A Pesar De Las Espinas ©

By anafa14

12K 823 432

A pesar de las espinas, el deseo sucumbe ante la tentadora rosa, demasiado atrayente y seductora, hasta que s... More

Pura Maldad de las Flores.
Capítulo 1 Dorados versus Verdes
Capitulo 2 Intimo
Capitulo 3 Conociéndonos
Capitulo 4 Entre Gustos
Capítulo 5 Dame una Oportunidad
Capitulo 6 Novios
Capitulo 7 Sé Mía
Capitulo 8 ¿Qué Me Has Hecho?
Capitulo 9 Escollos
Capitulo 10 Príncipe de las Arenas
Capitulo 11 Al Desnudo
Capitulo 13 Armisticio
Capitulo 14 Confianza
Capítulo 15 Dominada
Capítulo 16 Traición Entre Sabanas
Capitulo 17 Desilusión.
Capitulo 18 Arenas Movedizas
Capítulo 19 Decisiones, Decisiones.
Capítulo 20 Pacto
Capitulo 21 La Alfombra Mágica
Capitulo 22 Londres en Pareja
Capítulo 23 Confía
Capítulo 24 Reacción en Cadena.
Capitulo 25 Secretos del Alma
Capítulo 26 Percepción
Capítulo 27 Pillados
Capitulo 28 La Pandilla
Capitulo 29 Decadencia.
Capítulo 30 Juego Perverso
Capítulo 31 Impacto
Capítulo 32 Villa Biachelli
Capítulo 33 Intrigante Mirada
Capítulo 34 Propósitos Cósmicos
Capítulo 35 Ne me quitte pas (No me dejes)
Entre Espinas
Capítulo 36 Un Paso A La Vez
Capítulo 37 Malo y Bueno.
Capítulo 38 No Queda Nada
Capítulo 39 Un Día Muy Largo
Capítulo 40 Desenmascarado
Capítulo 41 No Llores.
Capítulo 42 Expiación
Capítulo 43 Cuesta Creerlo.
Capítulo 44 Cerrando Ciclos
Capítulo 45 Defendiendo Posiciones
Capítulo 46 De Vuelta Al Hogar
Capítulo 47 Poco A Poco
Capítulo 48 Inseguridades
Capítulo 49 Al Puro Estilo Rock
Capítulo 50 Dramas Fiesteros
Capítulo 51 Cambio de Rumbo
Capítulo 52 Tres corazones
Capítulo 53 Tu Ser en mi Ser.
Capítulo 54 Giros
Capítulo 55 Evadiendo
Capítulo 56 Revelación
Capítulo 57 Temple de Acero
Capítulo 58 Laberinto
Capítulo 59 Catálisis
Capítulo 60 Última línea de defensa
Capítulo 61 Amor sin barreras
Capítulo 62 Apoyo Sin Fisuras
Capítulo 63 Identidad Desvelada
Capítulo 64 Un Hermoso Regalo.
Capítulo 65 Inmenso Amor
Capítulo 66 Lazos De Familia
Capítulo 67 El Tiempo Se Agota.
Capítulo 68 La Vida En Orden.
Capítulo 69 Amar Es Luchar.
Capítulo 70 Nuestro Hogar
Capitulo 71 Al Final Del Día
Pese a las Espinas
Capítulo 72 Un Día Más
Capitulo 73 Tú Lo Pediste.
Capitulo 74 Una Larga Jornada.
Capitulo 75 Inesperado
Capitulo 76 Aquí y Ahora
Capitulo 77 El Arte De La Disuasión.
Capítulo 78 Malas Intenciones
Capítulo 79 Telaraña
Capítulo 80 Némesis
Capítulo 81 ¿Confianza?
Capítulo 82 Ruinas
Capitulo 83 A Riesgo.
Capítulo 84 Preludio.
Capitulo 85 Sombras
Capitulo 86 Señales
Capítulo 87 Otro Más.
Capítulo 88 Careo.
Capitulo 89 En La Misma Medida.
Capítulo 90 En Pedazos El Corazón
Capítulo 91 Escombros Alrededor
Capitulo 92 Impacto
Capitulo 93 Daño Colateral.
Capitulo 94 Eclipse De Luna
Capitulo 95 Salto De Fe
Capitulo 96 Dentro De La Piel.
Capítulo 97 Complot
Capítulo 98 Cuentas Pendientes
Capítulo 99 Se Desvanecen Las Estrellas
Capítulo 100 Eterna Tristeza
Capítulo 101 Héroe A La sombra
Capítulo 102 La Cruda Verdad
Capítulo 103 Mar De Contradicciones
Capítulo 104 En Pie De Lucha
Capítulo 105 Fragmentos
Capítulo 106 Todo o Nada
Capítulo 107 Tan Sólo Un Poco Más
Capítulo 108 Fallo Del Destino
Capítulo 109 Largo Camino A Casa
Capítulo 110 Giros Del Destino
Capitulo 111 Lucha de Poderes
Capítulo 112 Cruzando Puentes
Capítulo 113 Vínculo Eterno.
Capítulo 114 Signos
Capítulo 115 Desbordados
Capítulo 116 Sin Miedo A Nada
Capítulo 117 Antes Que El Diablo Se Entere
Capítulo 118 Rumbos Encontrados
Sin Espinas
Epílogo

Capitulo 12 Cinismo.

151 5 2
By anafa14

En mi ruta de escape de casa de Octavio, alcanzo afortunadamente la puerta principal sin desagradables tropiezos. Pero mi suerte no me acompaña más allá, pues al salir me consigo para mi desgracia al más despreciable de los hombres. El caradura está de brazos cruzados, recostado en la pared al final de las escaleras, como esperando a alguien. ¿A mí? Imposible. Descarto de inmediato esa idea, otra cosa es la que me preocupa, si quiero llegar a mi carro tengo que pasar frente a él.

¡Mierda!

Reuniendo toda la dignidad camino con la frente en alto, disimulando el trago amargo por el que estoy pasando. No deseo que se dé cuenta de lo mal que me siento, por haberme expuesto ante él en traje de Eva azul. Pero el sujeto no piensa darse por aludido, pues me cierra el paso. Lo miro ceñuda. 

— Si ya nos conocemos a un nivel tan íntimo, ¿no crees que llegó la hora de saber nuestros nombres? Empezar cómo se debe, así evitar el que sigas lanzándote a mis brazos para llamar la mía atención.—  Uy, cuando por fin creo que toqué fondo, caigo en otra capa geológica de humillación y nuevamente por culpa de este cínico hombre. . . Calma, Ela, recuerda que es amigo de Octavio y socio, del que depende muchas cosas, no me conviene ser grosera. . .— Tu silencio emana desprecio.— Agrega con una sonrisa un tanto desdeñosa, además. ¡Al carajo, me canso de plantarle la cara!

— Que observador eres, lástima que la perspicacia no te alcanza para darte cuenta que no me lancé a tus brazos. Lo que pasó allá dentro no tiene que ver contigo, fue pensando en mi novio.— Aunque le hablo con cierta rudeza; sin embargo, bajo control absoluto de mis emociones. De hecho me felicito por conseguir el aplomo para enfrentarlo. 

— Se escuchan opiniones,— difiere de lo más petulante. Es evidente que su intención es molestar. No sé por qué tengo esa impresión, pero lamentablemente así es, y como ya no aguanto su descaro, aprovecho en no guardarme lo que pienso.

— Pues lo creas o no, lo sucedido fue una confusión, pensé que era Octavio quien estaba en el estudio. Y mira, en realidad me interesa un comino si me crees o no, como tampoco me interesa quién seas, así que te exijo que te apartes de mi camino. Es más, ¿por qué no duplicas tu dosis y te largas?— A medida que hablo su sonrisa descarada se va agrandando, hasta terminar en una mueca amplia.

— ¡Menuda sorpresa, tienes garras!— Exclama divertido. No contesto, me limito a sostenerle la mirada. Suelta una pequeña risa que revelan unos encantadores hoyuelos en las mejillas. Como si necesitara un atributo más el condenado para ser atractivo,— Gianluca Biachelli,— de pronto extiende su mano con formalidad, presentándose.

Miro su mano mientras considero mis alternativas. Si ignoro el saludo creerá que ha logrado su propósito de molestarme, mejor seria darle una muestra de madurez y ser cortés, así demostrarle que me es indiferente y que estoy por encima de su objetivo de fastidiar mi paciencia. Decidida estrecho su mano.

—Sin miedo, que no muerdo.— Le escucho decir con provocación.

— Ela,— respondo escueto sin gesto en mi rostro, sin darle más larga al asunto. Su mano es grande y suave. Claro, debe ser un esclavista, un parásito que se beneficia de los pobres trabajadores, que con látigo en mano explota para su único beneficio. Entorna la mira y siento que no trae nada bueno.

— ¿Ese es tuo nombre o un apodo?— Indaga. Es intuitivo, lo debo reconocer.

— Diminutivo, más bien.— Respondo recuperando mi mano.

—¿Entonces tuo nombres es. . .?— Deja suspendida la pregunta, esperando que yo la conteste. Corro los ojos. Ya sé lo que sucederá cuando este patán se entere cuál es mi nombre, se va a dar el gusto de burlarse, pero como guerra avisada no mata a soldado respondo con temple.

— Rafaela.

— Puedo suponer entonces que no te agrada.— Agrega con sagacidad, confirmando que es un enemigo a temer.

— Así es,— sigo con la estrategia de no hablar más de lo necesario, para no darle armas.

— No entiendo por qué, si es hermoso. Raffaella.— Mi nombre sale con suavidad de sus labios, como si fuera música, en una entonación que solo él podría pronunciar, y he de reconocer que se escucha muy lindo. Lamentablemente me recomiendo no bajar la guardia. Nadie me asegura que lo dice genuinamente. ¿Quién sabe? Puede ser una más de sus jugarretas.

— Eres la primera persona que así lo piensa.— Respondo alerta, esperando su jugada.

— Bueno, ya ves, la vida siempre te puede sorprender.— Sostiene con sus profundos ojos italianos fijos en los míos, de un modo que me intimidada y me obliga a bajar la vista. Es un contrincante para temer y no tomarse a la ligera.

— No te entretengo más, sé que tienes una reunión con Octavio.— Corto por lo sano e inició la marcha. Ha sido muy amable conmigo y no quiero tentar a la suerte y recibir una de las suyas.

— Él puede esperar,— vuelve  obstaculizar mi paso. ¿Eh? Creo que no podré evadirlo tan fácilmente como deseaba. Regreso a mirarlo.— Como ahora nos hemos hecho tan amigos, quiero cerciorarme que llegues sana y salva a la tua casa.— Continúa, esta vez mostrando su lado caballeroso. ¡Ja! A otro perro con ese hueso. 

— ¡No te preocupes, traje mi auto y cómo llegue a mi casa es cien por ciento mi problema!— Espeto de mal humor, como quería que sonara. Lo empujo para seguir mi camino y terminar de salir de tan molesta situación que comienza a superarme.

— Entonces, te acompaño a tuo coche,— inste el fastidioso sin conocer el desprecio.

Ya en la acera, consigo estacionado un lujosísimo BMW, y en éste apoyado, un joven de tez blanca y cabellos castaños, cuyo vestir es una simple camisa blanca y pantalón negro. Me observa con una gran sonrisa, y no sé por qué, pero instantáneamente me cae bien. A lo mejor es como dice la gente, me hace sangre.  

Signora buonanotte, bellazzaMuak,— saluda con avidez, gesticulando. Presiona los dedos en sus labios, simulando un beso. Estoy parada como una idiota mirando al sujeto.

— Nico, Raffaella,— escucho a Gianluca decir sobre mi hombro, creo que nos está presentando.

¡Bella Raffaella!— El joven pronuncia con insinuación mi nombre. No sé qué tienen estos italianos, que además de gustarle decir mi nombre completo, lo pronuncian bonito. Asiento con la cabeza y continúo mi camino sin seguir con el estéril análisis. El problema es que ya no es uno, ahora son dos italianos los que me siguen como paticos detrás de su mamá.

— No hay necesidad  de acompañarme, mi vehículo está aquí mismo,— añado con algo de brusquedad, para ver si el par de necio desiste; como siempre, Gianluca hace lo que menos espero, pues comienza a reírse. Impetuosas y ruidosas carcajadas suelta.— ¡Te volviste loco! ¿De qué te ríes?—- Me detengo para preguntar con los brazos en jarra.

— ¿Dónde está la llave para que le des cuerda? ¿O es a control remoto?— Dice señalando mi pequeño Ford K, y comprendo a que se refiere.

¡Uy! ¿Cómo se atreve?

— ¡No todos podemos darnos el lujo de costear carros lujosos y encima con chófer, Parásito burgués!— Recrimino enfurecida, ya sin importarme el haberlo ofendido.

Sono completamente de acuerdo, menos en lo de burgués y parásito,— aclara con solemnidad y el dedo índice en alto, dejando la burla atrás,— a lo que me refiero es que al menos deberías poder entrar en él, pues dudo sinceramente que tu trasero esté cómodo allí,— apunta al vehículo y continúa riendo, el otro sujeto lo acompaña, obviamente entiende español.

Dejo escapar el aire sin dar crédito a semejante impertinencia. Gianluca Biachelli es la persona más antipática que he tenido la mala suerte de conocer. Así que ya harta, sin importarme quién coño sea, ni las consecuencias de mis acciones, le propino una contundente patada en la pantorrilla. ¡Toma, digiere esto!

—¡Cazzo!— Grita en italiano agarrando su pierna del dolor. Mi triunfo se materializa, de hecho contemplo orgullosa los resultados. ¿Ahora vamos a ver quién ríe de último?

Hablando de burlarse, ahora el tal Nico se ríe de su jefe, que no deja de brincar sosteniendo su pierna. Plenamente satisfecha por mi pequeño triunfo, entro a mi automóvil a toda prisa para esfumarme de esta bizarra situación, esperando no volver a ver nunca a tan insoportable personaje.

.......

Entra cojeando a casa de su amigo, malhumorado porque la mujer se le ha escapado. No puede explicar a ciencia cierta por qué le ha cautivado. Quizás ser tetona, hermosa y sexy, podría ser la razón. Solo sé le ocurren puras guarradas con la fiera, lo excita mucho. Deja de sonreír al conseguir a Octavio con escoba en mano y una palilla, recogiendo los vidrios de la hielera que se ha destrozado al caer. Se ve tan ridículo. Coglione.

— ¿De dónde vienes y por qué cojeas?— Le pregunta deteniendo su faena, mirándolo con sagaz sospecha.

— ¿Tú sei mia madre, amante, para tener que darte explicaciones?— Responde sintiendo un repentino desagrado por su amigo. Octavio corre los ojos, sin extrañar la respuesta, de hecho luego de soltar la pregunta se arrepintió. Son muchos años de conocer al sujeto y sabe que no le gusta dar explicaciones.

— Olvídalo. Quiero volverte a aclarar que Ela. . .— Rápidamente lo detiene con su mano en alto.

— Sí, sí, ya sé, no es una ramera, fue una confusión y el ofrecimiento era para ti,— un dejo de envidia cruza fugaz. 

— Exactamente.— Sonríe, ya sin rastro de enojo contra su novia.— Es que ella quiso ser atrevida. Tú sabes, juguetear. . .

— Disculpa,— lo vuelve a interrumpir. No precisa escuchar las cualidades de la chica.— ¿Es tu monólogo? Porque io no compré entrada.— Espeta con desdén, mientras el otro hombre desiste cansado. 

— Ela va a terminar teniendo razón.— Octavio murmura por lo bajo, sin embargo, logra escucharlo.

— ¿En qué cosa?— Lo observa curioso. ¿La mujer hablará de él?

— Básicamente que eres un patán de lo peor y por alguna razón que empiezo a comprender, le caes mal.— Se da el gusto de charle en cara.

Vaya, ¿es lo que piensa de él?

— ¿Un patán? ¿Eso piensa de  mí?— Le toma por sorpresa el que le preocupe la opinión que ella guarde de él. Por su parte la consigue tan divertida. Es muy tiesa, y piensa que logra ocultar sus sentimientos enmascarándolos tras una fachada de seriedad, la cual se derrumba cada vez que explota; lo que ocurre con mucha facilidad. ¿Cómo se verá teniendo un corrida proporcionada por su lengua?

— Si, ya te dije.— Contesta el rubio.

Penso que debo concertar una reunión con ella, para aclarar questo male entiendo.— Dice para si mismo, pensando que si es solos mucho mejor.

— ¡Nada de esos! ¡Ela es una chica estupenda y especial y no voy a permitir que alguien la moleste, y menos tú! ¡Mira que me conozco tus juegos!— Para su sorpresa el mamarracho de Octavio lo enfrenta y obviamente no dejará que se le acerque.

— Debes estar de coña, Octavio. ¿En verdad te interesa? ¿Más qué Támara?— Hace la pregunta capciosa, sabiendo por donde cojeado el rubio.

— ¿A qué viene esa pregunta? Entre Támara y yo ya no hay nada.— Responde a la defensiva.

— ¿Seguro?— Lo pone a prueba. Octavio no contesta, se limita a mirarlo fijamente.

— ¿Eres mi madre, mi amante. . .?

— Sí, sí. Ya entendí, stronzzo. No é necesario usar le mía palabras, cuando puedes mandarme a la mierda...— suelta un estornudo que no le permite terminar de decir y el que apenas consigue atrapar con sus manos,— Perché diavolo, ¿siempre tienes que oler a puta de prostíbulo?— Le pregunta con pronunciación nasal. No soporta el perfume que usa el hombre. Nunca ha entendido por qué se echa tanto.

— Mejor dejamos esta reunión para mañana a primera hora, antes que te marches.— Sugiere ya harto del italiano.

— Vale, estoy cansado.

— Por cierto, ¿siempre si te vas mañana? Digo, para darte el dossier que me pediste.— Lo ataja rápidamente antes que le salga con uno de sus desplantes. Gianluca se queda pensativo por unos segundos y luego responde:

— No, voy a quedarme algunos días más, han surgido algunos negocios interesantes que necesito atendere.

— ¿A qué negocios te refieres?— La pregunta surge de modo espontáneo, es la preocupación que ha interferido a la prudencia de pensar antes de hablar. No lo quiere merodeando a su alrededor.

— ¿Tú sei mia madre, amante, para tener que darte explicacione?— Como siempre le sale al paso. Definitivamente Octavio no aprende.

— ¡Vaffanculo, Gianluca!— Le grita enojado, recordando una de las groserías clásicas en italiano, y se va con la palilla y la escoba.

Su amigo se ríe mientras lo ve alejarse. Coglione (Capullo)
...

Bato mi boli con insistencia una y otra vez sobre los diseños que no he podido concretar y que esperan por inspiración en mi mesa de trabajo, lo cual no sucederá, por lo menos no en este momento. Me encuentro completamente absorta en mis funestos pensamientos. Mi mente no deja de recordar los lamentables eventos vividos el día anterior. No pegué un ojo en toda la noche repasando los hechos, la humillación y el bochorno que sufrí a manos de ese maldito hombre, que de lo más cínico se divertía a mi costa. Oh. . .  como olvidar a Octavio, su cara de decepción. Seguro pasé a formar parte de su lista de exnovias.

— ¡Y todo por ese idiota de Gianluca!— Pronuncio su nombre en voz alta, sintiendo un gran desprecio. ¡Uy, cuánto lo odio! Debería tener un poder para desintegrarlo con la mirada. Veo la escena en mi cabeza. Yo con las mano en la cintura, proyectando un haz de luz roja que sale de mis ojos capaz de volverlo ceniza y poner fin a tan inútil existencia, mientras me río al ver cómo mi adversario queda hecho un montículo de polvo.

— Ela, ese bolígrafo no tiene la culpa de nada.— Es Lina quien me habla, con el hombro apoyado en el marco de la puerta y los brazos cruzados.

— Ojalá, así seria fácil cargarle mis errores.— Digo con amargura.

— Te he visto toda la mañana y has estado de pésimo humor. No es la actitud que esperas encontrar en alguien que tuvo una cita con su galán. ¿Qué ocurrió, Octavio no te proporcionó un buen polvo?— Obvio su soez pregunta, estoy más concentrada en mis calamidades.

— Ni siquiera tuve un polvo el cual calificar.— Admito reclinada en el sillón.

— Ya veo,— dice y pasa a la oficina, sentándose frente a mi escritorio,— ¿Qué sucedió?— Interroga curiosa.

— ¡Ay, Lina, si supieras!— Apoyo mi frente en el escritorio, escondiendo mi cabeza entre los brazos, como me gustaría esconderme en un profundo hoyo de por vida.

— ¿No le gustó la sorpresa a Octavio?— Tras preguntar, salgo de mi agujero provisional y la miro con tristeza.

— ¿La sorpresa?— Me río para no llorar.— La sorpresa me la lleve yo. Lo que hice además del ridículo,  fue un desastre de proporciones épicas. Hice todo lo que ensayamos, dije exactamente lo que aconsejaste, sólo que hubo un pequeño problema,— le muestro el tamaño juntando mi dedo pulgar e índice,— mi actuación no la disfrutó Octavio, la disfrutó un amigo de él.— Termino de contar y espero su reacción.

— ¡¿Qué?!— Chilla contrariada. La miro sin dejar de afirmar.

— Así como escuchas. Lo que ocurrió es que confundí las indicaciones de Octavio, ¿recuerdas? La reunión pautada era a la hora que yo pensé era nuestra cita,— a medida que revelo los hechos, mi amiga va abriendo más los ojos por la impresión,— así que creyendo que estaba solo, entré a su estudio tan teatral como lo preparado y descubriendo lo que Dios me dio bajo un fondo azul, se lo mostré a este amigo.

— ¡Por Dios, mujer!— Ahora es su turno de cubrir su rostro con ambas manos.

— Entenderás la que se armó.— Le cuento bajo una inusual tranquilidad, resignada a mi suerte. No importa cuanto llore, chille o patalee, nada cambiará el hecho que Gianluca Biachelli, socio y amigo de Octavio, me vio desnuda.

— Lo imagino.— Deja escapar detrás de sus manos, con el rostro encendido, igual que me ocurrió como secuela del humillante espectáculo del que fui protagonista.

— Creo que perdí a Octavio, estaba tan enojado, indignado.— Continúo estoica, pensando en la mala corazonada que guarda el silencio de mi novio, ¿o será ex? En todo caso, en situaciones normales ya me habría llamado para desear los buenos días y dedicarme un detalle romántico. ¿Qué situación normal, Ela? Ayer te mostraste como la mejor stripper a su amigo.

— Lo siento, Ela. . .— Extraordinariamente mi amiga queda sin palabras. Es la lástima que la enmudece.

— Eso no es lo peor.— Asiente atenta.— Este amigo, que aparte de ser un dios griego enviado a esta tierra como castigo por ser demasiado sexy, me confundió con una ramera,— ahora tapa su boca para ahogar un grito,— y eso no fue todo, después no dejaba de burlarse de mí. Me esperó afuera de casa de Octavio para gozar a mis expensas.— Termino de soltar mis calamidades en total calma, apoyada en el respaldo de mi sillón.

— ¡¿Qué le pasa a ese hombre?! ¡¿Octavio sabe?! ¡Porque en ese caso debería ponerlo en su lugar!— Interviene enojada, de mi parte.

— No sé, ni me importa, igual yo le propine una buena patada.— Por primera vez en el día sonrío, recordando como chillaba y brincaba el desgraciado italiano.

— Ela, ya entiendo por qué estás cómo estás, no es para menos.— Dice asombrada, con la mano en la boca.

— Son tantos emociones, tristeza, vergüenza, rabia, una  abanico sin fin,— suspiro bajando la mirada, al bolígrafo que sostengo entre mis dedos.

— ¿Puedo hacer algo por ti?— Pregunta como recurso para hacerme sentir bien. 

—Construir una máquina del tiempo para cambiar las cosas.— Le digo lo único que me ayudaría.

— Ojalá fuera posible, pero sé lo que te puede ayudar y sí está en mis manos conseguirlo. Ya vengo.— Se levanta y sale de la oficina con un propósito. Yo suelto un nuevo suspiro, fue lo que a Lina le tomó regresar con un pastelillo de crema y albaricoque, uno de mis favoritos. El hambre se activa. Desde ayer no he rodado comida, es que no he podido.— Lo compré en cuanto vi tu cara,— me entrega el apetitoso manjar y sonrío. Lina cuando quiere es un sol.

— En algo ayuda,— digo sinceramente antes de comenzar a comer mi rico consuelo.

A pesar del mal momento que atravieso, sentir el delicioso dulce me reconforta.
......

Y lo que iba ser un triste día a punto de finalizar, se revitaliza inesperadamente con un perfume que se esparce en el aire. Es un conocido aroma masculino que acelera mi pulso. Me levanto de mi silla contando los segundos con una creciente expectativa. Tres, dos, uno. . . y Octavio se materializa bajo el umbral de la puerta, como siempre guapo en traje, en este caso azul marino con corbata vinotinto y camisa blanca.

— Busco una exhibicionista. ¿Sabe dónde puedo encontrar una?— Me pregunta con una ligera sonrisa que devuelve mi alma al cuerpo y borra lo mal que me he sentido a lo largo del día por su silencio. Me permito albergar esperanzas de que no todo está perdido para nosotros.

— Octavio, ¿ya no estás enojado?— Pregunto en voz baja, compungida.

— No, nena. Ven acá.— abre sus brazos y corro a refugiarme en ellos.

Oh, me ha perdonado.

— ¡Lo siento tanto, fui muy tonta!— Admito angustiada, colgada de su cuello. Recuerdo su expresión descompuesta por la rabia, la decepción y vuelvo a sentirme tan mal como ayer.

— Calma, Ela. Mírame,— pide con suavidad, y así hago. Levanto el rostro y lo mejor sucede, Octavio me besa y eso solo puede significar que en verdad todo está olvidado. Al final del beso solo hay comprensión brillando en su apacible mirada. ¿Tanta suerte será verdad?— Fue un mal entendido, aunque bastante incomodo, no lo voy a negar, pero más allá de ese hecho, no hay un real culpable, solo las circunstancias.— Expone conciliador. Es un sol.

— Igual me siento muy mal.— Reitero, sin créeme la fortuna que tengo. Otro en su lugar, me hubiese mandado a volar.

— Imagino, porque me sucede lo mismo. Es que. . .— Se interrumpe de pronto. Oh, las aguas no están tan calmadas como suponía.

— Di todo lo que sientes, Octavio, no te guardes nada. No quiero que en el futuro nos pase factura el no ser sinceros.— Me atrevo a aconsejar, aunque me cueste el pellejo.

— ¡Me revienta que sea él quien te haya visto desnuda!— Su tono es acusador.

—¿Sería diferente con otro hombre?— Pregunto, pues me confunde.

— Él y cualquier hombre. Lo que sucede es que a pesar de ser amigos, Gianluca y yo hemos rivalizado en el pasado en materia de mujeres.

— En este caso es diferente, apenas lo conozco.— Con premura le recuerdo.

— Es cierto, no me hagas mucho caso, son tonterías mías.— Intuyo la tristezas entre líneas.

— No fue ninguna tontería lo que sucedió ayer, en realidad fue muy serio.— Este comentario podría no beneficiar mi causa, pero lo que realmente deseo es ayudarle a superar el incidente y es enfrentando la realidad, por cruel que ésta sea, que lo conseguiremos.

— Vuelves a tener razón, y pese a que suene fastidioso, no sabes lo que me molesta que Gianluca te haya visto desnuda, ese privilegio debería ser exclusivamente mio. Siento que de alguna manera, aunque suene de locos lo que digo, también eres de él. 

— Octavio. . .— Las palabras se ahogan en mi garganta.— Sinceramente no sé qué decirte, ni qué hacer para borrar lo sucedido. Ojalá pudiera.

— Supongo que es algo con lo que tendré que vivir y superar.— Continúa él.

— ¿Y podrás?— Interrogo con el alma en vilo, como si esperara una sentencia.

— Imagino que sí, de cualquier modo, la otra opción para mí no es viable.

— Dejarme.— respondo por él, que afirma,— ¡No quiero que el incidente se convierta en un bache en nuestra relación!— Solicito abrumada, aferrada a la solapa de su chaqueta.

— Yo tampoco, nena.— Confirma acariciando mi rostro.

— Octavio, nunca le he dicho esto en mi vida a hombre alguno, pero dime qué quieres que haga y lo haré, si con eso consigo que te sientas mejor.

— Solo se me ocurre pedirte que no hables ni te acerques a él; sin embargo, sé que te cae mal, así que. . .

— ¡Acepto! Tú sabes que no lo soporto. En realidad para mí es un placer no estar cerca del parásito.— Concedo de inmediato lo que para mí no es problema.

— ¿Parásito?— Octavio se escandaliza de como me refiero a su amigo, del que estoy agotada de hablar y pensar.

— No hablemos más de él.— Le propongo afligida. El sol sale porque Octavio sonríe.

— Tienes razón, hablemos de cosas más interesantes,— asiento contenta por librarme de tan molesto tema,— ya que estás en modo complaciente, ¿irás dónde mi amiga a comprar tu vestido?— Pregunta tirándose de astuto.

— No abuses de tu suerte, que sólo te otorgué un deseo y ya hiciste uso de él,— le recuerdo.

— No gano una contigo, Ela.— Se queja. No respondo, pues tocan la puerta. Es Lina con una sonrisa, más atrás se esconde Elena.

— Ela, ya nos vamos.— me informa danzando su mirada traviesa de Octavio a mí.

— Está bien, Lina, que descanses.—  Le digo con una advertencia implícita en los ojos. No me extrañaría que suelte una perla de las suyas.

— Tú también. Adiós Octavio.— Ahora mira al hombre.

— Adiós, preciosa.— Él se despide batiendo sus dedos.

— Ya saben, a portarse bien,— no agrega más y desaparece. Es el turno de la chiquilla en acercarse.

— Hasta mañana, Ela. . . Adiós, señor.— Elena se despide de mi novio temerosa, como si estuviera frente a una figura intimidante.

— Nada de señor, Elena, dime por mi nombre de pila.— Octavio le solicita afablemente.

— Ah. . . de acuerdo, se. . ., perdón, Octavio,— apresura a corregir y con rapidez se marcha. Octavio la ve irse con la boca abierta y así pasa a mirarme.

— Caray, qué chica tan tímida, pensé que había superado en algo esa inseguridad,— sonrío recordando el momento al que se refiere, que me lleva a aclarar una duda que tengo.— ¿Estamos solos?— Su pregunta activan mis alertas. Comienza quitándose la chaqueta y luego deshace el nudo de la corbata. ¿No pretenderá que volvamos a hacer la misma locura de antes?

— ¡Octavio!— Le advierto y por su expresión sabe a lo que me refiero.

— Qué mente tan cochambrosa la tuya. Mi única intención es ayudarte. Hoy voy a ser tu vendedor.— Anuncia sus planes con una radiante sonrisa, mientras cuelga sus cosas en el pechero que está junto a la puerta.

—¿En serio?— No doy crédito a su ofrecimiento.

— Si, necesito despejarme y que mejor forma que haciendo algo diametralmente opuesto a mi trabajo, además estimulado con tan hermosa compañera, así que manos a la obra. ¡A trabajar!— Ordena agitando la mano como señal que lo siga. De camino se arremanga las mangas de su camisa hasta los codos. Me gusta el dinamismo que demuestra.

— ¿Alguna vez has sido vendedor?— Le pregunto mientras salimos al área de exhibición.

— Vendí limonada cuando era niño, ¿con eso basta?— Cuenta alzando una ceja.

— Para nada.— Contesto entre risas, mientras lo imagino muy afanoso con su jarra de limonada. Seguro  fue un crío precioso. Con este pensamiento recuerdo la pregunta que tengo en mente.— Octavio, ¿qué te hizo entrar en la tienda ese día en que te conocí?— Se detiene en seco y me mira con ojos desorbitados.

— ¿A qué viene esa pregunta?—  Pregunta lentamente y podría jurar que parece nervioso. Qué extraño. ¿Será que cree que voy a exigir el nombre de la susodicha a quien le compró el obsequio? Y aunque no voy a negar que me he hecho esa pregunta, estoy casi segura que la destinataria fue Krisbell. Pero en ese entonces, Octavio y yo no teníamos relación alguna, así que él podía regalar lo que quisiera a quien quisiera.

— Simple, esta no es una zona que tú sueles frecuentar y mucho menos para ir de compras.— Contesto con normalidad, sin ver por qué tanto recelo.

— Ah, entiendo,— ríe relajándose,— es que en ese momento ya tenía la idea de hacer un artículo sobre el Casco Central y quería tomar unas fotografías para ir dándole forma al concepto.

Frunzo el ceño.

— Pensé que era competencia de tus periodistas proponer los artículos y el trabajo de campo.

— Te recuerdo que también soy periodistas y de vez en cuando, a que te cueste creerlo, se me ocurren historias y puedo perfectamente desarrollarlas.— Responde perdiendo su buen humor. Contengo el aire.

Oh, no. No quiero que piense que lo menosprecio como profesional, cuando es todo lo opuesto, yo lo admiro.

— Octavio, lo siento, disculpa si soné impertinente.— Me apresuro a justificarme.— He leído tus editoriales y los consigo magistrales, los guardo ahí mismo en mi oficina, en espera del momento adecuado para comentarlo contigo. Ven y te muestro,— lo tomo de la mano para que me siga, pero él no se mueve de su lugar.

— Ela, no, quién debería pedir disculpas soy yo. Es que tengo mucho estrés en estos momentos y mi humor parece un resorte, pero no es justo que lo pague contigo.— Admite avergonzado y aplica un jalón para acercarme a él.

— Tú me disculpas y yo te disculpo,— propongo sonriente, rodeando su cuello con mis brazos. La verdad es que no deseo seguir discutiendo y menos cuando la noche ofrece tantas posibilidades. Octavio cierra los párpados por unos segundos y al abrirlos sus ojos expresan tristeza. Como me gustaría tener una barita mágica para desaparecer todos los problemas que ensombrece su verde mirada. 

— Únicamente quiero aclarar algo antes de cerrar el tema, al pasar frente a esta tienda, me gustó como lucia la vitrina y me provocó entrar y no sabes cuánto me alegra haber seguido mis instintos, porque ellos me llevaron a ti.

Oh, qué lindo.

— También me alegra.— Regocijada en tan bella declaración nos besamos. Una vez terminado el beso suelto otra pregunta. Lo siento, necesito saber.— Entonces dime, ¿Para quién era ese obsequio que compraste?— Octavio me mira con recriminación,— no te enojes,— pido como una niña. Surte efecto, pues sonríe.

— Para nadie, fue la única excusa que se me ocurrió para entrar y conocer a la linda vendedora que disimulando me echaba el ojo tras el mostrador.— Chillo de sorpresa al verme descubierta. Escondo mi rostro avergonzado en su pecho,— de hecho la bolsa tal cual me la entregaron sigue en mi casa, te la mostraré la próxima vez que me visites.— En cuanto lo escucho levanto la vista.

— ¿Por qué no me lo habías dicho?— Pregunto reprendiéndolo con una palmada en el pecho, aunque en el fondo me siento de lo más aliviada.

— No quería que me juzgara por tonto.— Admite con una mueca.

— En lo absoluto, más bien te encuentro adorable.— Digo con suavidad, deleitada con mi maravilloso novio.

Se escucha la campanilla de la puerta, que anuncia la entrada de una cliente. Octavio abre los ojos emocionado. Es el momento de demostrar su habilidades como vendedor.

— Mira y aprende,— dice presuntuoso, y antes de irse a prestar su servicio me guiña el ojo. Sin duda no tiene miedo escénico y hay que darle puntos por su iniciativa, ahora lo de las habilidades para tratar con una potencial compradora, eso ya lo comprobaremos. Me mantengo al margen, pero cerca, por si necesita que lo socorra y por supuesto no perder una venta.

— Para su color de piel, éste le favorece, su marido quedará encantado.— dice muy seguro tomando un sujetador de seda que muestra a la mujer que recién entró. Pisa los cuarenta años y tuerce el gesto no muy convencida con la opción que le presenta el entusiasta vendedor. Por experiencia sé que ese tipo de clientes es difícil de complacer, así que es una empresa ambiciosa para un novato.

— No necesito nada con relleno y tampoco tengo marido— contesta la mujer, rechazando la opción que le presenta Octavio. Yo reprimo una risa, viendo como su rostro se enciende en un rojo vivaz.

— Ah, disculpe, entonces algún hombre será el afortunado,— expresa con insinuación. Miro a la mujer y por su expresión deduzco que no le agradó mucho el sinuoso comentario.

— ¿Me está coqueteando? Porque déjeme decirle que no me parece correcto.— Replica con prontitud, es evidente que el usual magnetismo del hombre no causa el efecto esperando en este tempano de hielo. 

— Disculpe. . .— Octavio actúa como si estuviera en un gran aprieto. Llego la hora de intervenir y salvar a mi hombre.

— Octavio, mejor tú te encargas de la caja, que yo atiendo a la señorita.—  pido con amabilidad, posando mi mano sobre su hombro.

— Claro, si me disculpan,— se retira avergonzado. Jamás lo había vista tan colorado.

— Coincido,— replica la agria mujer.

— Perdone usted, es que nuevo, tiene entusiasmo, pero le falta experiencia.— Explico cuando el fallido vendedor está tras el mostrador.

— Es muy viejo para ser dependiente,—- presiono los labios para no reírme, esperando que Octavio no haya escuchado. Mejor es no decir nada y continuar con la atención a la cliente.

Escucho lo que necesita y le muestro las opciones, solo dando sugerencia cuando noto su duda, hasta que se decide por algunos sujetadores y un par de pantys, una vez que llegamos a la caja, mi amado se encarga de registra la compra, a la vez me informa que le pidió a su chófer que fuera a comprar nuestra cena. La clienta al escuchar lo que tan inocentemente dice el hombre, frunce la cara extrañada. No se supone que un simple vendedor tenga chófer.

Siempre a su lado le indico el simple procedimiento, él atento aprende y unos minutos después, orgulloso le hace entrega de la bolsa a la mujer y con un «buenas noches, espero que todo sea de su agrado y que regrese pronto», se despide mostrando una sonrisa de anuncio publicitario. Al final la cliente asiente con al cabeza y se marcha.

— Ya sabemos por qué es solterona.— Agrega con desdén una vez que estamos solos.

— No seas malo, y mejor es que te quedes en el área de la caja, creo que encontramos cual es tu fortaleza.

— ¿Insinúas que soy mal vendedor?— Pregunta alzando una ceja.

— Bueno, con el adiestramiento adecuado por supuesto mejoraría, pero por ahora no es conveniente que atiendas las ventas.—  Contesto lo políticamente correcto.

Sin esperar invitación me toma entre sus brazos, buscando mis labios. Nos besamos muy apasionadamente, hasta que escucho otra vez la campanilla. El trabajo llama. Pasamos lo que resta de la velada de esta forma, yo cerrando las ventas y él chequeando en la caja. Debo reconocer que hacemos un gran equipo, su ayuda es invaluable, además de un gancho publicitario, las mujeres baten sus pestañas más de la cuenta, fascinadas con mi atractivo subalterno. No es usual conseguir a un hombre que derroche clase como Octavio y menos de cajero.

La cena llega (comida china) y decidimos que basta de trabajar volteando el cartel de abierto a cerrado. Entre rollos de primavera, tallarines con vegetales y pollo satay, continuamos con la tertulia a puertas cerradas, Octavio comenta asombrado la cantidad de clientela que viene a la tienda y me sorprende con la noticia que dormirá en mi casa nuevamente. Brinco y lo beso mientras festejo alegre su resolución. De alguna mágica manera lo sucedido el día anterior está siendo superado más rápido de lo que imaginaba y mi alegría no tiene fin. No deseo que nada perturbe nuestra relación. 

Escoltados por su personal de seguridad llegamos a mi casa. Y como siempre sucede entre los dos, el deseo se hace patente entre besos y caricias, hasta terminar tumbados en la cama; por fin puedo hacer todo aquello que tenia programado, incluso hacer uso de las pastillas extra mentoladas y es verdad, Octavio cayó rendido ante mí.

— Como te dije, nena, falta una semana para la fiesta de la revista, estoy más liado que de costumbre con la organización de la gala, además de los negocios, es que debo estar pendiente que todo esté listo para ese día.— Nos estamos despidiendo en la puerta de mi apartamento, yo envuelta en una simple bata de baño, mientras él sostiene su chaqueta sobre su hombro. Otra vez huele a mí, pero en esta ocasión tuvimos tiempo de una ducha juntos. Hay que aprovechar cada instante, sé que no lo veré por un rato.

— Tú tranquilo, también tengo muchos pendientes.— Aseguro con naturalidad, pero en el fondo detesto que se marche.

— Te aviso para almorzar uno de estos días, ¿Te parece?— Me acerca tomándome por la cintura y aprovecho para seguir disfrutando de su cercanía.

— Por supuesto.— Susurro mirando su rostro, que se acerca más y más, hasta que juntamos los labios en una despedida que no tiene nada de triste, más bien, se vuelve sugestiva, llena de deseo y anhelo. Pero el cruel tiempo juega en nuestra contra.

— Tengo que ir a ganarme el pan.— Resopla apartándose.

— Espero que no sea como vendedor.— Repongo con un dejo de malicia.

— Eres malvada,— bate su dedo frente a mi cara y sonriendo se marcha. No me muevo de mi lugar, contemplándolo alejarse escaleras abajo. 

— ¡Que hombre!— Exclamo ya dentro de mi casa, dando vuelta de lo feliz que me encuentro.
......

Se cumple lo que predijo, ha sido imposible vernos; sin embrago, como es costumbre también estoy con trabajo hasta la coronilla, así que este lapso, aunque molesto, me da la oportunidad de concentrarme en mi vida, la que he tenido descuidada por estar dedicada a mi noviazgo con Octavio. Llamo con más regularidad a mi tía y entusiasmada comparto la noticia que tengo novio. Haciendo alarde de su sabiduría tía Nubia me aconseja prudencia, que no corra persiguiendo la vida, que ésta me alcanzará de todas maneras, por lo tanto lo sensato es esperar que todo caigan en su lugar. No entiendo la mayoría de cosas que me dice, yo solo quiero vivir a plenitud mi relación con Octavio, con grandes bocanadas hasta quedar satisfecha, por su supuesto nada de esto le digo, pues se extendería en una retahíla de reproches con el único propósito de manipularme. Mejor despedirme aparentando ser una chica obediente y ahorrarme el discurso.

También intensifico mis idas al gimnasio; últimamente he estado fallando en esta actividad, lo que no me conviene y menos a puerta del gran evento que se supone es la fiesta de la revista. Debo lucir perfecta, Octavio ya me ha hecho ver de múltiples maneras lo importante que es para él, así que me someto a una dieta estricta. Lograr bajar unos kilos seria estupendo, sobre todo por el vestido seleccionando para la magna ocasión.

Una vez que me informaron de la responsabilidad que tengo a cuesta, fui corriendo donde Patricia, una amiga diseñadora que posee un pequeño atelier de moda. Encantada me mostró una de sus últimas creaciones, un etéreo vestido de gala, color negro; elaborado en satín con encaje de gasa, sublimemente hermoso y a la altura del compromiso. Confío en que deslumbraré con él y Octavio quedará completamente satisfecho. Y como accesorio prefecto para complementar el atuendo, una única flor, una gardenia blanca que contrasta con mi cabello negro, que le dará a este look un toque romántico y misterioso. Estoy loca por ver la reacción de Octavio cuando me vea, segura que le fascinará.

Al quinto día de ausencia recibo la ansiada invitación para ir a almorzar, así que entusiasta me arreglo más de lo habitual para el encuentro que será en el restaurante de siempre. Con la imagen de la deliciosa torta de chocolate conduzco hacia la revista. No debería olvidar la dichosa dieta. . ., aunque por otro lado he sido muy estricta, así que un pequeño cachito al régimen dietético no supone mayor pecado; total, la vida es una sola y sino la disfrutamos con lo que nos apasiona, ¿cuándo será?

Saludo a la chica de recepción, que a esta alturas ya me conoce y al personal de seguridad, que detienen el ascensor para que ingrese a él. Mientras subo directo al restaurante reviso mi atuendo en el espejo del elevador; el vestido de gamuza verde militar seleccionado se ajusta a mi cintura, gracias a un cinturón ancho metalizado a juego con los zapatos de tacón, una nueva tendencia de la temporada. Puntual y satisfecha con mi imagen, salgo del elevador para disfrutar de la cita con mi amado. Él me espera en nuestra mesa, con el panorama de la ciudad de fondo y con una enorme sonrisa se levanta para recibirme.

— ¡Estás hermosa!— Exclama y luego estampa un beso en mi mejilla.

— Gracias.— Recibo el halago con una sonrisa. Me indica cual es mi silla y como todo un caballero me ayuda a sentarme. Él vuelve a tomar su lugar a mi lado.

— Tus pechos lucen más grande con ese vestido.— Señala Octavio con desparpajo. Por reflejo los tapo. Creo que exagere con el poder Moreno.

— ¿En serio? A veces se me olvida disimularlo.— Suelto abochornada.

— Qué va, es uno de tus mayores atractivos. Es más, creo que hoy habrá función censurada en mi despacho.— Comenta socarrón.

— Espero que no sea el único atractivo por lo que estás conmigo. Seria triste que sólo me quieras por mi pechuga.— Le replico fingiendo estar ofendida.

— No, Ela, son más las razones, te lo aseguro,— toma mi mano y entre las suyas la besa cariñoso. Lo miro con amor.— Primero comamos, estoy muerto de hambre.— Dice al soltarme y abre el menú

— Y yo, me he matado toda la semana con una bendita dieta.— Le cuento inspeccionando la carta.

— Pero si estás estupenda, mujer, para que más flaca.— Deja lo que está haciendo para mirarme con el ceño fruncido.

— La fiesta.— Le recuerdo batiendo los hombros con coquetería.

Sonríe y pasamos a comentar lo que nos apetece pedir. A pesar del hambre me abstengo de comer carbohidratos, más bien me inclino por una fresca ensalada con pollo, con la intención de darme el gusto de comer pastel sin sentir remordimiento; Octavio alaba mi estrategia y así nos sumergimos como siempre en nosotros mismo, solo interrumpidos de vez en cuando por la llegada de la comida, el llenar de copas y alguno que otro comensal que como es costumbre saluda a mi novio.

Ya el suculento postre está ante mí, es un pedazo enorme, seguro más grande de lo que generalmente sirve. Algo me dice que el estar saliendo con el propietario del restaurante influyó en el tamaño de la porción. Y surge la pregunta: ¿Estaré a la altura del desafió? ¿A quién engaño? Claro que sí. Mi boca segrega saliva, mis ojos brillan ante tan apetitosa imagen y mi luenga recorre mis labios anticipando el dulzor de esta delicia. Octavio mira atento con una sonrisa todo el rito que hago para llevar el tenedor a mi boca. Bajo su escrutinio doy el primer bocado. Cierro los ojos y suspiro. Como lo supuse, está divino.

— Buenasss.

Hemos tenido interrupciones y no me han molestado en lo absoluto, es más, las entiendo perfectamente; Octavio es un hombre conocido y cómo olvidar que estamos en su restaurante, así que es previsible que esto suceda; ahora bien, el molesto acento italiano que perturba nuestra maravilloso almuerzo, ese si que no lo esperaba y me irrita por demás.

— Gianluca,— como siempre Octavio haciendo muestra de sus pulcros modales se levanta extendiendo su mano en señal de cortesía, que es recibida por el sujeto parado a mi lado, al que no me he dignado a mirar; albergo la esperanza de pasar desapercibida, así no tener que saludarlo. No se obra el milagro, porque es mi turno.

— Raffaella,— pronuncia mi nombre completo, con su odioso acento.

No tengo otro remedio que alzar la vista y mirar al hombre que más odio en la vida. Me sorprende verlo acompañado, junto a él se encuentra una hermosa mujer, delgada y elegante con un vestido color rosa palo, sujeto con una cinta del mismo materia y color en su estrecha cintura de avispa. Gianluca por su parte no se queda atrás, vestido monocromático, pantalón y chaqueta negra, al igual que la camisa con los dos primeros botones sueltos. Definitivamente este hombre deben recibir asesoramiento en imagen, luce perfecto, mas su sonrisa descarada mientras espera mi mano me da mala espina. Sin alternativa contesto el saludo.

— Ela,— mascullo recordándole como prefiero que me llamen.

Acentúa su sonrisa y se inclina acercando mi mano a su boca, depositando un beso en ella. Al sentir el contacto de sus labios contra mi piel, mi cuerpo se estremece; la razón, ha presionando más de lo debido mi mano, mientras nuestros ojos se encuentran, íntimamente cerca. No puedo explicar qué sucede, pero sus profundos ojos me seducen. Como medida de precaución los esquivo. El enganche visual solo duró un segundo, pero fue suficientemente inquietante. Ruego que haya sido diferente para él, o preferible seria, que no lo haya sentido. Detestaría que esto se convierta en una nueva arma en mi contra.

Al fin recupero mi mano que junto con la otra la resguardo en mi regazo. Me siento cohibida con el sujetos junto a mí, percibiendo su sutil fragancia masculina.

— No los interrumpo más, los dejo continuar, veo que Raffaella tiene molto por delante. Menudo pedazo di pastel, mujer.— Critica sin ocultar su tono burlón y continúa su camino con la espigada mujer de la mano.

Retuerzo la servilleta de tela debajo de la mesa, furiosa con este hombre que no deja de provocarme. No ha perdido tiempo de mofarse del tamaño de mi postre.

— No le prestes mayor atención, más bien corrimos con suerte, pues no insistió en acompañarnos.— Expresa con dulzura Octavio, tratando de levantar mi ánimo, en un acto de consideración de su parte.

— Se ha burlando de mi pedazo de torta, sé que es grande, porque es para compartirlo contigo.— Me justifico de modo quejumbroso.

—¿Estás segura?— Me quiere, pero eso no significa que se engañe a si mismo.

— Por este puñado de cruces.— Aunque estoy molesta porque dude de mi, junto los dedos y le muestro mi juramento. Octavio ríe, presiento que no me toma en serio.

— ¿Con quién estará? ¿Y te diste cuenta que no la presentó?— Ahora parece curioso, mirando discretamente hacia la pareja que se ha sentado a un par de mesas más allá. Encojo los hombros y luego añado.

— Seguro con la primera mujer que se tropezó en la calle, para ese parásito, lo primordial debe ser que la víctima tenga apariencia de modelo de pasarela.— Replico con desdén. 

— Ela, en verdad te cae mal, pero no te culpo, incluso a mí ya me está comenzando a caer mal, pero la verdad sea dicha, Gianluca es un hombre muy selectivo, jamás andaría con cualquiera.

— ¿Ése? No lo creo.— Me expreso despectivamente.

— Es cierto, siempre ha sido cuidadoso con las mujeres con las cuales se relaciona. Novias, en el estricto significado de la palabra, nunca le he conocido, pero las que consiguen su atención, son por lo general de su entorno social y condición económica, y lo entiendo, es un hombre muy rico y las caza fortunas abundan.— Explica con seriedad, algo que me tiene completamente sin cuidado. Mientras menos sepa del sujeto mejor.

— El que mucho escoge, termina escogiendo lo malo. Así reza el dicho.— Afirmo con indiferencia.

Un camarero se acerca hasta nuestra mesa para hablar con Octavio, así que vuelco otra vez mi atención al pastel, nadie impedirá que disfrute de este manjar, menos un insoportable italiano. ¿Por qué tenia que aparecer? No se supone que debería estar dentro de un ataúd en espera que el sol de oculte?

— ¡Estupenda noticia!— Octavio exclama feliz. Lo miro intrigada con la repentina demostración de alegría y comparte conmigo las buenas nuevas,— El chef conjuntamente con el restaurante, recibieron un reconocimiento,— sonríe de oreja a oreja.

— ¡Mis felicitaciones! Seguro esta torta tiene mucho que ver.— Digo feliz por él, mientras señalo el trozo de pastel con el tridente.

— Voy un momento a la cocina a presentar mi congratulaciones al chef.— Asiento, pues no puedo hablar por tener la boca llena.— Ya vuelvo, nena,— antes de irse me da un ligero pico en la boca y se va acompañado del joven mesero.

Me concentro nuevamente en mi platillo, meneando mi cabeza de un lado a otro, feliz. Lo dulce tiene la virtud de espantar cualquier pensamiento desagradable o mal rato, repone el buen humor y te hace pensar en cosa lindas. . . 

— ¿Sabes dónde irá a parar eso que con tanto gusto mangiare?—Me sobresalto con la inesperada aparición del italiano que se sienta a mi lado, acabando con la magia del momento. Lo miro sin guardarme el odio que siento.— Solo me preocupo por tuo coche, es piccolo— asevera con una mano en el pecho, simulando una real estima por mí. Como si yo fuera una idiota para creerle, así que soltando el cubierto lo encaro.

— En vez de mi trasero, puede ir a parar a tu cara, no lo tengo decidido,— le advierto.

— Sé me olvidada que eres un poco agresiva.— Expresa con total desenfado, apoyando el rostro en su puño, mientras su codo reposa en la mesa. El movimiento descubre su muñeca y deja a la vista un reloj de acero que conociendo al oligarca éste, de seguro debe valer una fortuna, pero lo que realmente llama mi atención, es un simple brazalete tejido de color negro, los mismos que suelen llevar los rockeros o surfistas, que le presta un toque de rebeldía en contraste con la formalidad en su atuendo. Al desviar los ojos, encuentro que me mira con la mayor cara dura que se pueda tener. Es inaudito el comportamiento de este hombre.

— Entonces, ¿qué haces aquí? ¿Por qué no te vas con tu anoréxica de turno?— Le hablo con con dureza, para que le quede claro que no me simpatiza en lo absoluto.

— ¿Celosa?— Pregunta impávido. 

— Ja, ja, ja. No me hagas reír.— Corro los ojos para no mirarle. Cuanto lo detesto. Mejor lo ignoro. Que sea el látigo de mi indiferencia quien responda por mí. No voy a seguir cayendo en sus juegos...

— ¿Por qué no me miras? ¿Te intimido o te gusto? —Ahora pregunta con una petulancia que me hace rechinar los dientes. Dios, este hombre no las piensa antes de abrir la boca. Continúa antes de que pueda responder.— Aunque no lo creas, vine a presentarte le mie scuse por las impertinencias que dije el día que te presentaste desnuda ante mí.— Ahora tapo mi boca atajando mi reclamo, y no hacer el ridículo en un lugar publico, porque afortunadamente para él, estamos en el sitio menos adecuado, además sé de sobra que esa postura solemne es fingida, sólo busca provocarme al recordar tan espantoso momento. No voy a caer en su trampa. El molesto italiano reacciona como si no entendiera lo que pasa.— ¿Cosa dije? ¿Acaso no fue eso lo que sucedió? Sólo me ajusto a los hechos. Te conozco, corrijo, más bien conozco todo tuo cuerpo.— Esto ultimo lo dice arrastrando con provocadora seducción. Respiro y exhalo. "Contrólate, Ela, no caigas en su trampa". Sigo repitiendo una y otra vez hasta que controlo mi temperamento, y cuando vuelo a ser yo misma descubro mi boca, consciente en mi capacidad de manejar sus maniobras sucias y mal intencionadas.

— Tú no vienes a pedir disculpa, únicamente a molestar.— Revelo sus intenciones. Lo único que logro es que se siente derecho en la silla, arreglando su chaqueta y con una solemnidad sospechosa. Éste trama algo.

— Entiendo que mía forma de hablar al parecer no es de tuo agrado, debes tener en cuenta que sono de culture distinta.— Se justifica en una débil argumento que me da la oportunidad de atacarlo.

— Si, tú eres de la cultura subhumana.

— Es tuo odio el que habla.  ¿Por qué te caigo mal?— Elude mi insulto fingiendo estar dolido en su amor propio.

— ¿Preguntas? Definitivamente no puedo con tu descaro.— Lo miro incrédula, mientras elaboro en un segundo una extensa lista de razones, empezando por impertinente, antipático. . .

— Sé que me llamas parásito, burgués, Giancomo Casanova y no sé cuántas ofensas profieres sobre mí; con respecto a éste último, te informo, para aminorar la vuestra ignorancia, que era un gran admirador de la mujer. Las amaba por encima é todo, y a cada una de sus amantes las quiso de verdad y respetó, dándoles el merecido lugar que les correspondía. Es un honor ser comparado con tan notable personaje de la historia, pero supongo que al desconocer los hechos tu disociación te hace juzgar erróneamente. Una más de las injusticias que de este mundo.— Tiene la cachaza de hablarme con talante altivez, como si su orgullo fuese mancillado, encima dándose el gusto de llamarme ignorante como forma de represalia. Me siento humillada y todo por culpa del chismoso de Octavio. Mira que le pedí que no le dijera nada de mí a este mequetrefe.

— Tú cita te espera.— Le recuerdo entre dientes, pasando por alto su reclamo y sus ofensas. Mi mayor anhelo es no verle jamás.

Mira hacia donde está la mujer. Ella nos observa con atención sin dejar de beber de su copa. Ojalá que se acuerde de ella y a mí me deje en paz. Luego entorna la vista hacia mí.

Va bene, pero antes de irme deseo probar tu postrer.— Señala mi platillo.

¿Eh? ¿Qué pretende?

— ¡Qué absurdo! ¡Claro que no!— Replico categóricamente.

— Dame.— Insiste con una sonrisa. Y ahí están eso hoyuelos en su mejillas, son un arma secreta que lo hace ver irresistible.

— ¡No!— Reafirmo sin dejarme embaucar con sus encantos.

— Venga pues, mujer, una probadita.— Nos enganchamos en una tonta discusión y decido ponerle punto y fin. Alguien debe ser el adulto.

— ¿No escuchas? Te comportas como un crío.— Le reprocho. Me fijo que la pareja junto a nuestra mesa nos observa con curiosidad.

— ¡Dame!— Persiste y para salir de tan bochornoso momento tomo el tenedor, pincho una porción y la llevo a su boca. Gianluca mastica con los ojos cerrados, degustando, y al abrir esos pozos oscuros el triunfo brilla en ellos.— Divino, ya veo por qué te gusta tanto. Ahora una probadita de tua bocca, sicuramente debe saber mucho mejor,— pide con insinuación. Con ojos explayados lo miro sin creer lo que he escuchado.

— ¿Estás loco?— Es lo único que atino a decir. Gianluca se ríe, sin importarle nada en absoluto.

— Únicamente jugaba, quería ver tu reazione.— dice y para mi alivio se levanta.— Arrivederci  R a f  f a e l l a.— Acentúa con provocación cada una de las letras que compone mi nombre sin dejar de enfocar mis ojos.

Y así como llega se marcha hacia su mesa, dejándome malhumorada y retorciendo de nuevo la servilleta de lino. Aún cuando me da la espalda, sé por intuición que se va riendo feliz por haberse salido con al suya, y me enojo conmigo misma por darle el poder de perturbarme.

Próximo Capítulo:  Armisticio.

Al parecer no se soportan. ¿Siempre será así o cambiarán las cosas entre ellos? Sólo lo sabrán si siguen leyendo.

Y si les está gustando, no olviden votar. Gracias.

Besos y saludos.

Continue Reading

You'll Also Like

779K 34.1K 47
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
1M 164K 151
4 volúmenes + 1 extra (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso justo...
719K 36.7K 35
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...