De lo que pueda confirmar.

Deja las llaves sobre la mesita de centro y me muerdo la uña de mi pulgar, mientras analizo sus acciones. Se acerca a mí, a pesar de mi semblante e intenta darme un beso, pero le corro la cara y su entrecejo se frunce. Le hago una seña para que se siente.

—Tenemos que hablar —ordeno.

—¿De qué? —está nervioso.

¿Será que realmente ha estado viéndome la cara de estúpida, y se está imaginando en este momento que el rumor ya ha llegado a mis oídos?

Saco su teléfono de mi bolsillo para enseñárselo.

—Olvidaste tu teléfono —dejo el aparato en la mesita de centro y tomo asiento en el sofá de enfrente—. Te llevaste el mío sin darte cuenta.

Sus ojos me recorren detenidamente, también analizando mis acciones. Sus ojos verdes están raros y algo recelosos. Su cuerpo sigue tenso y su mandíbula está demasiado apretada.

—¿Y? —mira el celular y después a mí.

No sé qué pensar, la verdad. Me da miedo encararlo. Me da miedo enterarme de cosas que me pueden llegar a lastimar. Si hay algo que en un momento me hizo sentir tranquila fue ver el anillo de compromiso en mi dedo, pero después me di cuenta de que, el hecho de que alguien ponga una joya costosa en tu mano, no significa que no te engañará o que no te está engañando con otra.

Hace no más de media hora llamé a Stefanía para comentarle sobre mi inquietud, y dijo que, aunque todo parezca estar muy raro y tirándome hacia lugares oscuros, todo tiene una explicación. Liam sabrá dármela porque me quiere y porque no me apuñalaría por la espalda de esa manera. Me sentí más relajada, pero apenas cortamos la llamada, las dudas volvieron a torturarme. ¿Realmente Liam me haría una cosa así?

—Alguien llamó, ¿sabes?

—¿Alguien llamó?

Asiento, molesta.

Mis manos tiemblan y no me gusta, pero tampoco puedo lograr que paren porque estoy muy nerviosa. Nunca pensé que tendría que estar encarándolo por algo así, pero después de esa llamada... hay cosas que creo que no tienen explicación, cosas que creo que no cuadran y que me llevarán por el camino que no quiero pisar. El camino de la decepción.

—Tardé un momento en reconocer su voz, pero... después me di cuenta de que era Débora. Tu exnovia, por si no quedó claro.

Su rostro empieza a hacerme palidecer, la cabeza me da vueltas y tengo un nudo en el estómago y en la garganta. Odio esta charla. La odio, de verdad, pero es necesaria para aclarar dudas.

—Dijo que era tu novia y que le dijiste que nosotros terminamos hace meses.

Se pone de pie y lo sigo con la mirada para luego levantarme.

—¡No! —niega y me toma de la mano. Sus manos están temblando también. Es eso o son las mías— No. Te juro que no. ¡Ella no es mi novia y yo no le dije nada de nada!

—¿Puedes explicarme cómo es que tiene tu teléfono, Liam?

Entreabre la boca y mira hacia todos lados, como si estuviera pensando qué decirme, qué inventarse. Un pinchazo en el pecho me provoca que lo mire indignada. Conozco esa mirada en Liam, esa que oculta cosas, esa que miente.

—¡Explícame! —exijo, levantando la voz.

—No sé cómo lo consiguió, no tengo ni la menor idea. Lo juro.

—¿No sabes? No me convence lo que estás diciendo.

—¡Brisa, ella está loca!

Alzo las cejas.

—¿Ella está loca?, ¿de verdad? Porque parecía muy sorprendida por que la atendiera yo. Me parece que me estás viendo la cara de estúpida, Liam. ¿Qué diablos hacía llamándote? Quiero que me digas. Porque la cabeza está dándome vueltas... y tú con tanto viaje que haces últimamente... no sé qué creer. ¡Mierda!

Me toma de las manos, pero yo me zafo. Tengo ganas de llorar, y voy a hacerlo en cualquier momento. Sin embargo, lucho por seguir conteniéndome. Mi orgullo no quiere que él me vea con lágrimas rodando por mis mejillas.

—No sé por qué me ha llamado.

—¡Ay, por favor! ¡No te creo, Liam! No estás siendo convincente. ¡Tu voz está temblorosa y yo sé cuándo me mientes!

—Amor, no sé qué es lo que creas que está pasando, pero te asegu...

—¡No! —lo interrumpo—. ¡Mírame a la cara, Liam! Mírame y dime que tú... no has estado engañándome. Y no me mientas. ¡A mí no me mientas!

Sus ojos no se despegan de los míos y me concentro en la profundidad de ellos, intento buscar la verdad en el color verde de su mirada y por lo que veo... más ganas me dan de echarme a llorar. Su silencio me lo explica, pero sus ojos me lo confirman. La forma en que me observa es de culpabilidad. Cuando menos me doy cuenta, una lágrima empapa mi cara. Ya tengo la respuesta, pero necesito oírla. Me va a doler horriblemente, pero necesito saberlo. Y no es masoquismo.

—¡Ay, nena! —susurra y me limpia la mejilla. Lo dejo y cierro los ojos un segundo mientras hace contacto con mi cara. Suspira—. ¡No sé cómo decirte esto...! Porque me duele verte mal. ¡Me duele verte llorar!

Aprieto los dientes con fuerza y lo empujo, quitándolo de mi lado. ¿Le duele verme llorar?, ¿le duele verme mal?

—¡¿Me engañaste o no?!

Se agarra de la cabeza.

—¡Perdón...!, ¡perdóname, amor, perdóname!

Cierro los ojos con fuerza. Ahora los sollozos también se hacen presentes. Me tapo la cara para que no me vea, pero me siento más estúpida. Me siento realmente una idiota. ¿Cómo pude estar casi siete años con una persona y no darme cuenta de que me iba a dañar?, ¿eso se sabe... se presiente? No sé. Pero yo no intuí cosas graves en nuestra relación. Pensé que él era mío y yo era suya y nada más.

—¡Mierda, Liam!, ¡¿qué diablos te pasa?!, ¿cómo puedes...?

¿Cómo pudo haberme pedido matrimonio después de engañarme?

—¿Cuándo pasó esto?, ¡¿desde cuándo me ves la cara de estúpida?! —le pregunto.

Se frota el rostro con frustración.

—¡Jamás te he visto la cara de estúpida, Brisa! No pienses eso porque jamás...

—¡Ah!, ¿no?, ¿engañarme no es verme la cara de estúpida? —sollozo. Quiero golpearlo, darle una bofetada, lo que sea. Porque tengo una gran ira corriendo por mis venas. Mi cerebro está teniendo un gran problema para asimilar lo que está pasando. Me imagino parada en medio de un mal sueño, pero sé que no es así y tengo que enfrentarme a un problema al que nunca pensé que tendría que ponerle la cara.

Esta es la primera vez que me han engañado y se siente como la mierda. Siete años tirados a la basura. A pesar de las buenas cosas, son siete años tirados a la mierda. ¡Siete años que él tiró al retrete!

—¿Cuántas veces pasó? —pregunto. Sus ojos dejan escapar una lágrima, pero me importa tan poco. Me da tanto coraje que venga a llorar. ¿Acaso no pensó que esto podía llegar a pasar? Los trapos sucios escondidos bajo la cama siempre salen a la luz.

—Una sola vez. Te lo aseguro.

—¡¿Una vez?! —estoy incrédula.

—¡Solo una vez!, ¡lo juro!

—Tus palabras no valen nada. Y no me digas que fue una sola vez como si eso disminuyera el peso del problema, porque no lo hace, Liam. Estás hundido. Jamás pensé que serías capaz de una cosa como esta. Yo... ¡Pensé que me querías! —le grito.

—¡Y te quiero!—se me acerca, pero yo me alejo—. ¡Perdóname!, ¡te lo suplico!, ¡perdóname!

Niego repetidas veces. ¡Lo odio! En este momento, ¡lo odio con todo mi corazón!

Siempre le he tenido miedo a la traición. Desde un principio yo le aclaré que no quería que nuestra relación fuera un juego, quería ir en serio y ahora me traicionó de la manera a la que más le temía: el engaño.

—¿Te acostaste con ella?, ¿me engañaste de esa forma o...?

—Brisa —me detiene—. Te estás haciendo daño con estas preguntas. Y bien lo sabes.

—¡Cállate!, ¡¿qué te importa a ti si me hago o no daño con esto?!, ¡el traidor eres tú!

Las imágenes de Gastón y yo besándonos me llegan a la cabeza de golpe y por primera vez me alegro de que él me haya besado. No justifico ese contacto de boca con boca, o tal vez sí, porque lo que pasó yo no lo planeé, es más, hasta aclaré cómo eran las cosas, así que no cuenta como engaño. Pero ahora que esta noticia me ha llegado como un golpe en la cabeza y corazón, siento que, de alguna manera, eso ha sido como el karma de Liam. Besaron a su novia porque él se acostaba con otra.

—Amor, lo lamento...

—¿Lo lamentas? ¡Ya deja de decir eso, mierda! No sientes nada. ¡A ti nadie te obligó a estar con ella! Encima con tu ex, ¡joder! ¡¿No tenías a nadie mejor?!, ¡además, tienes el descaro de pedirme matrimonio!

—Brisa, te dará algo si no te tranquilizas. Tu respiración está demasiado agitada. Me preocupas. Será mejor que te calmes.

—¡No quiero calmarme! —le grito.

Me arrincona contra la pared y lucho por que se aleje, pero él me abraza con fuerza y no me permite moverme. Dejo de luchar y me echo a llorar contra su pecho. Ese pecho en el que muchas veces me quedé dormida, ese pecho en el que muchas veces me sentí en paz. Ahora me siento como si mi lugar, la persona a la que amo, me hubiera sido arrebatada por otra mujer. Yo le di todo durante mucho tiempo. Él solo lo tomó, lo dañó y no le importó.

Me acaricia el cabello con ternura. Después de unos segundos lo empujo con fuerza para alejarlo. No quiero que me trate con amor, eso me lastima aún más.

—¿No pensaste en mí cuando se lo hacías a ella?

Suspira y se tapa la cara. Vuelve a suspirar pesadamente, se descubre el rostro cuando le exijo que me mire.

—¿Pensaste en mí o no?

Sus ojos están fijos en los míos. Su boca está quieta. No me va a decir nada, pero sus ojos ya me lo dejan todo claro.

—¡No pensaste en mí! —aparto la mirada para que no vea cómo las lágrimas se desprenden de mis ojos sin detenimiento alguno.

Es tan duro pensar que te entregas a alguien en todos los sentidos de la palabra para que luego, cuando no ves, cometa todos los errores que no eres capaz de perdonar. Su falta de respuesta ante mi afirmación me quema. Necesito salir de casa ahora mismo.

—Liam —lo miro. Ya no le grito. Ni siquiera tengo fuerzas para eso.

Me quito el anillo del dedo y se lo lanzo. Quiero que se caiga al suelo y que el diamante se rompa, porque seguramente es un vidrio tan falso como su amor. Pero lo agarra y me siento más furiosa—. ¡Me voy a ir de aquí! Y para cuando vuelva, más te vale que tus cosas no estén ya en mi casa. ¡Vete bien lejos porque no quiero verte en mi maldita vida!, ¡¿me entendiste?! ¡Vete a la mierda!

Paso por su lado y me zafo cuando me toma de la muñeca.

—¡No!

—No quiero terminar contigo. ¡Yo te amo! —me mira con súplica.

¡Vete a la mierda! —repito. Tomo las llaves de mi auto, y me importa un pepino no tener licencia de conducir.

Salgo del departamento con el corazón por el suelo. Saco mi teléfono para llamar a Stefanía, pero no responde a ninguna de las dos llamadas. El ascensor parece tardar horas. Quiero salir corriendo del edificio y respirar aire puro. Quiero irme hacia otra parte y aferrarme a los brazos de alguien.

Stefanía no me responde por tercera vez. Pero no importa. Sé a qué otro lugar puedo ir. Correré a sus brazos porque sé que Gastón me hará sentir mejor. Él tiene esa calidez que lo caracteriza. Tiene la calidez que en este momento necesito.

Salgo del estacionamiento metida en mi auto y con las lágrimas rodando por mis mejillas. Odio esta tristeza. Odio que me duela tanto.

Conduzco hasta su casa con el corazón palpitándome a otro nivel, uno nada normal. Tengo un nudo en la garganta que me duele y al que también odio. Odio todo. Odio a todos. Pero me odio más a mí por no ver las cosas.

Casi no me doy cuenta de la velocidad en la que voy. Desde lejos veo que el semáforo indica que me tengo que detener. Presiono el freno, pero no parece querer funcionar.

Frunzo las cejas y lo hago con más fuerza, pero el maldito auto no se detiene. Quiero pensar en qué puedo hacer porque el pánico está apoderándose de mi cuerpo, pero cuando me paso el semáforo, el impacto llega demasiado rápido como para analizar las cosas. Mi vista se nubla por completo. Me quedo varada en la fría oscuridad.  

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