La Legión de los Olvidados [S...

By ClaudetteBezarius

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[EN LIBRERÍAS DE AMÉRICA LATINA Y DE ESPAÑA GRACIAS A NOVA CASA EDITORIAL] La lívida mano de una siniestra cr... More

Sinopsis
El Inicio, Parte I
Nahiara
Los Valaistu
Emil
Déneve
El Inicio, Parte II
Memorias evanescentes
Comienzan las revelaciones
Sherezade
Gemelos
Arrepentimiento
Esbozo del futuro
El Protector Keijukainen
Galatea
Rosas blancas
Obsequiando sufrimiento
Los Doce Páramos de la Destrucción
Tétricos sueños
El Páramo de la Ira, Parte I
Los deseos de Kylmä
El Páramo de la Ira, Parte II
Tempestad
En lo profundo
Perturbadoras reminiscencias
El diamante rojo del Ave del Paraíso
Fragmentos
Tierra de plañidos
Nina
Al borde de la locura
Visiones
El beso de la muerte
Silenciado
Distante
Elecciones
Sydän de fuego
Bianca
El secreto de Fenrisulf
Conexión
Reencuentro
Vía de escape
Preparativos para la batalla
El principio del fin
Vínculo prenatal
Cumplimiento de una profecía
Cadena de atentados
Unidos
Oscuridad
Epílogo
Hija de luz y oscuridad
Marcapáginas descargable
Librerías
Personas que tienen un ejemplar y lugares en donde está presente la novela

La Alianza de Callirus

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By ClaudetteBezarius

Milo se quitó la camisa azul que traía puesta, dejando al descubierto su torso bien esculpido, y se colocó de frente al astro rey. Dahlia y Emil se quedaron boquiabiertos al contemplar la singular belleza de la marca en el pecho del chico, junto a su corazón. Era un tatuaje a todo color que parecía tener vida propia, pues se balanceaba con suavidad y constancia, tal y como lo haría el oleaje marino durante un día de verano. Con cada haz de luz se podía percibir aún mejor la magnificencia de aquella obra de arte, dado que el sol parecía activar el extraterrenal resplandor de la daga.

Estaba hecha de turmalina engarzada en plata, y poseía una fina hoja dividida en dos lengüetas dentadas que salían desde un nudo central semejante a dos áureas alas de ángel replegadas y entrelazadas en un vórtice arremolinado. Justo sobre estas, destacaba un pequeño cilindro dorado, todo ello circundado por una guarda de diseño persa. La delgada empuñadura era coronada por un pomo en forma de ojo abierto, cuya pupila de rubí se posaba en el medio de una cuenca de oro. La más larga de las pestañas de aquel lucero se extendía hasta llegar a una cúspide tan puntiaguda como el huso de una rueca.

El joven puso su mano derecha sobre la daga al tiempo que pronunciaba la palabra "Callirus". Esta empezó a desprenderse despacio de su pecho, para colocarse sobre su puño abierto, siendo ya un objeto tangible. Después de todo ese proceso, que duró alrededor de unos cinco minutos, Milo suspiró de manera casi imperceptible y, con toda solemnidad, dio inicio a una compleja explicación acerca de lo que acababa de hacer y de la procedencia de su arma.

—Las doce constelaciones que decidieron formar parte de la "Alianza de Callirus", a saber, Apus, Camelopardalis, Cetus, Columba, Cygnus, Delphinus, Equuleus, Grus, Lepus, Lynx, Phoenix, y Vulpecula, son las encargadas de diseñar las pruebas de los páramos. Este consejo estelar se reúne a menudo para tomar decisiones conjuntas que garanticen el adecuado funcionamiento de la dimensión oscilante de Solu. Cada una de dichas constelaciones tiene la comisión de enviar a sus ciudadanos mejor capacitados a Cepheus, los cuales custodiarán el páramo que les sea asignado por acuerdo democrático de la alianza. Si un guerrero completa de manera exitosa todos los desafíos contenidos en un páramo, este debe ser premiado de inmediato. Ha de recibir una pieza de diamante que tiene estampado el emblema de la nación a cargo del páramo del cual salga victorioso. Al reunir todas las insignias, el luchador tiene derecho de intercambiarlas por una réplica exacta de una de las tres dagas ancestrales, las cuales fueron un regalo especial de la emperatriz de las Joutsen, la majestuosa Belldandy. Estas son "La Daga del Paladín", "La Daga del Sanador" y "La Daga del Protector", que es la que estoy sujetando justo ahora. Aunque el guerrero puede seleccionar el arma que prefiera, la utilidad de la misma se verá aumentada de manera significativa si su esencia coincide con el rasgo de personalidad dominante en el portador. Además de dotar a su dueño con habilidades sobrenaturales, cada daga modifica por completo la composición química y fisiológica de cualquier organismo. La primera vez que entramos a Loimu, Dahlia pudo ver a la imponente criatura que soy gracias a esta arma. Es imposible abandonar la forma que las dagas confieren, a menos que se utilice un escudo hexaédrico de neón, el cual debe ser controlado mediante las ondas cerebrales de quien lo utiliza. Eso es justo lo que hago para conservar mi apariencia y masa corporal humanas.

Con el ceño fruncido y un tono socarrón en su voz, la rubia interrumpió la ceremoniosa disertación de su hermano.

—Déjame ver si te entendí bien... Me estás diciendo que si logro salir viva de esos famosos páramos, me van a dar una de tres dagas, y esta me convertirá en alguna clase de cosa extraña que sólo podré ocultar con un escudo del cual no tengo ni idea de cómo encontrar, ¿correcto?

—Tranquila, Dahlia, todo a su tiempo. Ya te diré cómo obtener ese escudo luego. Ahora, por favor, déjame terminar con lo que debo revelarte.

—Bueno, creo que no me queda otra opción. Prosigue.

—Bien... Todo lo que te he mencionado nos lleva a la parte incómoda del asunto. Para que puedas acceder a Solu y completar las pruebas, en tu interior tiene que existir aunque sea un átomo de la esencia Keijukainen. En mi caso, cumplir con esa condición fue algo muy sencillo dado que, aunque fui concebido por humanos, Sherezade me llevó en su vientre y me transmitió parte de su sangre. Pero en tu caso, no podemos hacer nada como eso, porque tanto tu concepción como tu nacimiento fueron procesos sin intervención alguna por parte de los Keijukainen. La solución que puedo darte ante ese inconveniente es la de intercambiar uno de tus órganos por uno de Sherezade.

—¡¿Qué?! Milo, ¿estás demente? ¿Qué clase de idea macabra es esa?

—Cálmate un poco. No te dolerá en absoluto. Supongo que ya sabías que Sherezade también tiene una de estas dagas consigo. La suya es "La Daga del Sanador", así que ella puede realizar el trasplante en cualquier momento sin ninguna dificultad. Solo necesita que le des tu autorización y le digas cuál de tus órganos deseas intercambiar con ella.

—¿Y se supone que debo decidir algo así de importante ahora mismo?

—No es que tenga ganas de presionarte, pero cuanto antes concluyamos con los preparativos para que partas con rumbo hacia Solu, mejor. Puedo sugerirte intercambiar una de tus córneas, puesto que es un órgano localizado casi en el exterior de tu cuerpo, y quizás así el proceso se te haga un poco menos terrorífico.

—¿Una de mis córneas? No, no, y no. ¿Cómo voy a aceptar que me dejen tuerta?

—Te equivocas. Creo que todavía no lo tienes claro del todo. Dije que intercambiarías tu córnea, no que la entregarías y ya. Eso quiere decir que tendrás una de las córneas de Sherezade contigo. Tu visión no se anulará ni se entorpecerá, sino que mejorará. Nada más tendrás que acostumbrarte a tener un ojo púrpura y el otro ambarino.

—Tus palabras siguen sin tranquilizarme. Sin embargo, no hay tiempo que perder y, al no haber más alternativas, dile a Sherezade que tiene mi consentimiento.

—¡Perfecto! Sabía que eres muy razonable y que podíamos contar contigo.

Hasta ese momento, Emil había decidido guardar silencio mientras analizaba con cuidado la situación. Habiendo escuchado el complejo diálogo de sus hijos, escogió muy bien las palabras de apoyo que deseaba transmitirle a Dahlia para que ese momento tan crucial en su vida fuese más llevadero.

—Hijita, no temas ante nada que provenga de Milo o Sherezade. Ya nos hemos dado cuenta de que ellos siempre han estado buscando tu bien, incluso desde antes de que nacieras. Sé que has atravesado muchísimos cambios importantes en tu vida, pero no estás sola, pequeña. Te amamos y haremos hasta lo imposible para que puedas salir airosa de todas las pruebas que se avecinan.

Con el labio inferior tembloroso y los ojos vidriosos, Dahlia se abalanzó sobre su padre y lo estrujó con ímpetu entre sus brazos. Él le acariciaba la cabeza mientras le susurraba al oído que todo estaría bien. Milo se acercó a ellos y se unió al abrazo familiar. Tras unos breves instantes, la rubia ya estaba más calmada y mejor dispuesta para enfrentar lo que había de venir, por lo que se separó de ellos para poder hablarles con mayor comodidad.

—Agradezco mucho tus bellas palabras, padre. En verdad me ayudaste a cobrar ánimo —expresó ella, al tiempo que su mirada cargada de ternura se posaba en sobre Emil. Su voz estaba un poco quebrada por la emoción.

—Me alegra saber que pude hacer algo bueno por ti, nena —afirmó orgulloso el progenitor de los gemelos.

—Y bueno, con respecto a ti, hermanito, creo que ya es hora de que me lleves con Sherezade. Creo que tener una parte de ella conmigo podría ser divertido —aseguró la chica, con una sonrisa de oreja a oreja estampada en el rostro.

—Como tú digas. Ya sabes muy bien lo que tienes que hacer para llegar a Loimu, ¿cierto? —preguntó Milo, mientras le hacía un divertido guiño con su ojo izquierdo.

—Por supuesto que sí. Te miro a los ojos mientras me sujetas de la cintura.

—¡Exacto! Hagámoslo ya mismo, entonces.

—Espera un momento. ¿Quieres venir con nosotros, papá? —interpeló con cariño la muchacha.

—No es necesario. Vayan ustedes dos. Ya quiero ver el nuevo look que va a tener mi hija cuando regrese —contestó Emil entre sonoras carcajadas.

Los hermanos rieron también ante aquella ocurrencia de su padre. Agitaron sus brazos para despedirse de él y se dispusieron a ingresar a los aposentos de la Keijukainen. Una vez allí, Dahlia de inmediato comenzó a hablar.

—Supongo que ya has escuchado lo que hablamos ahí afuera, pero quiero decirte en persona que confío en ti y que tienes mi permiso para intercambiar una de mis córneas por una de las tuyas.

—Es un honor para mí saber que has puesto tu confianza en mí, bella niña. Haré tal y como me has dicho —musitó Sherezade, con toda la dulzura y calidez que era capaz de transmitir con su voz.

La doncella procedió a llevar a cabo el mismo tipo de ceremonia que ejecutó Milo minutos atrás. Al concluir con el breve ritual, entre ambas manos abiertas sostenía "La Daga del Sanador." Su hoja estaba hecha de lapislázuli y zafiro, la cual tenía la imagen de un zorro en posición de camuflaje, dueño de una larga y afelpada cola, esculpida en plata, con tres piedrecillas de cuarzo en su lomo, un copo de nieve a base de topacio frente a su rostro y la silueta de tres rombos dibujados con grafito en su retaguardia. Una pequeña guarda de hierro daba paso a la elaborada empuñadura. En ella, se exhibían dos triángulos isósceles de oro craquelado que se concatenaban en el vértice de los ángulos obtusos. Sobre estos, cuatro diamantes se unían para formar una flor de pétalos romboidales, todo ello bordeado por cristales azules que formaban varias líneas rectas en paralelo. Aún más arriba, dos filas de cuatro citrinos cada una terminaban por converger en un pomo conformado por otros dos triángulos isósceles idénticos a los que colindaban con la férrea guarda.

Sherezade colocó con mucho cuidado la punta de su daga sobre su ojo derecho. Un diminuto resplandor púrpura emergió de este, y ella se lo dio a Milo para que lo sostuviera por un momento. Entonces, hizo de igual manera con el ojo derecho de Dahlia. El resplandor ambarino de ella también le fue dado al chico. Ya estando ambas membranas una al lado de la otra, la dama reinsertó su purpúrea córnea en la cuenca de la muchacha, para luego tomar la de tonalidad amarillenta para sí. La rubia parpadeó varias veces con rapidez, intentando acostumbrarse a la inusual sensación que le causaba ver a través de su nueva córnea. A pesar de que estuvo un poco asustada durante el proceso de intercambio, puesto que perdió la visión de forma parcial por unos momentos, el resultado final la dejó muy complacida.

—No te dolió, ¿cierto? Ahora ya puedes viajar conmigo hacia Cepheus e ingresar a la dimensión de Solu. Partiremos mañana al amanecer, así que aprovecha este día para compartirlo con tu familia —le comunicó Sherezade, con un ligero aire de seriedad.

—Muchas gracias por todo. ¡Hasta pronto! —aseveró la chica, dedicándole una reverencia a la doncella.

Acto seguido, los hermanos volvieron al lado de su padre, quien los esperaba recostado sobre una silla mecedora ubicada cerca del amplio pórtico de la vivienda, muy tranquilo.

—Oye, Dahlia... ¡qué bien te queda la heterocromía! Me encanta cómo te ves —exclamó Emil, lleno de felicidad.

—Gracias, papá. Yo también estoy encantada con este cambio.

Padre e hijos entraron en tropel a la casa y se apoltronaron juntos en el sofá-cama de la sala. Habiéndose puesto cómodos, Milo se dio a la tarea de explicarles con detalle lo que ocurriría una vez que Dahlia partiese con rumbo al espacio sideral.

—Desde mañana en adelante, ni papá ni yo podremos acompañarte. No volverás a vernos hasta que salgas de Solu, lo cual sucederá hasta que completes todas las pruebas de los doce páramos. Como le conté antes a papá, no es posible saber con certeza qué es lo que encontrarás allí, pues los desafíos serán diseñados solo para ti. No obstante, hay algunos principios básicos de supervivencia que siempre funcionan bien para cualquier guerrero. Lo que debes tener presente en todo momento es la gran importancia de la concentración. Por nada del mundo permitas que los distractores de cualquier clase, que sin duda aparecerán, aparten tu vista del objetivo. Nadie puede diferenciar qué es real y qué no lo es en Solu, pero jamás debes dejar de creer en ti misma y en tus habilidades. Habrá momentos en los que la solución de ciertos acertijos será muy obvia, así como también habrá ocasiones en las que te sentirás impotente y desorientada. Si eso sucede, siéntate y cierra tus ojos. La energía de Sherezade contenida en la que ahora es tu córnea te ayudará a aclarar tus pensamientos y a encontrar la manera de seguir adelante. La más peligrosa de las amenazas en los páramos es la de sucumbir a los efectos del miedo. No dejes que ese sentimiento se apodere de ti o estarás perdida.

—¿Qué puede pasarme si el miedo me vence? Digo, es normal sentirlo. ¿Qué tal si no puedo controlar su intensidad?

—Podrías enloquecer y quedarte atrapada vagando sin rumbo en alguno de los páramos, e incluso tu vida podría estar en peligro. Ciertas criaturas que merodean por ahí son reales y muy capaces de matarte sin titubear. Una de las reglas inquebrantables establecidas por la Alianza de Callirus es la de no intervenir jamás en el entrenamiento de ningún guerrero. Esa medida lleva implícito el hecho de que no se puede dejar salir a nadie, por más difícil que sea la situación en que se encuentre, si esa persona no ha culminado con todo el proceso.

—Quieres decir que puedo estar padeciendo cosas terribles, a punto de morir, y nadie moverá un dedo por mí, ¿es así de cruel?

—Sí, así es. No se procede de esa manera con el afán de perjudicar a los guerreros, sino todo lo contrario. Salir victoriosa de los páramos te hará más poderosa de lo que puedas imaginar. No podemos exponernos a que Galatea te derrote, porque ello no sólo implicaría tu muerte. El destino de la humanidad entera depende casi por completo de ti. Hagas lo que hagas, nunca dejes al miedo envolverte del todo.

—Entiendo... Yo... ¡no los defraudaré! Por ti, por papá, por Sherezade, y por mi adorada madre, voy a ganarme una de esas lindas dagas, ya lo verán —concluyó Dahlia, muy decidida.

—Claro que sí, hermanita. Será pan comido para ti.

—Oh, hija, jamás dudes de la fortaleza que posees. Triunfarás, lo sé muy bien.

Aunque los tres estaban bastante preocupados, su mutua compañía y las palabras de ánimo y apoyo incondicional allí expresadas los ayudaron a verle el lado positivo a las cosas. El resto del día transcurrió sin complicaciones de ninguna especie y de forma muy agradable, entre comidas, juegos de mesa, y animadas charlas de variadas temáticas. Ya bien entrada la noche, Dahlia no deseaba irse a dormir, pues temía que la horrenda pesadilla recurrente la acechara de nuevo. Para no tener que suministrarle más perlas, a Milo se le ocurrió una idea que pareció ser del agrado de todos.

—Ya que debes partir junto a Sherezade mañana al amanecer, ¿qué te parece si pasas la noche en Loimu? No creo que los poderes de Galatea sean capaces de alcanzarte en ese sitio, y así podrás irte aún más rápido, tan pronto como hayas despertado y comido algo.

—Eso suena bastante bien. De todos modos, sin importar en donde pase la noche, estando dormida no puedo charlar con ustedes. Por lo tanto, no perderé tiempo valioso a su lado, y me evitaré la posibilidad de tener pesadillas. ¿Tú que crees, papá?

—Apoyo la idea de tu hermano. Quiero que puedas descansar de verdad, y si eso se puede lograr llevándote con Sherezade, me parece sensato. Ella cuidará de ti tanto o hasta mejor de lo que nosotros podríamos.

—Eso significa que ha llegado el momento de despedirme de ustedes. No quisiera tener que dejarlos acá. Los extrañaré demasiado —farfulló la rubia, conteniéndose para no prorrumpir en llanto.

Emil y Milo se acercaron a ella para cubrirla de besos y caricias. Permanecieron abrazados y en silencio por un lapso de unos cinco minutos, tras los cuales el momento de la inminente separación por fin se hizo presente. La chica dio una última mirada a su padre, para luego ser escoltada por Milo hasta la presencia de la doncella. Antes de regresar a la casa, el chico le estampó un sonoro beso en la frente a su hermana mientras le sonreía con su pulgar levantado, brindándole así una clara señal de que creía en ella. Justo después de eso, él se desvaneció, dejándola a solas con Sherezade, quien tenía preparada una cómoda nube blanquísima al lado de su esfera, para que la niña durmiese sobre esta.

Al despuntar el alba, la dama se acercó a Dahlia y le habló utilizando un volumen un poco más alto de lo usual, para despertarla. No fue nada difícil de lograr, ya que la joven había dormido de maravilla. Un contenedor de vidrio al lado de la cama dejaba ver en su interior un líquido verde y brillante. Sherezade dio a entender con un movimiento de su cabeza que la muchacha debía beberlo. Ella obedeció sin dilación. El Smaragdi sació su hambre y su sed casi de inmediato. Luego de eso, la rubia recibió instrucciones de sustituir sus ropas por un traje especial hecho de escamas de dragón marino, el "Jagdrock de Plata". Este se adapta a la forma y tamaño del cuerpo de quien lo vista y es muy flexible y liviano, lo cual facilita cualquier movimiento. Dicha prenda hace aumentar o disminuir la temperatura corpórea, según se vayan dando cambios en las condiciones meteorológicas. Además, puede resistir el fuego y repele los ataques de cualquier instrumento u objeto punzocortante. Aquel traje había ido pasando de generación en generación en la familia de Sherezade. Tanto ella como Milo lo llevaron puesto cuando les correspondió visitar Solu, y ahora era el turno de Dahlia para usarlo.

Estando ya la rubia preparada para cruzar el portal interestelar que la transportaría a la constelación de Cepheus, recibió un afectuoso abrazo y una amplia sonrisa de la doncella, quien justo después de eso, procedió a colocarla dentro de su burbuja dorada mientras manipulaba un mecanismo en el exterior de la misma. Una vez que las coordenadas de destino estuvieron debidamente registradas, la dama también se introdujo en el interior de la esfera. Un iridiscente rayo púrpura las envolvió y las hizo desaparecer de Loimu. En minutos, ambas estuvieron frente a las gigantescas puertas de malaquita que custodiaban la entrada al reino Keijukainen. Como la digna guerrera de alto rango y portadora de una daga legendaria que era, la forma y la refulgencia propias de su clase por fin se hicieron manifiestas. La piel de Sherezade era de una tonalidad rosácea y transparente, con un destello turquesa que nacía desde su interior y se proyectaba a varios metros de distancia. Toda ella parecía una gema viviente. Su abundante melena violeta se movía de un lado para otro, como jugueteando con el viento. Una armadura de marfil cubría su musculoso tronco, y cada una de sus pisadas emitía un melodioso sonido de flautín.

Bastó el llamado telepático de la guerrera para que la guardia real abriera las compuertas de par en par. Dahlia estaba maravillada ante la sobrecogedora belleza de su amiga y la magnificencia de aquel reino. Luego de recorrer el anchuroso sendero que conducía hacia el interior del palacio, la rubia se encontró cara a cara con los representantes de la Alianza de Callirus, quienes la esperaban ansiosos para darle la bienvenida y la autorización para que tuviera libre acceso a la dimensión oscilante de Solu. Un breve acto protocolar se llevó a cabo, en donde aquellos dignatarios alabaron repetidas veces la valentía de la chiquilla. Ya concluida la ceremonia, Dahlia fue escoltada hacia un enorme cráter negro en el centro de la sala, el cual había estado cubierto por una rejilla de acero inoxidable.

—Cuando saltes dentro de este agujero, verás a tu alrededor las inmediaciones del primer Páramo de la Destrucción. De aquí en adelante, todo depende de ti, jovencita. Te deseamos el mayor de los éxitos en esta travesía —dijo con respeto Vincent, el presidente de la Alianza.

—Estoy lista, mi señor. No lo defraudaré —replicó la rubia.

—Pues, adelante, entonces. Que las estrellas estén a tu favor.

Dahlia saltó con gracia. Un breve momento de oscuridad le dio paso a una escena asombrosa: un vasto campo de arena roja sin ninguna clase de vegetación se extendía hasta donde su campo de visión le permitía explorar. Estaba en el Páramo de la Ira...

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